sábado, 9 de enero de 2021

A propósito de la borrasca Filomena

Borrasca Filomena
Las previsiones se han cumplido. Llevaban días pregonando que se acercaba a las tierras conocidas como la piel de toro ―desde que el geógrafo griego Estrabón así las describiera en el siglo I a. e. c.― una borrasca que haría historia porque no habría registrada  otra igual ni en este siglo ni en el pasado. Nieva sin pausa en el centro de la península; en otros lugares del norte y sur hay cencelladas, ríos y estanques congelados, mar recia, vientos y lluvias torrenciales. Las redes sociales, las cadenas de televisión y los periódicos están repletos de noticias y espectaculares imágenes de este temporal, la borrasca Filomena, que ha venido a amenizarnos y complicar el invierno durante unos días. Esperemos que no muchos porque está creando enormes problemas, que vienen a sumarse a los de la terrible pandemia que sigue devastándonos.     

¿Quién pone nombre a las borrascas? En la península ibérica, esto es, en España y Portugal, se encargan de ello la Agencia estatal de Meteorología (AEMET) y el Instituto Portugués del Mar y la Atmósfera (IPMA), organizaciones dedicadas al estudio de los fenómenos atmosféricos del Atlántico que nos afectan a nosotros y a nuestra también vecina Francia, cuyo agencia a cargo del asunto es MetéoFrance. Estas tres organizaciones, que conforman el denominado Grupo Suroeste Europeo, han bautizado a la borrasca que ahora nos visita como Filomena siguiendo el orden alfabético establecido y la alternancia de nombres masculinos y femeninos. Puesto que la alfabetización se reinicia cada año en octubre, la imponente Filomena puede vanagloriarse de ser la primera borrasca de este año 2021 recién iniciado,  pero dentro de su temporada, como indica su letra inicial, es la sexta.

Según la norma instituida, le correspondía un nombre de género femenino que comenzara por la letra f, pero ¿qué hados han impelido a que se optara por uno de tanta resonancia clásica como Filomena? Si se consulta el Diccionario de la lengua española académico, filomena (con letra minúscula inicial) remite a filomela, voz en la que por fin se define: «Del lat. philomēla, y este del gr. φιλομήλα philomḗla. 1. f. poét. ruiseñor».  Desde la Edad Media, la poesía occidental abunda en alusiones a Filomela o Filomena como tal ruiseñor debido a la popularidad alcanzada por el atroz mito de Procne y Filomela que, basándose en la obra de Sófocles titulada Teseo,  narran los latinos Virgilio y, en especial,  Ovidio (libro VI de las Metamorfosis), y que fue traducido al castellano y francés, respectivamente, por Alfonso X el Sabio y Chrétien de Troyes. Los nombres originales en su versión griega y latina se convirtieron en castellano en Progne y Filomena. La fuerza dramática que contiene la trama en su desarrollo de emociones contrapuestas (amor-odio; lealtad-traición; inocencia-violación; ternura-violencia;  sometimiento-venganza; crimen-castigo) ha mantenido este mito de la Antigüedad clásica vigente durante siglos y ha sido fuente de inspiración para poetas y pintores occidentales de todas las épocas.  

Filomela y Procne, de Elizabeth J. Gardner
Comienza la fábula mitológica cuando Pandíon, el quinto rey legendario de Atenas, entabla una guerra con Tebas por cuestiones fronterizas y cursa una petición de ayuda a Tereo, rey de Tracia. Tras la victoria, ofrece a Tereo por esposa a su hija Procne. Las bodas se celebran a pesar de los malos augurios: no asisten al tálamo Juno, protectora de los matrimonios, ni Himeneo ni la Gracia, y son las Euménides quienes sostienen las antorchas, que han arrebatado de un entierro, y preparan el lecho, sobre el cual se posa un aciago búho. La pareja marcha a Tracia y engendran a un hijo, al que llaman Itis. Pasado el tiempo, Procne pide a su esposo que vaya a buscar a su hermana Filomela porque la echa mucho de menos. Este accede y regresa a Atenas, donde nada más conocer a la joven, se enamora de ella. Filomela, inocente, accede a acompañarlo a Tracia, convenciendo a su padre el rey Pandíon para que la entregue a su custodia. Antes de concluir el viaje, Tereo, dominado por la lujuria, viola a Filomela en un oscuro establo, le corta la lengua con unas tenazas para que no pueda delatarlo y la encierra en una solitaria prisión dentro de las espesuras de un bosque.

