Puente Valentré (Cahors) |
Nombres comunes y propios
Con el nombre común se designan personas,
animales o cosas de una misma clase, mientras que con el propio se
individualiza a alguien o algo dentro de su grupo genérico: puente (común) Valentré (propio). Los nombres comunes se escriben con letra
minúscula inicial; los propios, con letra mayúscula inicial.
¿Común o propio?
Algunos nombres pueden ser comunes o propios según el uso que se les dé: Iglesia es nombre propio cuando se refiere a la institución, pero común en todos los demás casos: la Iglesia debería ocuparse más de los pobres; la iglesia de mi pueblo es de estilo gótico. Estado es nombre propio cuando se trata del término administrativo específico, mientras que las restantes subdivisiones dentro de él se consideran nombres comunes: el Estado español, pero el estado de Tamaulipas. Lo mismo es aplicable a todo tipo de instituciones, entidades u organismos: la Bolsa de Londres, pero agente de bolsa. La Corona española, pero la corona del rey. Los nombres de cargos y los títulos de dignidad se consideran comunes y, por consiguiente, se escriben con minúscula inicial tanto si acompañan al nombre propio de la persona aludida como si se utilizan aislados o en sentido genérico: La reina Letizia; el presidente de Estados Unidos Barack Obama; el rector de la Universidad Complutense. Los sobrenombres, apodos y seudónimos que se añaden a algunos nombres propios se escriben siempre con mayúscula inicial. El artículo que los precede se escribe con minúscula y se contrae en al o del unido a las preposiciones a y de según las normas generales de escritura: Juana la Loca; Iván el Terrible; Catalina la Grande. Las pinturas del Greco; las fugas del Chapo; las novelas del Manco de Lepanto. Cuando un nombre propio pasa a designar un tipo de persona o una cualidad determinada, se convierte en común y debe ser tratado como tal: un lazarillo; un judas; una quijote; una magdalena.
Algunos nombres pueden ser comunes o propios según el uso que se les dé: Iglesia es nombre propio cuando se refiere a la institución, pero común en todos los demás casos: la Iglesia debería ocuparse más de los pobres; la iglesia de mi pueblo es de estilo gótico. Estado es nombre propio cuando se trata del término administrativo específico, mientras que las restantes subdivisiones dentro de él se consideran nombres comunes: el Estado español, pero el estado de Tamaulipas. Lo mismo es aplicable a todo tipo de instituciones, entidades u organismos: la Bolsa de Londres, pero agente de bolsa. La Corona española, pero la corona del rey. Los nombres de cargos y los títulos de dignidad se consideran comunes y, por consiguiente, se escriben con minúscula inicial tanto si acompañan al nombre propio de la persona aludida como si se utilizan aislados o en sentido genérico: La reina Letizia; el presidente de Estados Unidos Barack Obama; el rector de la Universidad Complutense. Los sobrenombres, apodos y seudónimos que se añaden a algunos nombres propios se escriben siempre con mayúscula inicial. El artículo que los precede se escribe con minúscula y se contrae en al o del unido a las preposiciones a y de según las normas generales de escritura: Juana la Loca; Iván el Terrible; Catalina la Grande. Las pinturas del Greco; las fugas del Chapo; las novelas del Manco de Lepanto. Cuando un nombre propio pasa a designar un tipo de persona o una cualidad determinada, se convierte en común y debe ser tratado como tal: un lazarillo; un judas; una quijote; una magdalena.
Nombres compuestos
Se forman mediante la unión de dos o más palabras: puntapié, telaraña, sabelotodo; villa miseria, hombre bala, cocina
comedor. Los tres primeros ejemplos son univerbales, esto es, sus
componentes quedan integrados en una sola palabra ortográfica, mientras que los
tres últimos son compuestos sintagmáticos, formados por la yuxtaposición de
palabras que conservan su independencia gráfica y acentual, y pueden aparecer tanto separadas
mediante un guion como sin él.El significado de las nuevas palabras creadas por composición no resulta siempre evidente: el sustantivo aguanieve, por ejemplo, expresa un determinado modo de percibir el agua o la nieve, aguardiente es un licor y aguamiel es una bebida; malamadre es una planta y malbaratillo es una tienda donde se venden artículos de poco valor. A veces, se deja de percibir que determinada palabra es compuesta: tragaldabas se formó del mismo modo que tragaperras, pero en la actualidad ese sustantivo que define a una persona de mucho comer apenas se distingue como un compuesto de traga y aldabas (pieza de hierro o bronce que se pone en las puertas para llamar golpeando con ella).
