miércoles, 21 de noviembre de 2012

Todo lo que debes saber sobre el diálogo (y nadie te quiso contar)


cómo crear diálogos
En la literatura, el diálogo proviene del teatro, desde donde pasó a la novela y el cuento. Es uno de los recursos literarios más eficaces y, al mismo tiempo, de los más difíciles de dominar. En el cuento, sirve para definir a los personajes; en la novela, aporta ritmo y hace avanzar la trama.
Al crear un diálogo, los personajes que participan toman la palabra y el narrador queda en segundo plano: es la mejor forma de acercar el argumento al lector, que se siente informado de primera mano.
La estructura del diálogo la componen:
·         Los parlamentos, que son las palabras dichas por cada uno de  los personajes (dos o más).
·         Los incisos, que son las aclaraciones efectuadas por el narrador y acotadas entre rayas (—).
Con el diálogo se puede:
·         Resaltar escenas al presentarlas de manera directa, sin apenas intervención del narrador.
·         Definir a los personajes por lo que dicen y cómo lo dicen, haciéndolos (según convenga)  apreciables u odiosos a quien lee.
·         Aportar información que hará avanzar la trama.
·         Reemplazar la acción o representarla mejor que una descripción prolongada.
·         Romper la monotonía de largas narraciones para evitar que se hagan lentas y se pierda la atención del lector.
Sin embargo, para que el diálogo sea eficaz, conviene seguir unas pautas:
·         Omitir lo superfluo. Hay que ir al grano y no desperdiciar palabras. Cuanta mayor precisión, mejor es la fluidez narrativa. 
·         Aportar alguna información, insinuación o acción sustanciales para el desarrollo del argumento.
·         Diferenciar claramente los parlamentos de cada personaje, lo que dicen y cómo lo dicen. Ha de saberse quién habla sin necesidad de escribir el nombre.
·         Convertir el tono coloquial en literario. Ha de resultar natural a quien lo lee, nunca forzado, lo que no quiere decir que se hable como en la calle. Es literatura, y se deben emplear sus recursos para enriquecer el habla.
Tres formas de diálogo diferentes son las más empleadas en la narrativa actual:
·         En discurso directo.
·         En discurso indirecto.
·         En discurso libre.