Pasa un año de duelo desde que Procne conoce por su esposo la muerte inevitable de su hermana Filomela, quien, en su encierro, ocupa las horas tejiendo en un tapiz su desgracia. Una vez terminado, consigue hacérselo llegar a Procne por mediación  de una esclava. La noche durante la que se celebran los festivales a Baco, Procne, vestida de bacante, sale en busca de su hermana, se la lleva a palacio y juntas urden su venganza. Cuando el pequeño Itis acude al regazo de su madre en busca de caricias, esta exclama: «Quam / es similis patri!», y  este parecido a su padre convence a Procne de que es el castigo justo que  merece su infiel esposo. Ella clava una espada a Itis y Filomela le corta el cuello. Una vez despedazado, cocinan al niño y se lo sirven en banquete a Tereo, quien devora sus propias entrañas con placer. Cuando, saciado su apetito, pide ver a su hijo, la madre, llena de gozo, responde: «intus habes, quem poscis». Tereo no entiende eso de que lo tiene en su interior, hasta que aparece Filomela para mostrarle la cabeza de Itis…

Tereo primero llora y después, lleno de ira, blande la espada persiguiendo a las hermanas Procne y Filomela. Entonces intervienen los dioses del Olimpo. Los tres quedan metamorfoseados en pájaros: Filomela se dirige a los bosques convertida en ruiseñor invisible; Procne asciende a los tejados convertida en golondrina, con las plumas manchadas de sangre; y Tereo inicia un pesado vuelo con el que es incapaz de alcanzarlas, convertido en abubilla, luciendo la cresta de un guerrero armado.

De todos los personajes del mito, solo Filomela/Filomena ha conseguido universalizarse tanto como para convertirse en nombre común sinónimo de ruiseñor. Incluso parece que en la taxonomía latina de Linneo se conocía al ruiseñor como Luscinia philomela. Añado, por indicación del profesor de griego Roberto Fernández Díez, que puede que exista una interferencia entre los nombres de origen griego Filomela (Φιλομήλα, Filomḗla) y Filomena (Φιλοuμνη, Filumene), los dos bien testimoniados en textos clásicos. El segundo, que se convirtió en español en Filomena, significa ‘la amada’ o ‘la que es bien amada’, pues proviene del participio presente en femenino de la voz pasiva del verbo φιλο, que significa ‘amar’. 

Mientras termino de escribir estas líneas, la borrasca Filomena se hace notar en la Comunidad de Madrid con más de treinta horas seguidas de nieve. Este es el canto con el que nos está deleitando. Pero ojalá nos dé una tregua. Al principio es bonito observar cómo caen los copos y se juntan en el suelo hasta crear el manto blanco que tan pocas veces disfrutamos por estas latitudes. Sin embargo, es tanta la cantidad de nieve acumulada que las calles están cortadas y los niños y mayores se lanzan por las cuestas con trineos y esquís. Hay muñecos de nieve por doquier. No han abierto las tiendas porque es imposible desplazarse de un lugar a otro más que a pie y a duras penas. En algunos lugares el espesor de la nieve supera los 50 cm.  

Ojalá nos dejes pronto, Filomena, ojalá vueles con tu melodía de nieve a otras latitudes donde sepan mejor cómo lidiar con las inclemencias que te acompañan. Año de nieves, año de bienes, reza el refrán. Vamos bien servidos. Ojalá sea cierto, Filomena.  Vade in pace.   








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