Por
lo que respecta a los compuestos sintagmáticos, se forman sobre todo mediante
la yuxtaposición de dos sustantivos (fútbol
sala, comida chatarra o basura, niña
prodigio) que dan lugar a un nuevo nombre común. La yuxtaposición de un
nombre y un adjetivo produce compuestos sintagmáticos que, en general, se
emplean para designar tipos de personas: cabeza
rapada, casco azul, pies planos. Varios compuestos sintagmáticos de
sustantivo más adjetivo admiten dos escrituras: como una sola palabra gráfica (arcoíris, padrenuestro, puercoespín) o
con los componentes separados (arco iris,
padre nuestro, puerco espín). Cuando los compuestos sintagmáticos están
formados por dos adjetivos, se escriben siempre con guion de separación entre
sus elementos si el primero aparece con su terminación completa: peruano-ecuatoriano, teórico-práctico,
técnico-administrativo. Se escriben asimismo con guion de separación
algunos compuestos sintagmáticos formados por dos nombres: físico-químico, musa-escritora, madre-maestra.
Los
diccionarios de la lengua no recogen todas las formaciones posibles de
compuestos univerbales ni sintagmáticos. Entre los esquemas que más palabras
compuestas univerbales producen en español, están las bases verbales guarda-, limpia-, porta-, quita- y salva-, con las que se designan
personas, productos o utensilios. Entre los elementos más frecuentes en las
construcciones de compuestos sintagmáticos, aparecen sustantivos como clave (decisión clave); cumbre (obra
cumbre); estrella (escritora estrella); límite (situación límite); modelo
(empresa modelo, niña modelo) o pirata
(edición pirata).
Género
El
uso de la lengua española atribuye género (femenino o masculino) y el artículo
correspondiente (el/un; la/una) a
todos los sustantivos: es una categoría gramatical de clasificación que no
siempre se asocia con la referencia extralingüística al sexo natural. Aunque no
existe ningún nombre neutro, aparece este género en la sustantivación de los
adjetivos y en determinados pronombres: lo
sublime; eso; lo auténtico.
El
nombre masculino y el femenino son a veces palabras distintas: padre, madre; carnero, oveja; yerno, nuera. Muchos
nombres forman el masculino con la terminación en -o, y el femenino, en -a:
hijo, hija; gato, gata; abogado, abogada. Cuando un nombre masculino
termina en consonante, es frecuente que el femenino añada a dicha consonante
una -a: señor, señora; ladrón, ladrona. Hay
además un número reducido de nombres que utilizan para el femenino terminaciones
consideradas cultas como -esa, -isa, -ina
o -iz: abad, abadesa; papa, papisa;
jabalí, jabalina; actor, actriz. Y, entre los nombres de personas, abundan
los que presentan idéntica forma para ambos géneros y solo se distinguen por el
artículo: el cantante, la cantante; el
delincuente, la delincuente; el testigo, la testigo; el criminal, la criminal; el
reo, la reo; el consorte, la consorte; el cónyuge, la cónyuge; el mártir, la
mártir...
Los nombres propios de los ríos, montes, golfos, mares, volcanes y demás accidentes geográficos comparten el género gramatical con las palabras que los definen, aunque no aparezcan explícitas: las Galápagos; el Amazonas; el Sáhara (o Sahara); el Aconcagua. Sin embargo, hay algunos ríos españoles acabados en -a que constituyen una excepción y son femeninos: la Huerva y la Esgueva son los más conocidos, pero en el uso tradicional hay algunos más: la Hornija, la Cinca o la Noguera Pallaresa. Todos ellos admiten también en la actualidad la forma con artículo masculino el.
Los nombres propios de los ríos, montes, golfos, mares, volcanes y demás accidentes geográficos comparten el género gramatical con las palabras que los definen, aunque no aparezcan explícitas: las Galápagos; el Amazonas; el Sáhara (o Sahara); el Aconcagua. Sin embargo, hay algunos ríos españoles acabados en -a que constituyen una excepción y son femeninos: la Huerva y la Esgueva son los más conocidos, pero en el uso tradicional hay algunos más: la Hornija, la Cinca o la Noguera Pallaresa. Todos ellos admiten también en la actualidad la forma con artículo masculino el.
