martes, 14 de mayo de 2019

La escriba de Babel

La escriba de Babel
Tal fue el origen del mundo, así fue como se iniciaron las cosas todas, mucho antes de que nuestro rey, el poderoso cazador Nemrod, se determinara a erigir en la tierra de Senaar la Torre de Babel, causa de nuestra dispersión por la faz de la tierra.

En el principio, las aguas dulces y las aguas saladas estaban confundidas en un único océano. La Inmortal organizó el caos separándolas y dio origen a la totalidad en lo alto, la bóveda que alberga el cielo, y a la totalidad en lo bajo, la bóveda invertida que da cobijo a los infiernos. Después esa misma Inmortal colocó el mar y la tierra para señalar sus límites en sentido horizontal, y se dedicó a poblar su obra con toda clase de criaturas, marinas y terrestres. Las mujeres y los hombres, hechos de barro, vinieron a culminar su creación y constituyeron su orgullo durante una época, en la que les permitió prosperar y sojuzgar al resto de los seres vivos.

Sin embargo, andando el tiempo, como suele acontecer a los niños con sus juguetes más preciados, parece que la Inmortal acabó aburriéndose de su creación y decidió destruirla mediante un diluvio. O tal vez solo pretendió ponerla a prueba: calibrar el aguante de las criaturas y divertirse contemplando sus cuitas. Sea como fuere, todas las tempestades, todos los vientos, se desencadenaron en un mismo instante, y las aguas se soltaron bravías, anegando la tierra entera. Nada escapó a la fuerza del diluvio universal, ni la montaña más alta ni el animal más fiero; mucho menos las mujeres y los hombres, las criaturas que en su delirio seguían considerándose las preferidas de la Inmortal y se afanaban en alcanzar su gracia implorando ayuda mientras perecían sumidos en la impetuosa corriente.

Los padres de los padres de nuestros padres, descendientes del puñado de humanos que no se ahogaron porque entraron en un arca desde cuyo interior soportaron la tribulación que se les había enviado, no olvidaron el castigo divino y buscaron para edificar sus nuevas casas las altas laderas de la montaña donde había encallado el arca cuando volvió a brillar el sol bienhechor, despreciando el llano. Pero no osaron reflexionar sobre la razón por la que se les había sometido a tan cruel prueba. Vivían amedrentados esperando en cualquier momento otro castigo similar de la Inmortal a la que se esforzaban en aplacar.

Unos se dedicaron a obsequiarle con danzas y cánticos, sacrificios de animales y libaciones en adornados altares, elaborando ritos cada vez más complicados con la esperanza de mantenerla entretenida a fin de que no se dejara llevar por malos pensamientos ni desatara su cólera hacia ellos. Otros llegaron a la conclusión de que no había sido la Inmortal, su amable creadora, quien había mandado el terrible flagelo que acabó con la vida de tantos, sino algún otro ser divino, creado por ella a su imagen y semejanza cuando le apremió la soledad en el inmenso cielo en el que habitaba. Así pues, ya no había una sola Inmortal a la que adorar, sino probablemente una multitud, pues se procrearían al igual que los humanos y las demás criaturas, y no todos debían de ser misericordiosos.

Fuera la Inmortal o sus iguales, andando el tiempo los más perspicaces entre los humanos empezaron a plantearse por qué habían mandado el diluvio. «¡Debido a nuestra culpa, sin duda! ―exclamaron, dándose golpes de pecho, los seres más pusilánimes—. Faltamos a nuestra obligación de adorarlos. Cometimos toda clase de vilezas insoportables a sus ojos». Quienes tenían un pensamiento más audaz expresaron su disconformidad: «No, no fue nuestra culpa de ningún modo ―adujeron con la frente alta—. ¿Es que una madre mata a todos sus hijos por el error de uno solo? Más bien lo reprende y lo instruye para que no vuelva a confundirse. El diluvio se debió a su malevolencia, no a la nuestra. Y sucederá de nuevo en cualquier momento».

Así pues, los humanos todos, sabios y necios, valientes y temerosos, vivían en zozobra constante, mirando al cielo con aprensión por si las aguas volvían a desatarse sobre sus casas y sus bienes. Cuál más, cuál menos, todos tenían su arca aparejada con arreglo a sus medios, pero sabían bien que no bastaba. Estaban a merced de los caprichos de la Inmortal y sus iguales habitantes del cielo.

