martes, 4 de junio de 2024

Vocativos: claves de uso

El vocativo en español procede del caso latino de igual nombre cuya función es apelativa; esto es, se emplea para nombrar a aquellas personas o personificaciones a quienes se dirige una oración: «Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?» (primera oración de las Catilinarias de Cicerón: «¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?»); «Tu quoque, fili mi?» (expresión de dolor de Julio César cuando vio entre sus asesinos a su hijo adoptivo Bruto: «¿Tú también, hijo mío?»). El vocativo no tiene, ni en latín ni en español, posición fija ni función sintáctica propia dentro de la oración: si se suprime, la oración permanece intacta, aunque el flujo informativo varíe: ¿Hasta cuándo abusarás de nuestra paciencia? ¿Tú también?

En español, se construyen expresiones vocativas ―que exigen siempre segunda persona― con nombres, pronombres y grupos nominales cuando su cometido es llamar a personas o animales (¡Eh, vosotros! ¡Abuela, ¿me abres la puerta?! ¡Ven, caballo, ven!), iniciar una conversación o plantear a alguien una pregunta, una petición, una advertencia o una disculpa (Hola, Jacinta; ¿Tienes ahora tiempo, Irma? Ven pronto, Luis, a la fiesta. Ciudadanos, tened cuidado. Discúlpennos, vecinas. Es frecuente que aparezcan junto con interjecciones y a veces se desdibujan los límites entre ambas. Una característica fundamental de los vocativos es que siempre deben ir separados con comas del resto de la oración.

Por lo ya expuesto se deduce que el uso vocativo lo cumplen de forma natural los nombres propios y los pronombres personales de segunda persona. Además, suelen emplearse como vocativos los nombres de parentesco, oficios, títulos honoríficos y demás sustantivos asimilables: Compañeros, salgamos al patio. Es la hora, señor profesor. Niña, acércate. También pueden englobar animales o cosas personificadas: Pobre ratón, ¿caíste en la trampa? Espejito, espejito, ¿soy la más inteligente? Tan triste, Madrid, a pesar de tus bares y tus fuentes.

Los vocativos de apelación pura solo admiten el pronombre personal de segunda persona, singular o plural, y algunos imperativos cuando señalan a quien escucha: Vosotras, niñas, separaos de ahí. Y tú, Manuela, ¿por qué no viniste? ¡Eh, vosotros tres, sin empujar! Oye, acércate. Mira, escribe eso bien. Asimismo, pueden emplearse como vocativos de apelación nombres comunes en actos de habla abreviados donde el hablante ordena o pide algo (¡Taxi! ¡Policía!) e incluso frases nominales (Los de fuera, dejad de hacer ruido. ¡A ver, los que estáis de mirones, marchaos a casa!).

Los nombres en uso vocativo no aceptan artículos ni demostrativos, pero sí posesivos, interjecciones y complementos: Hasta luego, lucero mío, descansa. ¡Ay de ti, malvado impostor, si te descubren! Os esperamos mañana, amigos todos del planeta. ¡Oh, dolor de mis dolores, ¿cuándo desaparecerás?!

El hecho de que los vocativos sean sintácticamente independientes de la oración en la que aparecen les confiere movilidad para situarse en posición inicial, media o final, si bien hay cierta preferencia por la posición inicial cuando se pretende atraer mayor atención hacia ellos: Jaime, no olvides lo prometido. No olvides, Jaime, lo prometido. No olvides lo prometido, Jaime. Como se aprecia en los ejemplos previos, sea cual fuere su posición en el discurso, todo vocativo debe quedar aislado del resto de la oración mediante comas, incluso en los casos de enunciados muy breves: No, señora. Sí, profesora. Con frecuencia, la presencia de la coma permite distinguir al sujeto de la oración de un vocativo: María escribe bien frente a María, escribe bien. ¿Ya se ha marchado Lola? frente a ¿Ya se ha marchado, Lola?  Resulta evidente además que el sentido de estas oraciones varía: Vamos a cenar, niños frente a Vamos a cenar niños sería  un ejemplo extremo de cambio de sentido.

La coma vocativa, esto es, la imprescindible en la escritura de todo vocativo, se echa en falta particularmente en la redacción de textos en redes sociales y, en general, en todos aquellos que se consideran más o menos espontáneos, incluidos los correos electrónicos. Como recordatorio, terminemos señalando la forma correcta de componer los saludos con los que se encabezan: Hola, Irene: Buenos días, profesora: Gracias, compañeros: Y a continuación del vocativo del encabezamiento, en español siempre se escriben dos puntos, no coma como en inglés.



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