Por
lo que respecta al nombre propio de las ciudades, aunque existe cierta
vacilación, en el habla culta, en general, las terminadas en -o se consideran masculinas (el gran Bilbao), y las terminadas en -a, femeninas (la Soria machadiana). El resto de las terminaciones se consideran
masculinas (el Madrid de los Austrias; el
Buenos Aires de siempre). Cuando los nombres de las ciudades van
acompañados de formas como todo, medio,
un, propio o mismo, se suele
emplear concordancia masculina aunque terminen en -a: Todo Puebla; en el mismo Barcelona; en el propio Lima. Por su
parte, los países que terminan en -a átona
concuerdan por lo general en femenino: la
gran Colombia; la antigua España, mientras que los terminados en -a tónica, en otra vocal o en consonante
suelen concordar en masculino: el Irak
prehistórico; el Brasil amazónico; el Panamá industrial.
Los epicenos
Se conocen de este modo los nombres que tienen una forma única, sea de género masculino o femenino, para designar seres animados que pueden corresponder a uno u otro sexo: persona o víctima, de género femenino, y personaje o vástago, de género masculino, por ejemplo. La concordancia debe establecerse atendiendo al género gramatical del sustantivo epiceno y no del referente: Este personaje, una mujer anciana, era murciano. La víctima, un niño de corta edad, fue atendida por el médico. Algunos nombres referidos a animales también presentan un único género gramatical que se aplica por igual al macho y la hembra de la especie: el mosquito, el sapo y el cangrejo son masculinos, por ejemplo, mientras que la rata, la ballena y la cigarra son femeninos. Se suele añadir la especificación macho o hembra cuando se desea explicitar el sexo.
Se conocen de este modo los nombres que tienen una forma única, sea de género masculino o femenino, para designar seres animados que pueden corresponder a uno u otro sexo: persona o víctima, de género femenino, y personaje o vástago, de género masculino, por ejemplo. La concordancia debe establecerse atendiendo al género gramatical del sustantivo epiceno y no del referente: Este personaje, una mujer anciana, era murciano. La víctima, un niño de corta edad, fue atendida por el médico. Algunos nombres referidos a animales también presentan un único género gramatical que se aplica por igual al macho y la hembra de la especie: el mosquito, el sapo y el cangrejo son masculinos, por ejemplo, mientras que la rata, la ballena y la cigarra son femeninos. Se suele añadir la especificación macho o hembra cuando se desea explicitar el sexo.
Los ambiguos
Cuando
el diccionario clasifica un nombre como ambiguo, quiere decir que acepta artículos y adjetivos
masculinos y femeninos sin que cambie su significado. Así, se puede escribir la mar/el mar; el armazón/la armazón; el
agravante/la agravante; el(los)antípoda(s)/la(las) antípoda(s); el calor/la
calor; la canal/el canal; el cochambre/la cochambre; el apóstrofe/la apóstrofe;
el esperma/la esperma; el interrogante/la interrogante; el linde/la linde; el margen/la margen; el
reúma/la reuma; el tilde/la tilde; el tizne/la tizne. Sin embargo, suele
preferirse uno de los géneros: es más frecuente, por ejemplo, la tilde que el tilde; el apóstrofe que
la apóstrofe; la cochambre que el cochambre; el esperma que la esperma, mientras que el reúma es la forma culta más frecuente
en España frente a la reuma preferida
en América. En la actualidad es más habitual las antípodas en femenino plural, aunque también suele concertar
con el género y número del sustantivo al que se refiera: Lucas parecía el antípoda de Esteban. Nuestros antípodas no eran los
australianos. Es usual emplear la palabra margen en femenino para hacer referencia a las orillas de un caudal
de agua (en las márgenes crecían flores), y en masculino, en las restantes
acepciones (el margen de la página).
La palabra canal suele utilizarse en
femenino para cavidades y concavidades (la canal de las tejas; la canal del escote),
mientras que se prefiere en masculino para las restantes acepciones (el canal de la Mancha; el canal de noticias).
En el caso de agravante, al ser
un adjetivo sustantivado, suele adoptar el género del sustantivo que se elide: el (factor) agravante; la (circunstancia)
agravante.
Azúcar y arte presentan la particularidad de que la ambigüedad en cuanto a
género suele afectar al adjetivo acompañante: el azúcar blanquilla; el azúcar moreno o mucho/mucha azúcar; el arte dórico, pero el arte amatoria. En plural, azúcares
se emplea mayoritariamente como masculino (debe evitar los azúcares), mientras que artes se prefiere en femenino (las
bellas artes; las artes de pesca).