El diálogo en discurso directo es el más habitual: reproduce lo que dicen los personajes de manera directa; los parlamentos van marcados por una raya o guion largo (—) e introducidos por verbos «de decir». Veamos sus características:
·         Cada vez que habla un personaje, su parlamento empieza con una raya (—, distinta del guion o símbolo menos -). En Word se consigue pulsado AltGr más el símbolo menos del teclado numérico (con Num Lock pulsado).  También debe ir sangrado. Nunca termina en raya, sino con el signo de puntuación correspondiente: punto y aparte, cierre de interrogación, cierre de admiración o puntos suspensivos.
—¿Nos vamos a la cama?
—Nos vamos a la cama.  
·         Los incisos del narrador también  se marcan con raya (—):
—¿Nos vamos a la cama? —preguntó Elena.
—¿Nos vamos a la cama? —preguntó Elena, añadiendo—: Tengo sueño.
La raya de inicio del parlamento va pegada sin blanco a la primera palabra; la raya de inicio de la acotación va pegada a la palabra con la que empieza (siempre con letra minúscula) y separada por un blanco de la anterior. La raya de final del inciso va pegada a la palabra final. Sin embargo, Word no reconoce la final como parte de la palabra a la que sigue debido a que en inglés no se utiliza y por eso a veces hace separaciones odiosas, dejando en una línea la palabra y en la siguiente la raya con la puntuación correspondiente, o incluso en la misma línea la palabra con la raya y en la siguiente sola la puntuación. Buceando en Internet, creo haber dado con la solución: pulsando Alt más 8213 del teclado numérico, se consigue una raya (―) semejante a la habitual que Word sí reconoce unida a la palabra y no la separa. Lo he probado y creo que funciona.
·         En cuanto a la puntuación, los signos de admiración, de interrogación y puntos suspensivos correspondientes al parlamento se escriben antes de la raya que inicia el inciso:
—¡Nadie me quiere! —exclamó Cecilia—. Me marcho.
—Si nadie me quiere… —musitó Cecilia—, me marcho.
—¿Queréis un helado? —preguntó Cecilia—. Puedo ir a comprarlos.
Obsérvese que en estos tres ejemplos, detrás de la raya que cierra el inciso se ha añadido el signo de puntuación correspondiente. En el tercero también podría utilizarse una coma (o, más forzado, punto y coma), y la palabra siguiente comenzaría con letra minúscula. 
La coma, el punto y seguido y el punto y coma correspondientes al parlamento se escriben detrás de la raya que cierra el inciso:
—Fran vendrá con hambre  —observó Cecilia—, pero no le gustan los huevos duros.
—Fran vendrá con hambre —observó Cecilia—. No le gustan los huevos duros, así que le freiré un filete.
·         Un caso especial lo constituye el uso de dos puntos tras la raya final del inciso; es la puntuación que corresponde a este, pero siempre se escribe en este orden (—:) y no al revés:
—Por mi boca nadie lo ha sabido —le espetó Jorge, señalando—: Tal vez fuiste tú quien habló.
—Murió por mi culpa —admitió Lucia, pero enseguida aclaró—: Yo no quería…
·         Cuando en el inciso no se emplea un verbo «de decir», el punto del parlamento se escribe antes de la raya, dejando un blanco entremedias (. —):
—No tengo por qué soportarlo. —Se levantó y cerró la puerta—.  A mí nadie me manda.
Son casos aislados, sin embargo, porque la mayoría de los incisos están construidos con un verbo que implica habla de manera directa (declarar, objetar, señalar, indicar, responder, mascullar, etc.) o tácita:
—Eres el cabrón más grande que me he echado a la cara —soltó acercándose, como si escupiera rabiosa las palabras.
Además, cuando no hay verbos de «decir», se puede organizar el parlamento para evitar el inciso e incluirlo en el texto:
—No tengo por qué soportarlo. A mí nadie me manda.
Se levantó y cerró la puerta.
·         Cuando un parlamento es muy largo y se necesita utilizar punto y aparte, se marca que continúa hablando el mismo personaje mediante la utilización de comillas de seguir al principio de cada párrafo (»). En Word se consiguen pulsando Alt más 175 en el teclado numérico:
—Se lo venía contando a mi pariente, don Esteban Altolaguirre ―repuso don Ferrán, señalando a su acompañante, antes de proseguir―: Ateniéndonos al relato del único superviviente, sucedió que  el capitán don Jacinto de Zadava, informado por un indio de un villorrio de que a pocas leguas vivía un hombre blanco y barbudo, tomó una partida de quince hombres y emprendió camino.
»Tras varios días de marcha y búsqueda infructuosa, por fin dieron con un poblado cerca de un río donde ciertamente hallaron a un hombre barbudo, vestido como indio y tostado por el sol, que vivía en paz y armonía entre los naturales del lugar y tenía varias mujeres por esposas y multitud de hijos.
»La partida fue acogida con aparente hospitalidad, y el hombre resultó ser un marinero náufrago de una nao andaluza que tras diversos avatares y penalidades había acabado dando con sus huesos en el poblado. (Carmen Martínez Gimeno, La Historia escrita en el cielo, ebook Amazon, 2012.)
·         Cuando lo que se narra es el pensamiento de un personaje, se suele marcar con comillas (las correctas en España son las angulares: «»). En Word, Alt más 174; Alt más 175 en el teclado numérico:
«Me estoy muriendo de frío, mejor termino cuanto antes»,  pensó Fran.
«Me estoy muriendo de frío —pensó Fran—, mejor termino cuanto antes.»
·         Cuando en un diálogo un personaje cita las palabras de otro diálogo, se marcan con comillas:
—¿Sabes lo que me decía? No, tú qué vas a saber: «Ven aquí, burra, más que burra, que te voy a zurrar», me decía. Y yo iba, ¿cómo no iba a ir?

El diálogo en discurso indirecto es aquel en el que el narrador reproduce con sus palabras lo que los personajes hablan:
Ella le dice que tiene que irse, que la esperan, pero él insiste en su pregunta, la retiene, hasta que  por fin ella confiesa que le quiere.
·         Exige verbos «de decir» introductorios y empleo de una conjunción subordinante (por lo general, que o si).
Le pregunté si quería que nos viéramos al día siguiente y respondió que fuéramos al cine.
·          No admite raya de diálogo.
·         Se puede reproducir una voz, dos o varias y utilizar presente o pasado:
Cuando salió la mancha en la pared, el chico dijo que no era culpa suya, que seguro que había una humedad. Pero Antonio se puso furioso y quiso hablar con su jefe. Mama acabó de estropearlo al comentar que los gatos se meaban por todas partes.
·         Sirve para agiliza la lectura al eliminar las pausas entre la narración y el diálogo, en especial cuando los diálogos son cortos.