Nemrod el cazador, que fue el primero en hacerse rey después del diluvio, bajó de la montaña y se asentó en la fértil llanura cerca de los ríos, donde abundaban el trigo, la cebada, el sésamo y los dátiles, para levantar una ciudad hermosa y bien poblada. Viendo el temor que sentía su pueblo hacia la Inmortal, ordenó construir la Torre de Babel, la puerta divina, como un lugar desde el que se alcanzaría comunicación directa con el cielo. La gente acató su voluntad de buena gana, unos porque se dijeron que si erigían la torre y llegaban al cielo, podrían romper su bóveda con hachas para que fluyeran las aguas y se evitaran más diluvios; otros porque secretamente concibieron la torre como una máquina de guerra desde la cual lanzarían flechas contra el cielo para acabar con sus temidos e implacables habitantes. No obstante, había muchos que se limitaron a participar en la arquitectura porque pensaron que si la torre llegaba a erguirse, en caso de que sobreviniera otra desgracia que acabara devastándolos, su fama perduraría y se extendería sobre la faz de la tierra, con lo que su vida no habría sido en balde por conseguir cierta prolongación en el recuerdo.

De este modo, comenzó la construcción. Sería una estructura maciza, una torre escalonada más alta que la montaña más alta, con cuatro caras que se corresponderían con las cuatro orientaciones del mundo. Se comenzaría levantando un cuerpo, y sobre este se erguiría un segundo y después un tercero, hasta completar los ocho que se habían planeado. Las rampas que llevarían hasta ellos estarían edificadas por el exterior en círculo, alrededor de todos los cuerpos, y dispondrían a la mitad de un rellano para descansar, con el fin de que las personas que subieran recuperaran el aliento perdido durante el ascenso. En el último cuerpo se construiría un templo, el más hermoso y adornado de los habidos, que se constituiría realmente en la puerta del cielo.

Los constructores, trabajadores capaces provistos del patrón para medir, fijaron los límites y alzaron en primer lugar el contorno del edificio en su altura completa, empleando en su fábrica adobe mezclado con camas de caña embetunada que revistieron con ladrillos cocidos. Reinaba la concordia entre los artífices, y la obra crecía a la par  que el ánimo de los albañiles, quienes redoblaban su arduo esfuerzo al verla prosperar sin impedimentos.

Ya se habían montado las cuatro escalinatas que arrancaban de la mitad de cada lado de la estructura, desdoblándose cada una en dos rampas que llegaban a la cúspide del primer cuerpo. Se continuó el ascenso labrando una escalera en el centro de la cara suroeste para llegar al pie del tercer cuerpo. Y en ese preciso momento, cuando la obra comenzaba realmente a cobrar altura, la Inmortal giró la cabeza de los asuntos celestiales que últimamente la tenían absorbida y prestó atención de nuevo a sus criaturas de la tierra. «Van todos a una —se dijo, contemplando desde arriba cómo progresaba la fábrica— y lograrán su hazaña. No habrá entonces quien los detenga. ¿Acaso serán tan poderosos como yo? ¿De qué me habrá servido ser divina y creadora?». Esta vez la Inmortal no recurrió a diluvios ni matanzas, pues concibió una idea mejor, digna de su inmensa sabiduría. «Su lengua es única y no hay cabida para la duda. Veamos qué ocurre si el padre ya no entiende al hijo ni la mujer se concierta con el hombre; ¿cómo se llevará a término la empresa cuando el rey deje de comprender al arquitecto y el maestro de obras no sea capaz de dirigir a sus cuadrillas? Será digno de observar cómo se las ingenian para proseguir su ascenso cuando todo entendimiento se convierta en malentendido».

Así pues, de la noche a la mañana sobrevino la confusión de las lenguas a la tierra de Senaar. El niño pedía pan y la madre le peinaba; la esposa se quejaba de frío y el esposo la abanicaba. Si esto sucedía en la casa, mucho peor era en la construcción de la soberbia torre. Uno pedía un pico y le daban una pala; los constructores ordenaban que les llevaran piedras y obtenían agua; si requerían agua, les proporcionaban paja. Los unos miraban a los otros con extrañeza porque se desconocían. Surgieron altercados. La obra se detuvo. No había acuerdo, sino gritos por doquier que llevaban a golpes y golpes que llevaban a peleas generalizadas. Nadie se entendía; el rencor y el odio se extendían como la cizaña. Surgieron las primeras deserciones. Babel, la puerta divina, iba entrando en el abandono. La cadena de palabras con que se estaba edificando se rompió en múltiples eslabones que no encajaban. Cuando se perdió el sentido, fue imposible completarla.

