jueves, 25 de abril de 2013

Cómo construir oraciones de relativo perfectas

 adjetivos y pronombres relativos
En el tiempo que llevo frecuentando las redes sociales, leyendo entradas de blogs y lo que escriben los autores independientes, me he dado cuenta de que para muchos los pronombres relativos son una bestia negra que no logran dominar en la construcción de oraciones. Y no es de extrañar, porque tienen sus peculiaridades y pueden despistar con facilidad hasta a los escritores más consagrados.

Para comprender su función, examinemos las siguientes oraciones: Ahí llegan tus amigas. Tus amigas te vienen a buscar. La misma idea se puede expresar con una sola oración que recoge la relación mental establecida en las dos anteriores: Ahí llegan tus amigas que te vienen a buscar. Otro caso: El niño se acercó al árbol. Bajo su sombra leía su madre. Cabría expresar lo mismo con una única oración: El niño se acercó al árbol bajo cuya sombra leía su madre. Como vemos, los relativos se dedican a relacionar una oración con otra y una palabra con otra: de ahí les viene su nombre. Son pronombres, pero a veces  parecen adjetivos, y ni siquiera los gramáticos se ponen de acuerdo para establecer los límites.

Esta es su lista completa: que, el que, la que, el cual,  la cual, quien, cuyo, cuya, cuanto, cuanta (singular); que, los que, las que, los cuales, las cuales, quienes, cuyos, cuyas, cuantos, cuantas (plural); cuanto, lo cual (neutro). Nótese que ninguno se escribe con tilde. Estas mismas palabras con tilde (qué, cuál, cuáles, cuántos, cuántas, cuánto, cuánta, quién, quiénes y, mucho más raro por arcaico, cúyo, cúya, cúyos, cúyas) son adjetivos y pronombres interrogativos que tienen funciones y usos completamente distintos.
La palabra u oración entera que el relativo pretende relacionar con otra es su antecedente:
Hoy  vendrá el médico, que siempre nos trae medicinas.
Nos trae medicinas, lo cual nos cura cuando estamos enfermos.
Nos cura a mí y a mis hermanos, quienes por eso crecemos fuertes.
El médico, cuyo trabajo es tan importante, nos parece simpático.

Y también nos reparte caramelos, todos cuantos le pedimos.

El relativo que es totalmente invariable y el de uso más general en español. Como se puede apreciar en la lista de arriba, unido al artículo determinado forma los relativos complejos: La silla de enea, que estaba en la sala, ha desaparecido. O también la silla de enea, la que estaba en la sala, ha desaparecido. Estas dos oraciones son explicativas y siempre van separadas con coma (,) de la principal. Sin embargo, si escribimos la silla de enea que estaba en la sala ha desaparecido, se trataría de una oración especificativa y su sentido varía. En el caso del relativo complejo la que, es imposible escribir una oración especificativa sin comas; siempre ha de ser explicativa.
Lo mismo es aplicable al resto de los relativos complejos el cual, la cual, los cuales, las cuales, lo cual: solo es correcto su uso en oraciones explicativas, nunca en las especificativas. Así, podemos escribir: He visto la casa que compraste en Marbella, pero nunca he visto la casa la cual compraste en Marbella. Veamos otro ejemplo: Mis tíos gallegos, que vivían en Orense, se han mudado; también mis tíos gallegos, los cuales vivían en Orense, se han mudado. Pero nunca: Presentamos ideas las cuales son muy novedosas. 

¿Cuál es la diferencia entre las oraciones especificativas y las explicativas? En las primeras se especifica lo que se quiere expresar: Los niños que estaban cansados se fueron a dormir. Nos referimos a los niños cansados; puede que hubiera otros que no lo estuvieran y no se acostaron. En cambio, en las oraciones explicativas introducimos una explicación entre comas que se añade como algo prescindible: Los niños, que estaban cansados, se fueron a dormir. Son todos los niños quienes se van a dormir debido a su cansancio. Pero lo importante es el hecho de que se van a dormir, no el motivo, que en este caso es el cansancio pero podría ser otro.
La lengua culta actual prefiere el uso del relativo que y relega el de los relativos complejos el cual, la cual, los cuales y las cuales a no ser que vayan precedidos por una preposición: Este fue el motivo por el cual dimití o este fue el motivo por el que dimití. Le han asignado un papel para el cual no está preparado o también le han asignado un papel para el que no está preparado. Otra buena razón para emplear el cual o la cual y sus plurales es la distancia con su antecedente,  la necesidad de marcar el género y número para evitar ambigüedades o la presencia de otro relativo cerca: Nos despistó la espesa niebla que cubrió el valle, el cual estaba más  cerca de lo que pensábamos. Habló el representante que salió elegido en la votación,  al cual nadie ha discutido la victoria. Nos empapó el chaparrón debido a la gran distancia que nos separaba del hotel,  la cual habría sido menor si no nos hubiéramos perdido.   

