Las previsiones se han cumplido. Llevaban días pregonando que se acercaba a las tierras conocidas como la piel de toro ―desde que el geógrafo griego Estrabón así las describiera en el siglo I a. e. c.― una borrasca que haría historia porque no habría registrada otra igual ni en este siglo ni en el pasado. Nieva sin pausa en el centro de la península; en otros lugares del norte y sur hay cencelladas, ríos y estanques congelados, mar recia, vientos y lluvias torrenciales. Las redes sociales, las cadenas de televisión y los periódicos están repletos de noticias y espectaculares imágenes de este temporal, la borrasca Filomena, que ha venido a amenizarnos y complicar el invierno durante unos días. Esperemos que no muchos porque está creando enormes problemas, que vienen a sumarse a los de la terrible pandemia que sigue devastándonos.
¿Quién pone nombre a las borrascas? En la
península ibérica, esto es, en España y Portugal, se encargan de ello la
Agencia estatal de Meteorología (AEMET) y el Instituto Portugués del Mar y la
Atmósfera (IPMA), organizaciones dedicadas al estudio de los fenómenos
atmosféricos del Atlántico que nos afectan a nosotros y a nuestra también
vecina Francia, cuyo agencia a cargo del asunto es MetéoFrance. Estas tres
organizaciones, que conforman el denominado Grupo Suroeste Europeo, han
bautizado a la borrasca que ahora nos visita como Filomena siguiendo el orden
alfabético establecido y la alternancia de nombres masculinos y femeninos.
Puesto que la alfabetización se reinicia cada año en octubre, la imponente Filomena
puede vanagloriarse de ser la primera borrasca de este año 2021 recién
iniciado, pero dentro de su temporada,
como indica su letra inicial, es la sexta.
Según la norma instituida, le correspondía un nombre de género femenino que comenzara por la letra f, pero ¿qué hados han impelido a que se optara por uno de tanta resonancia clásica como Filomena? Si se consulta el Diccionario de la lengua española académico, filomena (con letra minúscula inicial) remite a filomela, voz en la que por fin se define: «Del lat. philomēla, y este del gr. φιλομήλα philomḗla. 1. f. poét. ruiseñor». Desde la Edad Media, la poesía occidental abunda en alusiones a Filomela o Filomena como tal ruiseñor debido a la popularidad alcanzada por el atroz mito de Procne y Filomela que, basándose en la obra de Sófocles titulada Teseo, narran los latinos Virgilio y, en especial, Ovidio (libro VI de las Metamorfosis), y que fue traducido al castellano y francés, respectivamente, por Alfonso X el Sabio y Chrétien de Troyes. Los nombres originales en su versión griega y latina se convirtieron en castellano en Progne y Filomena. La fuerza dramática que contiene la trama en su desarrollo de emociones contrapuestas (amor-odio; lealtad-traición; inocencia-violación; ternura-violencia; sometimiento-venganza; crimen-castigo) ha mantenido este mito de la Antigüedad clásica vigente durante siglos y ha sido fuente de inspiración para poetas y pintores occidentales de todas las épocas.
Filomela y Procne, de Elizabeth J. Gardner |
De todos los personajes del mito, solo
Filomela/Filomena ha conseguido universalizarse tanto como para convertirse en
nombre común sinónimo de ruiseñor. Incluso parece que en la taxonomía latina de
Linneo se conocía al ruiseñor como Luscinia
philomela.
Mientras termino de escribir estas líneas, la borrasca Filomena se hace notar en la Comunidad de Madrid con más de treinta horas seguidas de nieve. Este es el canto con el que nos está deleitando. Pero ojalá nos dé una tregua. Al principio es bonito observar cómo caen los copos y se juntan en el suelo hasta crear el manto blanco que tan pocas veces disfrutamos por estas latitudes. Sin embargo, es tanta la cantidad de nieve acumulada que las calles están cortadas y los niños y mayores se lanzan por las cuestas con trineos y esquís. Hay muñecos de nieve por doquier. No han abierto las tiendas porque es imposible desplazarse de un lugar a otro más que a pie y a duras penas. En algunos lugares el espesor de la nieve supera los 50 cm.
Ojalá nos dejes pronto, Filomena, ojalá vueles con tu melodía de nieve a otras latitudes donde sepan mejor cómo lidiar con las inclemencias que te acompañan. Año de nieves, año de bienes, reza el refrán. Vamos bien servidos. Ojalá sea cierto, Filomena. Vade in pace.
La lengua destrabada