No fueron los cimientos los que fallaron, pues el foso se había calculado con precisión y excavado como era conveniente. La arrogante torre no se vino abajo por su peso ni fue quebrada por el rayo. Su asalto al cielo fracasó por la discordia que sembró la Inmortal entre sus constructores. Quedó inconclusa porque venció la Inmortal con sus artes divinas; abatió y humilló a los seres humanos sin mancharse las manos de sangre. La sociedad se desintegró, y los habitantes de la tierra de Senaar, hallándose ajenos los unos de los otros, se vieron obligados a dispersarse por el mundo con el fin de evitar guerras.

Mucha fue la gente que lloró sobre los muros de la torre antes de emprender el camino de la diáspora; mucha la que arrancó un trozo de adobe o ladrillo para guardar su memoria ante el futuro incierto. «Ya no habrá más tiempo —se decían presas del abatimiento—; no hay porvenir para esta torre celestial».

Yo, la escriba de Babel, fui de las últimas en abandonar la obra. Ascendí hasta lo más alto de la construcción y contemplé los extensos trigales que la rodeaban, meciéndose con el viento como un mar de pan que ya a nadie saciaría el hambre; conté las esbeltas palmeras, apretadas como el carrizo que crece a las orillas de los ríos y cuyos dulces dátiles ya nadie recogería, y después miré hacia el cielo rojizo de nubes, mucho más cerca de sus criaturas de lo que la Inmortal, en su divinidad gloriosa, podía soportar. Cuando por fin descendí antes del ocaso, busqué arcilla blanda, grabé los signos convenientes con mi caña y luego la cocí en un horno para que en esta tablilla quede constancia escrita, por los siglos de los siglos, de nuestra hazaña, para que nuestro esfuerzo no haya sido en vano. La palabra hablada, antes una, se dividió en miles, pero para nuestra suerte conservamos la palabra escrita. Otra gente vendrá que la descifrará. Guardo en mi mente el espléndido diseño de la torre, la altura y sus proporciones, a la espera de poderlos transmitir llegado el tiempo. Lo que escribo es la verdad en este momento. Porque quien sabe debe mostrar a quien sabe; quien no sabe no debe verlo. Así sea.

© Carmen Martínez Gimeno, extraído de El ala robada y otros cuentos (ebook, Amazon, 2012).


La lengua destrabada


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miércoles, 8 de mayo de 2019

Redactar y corregir enumeraciones y listados


Enumeraciones y listados
Enumerar es enunciar de manera sucesiva y ordenada partes o elementos que conforman un todo. La relación resultante se denomina enumeración. Listar o alistar es recoger en un inventario elementos relacionados de algún modo. El resultado de lo recogido se denomina lista o listado. Por tanto, enumeración, lista y listado son términos sinónimos, si bien los dos últimos se utilizan en especial para designar las relaciones dispuestas en columnas o filas verticales:
El desarrollo sostenible implica un posible trilema de sostenibilidad con tres elementos clave: ambiental, económico y social.
El desarrollo sostenible implica un posible trilema de sostenibilidad con tres elementos clave:
 — ambiental
— económico
 — social

Cada uno de los elementos que aparecen en las enumeraciones y listados se denomina entrada, ítem o apartado. Su característica fundamental es que deben pertenecer a categorías gramaticales idénticas o equivalentes, desempeñar una función idéntica en la sintaxis del enunciado y guardar cierta relación entre sí: La facultad de pensar es una de nuestras características más complejas, pues entraña la interacción de varios procesos mentales: atención, emoción, memoria, planificación, conciencia de uno mismo, libre albedrío y lenguaje. Las enumeraciones y listados que, como en todos los ejemplos previos, van precedidas de un elemento anticipador o introducción se marcan en su inicio con dos puntos. En el caso de que no exista dicho elemento anticipador, no se escribe ninguna puntuación, a menos que la enumeración tome la forma de lista vertical:  Las restantes especies de los grandes simios son el chimpancé, el bonobo o chimpancé pigmeo, el gorila y el orangután, que es el único arborícola. Por lo que respecta a su composición, las diferentes entradas pueden aparecer tanto dentro del texto a renglón corrido como de manera exenta:
Existen varios tipos diferentes de memoria: a) la procedural, que permite recordar conexiones entre estímulos y respuestas de diferentes clases; b) la semántica, que faculta para imaginar cosas que no están presentes de modo perceptivo; y c) la episódica, que posibilita recordar acontecimientos concretos y el orden en que han sucedido.
Existen varios tipos diferentes de memoria:
  A) La procedural, que permite recordar conexiones entre estímulos y respuestas de diferentes clases.
 B) La semántica, que faculta para imaginar cosas que no están presentes de modo perceptivo.
 C) La episódica, que posibilita recordar acontecimientos concretos y el orden en que han sucedido..