Por su parte,  lo cual se utiliza en la lengua culta tanto con preposición como sin ella con preferencia a  lo que: Siempre comíamos helado de postre, lo cual me gustaba. Esteban me enseñó a nadar, por lo cual le estoy muy agradecido. Como se aprecia, su antecedente siempre es una oración completa.

Los relativos quien, quienes siempre deben tener un antecedente personal con el que concuerdan en género y número; en el resto de los casos se ha de utilizar que, cual o cuales: Ella es quien debe decidir, pero no el ministerio es quien debe decidir (el que debe). Habían tachado el nombre de quien sería el próximo papa, pero no se desconocía el departamento de quien procedía (del que o del cual). Los hombres a quienes llamaste, pero no los perros a quienes silbaste (a los que o a los cuales).

El relativo con valor posesivo cuyo, cuya y sus plurales tiene carácter de adjetivo y no concuerda con su antecedente, que siempre ha de estar explícito, sino con el sustantivo al que acompaña: Se acercó a una ventana, a través de cuyos cristales vio la calle. Madrid sufrió un terremoto, cuyas consecuencias se desconocen. Ese es Emilio, de cuyos padres guardo un buen recuerdo. Otra peculiaridad de este relativo es que no concuerda en plural con los sustantivos coordinados a los que acompaña, sino con el más próximo y en su mismo género: Es una persona cuya familia y amigos aprecian. El cuadro cuya venta y envío hemos acordado es aquel.

No es correcto el empleo del relativo que seguido del posesivo su  (quesuismo) o del artículo en lugar de cuyo: Ayer vi a la chica que su padre es médico (cuyo); me gusta ese árbol que la flor es blanca (cuya).  Sin embargo, debe tenerse en cuenta que no siempre la secuencia de que más su es quesuismo: Este es el libro que su hijo me prestó.  Me dijo que su hermano venía.

Un error muy frecuente no solo en lenguaje oral sino también escrito es la omisión de la preposición que debe preceder al relativo que (con o sin el artículo delante) cuando funciona como complemento circunstancial, de régimen, indirecto o incluso directo de persona: Voy a salir con el chico del que te hablé y no voy a salir con el chico que te hablé. El momento en que sonó la alarma todos corrieron y no el momento que sonó la alarma todos corrieron. La niña a la que doy clase es muy lista y no la niña que le doy clase es muy lista. Hay gente a la que no le gusta madrugar y no hay gente que no le gusta madrugar. Las noticias de las que me he enterado no son buenas y no las noticias que me he enterado no son buenas. Le hicieron levantar del asiento en que estaba y no le hicieron levantar del asiento que estaba.  

Sin embargo, se puede suprimir la preposición delante del relativo cuando se trata de un complemento circunstancial de tiempo, siempre que su antecedente no la necesite para desempeñar su función: Vendió la casa el año que se jubiló  o también vendió la casa en el año en que se jubiló. La explicación es que resulta igualmente correcto vendió la casa ese año o en ese año. Si el complemento no es de tiempo, no se admite la supresión de la preposición: No recuerdo los sitios en que estuve el año pasado y nunca no recuerdo los sitios que estuve el año pasado.  

La regla para no equivocarse consiste en construir una oración con el mismo verbo pero sin relativo para comprobar si rige alguna preposición: Doy clase a una niña muy lista, luego la niña a la que doy clase es muy lista. A la gente no le gusta madrugar, luego, hay gente a la que no le gusta madrugar. Te hablé del chico, luego voy a salir con el chico del que te hablé. Estuve en muchos sitios, luego no recuerdo los sitios en que estuve (o en los que estuve). Estaba sentado en un asiento, luego le hicieron levantar del asiento en que estaba. Y así sucesivamente.