El género de los nombres puede cambiar a lo largo del tiempo: puente, por ejemplo (pons, pontis, masculino en latín), se convirtió en palabra femenina en el castellano medieval (de ahí el apellido La Puente o el pueblo Puentes Viejas) y de nuevo en masculina en el castellano moderno; valle era femenina en latín (valles, vallis) y así pasó al castellano (Valbuena, Valsalada, Valfría), pero ha acabado como masculina en la actualidad; maratón, como carrera pedestre, ha pasado del género masculino inicial al ambiguo, pues ahora, por sobrentenderse carrera o competición, predomina su uso en femenino, ya aceptado por las Academias de la Lengua: una media maratón.
Género masculino en referencia a ambos sexos
En español, el masculino es el
género no marcado y, por tanto, tiene un doble uso: específico, para aludir a
los individuos de sexo masculino, y genérico, aplicado tanto a un sexo como al
otro y a ambos juntos. En el pasado quedaba claro que con el género masculino era
posible incluir a todos los miembros de la especie citada sin distinción de
sexos y, así, al escribir que el hombre es un ser racional, se entendía
que también lo es la mujer; en
cambio, si se escribía la mujer es un ser
racional, no se entendía que incluyera al
hombre, puesto que el femenino solo presenta un sentido restrictivo. Atendiendo
al uso genérico del masculino, si escribiéramos en mi calle hay muchos gatos, entenderíamos que también hay gatas; si habláramos de alumnos como un colectivo mixto, entenderíamos que incluye a las alumnas; si nos refiriéramos al colectivo
de abogados, entenderíamos que
también hay abogadas, y al aludir a nuestros padres, nos referiríamos a nuestro padre y nuestra madre.
Pero esta situación de predominio lingüístico del género gramatical
masculino se confunde con el dominio del varón en la sociedad: el género
masculino se asimila a la realidad social ―aunque sea de manera errónea― y se
concibe el género femenino como secundario, pues se percibe que se construye
partiendo del masculino.
Por consiguiente, a fin de evitar
la ambigüedad y el sesgo de género en el lenguaje que provoca discriminación y
ocultación de la mujer, en la actualidad se aconseja recurrir, siempre que sea
posible, a palabras integradoras y colectivas: humanidad, gente, persona en lugar de hombre; alumnado en lugar de alumnos;
abogacía en lugar de abogados; adolescencia
en lugar de adolescentes; juventud en
lugar de jóvenes; infancia, niñez en
lugar de niños; ciudadanía en lugar
de ciudadanos; profesorado en lugar
de profesores; vecindario en lugar de
vecinos; electorado en lugar de electores,
y así sucesivamente. Con frecuencia, también se puede sustituir el masculino
genérico por perífrasis inclusivas: el
ser humano, el género humano en lugar del hombre; las personas de edad en
lugar de los ancianos; la población española en lugar de los españoles; el personal docente en lugar de los profesores; la comunidad educativa en lugar de los profesores y alumnos…
Desde
un estricto punto de vista gramatical, solo es necesario especificar ambos
sexos en aquellos casos en que su oposición resulte un factor relevante: La proporción de alumnos y alumnas se ha ido
igualando. Los niños y las niñas aprenden a andar a la vez. Debe evitarse
en la escritura cuidada la @ que ha
empezado a utilizarse para englobar ambos sexos sin tener que recurrir a las
repeticiones (l@s niñ@s) y también el
uso de los dos artículos con un solo nombre (las
y los ciudadanos) porque en ambos casos se contravienen las normas
gramaticales.
Es
necesario recordar, por último, que se debe utilizar la forma femenina de los
nombres de profesiones o cargos cuando son desempeñados por mujeres: Las abogadas (y no las abogados) son mayoría.
Abundan las arquitectas (y no las
arquitectos). Algunas juezas son famosas (nótese que en singular conviven la juez y la jueza). En
los últimos años, el Diccionario de la
lengua española académico ha venido incluyendo muchos términos femeninos ―como
arqueóloga, odontóloga, ingeniera,
decana, farmacéutica, catedrática, ministra, diputada, fotógrafa― para
actividades antes exclusivas de los hombres. A veces, la resistencia a utilizar
el femenino se debe al matiz peyorativo que tiene la palabra (gobernanta, generala, bachillera, socia),
pero el uso habitual acaba desterrando ese sesgo de género y nos iguala.