Es necesario repetir que todas las entradas deben mantener homogeneidad gramatical y semántica, lo que significa que cada uno de los elementos enumerados presentará la misma estructura gramatical y pertenecerá a la categoría declarada en la introducción. Compárense las dos redacciones siguientes:
La estrategia intencional opera como sigue: 1) Primeramente, se determina tratar como un agente racional el objeto cuya conducta se va a predecir. 2) Hay que suponer además las creencias que dicho agente debe tener en virtud de su lugar en el mundo y su objetivo. 3) La estrategia intencional necesita asimismo que nos figuremos los deseos que abrigará según esas mismas consideraciones. 4) La última predicción es que este agente racional actuará para favorecer sus metas a la luz de sus creencias.  
La estrategia intencional opera como sigue: 
1) Primero decidimos tratar como un agente racional el objeto cuya conducta vamos a predecir. 
2) Luego suponemos las creencias que dicho agente debe tener en virtud de su lugar en el mundo y su objetivo. 
3) A continuación nos figuramos los deseos que abrigará según esas mismas consideraciones. 
4) Por último, predecimos que este agente racional actuará para favorecer sus metas a la luz de sus creencias.


Los elementos de la enumeración de la izquierda no guardan la debida homogeneidad gramatical ni semántica, por lo cual la redacción es defectuosa. En cambio, los elementos de la derecha se atienen a una misma estructura (gradación temporal más verbo en plural instructivo), por lo cual la redacción es adecuada. 

Es recomendable numerar las entradas cuando existe una idea clara de orden en lo expresado o cuando se necesita hacer remisiones a entradas específicas, como ocurre a menudo en textos académicos. Para la numeración se puede recurrir a letras (mayúsculas o minúsculas) o números (arábigos o romanos), seguidos de punto o paréntesis de cierre (si bien en la actualidad, por influencia del inglés, también es frecuente recurrir al paréntesis completo). La tipografía clásica prefiere letra cursiva cuando se utilizan minúsculas, y letra redonda cuando se opta por mayúsculas. Asimismo, se acostumbra componer la primera palabra de las entradas con minúscula inicial cuando se usa minúscula para numerar, y con mayúscula inicial cuando también se usa mayúscula en la numeración. La puntuación entre las diversas entradas será punto en el caso de utilizar mayúscula inicial y punto y coma en el caso de minúscula inicial. No es habitual recurrir a la conjunción y como nexo entre la penúltima y la última entrada cuando cada una se compone en renglón aparte, pero se considera correcto. En cambio, en las enumeraciones integradas a renglón corrido en el texto, la última entrada se marca por lo general con punto y coma seguido de y, o bien con coma seguida de y, aunque también es posible optar por punto y coma y prescindir de la y:
Qué aporta la luz pulsada a nuestra piel: 1) permite unificar su tono y textura, afinando los poros y mejorando su calidad; 2) elimina manchas marrones y rojas debidas al sol y la edad; 3) reduce la profundidad de las arrugas, y 4) ayuda a sintetizar nuevo colágeno en la dermis.
Varios párrafos dependientes jerárquicamente de otro anterior que los integra en cuanto a contenido también pueden considerarse enumeraciones y tratarse como tales. Se marcan con raya larga o con viñeta al inicio de cada uno  y, en ocasiones, se utiliza un titulillo destacado (con negrita o cursiva), seguido de punto o dos puntos:
El mérito de que hoy podamos leer con comodidad un texto en griego antiguo corresponde a los alejandrinos, autores de los signos diacríticos y de puntuación cruciales para la comprensión de esa lengua. Son los siguientes:
  ― Acento. Es de naturaleza melódica, deriva de la palabra ‘canto’ y se marca sobre la vocal tónica de la palabra. Puede ser de tres tipos: agudo (indica la elevación de la sílaba sobre la que aparece); grave (indica la bajada de la sílaba sobre la que aparece) o circunflejo (indica un movimiento de elevación del tono seguido de un descenso repentino).
  ― Apóstrofo. Indica elisión, esto es, la caída de la vocal final de una palabra ante la vocal inicial de la siguiente.
  ― Iota suscrita. Esta letra iota pequeña, escrita debajo de las vocales largas ᾳ, ῃ, ῳ, indica que existía en griego clásico un diptongo cuya segunda vocal, la ι, se debilitó hasta el punto de no ser pronunciada, por lo cual empezó a omitirse y se dejó de trascribir. En época bizantina se inició su escritura bajo la primera vocal del diptongo y no a su lado.
  ― Signos de interpunción. Los fundamentales son el punto y la coma, utilizados como en nuestra lengua. También existen el punto alto, que marca una pausa intermedia entre la coma y el punto (como nuestro punto y coma); y el punto y coma, signo que en griego es de interrogación y se escribe solo al término de las preguntas.
Por lo que respecta a las listas, cuando sus componentes son cortos, se puede optar por ofrecerlos en una o varias columnas, utilizando minúscula inicial en cada uno y ninguna puntuación al final:
Ventajas del coche eléctrico:
  • autonomía
  • ahorro
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  • tranquilidad
  • limpieza…
Los puntos suspensivos del último ítem indican que la lista no es exhaustiva. Si estuviera completa, no se emplearía ningún signo de puntuación. En listados de elementos compuestos por más de una palabra, se puede optar por escribirlos con mayúscula inicial y terminar con punto:
Un cuento se compone de tres partes:
 • Introducción o planteamiento.
 • Nudo o desarrollo.
 • Desenlace o final.
Pero también cabe elegir componer cada ítem con letra minúscula inicial y separar uno de otro mediante punto y coma o coma y punto final. Prescindiendo de lo que se elija, lo fundamental es seguir el mismo criterio a lo largo de toda la enumeración o el listado.