Cuando el antecedente también lleva preposición, en el habla coloquial se tiende a suprimir su repetición delante del relativo: En la ciudad que vivo hay mucha contaminación; del asunto que hablamos ayer no tengo clara una cosa. En ambos casos, lo correcto sería repetir la preposición: En la ciudad en que vivo hay mucha contaminación; del asunto del que hablamos ayer no tengo clara una cosa.

En el español de Latinoamérica y entre hablantes catalanes esta supresión es frecuente en oraciones de relativo con el verbo ser del tipo es por eso que; fue allí que; fue entonces que; es así que. La construcción correcta exige la repetición de la preposición ante el relativo y añadir el artículo: es por eso por lo que. O cambiar el relativo por el adverbio relativo correspondiente: fue allí donde; fue entonces cuando; es así como. Muchas veces la mejor opción es la más sencilla: Por eso no vine en lugar de fue por eso por lo que no vine. Con este convencimiento iniciamos la nueva empresa en lugar de con este convencimiento fue con el que iniciamos la nueva empresa.

El Diccionario Panhispánico de Dudas también recomienda que se evite el uso de construcciones interrogativas perifrásticas del tipo ¿dónde fue que?, ¿cuándo fue que?, ¿cómo fue que?: ¿Dónde fue que lo vio? Es preferible ¿dónde lo vio? ¿Cuándo fue que estuvo en Madrid? Es preferible ¿cuándo estuvo en Madrid? ¿Cómo fue que se conocieron? Es preferible ¿cómo se conocieron?

Los adverbios relativos que se han mencionado más arriba son aquellos capaces de cumplir las mismas funciones de relación entre las palabras que los pronombres o adjetivos relativos: cuando, como y los más evidentes y habituales donde y adonde.
 Me lo encontré en Nueva York, ciudad donde yo trabajaba (en la que).
Me lo encontré en Nueva York ciudad adonde yo había ido a trabajar (a la que).

Recordemos que el adverbio adonde exige verbos de movimiento, mientras que donde no, pero también se puede utilizar con ellos: Voy donde me dicen y estoy donde me dicen. Pero solo voy adonde me dicen.

Algunas gramáticas incluyen estos adverbios como un relativo más puesto que se pueden sustituir por ellos. Todos son átonos y, por tanto, nunca se escriben con tilde. De este modo, tendríamos pronombres relativos, adjetivos relativos y adverbios relativos.

¿Ha quedado claro o todo es relativo?


La lengua destrabada
Si te interesan los asuntos de lengua y escritura, te invito a leer La lengua destrabada. Manual de escritura, publicado por Marcial Pons (Madrid, 2017). Clica en este enlace para entrar en la página de la editorial, donde encontrarás la presentación del libro y este pdf, que recoge las páginas preliminares, el índice y la introducción completa.  

  