Número
Existen dos números
en español: singular y plural. En
líneas generales, el plural se puede formar de tres modos: 1) Añadiendo una -s al
singular cuando la palabra termina en vocal no acentuada o -e acentuada, así como en un grupo
consonántico: cama, camas; canapé,
canapés; récord, récords. Son excepción compost,
karst, test, trust y kibutz, que permanecen invariables en plural. Los anglicismos
lord y milord tienen como plural lores
y milores.También forman el
plural añadiendo una -s las palabras,
procedentes de otras lenguas o de origen onomatopéyico, que terminen en
consonantes poco habituales en español, como -b, -c, -g, -p, -t: crac,
cracs; zigzag, zigzags; complot, complots; esnob, esnobs; mamut, mamuts. Constituye
una excepción club, que admite dos
plurales: clubs y clubes. 2) Añadiendo la sílaba -es cuando
el singular termina en consonante o vocal tónica: abad, abades; jabalí, jabalíes; no, noes; yo, yoes; sí, síes. Los
plurales de las vocales también se forman de este modo: aes; es; íes; oes, úes. Los plurales de las notas musicales son: dos; res; mis; fas; soles; sis, aunque
también se pueden emplear como invariables.
Excepciones importantes a esta segunda regla de formación del plural son papá, papás; mamá, mamás; sofá, sofás;
esquí, esquís (aunque también se acepta ya esquíes); dominó, dominós;
bajá, bajás; buró, burós; rococó, rococós; hipérbaton, hipérbatos. Debe
señalarse además que, cuando la última letra de una palabra es la y, existe cierta vacilación para formar
el plural: de ay se forma ayes y de convoy, convoyes, pero de jersey
se forma, jerséis; de espray, espráis; de
yóquey, yoqueis (nótese que no se
escribe tilde en este caso); y de guirigay, guirigayes o guirigáis. Asimismo, hay tres
sustantivos, régimen, espécimen y carácter, que cambian de silaba tónica
al pasar del singular al plural: regímenes,
especímenes, caracteres, por lo cual la tilde se coloca en distinto lugar
en las dos primeras y no aparece en la tercera. 3) Sin ninguna modificación, cuando la palabra es grave o esdrújula
terminada en s: la crisis, las crisis; la
dosis, las dosis; el lunes, los lunes; la caries, las caries. Tampoco las palabras terminadas en x varían en el plural: los tórax; los clímax, los ántrax, los
sílex, los látex. Una excepción es fax,
voz tomada del inglés cuyo plural aceptado es faxes.
Pluralia tantum; singularia tantum
Unos
cuantos nombres carecen de significado
y forma en singular: añicos, enseres,
víveres, albricias, exequias, arras, finanzas, ambages, anales, nupcias. De
igual modo, otros cuantos nombres, denominados singularia tantum, no admiten el plural: cenit, cariz, caos, sed, salud, grey, norte, sur, este, oeste, tez,
nadir, grima, fénix.
Plural de los nombres propios
Los
nombres de pila se rigen por las normas generales de formación del plural: las Mercedes, las Cármenes, los Efrenes. Los
apellidos se mantienen invariables cuando designan a los miembros de una misma
familia: Visitaremos a los Gutiérrez. Asimismo,
aunque existe cierta vacilación, se mantienen invariables cuando se usan para
referirse a un grupo de individuos que los comparten: Hay dos Fuente en mi clase. En este pueblo abundan los Alonso. Si
se añadiera la s marca del plural, no
se distinguiría si se trata del apellido Fuente
o Fuentes en el primer ejemplo ni
del nombre de pila Alonso o el
apellido Alonso en el segundo. Cuando
no hay posibilidad de confusión, se admite la s del plural: los Garcías (o
García) abundan en España. ¿A cuántos Lujanes (o, más habitual, Luján) conoces? Por su parte, los apellidos que terminan en z y los compuestos se mantienen siempre
invariables: los Martínez, los López, los
Gómez de la Serna, los Ramón y Cajal. También permanece invariable todo
apellido si aparece junto al apelativo hermanos:
los hermanos Pinzón (pero los Pinzones); los hermanos Machado (pero los
Machados).