El discurso libre consiste en incorporar el diálogo a la narración, suprimiendo las barreras entre ambos: rayas  (—) y verbos «de decir». Es una variante del discurso indirecto en la que la participación de los personajes interrumpe la narración.
·         La distinción entre el narrador y el diálogo se marca por el contexto y los cambios verbales: 
 El ratón Pérez. Hacía mucho tiempo que no pensabas en él y te trae recuerdos tristes. El primer diente que se te cayó y mamá diciéndote que lo pusieras debajo de la almohada. No, el diente es mío, no quiero que nadie se lo lleve, protestaste. Pues escríbele una carta pidiéndole que te lo deje. Total, él ya tiene muchos, uno menos no le va a importar. Pero seguías sin querer ponérselo, y cuando llegó papá de trabajar y fue a darte el beso de buenas noches, a él sí que le contaste la verdad, que te daba miedo y asco que un ratón se subiera a tu almohada y hurgara en tu cama para llevarse el diente, que habías visto cómo la abuela había matado uno con la escoba y que no entendías por qué este te tenía que gustar. Bueno, este se llama Pérez y es especial. (Carmen Martínez Gimeno, Nada del otro jueves, ebook Amazon, 2012.)
 
·         Sirve para que el narrador que lo contempla todo cree la sensación de que es el personaje quien lo contempla y transmite.
·         El diálogo en discurso indirecto se suele ir alternando con el de discurso libre (como muestra el ejemplo anterior).

El  monólogo y el soliloquio cierran esta exposición. Ambos están relacionados con el diálogo, pero limitados al pensamiento del personaje que lo emplea.
·          En el monólogo, el personaje expresa sus reflexiones como si hablara consigo mismo. Denominado también flujo de la conciencia, su uso permite introducirse directamente en la intimidad de quien así se expresa:
No hay que darle vueltas. Mejor dejar las cosas como están. Es inútil devanarse los sesos porque los errores no se pueden corregir. Todos cometemos errores. Elegimos el camino que nos llevará a la perdición. No, nadie sabrá nada. Todavía se puede arrancar el hilo para que nadie tire de él.
·         El monólogo puede durar un párrafo, un capítulo, un cuento o una novela entera.
·         El soliloquio consiste en hablar en solitario; como si el personaje dialogara consigo mismo. Pasó del teatro a la novela y se distingue del monólogo interior en que en este caso sí hay interlocutores, aunque sean imaginarios:
¡Qué hermosa eres, amada mía, qué hermosa eres! Tus ojos son palomas, y perdóname que insista, Mario, que a lo mejor me pongo inclusive pesada, pero no es una bagatela eso, que para mí, la declaración de amor, fundamental, imprescindible, fíjate, por más que tú vengas con que son tonterías. Pues no lo son, no son tonterías, ya ves tú, que, te pones a ver, y el noviazgo es el paso más importante en la vida de un hombre y de una mujer, que no es hablar por hablar, y, lógicamente, ese paso debe de ser solemne, e, inclusive, si me apuras, ajustado a unas palabras rituales, acuérdate de lo que decía la pobre mamá, que en paz descanse. (Miguel Delibes, Cinco horas con Mario; toda la novela es un soliloquio de Carmen con su marido muerto.)
·         Lo que se expresa en un soliloquio tiene mayor coherencia que cuando se trata en  un monólogo interior, pues se acerca más al relato que a la expresión de emociones y va dirigido a otros.
·         Sin embargo, las fronteras entre monólogo interior y soliloquio a veces se difuminan hasta confundirse.



La lengua destrabada
Si te interesan los asuntos de lengua y escritura, te invito a leer La lengua destrabada. Manual de escritura, publicado por Marcial Pons (Madrid, 2017). Clica en este enlace para entrar en la página de la editorial, donde encontrarás la presentación del libro y este pdf, que recoge las páginas preliminares, el índice y la introducción completa.  

  

16 comentarios:

  1. Muy interesante esta entrada.
    Siempre surgen dudas a la hora de escribir y va bien recordar algunas cosas.
    Saludos!

    (No veo la opción de seguir tu blog).

    ResponderEliminar
  2. Muy buena entrada, muy explícita y didáctica. No conocía este blog y como dice Lola en el comentario anterior no he encontrado la opción de seguirlo.

    ResponderEliminar
  3. Gracias, Lola. Confieso que soy nueva en esto del blog: llevo apenas dos meses y avanzo por prueba y error. He tenido que mirar en Blogger lo de «la opción de seguir el blog» que comentas porque no sabía lo que era y todavía no lo tengo claro del todo. Espero ir mejorando y añadir los gadgets que me falten.

    ResponderEliminar
  4. Gracias, Ricardo. Repito que soy novata, lo siento. Mi fuerte no son los blogs, pero mejoraré.