miércoles, 17 de abril de 2013

Sobre literatura infantil

©Niña con sombrero fresa. Carmen Martínez Gimeno
La literatura infantil, considerada hasta fechas relativamente recientes una categoría menor, acapara buena parte de la atención del mundo editorial, y se multiplican los autores para adultos de distintos géneros que prueban suerte escribiendo para niños. La producción es enorme y también los beneficios que genera. Dicen que en nuestra España en crisis, por ejemplo, son los libros para niños los que están salvando muchas  cuentas de sellos editoriales, aunque algo se han resentido las ventas. Y también se dice que el mercado de América Latina ofrece grande oportunidades de crecimiento.
¿Qué es en realidad la literatura infantil? Se entiende como tal la que se ha escrito pensando en los niños, además de otros textos literarios clásicos dirigidos a los adultos que se han adaptado para el público infantil. Entre estos textos se incluyen, por ejemplo, Los viajes de Gulliver del misógino Swift, que en realidad es una sátira despiadada de la sociedad y la condición humana; Platero y yo de Juan Ramón Jiménez (¿quién no recuerda su comienzo: «Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos»); la mayoría de las novelas de aventuras de Julio Verne, como La isla del tesoro o La vuelta al mundo en ochenta días; Robinson Crusoe de Daniel Defoe; Las aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain o La cabaña del tío Tom de Harriet Beecher Stowe.
Los más pequeños suelen iniciarse en la lectura con los cuentos populares recogidos por Charles Perrault o los hermanos Grimm, como La Caperucita Roja, Blancanieves, La Cenicienta, Los tres cerditos, Pulgarcito y todos los demás cuentos de hadas escritos por Christian Andersen o las fábulas de F. M. Samaniego y Tomás de Iriarte.
Confieso que a mí no me gustaron de niña la mayoría de estos cuentos, repletos de ogros que se comían a sus propias hijas, madrastras malvadas que ansiaban ser las más bellas, atontadas princesas dormidas salvadas por príncipes valerosos y, en general, animales o niños desvalidos demasiado tontos para salir adelante sin la ayuda de alguien más listo que ellos.  Tampoco me gustaba la moraleja con la que se justificaban al final los desastres que habían ocurrido.
Sé que no soy la única descontenta y que incluso muchas personas justifican su escaso interés por la lectura con sus malas experiencias durante la infancia, porque ¿a quién le puede gustar Don Quijote para niños o Platero y yo sin ir más lejos? Ahora soy capaz de racionalizar el disgusto y la sensación de desasosiego que la mayoría de los cuentos infantiles me provocaban: yo no era una adulta en pequeñito ni una adulta tonta; no era más que una niña y necesitaba libros escritos pensando en mí, sin moralinas ni censuras; sin estereotipos ni maniqueísmos. Quería, en definitiva, imaginación para ser feliz. Quería divertirme.
Qué bien conjugó ambas cosas Michael Ende con su Historia interminable, que leí más de una vez ya de adulta pero disfruté como una niña, y cuántas buenas novelas infantiles y juveniles han surgido en el mundo siguiendo una estela que cortó su muerte prematura. Me ahorro nombres porque de todos son conocidos.
Viruta, Edelvives, Zaragoza, 2ª ed., 2011
Cuando tuve mis propios hijos, empecé a inventar cuentos para contarles. Pronto empecé a escribirlos porque mis sobrinos también querían tenerlos. Recuerdo perfectamente cómo mi hijo pequeño se colocaba detrás de mí cuando me veía sentada ante el ordenador para ir leyendo a medida que yo escribía. Su aliento me hacía cosquillas en el cuello y acababa abrazado a mi espalda, pero no me hablaba para no interrumpirme. Viruta lo escribí para él y le gustó mucho.
Empieza así:
Era martes. Ese día llevamos los de mi clase tan repleta de cuadernos y libros la mochila que el peso nos obliga a andar cabizbajos, mirando solo los pies de las personas con las que nos cruzamos. Por eso me fijé en el alcorque, lleno de una asquerosa agua amarillenta con espumas blancuzcas. Estaba pensando que el árbol se iba a morir, cuando vi asomar entre tanta porquería una cabecita que intentó tomar aire antes de hundirse de nuevo. No sé cómo me atreví a meter el brazo, pero el caso es que lo hice y saqué un bicho pequeño que olía espantoso. Lo dejé en la acera y no se movió. Intentar el boca a boca era demasiado, así que solo le apreté la barriga a ver qué pasaba. Me vomitó. Repugnante.
—Ahí te quedas, rata, perro o el bicho que seas —dije levantándome.
Pero me miró con unos ojos tan tristes que no pude irme. Total, ya me había puesto perdido, así que lo cogí y lo abrigué con mi sudadera.
—Te vienes a casa. Te lavo y te doy de comer. Luego ya veremos.
El encuentro con el perro diminuto que bautizará como Viruta  y la noticia que ese mismo día le dan sus padres de que va a tener un hermano cambian la vida del protagonista, Javi, que hará nuevos amigos y hasta correrá alguna aventura inesperada para salvar a uno de ellos, el peshmerga Jalal, al que al principio acusan de querer robar a Viruta: 
El perro corrió a mi lado y empezamos a alejarnos del chico. Cuando habíamos avanzado un buen trecho, lancé un suspiro de alivio. Pero ahí fallé, había cantado victoria demasiado pronto, porque justo en ese preciso momento se oyó un agudo silbido y Viruta corrió como un rayo para desandar el camino. Yo fui detrás con todos mis amigos, gritando desesperado:
       —¡Ladrón, ladrón, Viruta es mío...!
       —Yo no ladrón, yo pesh merga  repitió el chico con firmeza, cogiendo en brazos a mi perro. El muy desagradecido le lamió la cara.
       —Pesh merga  repitió Alí intrigado. ¿Qué significa?
      —¡Ladrón de perros! exclamó de inmediato Carlota.
       No. Pesh merga es guerrero que camina con la muerte. Yo pesh merga. Yo guerrero kurdo...
       Y ladrón de perros le interrumpió valiente Carlota.
        Yo silbo y perro viene. No robo. Perros no tienen dueño. Perros libres. Como pájaros, como peces.
        Qué cara tiene  opinó Mediopollo, meneando la cabeza con desagrado.
        Os está diciendo la verdad, eso es lo que piensa el pesh merga indicó Fátima, que hasta entonces había permanecido callada—. En su país debe de ser así. Los perros viven sueltos, van donde quieren, con quien mejor los trata. No son animales domésticos que viven en las casas con un único dueño como aquí.
Creo que escribir para niños entraña una gran responsabilidad. Hay que conseguir atraer su atención y mantenerla; conseguir también divertir e incentivar su creatividad.