De lo hasta ahora expuesto se deduce que los procedimientos sintácticos indispensables para componer enunciados y listados son la coordinación y la yuxtaposición. Por este motivo, deben ceñirse a los criterios  prescritos por dichos procedimientos. Considérese al respecto el siguiente enunciado, extraído de un periódico digital: Para evitar cualquier fallo y dar alas a las ideas conspiranoicas, el recuento es totalmente público, cualquier ciudadano puede acudir a su colegio electoral, o a otro, para seguir el recuento sin molestar, obviamente, a los miembros de la mesa. El fallo de redacción fundamental es la falsa subordinación que se establece entre la primera construcción de infinitivo y la segunda. Lo correcto sería coordinar ambos infinitivos añadiendo un adverbio de negación: Para evitar cualquier fallo y no dar alas a las ideas conspiranoicas. Además, la redacción mejoraría si se añaden dos puntos detrás de público: el recuento es totalmente público: cualquier ciudadano puede acudir a su colegio electoral.

Sirva como colofón a este texto la compilación de las cuatro pautas básicas a las que hay que atender en la composición y corrección de enumeraciones y listados:

·       Vigilar la redacción de la introducción. Ha de ser explicativa e inclusiva, y  terminar con dos puntos o punto. Siempre condiciona la redacción de las entradas sucesivas: si enuncia cinco elementos, deberán redactarse las cinco entradas correspondientes; si establece que se va a desarrollar determinado asunto, no se puede escribir sobre otro distinto. Véase al respecto el ejemplo siguiente, cuya introducción determina que está vetada la inclusión de motocicletas  en la enumeración: En la denuncia se mantenía que se habían sustraído de la bodega del barco los siguientes automóviles de lujo: tres Mercedes; dos Audi; un Lamborghini Urus; seis BMW y más de cuatro motocicletas Harley Davidson.
·       Definir los límites de cada entrada. El comienzo y el final deben resultar claros e ir marcados con la puntuación correspondiente.
·       Mantener la homogeneidad gramatical y sintáctica de cada una de las entradas tanto con respecto a la introducción como entre sí. Si la redacción de la oración introductoria impone que las entradas comiencen por un verbo en infinitivo, todas lo harán de ese modo; si impone la nominalización de un verbo (por ejemplo, el uso, como nominalización del verbo usar), en todas aparecerá dicha nominalización. La formulación que aparezca en la primera entrada forzará su utilización en todas las restantes. Véase el siguiente ejemplo: Los principales requisitos para que una persona pueda donar sangre son: 1) Que tenga entre dieciocho y sesenta y cinco años. 2) Que pese como mínimo 50 kg. 3) Que goce de salud el día de la donación. 4) Que no haya padecido hepatitis B o C ni sida o sífilis. No sería correcto, por ejemplo, componer la segunda entrada como sigue: 2) Peso mínimo de 50 kg; ni la tercera entrada de este modo: 3) Buena salud el día de la donación.
·       Comprobar que el criterio de puntuación y de uso de mayúsculas y minúsculas es uniforme a lo largo de todas las entradas. Cuando estas van integradas en el texto, las opciones de separación entre sí son punto o punto y coma, que se corresponderán con el empleo de mayúscula inicial y minúscula, respectivamente. Si se trata de entradas compuestas como listados verticales, existen más posibilidades, cuya elección dependerá del tipo de enumeración y del gusto de quien escribe.


La lengua destrabada


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