    ResponderEliminar
  5. Mi felicitación por tan generoso aporte a la técnica literaria!!! Con relación a la publicación anterior te diré que me quedó flotando esa recomendación de que "la vida está allá afuera y no aquí dentro" y que se dé precisamente allí dentro y no afuera. En los momentos de crisis existencial es cuando el ser humano más interioriza, cuando más hace consciente muchas respuestas que había dejado pasar sin la menor atención. Un relato que recupera el drama como indagación de las estructuras y cimientos del alma para todos y de los que son empujados a ese teatro de lucha tan particular y tan real que miles de personas deben enfrentar día a día. Una exposición descarnada de los mecanismos psiquicos que la vida emplea con tal de afirmarse.
    Un abrazo Escritora!!!

    ResponderEliminar
  6. Permiso, Carmen; lo compartí en FB. Veremos si logro publicar este comentario.
    Muy buen lunes,
    r

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buen lunes, para ti también, Rita. Y gracias por compartir la entrada

      Eliminar
  7. ¡Hola! esto era lo que estaba buscando, nadie había sabido explicármelo claramente pero tú sí ¡Gracias!

    Comenzaré a visitar tu blog seguido

    ResponderEliminar
  8. Me alegro de que te haya sido útil, N.T. Hart. Por aquí nos veremos. Un saludo.

    ResponderEliminar
  9. gracias! Estimada Carmen... Te adjunto en quien me inspiro ¿es broma? tal vez Mini entrevista a Corin Tellado que vendió 400 millones de libros. un saludo cordial juan re
    "Pero admita que nadie habla hoy en la forma en que sus parejas se hablan...
    Claro que no... de puertas para fuera. Pero en cuanto apagan la luz... Mírate a ti misma, hija (¿¿¿???). Seguro que en cuanto apagas la luz sueltas las mayores puñetas del mundo. Que esas cosas no se digan abiertamente no quiere decir que el amor no sea eso. Vaya si lo es. Y el amor que no tenga erotismo ni deseo se muere solito".

    ResponderEliminar
  10. Saludos Carmen, acabo de dar con tu Blog por accidente. Soy autora indie y he trabajado con distintos correctores durante los últimos diez años, y algo en lo que no parecen ponerse de acuerdo es en si los incisos deben o no comenzar con mayúscula. Me ha quedado la duda. Y aunque la RAE indica que van con minúscula, a menudo me los corrigen y los hacen comenzar con mayúscula si el diálogo al que hacen referencia termina con interrogación o exclamación. Ej.: —¡Qué! —Gritó con asombro—. Mi otra duda es: cuando el inciso queda al final del la línea de diálogo, como en el ejemplo anterior, ¿se debe poner la raya antes del punto final, o sólo el punto? (¡Ojalá hubiera encontrado tu blog antes!) Gracias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Precisamente me animé a crear este blog de lengua en el año 2012, en pleno auge de los escritores indies en Amazon, cuando comprobé de primera mano los problemas de redacción que tenían. Después he publicado dos manuales de escritura donde he profundizado en los temas más importantes. En el más extenso de los dos, «La lengua destrabada», resuelvo con claridad tus dudas. Paso a resumirlo: los incisos en los que se emplea un verbo de lengua o que describen un estado o actitud del personaje hablante comienzan siempre en letra minúscula, aunque antes de la raya de acotación vaya el signo de cierre de interrogación o exclamación:
      --¡Nadie me escucha! --exclamó el profesor.
      --¿Por qué nadie me escucha? --se asombró el profesor.
      Solo empieza con mayúscula un inciso detrás de la raya cuando se trata de un enunciado independiente y no aparece un verbo de lengua o similar:
      --No tengo por qué aguantar esto. --Se levantó y cerró la puerta de golpe.
      --¿Por qué tengo que aguantar yo esto? --Se levantó y cerró la puerta de golpe.
      Como ves, antes de la raya de los enunciados independientes siempre va punto o signo de cierre de exclamación o interrogación, después de los cuales no se escribe jamás punto porque ya lo incluyen. Probablemente es lo que despista a tus correctores si te hacen la corrección errónea que pones como ejemplo. Y si un inciso queda al final de la línea en punto y aparte, solo se cierra con ese punto, no es necesaria la raya de acotación.
      Espero haber resuelto tus dudas y te invito a leer mi manual si te interesa profundizar en los asuntos de escritura.
      Un cordial saludo.

      Eliminar
    2. Has resuelto mis dudas con una claridad que nuca dejaré de apreciar. Tantas gracias Carmen, tienes un Blog valioso. Revisaré tus libros y veré si logro traer alguno. Muy agradecida.

      Eliminar
    3. Me alegra haberte sido útil. Esa es siempre mi intención.

      Eliminar