Los niños no somos tontos, mamá, me recordaba mi hijo cada vez que me ponía a escribir un nuevo libro. Era su manera de decirme que, como los adultos, exigen buenos argumentos, personajes interesantes y un vocabulario amplio que enriquezca el que poseen.

Como padres somos responsables de lo que leen nuestros hijos. ¿Por qué es tan importante fomentar el hábito de lectura? No es para que de mayores sigan leyendo novelas, sino para que entiendan lo que leen, para que sean capaces de razonar y sacar conclusiones. En definitiva, para que no sean analfabetos funcionales en una sociedad alfabetizada. Para que no los engañe el lobo ni acaben en su  barrriga. Para que no necesiten  un cazador que los salve. Ni mucho menos un príncipe, sea azul o negro.

He hecho una pequeña encuesta sobre todos los libros leídos por mis hijos y sobrinos, ya crecidos, para comprobar cuáles les habían dejado mayor huella. Han ganado  El lugar más bonito del mundo de Ann Cameron y El jardín secreto de Frances Hodgson Burnett. Pero otros se han quedado muy cerca.

Por mi parte, el cuento de mi infancia que más recuerdo no lo leí, sino que nos lo contaba la señora que ayudaba a mi madre. Trataba de una familia muy pobre con tantísima hambre que se comió las asaduras del padre cuando se murió. Una noche llamaron a la puerta: Toc, toc. «Ay, mamaíta ¿quién será?», preguntaba  la hija, a lo que la madre respondía: «Cállate, hijita, que ya se irá». Pero quien fuera insistía: «No me vooooy, que entrando por la puerta estooooy». Y el cuento seguía con el muerto acercándose cada vez más, hasta tirar de los pelos a sus familiares caníbales, y mis hermanas y yo gritábamos pero también nos reíamos.

Y es que los cuentos de miedo controlado atraen a los niños y no los aterrorizan. Por eso termino esta entrada mencionando la novedosa versión que acaba de publicar Luis Murillo sobre el personaje de la Caperucita, su Cadavercita Roja, que añade interacciones solo posibles en un libro digital. Todo un mundo por descubrir.   





La lengua destrabada
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miércoles, 3 de abril de 2013

El buen uso de las preposiciones

queísmo y dequeísmoLa preposición es esa partícula invariable que enlaza palabras pertenecientes a distintas categorías, estableciendo una relación determinada entre ellas que no se puede expresar de otro modo: libro de poesía; gato con botas; lento para el aprendizaje; bajo la cama; hasta mañana; desde su muerte; según me han contado. Su nombre proviene del latín praepositio, que a su vez es traducción del griego próthesis usado por los gramáticos alejandrinos, y hace alusión a su situación normalmente antepuesta a la palabra que rige.

Hay cierta disparidad entre los gramáticos sobre el inventario de las preposiciones del español porque algunas son de escaso uso, otras son recientes y otras más presentan solo algunas de las propiedades que caracterizan a esta clase de palabras. En la actualidad se acepta en general que las preposiciones del español son las siguientes: a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, durante, en, entre, hacia, hasta, mediante, para, por, según, sin, so, sobre, tras, versus y vía.

El abundante uso y el escaso número de las preposiciones ponen de manifiesto su importancia. Se repite a menudo, no sin razón, que no se adquiere un conocimiento excelente de una lengua hasta que no se domina su sistema preposicional. Y esto no se aplica solo a quienes aprenden una lengua extranjera, sino también a quienes estudian y usan la propia. Sobre todo concierne a los escritores, traductores, editores y correctores de estilo y pruebas.