Cuando
los nombres de pila o apellidos son extranjeros y no están castellanizados, se
suelen mantener invariables en plural: En
este barrio hay muchos Joshua y Kevin. Los Obama y los Trump. A este
respecto, ha de tenerse en cuenta que hasta el siglo xix era habitual castellanizar los nombres propios
extranjeros: Miguel Ángel, Tomás Moro,
Alberto Durero. Aunque se pueden escribir en su forma original (Michelangelo Buonarroti, Thomas More,
Albrecht Dürer), es preferible emplear el nombre castellanizado y formar el
plural según las normas generales. Cuando un nombre propio designa la obra
artística o intelectual de quien lo lleva, se escribe en mayúscula y forma el
plural según las reglas generales: Tiene dos
Picassos y tres Miguel Ángel. Son varios los Vernes que hay en mi biblioteca,
pero solo un Brontë. Aunque con cierta vacilación, los nombres de dinastías
o linajes suelen permanecer invariables en plural: los Habsburgo, los Tudor, los Colón; pero los Borbones, los Austrias, los Capetos, los Escipiones. En el caso
de marcas comerciales, si el nombre termina en vocal, suele añadirse la s del plural, mientras que si termina en
consonante tiende a permanecer invariable: Tres
Mercedes y dos Opel. Lo mismo es aplicable a los nombres de empresas: Hay dos Ikeas cerca de mi casa y varios
Zaras. Van a inaugurar nuevos Carrefour en la ciudad.
Latinismos
Como
norma general, los latinismos forman su plural ateniéndose a las mismas reglas
que rigen para el resto de las palabras: en -s, en -es o manteniéndose
invariables, según sus características: plus,
pluses; accésit, accésits; ratio, ratios; lapsus, lapsus; déficit, déficits; ítem,
ítems; superávit, superávits; estatus, estatus. Los únicos latinismos que
se apartan de esta tendencia mayoritaria son los terminados en -r procedentes de formas verbales, como imprimátur o exequatur (este último escrito sin tilde atendiendo a lo
establecido por la última Ortografía académica
de 2010), cuyo plural continúa siendo
invariable. La RAE aconseja que, en general, se dé preferencia a los latinismos
hispanizados y, por tanto, también a sus plurales. Así, se empleará currículo y currículos en lugar de currículum
y currículums o curricula;
podio y podios en lugar de pódium y pódiums o podia.Las locuciones latinas permanecen invariables en plural: los alter ego; los casus belli; los statu quo; los curriculum vitae; las alma mater (nótese, en este caso, que lleva artículo femenino, pues la traducción de este latinismo, referido a la universidad, es ‘madre nutricia’: alma es el adjetivo, y mater, el sustantivo al que acompaña. Tampoco es aceptable el alma mater en singular, sino la alma mater).
Plural de los nombres compuestos
Permanecen
invariables cuando el segundo elemento es ya plural: el ciempiés, los ciempiés; el lanzallamas, los lanzallamas; el
abrecartas, los abrecartas. Sin embargo, se rigen por las normas generales cuando
en la composición de la palabra aparece un verbo y un adjetivo o un nombre en
singular: el sabelotodo, los sabelotodos;
el parasol, los parasoles; el correveidile, los correveidiles; el altoparlante,
los altoparlantes; el bajorrelieve, los bajorrelieves. Cuando el nombre
compuesto está formado por dos sustantivos que se escriben por separado, solo
adopta la forma plural el primero: horas
punta; palabras clave; hombres rana; faldas pantalón; niñas prodigio. Existe
cierta vacilación respecto al plural del segundo sustantivo cuando puede
funcionar como atributo del primero en oraciones copulativas: de estado miembro, estados miembro o estados miembros, puesto que se puede
decir: estos estados son miembros
activos; de empresa líder, empresas
líder o empresas líderes, puesto
que se puede decir estas empresas son
líderes en su sector.
¿Singular o plural?
Algunos
sustantivos que designan objetos formados por partes simétricas suelen utilizarse
en plural para referirse a uno solo de tales objetos: los pantalones, las tenazas, las tijeras, las narices. Sin
embargo, también cabe su uso en singular:
el pantalón, la tenaza, la tijera, la nariz. La lengua española ofrece
además la posibilidad de recurrir al singular de una palabra para otorgarle un sentido
plural: La naranja se da bien en Valencia.
La carne de Ávila es muy tierna. Me molesta el ruido.
Los
nombres colectivos, que de por sí ya expresan una pluralidad de objetos o seres
pertenecientes a una misma clase, también pueden utilizarse en plural: la fruta, las frutas; la leña, las leñas; la
gente, las gentes.
La lengua destrabada
Si te interesan los asuntos de lengua y escritura, te invito a leer La lengua destrabada. Manual de escritura, publicado por Marcial Pons (Madrid, 2017). Clica en este enlace para entrar en la página de la editorial, donde encontrarás la presentación del libro y este pdf, que recoge las páginas preliminares, el índice y la introducción completa.