La economía de la lengua explica
el hecho de que buena parte de las palabras posean más de un significado.
Polisemia es el término de origen griego con el que se designa esta
particularidad de que una misma palabra, con un único origen y categoría
gramatical, así como idénticas funciones sintácticas, tenga distintos
significados dependiendo del contexto en el que aparezca. Los diccionarios
recogen todos los significados ―acepciones― de una palabra polisémica en una
sola entrada, enumerándolos según su cercanía con la raíz originaria. Así pues,
la primera acepción de una palabra polisémica que se muestra en el diccionario se
considera la principal y todas las restantes son evoluciones de ella,
producidas con frecuencia por metáforas y metonimias que se acaban lexicalizando.
Gritar no
es uno de esos verbos a los que cabría calificar como polisémico: todos los
significados que recoge el diccionario se limitan a presentan variaciones de
matiz de un mismo acto. Según explica María Moliner en su Diccionario de uso del español, se trata de un verbo onomatopéyico,
proveniente al parecer del latino quiritare,
que admite grados: se puede gritar poco, bastante, mucho… aunque lo mejor
sería no gritar nada; no tener costumbre, necesidad ni ganas de levantar la voz
más de lo necesario, de dar un grito o varios ni de reprender a nadie de esa
manera tan destemplada. Se grita de dolor y miedo, pero también, aunque puede
que menos, de alegría y placer. Siempre, haya motivo o no, se grita algo, pues
se trata de uno de esos verbos cuyo significado lleva implícito un complemento
directo. A menudo va acompañado además por un complemento indirecto: la persona
gritada es siempre este complemento indirecto: A Carmen le gritaron muchos insultos. A Carmen le gritaron. De lo expuesto se deduce que es incorrecto
utilizar los pronombres personales de acusativo (la, las; lo, los) para expresar la persona destinataria de los
gritos: A esa niña le gritan demasiado
(y no A esa niña la gritan demasiado).
Sin embargo, debe escribirse No cantan la
canción, la gritan, pues en este caso lo gritado es la canción, esto es, es el complemento directo del verbo.
Llamar a voces, en determinados casos, es sinónimo de gritar. En este sentido, este
verbo ―que es mucho más polisémico― se considera transitivo: A Juan lo estaban llamando a grandes voces
desde el puente. El verbo llamar, proveniente del latino clamāre ―al igual que clamar,
aunque sus significados se han distanciado― también es transitivo cuando significa establecer comunicación
telefónica con alguien: La llamaron en
mitad de la noche. Lo llamaron de la consulta. Como se aprecia en los
ejemplos, los pronombres personales empleados son los de acusativo,
correspondientes al complemento directo. Es el uso culto actual recomendado,
aunque abundan los ejemplos donde se trata como verbo intransitivo al utilizar
el pronombre personal le/les, lo cual
debería evitarse al menos en una escritura cuidadosa. Cuando se emplea llamar para
denominar o calificar a alguien o algo, existe una gran vacilación entre
recurrir a los pronombres personales de dativo (complemento indirecto: le/les) y los de acusativo (complemento
directo: la/las; lo/los): Al autobús de dos pisos lo llaman «altobús».
A la piscina le llaman alberca en México. Si es niña, la llamaré Irene. Si es
niño, le llamaré Rodrigo. Aunque esta misma vacilación ya existía en latín,
en la actualidad se recomienda el uso de los pronombres personales la/las, lo/los, puesto que la persona o
cosa nombrada actúa de sujeto en la construcción pasiva: La niña fue llamada Irene. No
existe, sin embargo, duda alguna en la última acepción del verbo llamar con el sentido de hacer saber,
mediante golpes o algún tipo de sonido, que se desea entrar en un lugar: Nadie llamará a la puerta a estas horas. Se
trata siempre de un verbo intransitivo con complemento de régimen (a la puerta).
Tocar a la puerta significa lo mismo que llamar a la puerta, y la construcción
sintáctica es idéntica: a la puerta es
un complemento de régimen (preposición a)
y el verbo es intransitivo. Si la oración fuera tocar la puerta, el verbo sería transitivo y el complemento sería
directo, pero el sentido variaría. Según María Moliner (Diccionario de uso del español), tocar, verbo polisémico donde los
haya, proviene de la raíz
onomatopéyica ‘toc’, común a todas las lenguas romances y empleada para imitar
el sonido de ciertas cosas al darse o
golpearse. Tal vez, pero sus significados van mucho más lejos: Tócame otra vez esa canción. Tocaron las campanadas de las doce. Toca
pedir perdón. No nos ha tocado la lotería. Ese texto está bien; no hay que
tocarlo más. Un hada me tocó con su varita mágica. A ella le tocó el corazón.
Este barco toca en Cádiz. Tu candidez toca en estupidez. Por lo que a mí me
toca, está ya olvidado. En lo tocante a ese asunto, todavía no hay una
decisión. En el sentido de poner la piel o la superficie de un objeto en
contacto con algo o alguien, el verbo es transitivo: Juan le tocó la cabeza. Como se aprecia en el ejemplo, lo tocado es
el complemento directo y la persona tocada es el complemento indirecto (le/les): A ella no le tocaron ni un pelo. Pero
si no existe ese complemento directo de parte tocada, el complemento de persona
es directo: A ella no la tocaron. Con
el significado de corresponder o ser de obligación, tocar es
un verbo intransitivo y, por tanto, el complemento de persona es indirecto (le/les): El sábado le toca trabajar a Ana.
De la herencia les tocó la casa.
El concepto de homonimia explica que haya en el diccionario dos
entradas dedicadas al verbo tocar. Con
este término de origen griego se designa la particularidad de que dos palabras
idénticas procedan de origen distinto y distinto también sea su significado. El
verbo tocar, en la segunda entrada
del diccionario, proviene del sustantivo toca
y tiene el significado de cubrirse la cabeza con una prenda. Se trata de un
verbo intransitivo y pronominal, que va acompañado por un complemento
introducido por con o de: Mi abuela se tocaba siempre de sombrero.
Los jueces deberíamos tocarnos con
birrete. No es sinónimo de adornarse,
aunque a veces se confundan los sentidos en uso metafórico: Tocada de grandes virtudes.
Termino este hilo discursivo recordando que todos estos verbos tienen
también un uso recíproco, esto es, que nos los podemos aplicar los unos a los
otros, mutuamente, por lo cual recomiendo que nos gritemos poco, nos llamemos
más y nos toquemos mucho… con buenas intenciones.
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Me encantan estos artículos. Gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Manuel, por pasarte a leerlo. Yo disfruto escribiéndolos y me gusta pensar que resultan útiles.
EliminarUn saludo.
Muy interesante Carmen y explicado de una manera muy clara.
ResponderEliminarSaludos
Me alegro de que te haya resultado interesante, Conxita.
EliminarUn saludo