Un repaso de los aspectos fundamentales que deben tenerse en cuenta para su óptimo empleo comenzaría así:

A
Esta utilizadísima preposición puede aparecer sola o contraída con el artículo determinado masculino: a +el = al: fui al médico; me encontré al hermano de Esteban. Sin embargo, escribimos: fui a El Escorial; viajó a El Cairo. El motivo es que nunca se emplea el artículo contracto al ante un nombre propio que comience por el artículo determinado masculino El.

Como norma general, se usa la preposición a ante un complemento directo de persona o de animal o cosa personificada: Vi a tu amigo; quiero a mi perro. Sin embargo, se ha de suprimir la preposición a cuando sea preciso distinguir el complemento directo de otro que también lleve esa misma preposición: Carmen llevó su hijo a la pediatra (y no Carmen llevó a su hijo a la pediatra). Por la misma necesidad de evitar confusiones se emplea la preposición a ante un complemento directo que no es de persona, animal ni cosa personificada cuando el sujeto también es un nombre de cosa: sostiene a la voluntad la esperanza (y no sostiene la voluntad la esperanza, pues no se distinguiría el sujeto del complemento directo).

Es obligado el uso de la preposición a en oraciones de relativo cuando este es el complemento indirecto: La niña a la que le doy clases es muy lista (y no la niña que le doy clases es muy lista).  

Se consideran galicismos las expresiones en las que a precede a un sustantivo complemento de otro: olla a presión, avión a reacción, buque a vapor, estufa a gas, etc. Aunque estén muy generalizadas, la RAE recomienda el empleo de la preposición propia del español para estos casos, de: olla de presión, avión de reacción, buque de vapor, estufa de gas. Asimismo, también es un galicismo el uso de a + artículo para indicar los ingredientes de un producto: crema a la glicerina, champú a la clorofila. Lo  correcto es expresarlo mediante la preposición con y sin artículo: crema con glicerina, champú con clorofila.

La construcción sustantivo + a + infinitivo (asuntos a tratar; problemas a resolver; novelas a leer) se considera también  un galicismo, aunque está muy arraigado en la lengua y hay ejemplos antiguos. La Real Academia admite cantidad a ingresar y cantidad a deducir porque son expresiones consolidadas en el ámbito de la economía. Sin embargo, para el resto de los casos la norma es que dicha construcción ha de emplearse con sustantivos abstractos como asunto, tema, ejemplo, cuestión, aspecto, punto, cantidad y similares, el verbo ha de ser transitivo como realizar, resolver y otros de significado parecido, y la preposición a no debe ser intercambiable sin que varíe la construcción sintáctica por las preposiciones que, por o para: horario a cumplir, mejor horario que cumplir; asuntos a debatir, mejor asuntos para debatir; cuestión a definir, mejor cuestión por definir. Hay que tener en cuenta, además, que en muchos casos la construcción es redundante, pues el sustantivo ya expresa por sí solo el significado de a + infinitivo: Estas son las tareas a realizar, mejor estas son las tareas. Los objetivos a cumplir son los siguientes, mejor, los objetivos son los siguientes. Juan es un ejemplo a seguir  para todos, mejor Juan es un ejemplo para todos.

La unión de las preposiciones a por, muy común en España e infrecuente en América Latina, ha dejado de considerarse incorrecta en los casos en que añade significado a la opción sin a: voy por dinero; voy a por dinero. Es evidente que no significan lo mismo. Sin embargo, es preferible voy por el pan a voy a por el pan.

Son usos incorrectos de la preposición a:
A la mayor brevedad: con la mayor brevedad.
Cien kilómetros a la hora: cien kilómetros por hora.
A grosso modo: grosso modo.

No se escribe a en las siguientes secuencias:
De arriba abajo
De dentro afuera
De delante atrás
De entonces acá

No es necesaria la preposición a en la construcción acostumbrar + infinitivo, aunque también puede emplearse:
Acostumbra hablar solo o también acostumbra a hablar solo

Ante
Significa «delante de». No debe confundirse con contra ni con:
El Madrid juega hoy ante el Barcelona (contra).
El Barcelona se enfrenta ante el Valencia (con).

Bajo
Supone una situación inferior, ya sea física o metafórica. Se usa incorrectamente en las expresiones siguientes:
Bajo el punto de vista (lo correcto es desde).
Bajo el radio de acción (lo correcto es dentro del ).
Bajo encargo de (lo correcto es por).

Cabe
Esta antigua preposición ha desaparecido de la lengua hablada, pero permanece en la literatura. Significa «junto a»: Gemela de Dios, gemela del hombre; sobre la laguna de México, cabe el río de Sevilla (Carlos Fuentes, El naranjo, México, 1983).

Contra
Expresa oposición incluso figurada. Es un galicismo su empleo junto con por para significar «por el contrario». Su uso en lugar de cuanto es un vulgarismo: Contra más aprieto, menos abarco.

De
Esta preposición, igual que a, puede aparecer sola o contraída con el artículo determinado masculino singular: de +el = del: las recetas del médico; las piedras del camino. Sin embargo, escribimos: los libros de El Colegio de México; el protagonista de El ala robada y otros cuentos. La regla es la misma: nunca se emplea artículo contracto ante nombres propios que empiecen por el artículo determinado masculino El.

La preposición de no debe omitirse nunca en los nombres de las calles, avenidas y paseos, a menos que el nombre sea un adjetivo: calle de Espronceda; plaza de Colón; avenida de América; paseo de Gracia, pero calle Mayor, plaza Nueva.

Tampoco debe omitirse cuando el verbo o la locución verbal llevan esa preposición en su régimen: No se dan cuenta de que molestan; se aseguró de que las puertas estaban cerradas. Los votos de los que dispone el candidato son muchos. Cuando se omite de indebidamente se considera queísmo. Muchas veces es una ultracorrección para evitar el vulgarismo que se explica a continuación.

El uso de la preposición de delante de la conjunción que cuando el verbo no la lleva en su régimen es un vulgarismo grave cada vez más extendido: Ocurre de que no quiero;  opino de que va a nevar; es fácil de que llueva; me dijeron de que saliese. Se conoce como dequeísmo.  También es dequeísmo muy vulgar el empleo de la preposición de en construcciones con el verbo hacer +  infinitivo: hacer reír; hacer llorar (no hacer de reír; hacer de llorar). Sin embargo, sí están aceptadas hacerse de rogar y hacerse rogar.     

Para no incurrir en dequeísmo o queísmo, basta con sustituir la oración introducida por que por un sustantivo o el verbo en infinitivo y comprobar si rige la preposición de. Por ejemplo, si dudamos cómo escribir me acuerdo de que eras muy travieso, podemos sustituir que eras muy travieso por travesuras, lo que resultaría en me acuerdo de tus travesuras. O también recurrir al infinitivo acordarse y comprobar que siempre es de algo. En cambio, escribiremos recuerdo que íbamos a la playa, pues siempre es recordar algo y escribiríamos recuerdo la playa.

Desde
Indica el principio de un tiempo o una distancia. Sin embargo, se ha generalizado entre los personajes públicos españoles el empleo de desde donde correspondería con o por: les hablo desde la sinceridad; privatizamos desde la experiencia que tenemos; lo afirmo desde la honradez. ¿Qué se pretende con este uso? Embaucarnos, como de costumbre, desde la distorsión de la gramática.

En
No se aconseja emplear esta preposición para indicar materia: estatua en bronce; mejor estatua de bronce. Sin embargo, en algunos casos es conveniente su empleo en aras de la claridad: botella de un litro en plástico.

En América Latina son construcciones habituales en la mañana, en la tarde o en la noche frente a las de España por la mañana, por la tarde o por la noche. Ambas están aceptadas.

Entre
Indica situación en medio de dos o más personas o cosas. Por tanto, no puede utilizarse en lugar de cuanto: Entre más duermo, más cansado estoy (cuanto más duermo...).

Mediante
Es una preposición recién llegada a la lista. Su significado es equivalente a con y se suele emplear para evitar repeticiones: Mediante la llave inglesa lo  apretó con fuerza.

Para
Se debe evitar su uso en lugar de contra: medicina para el mareo (contra el mareo).

So
Esta preposición arcaica equivale a bajo. En la actualidad solo se conserva en expresiones fosilizadas: so pena, so pretexto, so capa, so color. También pervive en toponímicos como Somontes.

No debe confundirse esta preposición con el so que se coloca ante un insulto o expresión despectiva para potenciarlos: so ladrón; so cobarde; so tonto. En este caso, se trata de una contracción de seó, apócope a su vez de señor. Tampoco tiene nada que ver con la interjección ¡so! empleada para detener a las bestias.

Versus
Esta preposición latina que significaba «hacia» adquirió en el lenguaje jurídico inglés el sentido de «contra», que conserva en su regreso al español. Debe simultanearse su uso con contra y la locución preposicional frente a.

Vía
Esta preposición recién llegada a la lista se usa sobre todo en el lenguaje administrativo y jurídico: los datos se enviaron vía Internet; expreso Madrid-Bilbao vía Burgos.

Locuciones preposicionales
Las preposiciones se juntan a veces para formar locuciones estables  tan utilizadas como las siguientes:  
A nivel de. Se abusa de ella hasta la saciedad y denota escasos recursos lingüísticos. Se debe procurar evitarla a no ser que se emplee con el significado normal de «nivel»: Ya estamos a nivel europeo; trataré de llegar al nivel de los mejores. Pero evitaremos: La cuestión se tratará a nivel de los sindicatos (mejor: La cuestión se tratará con los sindicatos); el tratamiento es similar a nivel hospitalario y a nivel de ambulatorios (mejor: el tratamiento es similar en hospitales y ambulatorios). Y así sucesivamente.

En base a. Debe evitarse su uso, sobre todo en lenguaje literario. Existen giros o proposiciones castellanas mucho más adecuadas, como basándose  en, sobre la base de, según, para, a fin de, a tenor de, en virtud de, ateniéndonos a, según los casos.

Aparte de. Significa «al margen de» y también «además de». No es correcto su empleo sin la preposición de: Aparte de eso, todo salió bien; aparte de Marea, tocaron Jarabe de Palo y Extremoduro.

A través de. Significa tanto «por entre» como «por medio de»: lo vi a través de la niebla; me enteré a través de mi hermana.

Conforme a.  No debe emplearse sin la a : conforme a lo expuesto.

De cara a. Otra locución de moda cuyo abuso ha de evitarse. Son preferibles formas como con miras a, para, con vistas a, etc.: la ciudad está preparada de cara a los juegos olímpicos (mejor: la ciudad está preparada para los juegos olímpicos).

De acuerdo con. No es correcto de acuerdo a.

En relación con. No es correcto en relación a. También se puede emplear con relación a.

Junto a. Expresa proximidad y no se debe confundir con junto con, que expresa compañía: Se colocó junto a su hermana; Pedro, junto con Pablo, resolvió el problema.

Algunas construcciones particulares
Cada vez son más frecuentes construcciones prepositivas del tipo trabajan en o pertenecen a una empresa; conversación con y cuento de Paul Auster. En su mayoría son malas traducciones del inglés o el alemán que violentan el español. Deberían sustituirse por trabajan en una empresa o pertenecen a ella; conversación con Paul Auster y un cuento suyo.

Sí es perfectamente aceptable, en cambio, el empleo conjunto de más de una preposición: salió de entre las matas; trabajan desde y por el poder; estuvo desde por la mañana; se veía el cielo por entre las nubes. Abundan estos ejemplos en la lengua hablada y en la literatura.  

Sin embargo, no debe utilizarse una única preposición para dos o más palabras que exigen un régimen prepositivo distinto: documentos provenientes o relacionados con el arquitecto. Lo correcto sería: documentos provenientes del arquitecto o relacionados con él. Veamos otro  caso semejante: No por ello renuncio ni pierdo mis derechos. Lo correcto sería: No por ello renuncio a mis derechos ni los pierdo. Otros más: Subía y bajaba de la casa a diario; muchos entraban y salían en el inmenso edificio. ¿Habría que corregir estas dos últimas oraciones como en los casos anteriores? ¿Es preferible escribir subía a la casa y bajaba de ella a diario? ¿O muchos entraban en el inmenso edificio y salían de él? El gramático Manuel Seco afirma que algunos verbos unidos por la conjunción y forman un sintagma verbal que significa una acción compleja y reiterada, representada mentalmente como una única acción. Por eso nos suena mejor la primera redacción y se considera correcta.

Porque  para terminar, diré que en el  buen uso de las preposiciones rige, como siempre, el conocimiento de la lengua, pero sin olvidar el sentido común.  


La lengua destrabada
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