El diccionario de la RAE define la voz ‘prontuario’ en su primera
acepción como «resumen o breve anotación de varias cosas a fin de tenerlas
presentes cuando se necesiten» y, en la segunda, como «compendio de las reglas
de una ciencia o arte». Ambos significados convienen para dar nombre a la tarea
que me he propuesto desarrollar a lo largo de este 2018 recién estrenado y hoy
inicio: desgranar mes a mes los fundamentos (morfológicos, sintácticos,
ortotipográficos, planificatorios) de la buena escritura.
¿Y qué entiendo por buena escritura? No se trata de escribir como una
buena poeta, una buena ensayista o una buena novelista, pues a ellas se les
supone el dominio de la lengua, pero además unas facultades de creación
especiales que les permiten superar sus límites y hallar nuevos modos de
expresión. No se trata tampoco de escribir como se habla, por más que se
destaque en el arte de la oratoria: escribir y hablar son asuntos diferentes,
sujeto cada uno a reglas propias. Formulado en pocas palabras, escribirá bien
quien, haciendo uso de los instrumentos de la lengua, sea capaz de exponer con
corrección, precisión y coherencia todo aquello que quiera o necesite en cualquier
circunstancia de la vida, ya sea al compartir una receta de cocina, al redactar
un correo electrónico o al componer una tesis doctoral.
La clave es el conocimiento de la lengua, repito. La buena escritura
se atiene siempre a una base gramatical. Por ello, este prontuario comienza
tratando de la palabra por excelencia, el verbo, la única capaz de constituir
por sí misma una oración, puesto que al conjugarse, esto es, al variar de forma
para expresar los accidentes gramaticales de tiempo, número, persona, modo y
voz, es capaz de incluir en sí el sujeto y el predicado: Comamos. Llovía. Madrugaré. Fue encontrado. Dijisteis que compraríamos.
¿Sabría volver?
Verbos de régimen
Algunos verbos no pueden utilizarse sin una preposición determinada (acordarse de; influir en; atemorizar con);
otros aceptan varias (arder en cólera,
arder de deseos; calentarse con la disputa, calentarse en la disputa;
sincerarse con alguien, sincerarse ante alguien), y también los hay que cambian
de significado según la preposición que se emplee: el verbo asegurar(se), por ejemplo, con el
sentido de ‘cerciorarse’, rige la preposición de (me aseguré de que había cerrado la puerta), pero no lleva
preposición en el sentido de ‘afirmar’
(le aseguré que había cerrado la puerta). Todos los verbos que imponen una
preposición determinada se denominan de
régimen.
Queísmo/dequeísmo
Cuando un verbo rige las preposiciones de o en y se omiten ante la conjunción que, se incurre en el error denominado queísmo: Se fijó que había un cartel, en lugar de Se fijó en que había un cartel. Me acordé que la conocía, en lugar de Me acordé de que la conocía.
Cuando un verbo no rige la preposición de y se emplea ante la conjunción que, se incurre en el error llamado dequeísmo: Pienso de que todo se solucionará, en lugar de Pienso que todo se solucionará. Había escuchado de que te marchabas, en lugar de Había escuchado que te marchabas.
Un recurso para evitar caer en
queísmo o
dequeísmo es añadir al verbo los sustantivos
algo o
eso: si es necesario utilizar una preposición, esa misma es la que regirá en la oración introducida por
que; si no es necesaria, tampoco lo será en la oración introducida por
que: Se fijó en eso. Me acordé de algo. Pienso eso. Había escuchado algo.
Con el
verbo deber se forman dos perífrasis
verbales que merecen mención por los errores que ocasionan. Deber + infinitivo expresa siempre
obligación: debes ir al médico; debieron
haberme esperado. Para manifestar probabilidad o suposición, se ha de
emplear deber de + infinitivo: sus abuelos ya deben de haber muerto; esa
tienda debe de tener tomates. No obstante, por la extensión de su uso, el Diccionario panhispánico de dudas (RAE y Asociación de Academias de la Lengua Española, 2005)
ya
recoge y acepta como propio de la lengua culta deber sin preposición con este sentido de hipótesis. Pero deber de para expresar obligación se
mantiene como uso incorrecto y propio de la lengua vulgar.
Verbos unipersonales o impersonales
Se denominan de este modo l
os verbos que atañen a fenómenos atmosféricos o de la
naturaleza y se utilizan solo en tercera persona del singular: ha escampado, escampaba, escamparía; anochezca, había anochecido,
anocheciera. Asimismo, cumplen esta función de impersonales o unipersonales
en tercera persona del singular los verbos haber
(hay algunos cuadros); hacer (hacía tres
meses de eso); bastar (bastará con un
par de besos); o sobrar (con esas sillas
sobra). Ha de tenerse presente que los verbos haber y hacer usados como
impersonales no llevan nunca sujeto, sino complemento directo. Por tanto, no pueden
concordar en número y persona con ningún grupo nominal, nombre o pronombre de
la oración, ni siquiera cuando se trate de perífrasis verbales: Hubo muchos incendios en Galicia (y no hubieron). Habrá quienes sostengan otra cosa (y no habrán). Tal vez haya más rebajas
(y no hayan). En invierno suele hacer días nublados (y
no suelen hacer). Puede haber muchas
sorpresas (y no pueden haber). Debe de haber más de cien poetas (y no deben de haber). Va a haber muchos recortes (y no van a haber).
No obstante, estos verbos ‘de la naturaleza’ admiten
otras personas gramaticales distintas de la tercera cuando asumen un sentido
metafórico: llovieron improperios;
amanecí cansada; Jorge tronó sus amenazas.
Por su parte, bastar y sobrar también aceptan construcciones
personales: bastarán dos rosas; esos
insultos sobran.
Las formas no personales del verbo son el infinitivo, que se define como un
sustantivo verbal; el gerundio, que
se define como un adverbio verbal; y el participio,
que se define como un adjetivo verbal. Los tres comparten la incapacidad de
expresar por sí mismos el tiempo en que ocurre la acción, que debe deducirse
por el verbo conjugado de la oración en que aparezcan o por los adverbios que los
acompañen. Cuando se presentan en construcciones absolutas, expresan un juicio
lógico completo: Al ascender la luna, el mar pareció de plata (construcción absoluta de infinitivo). Aun conociendo las consecuencias, no quise darme por vencido (construcción absoluta de gerundio). Apurada la copa de vino, pidió un café solo (construcción
absoluta de participio).
Infinitivo con valor de imperativo
Aunque este uso se va extendiendo tanto en la lengua hablada como escrita, solo es aceptable en los supuestos siguientes:
1) Cuando al infinitivo le precede la preposición a:
A dormir, niños. He dicho que a callar. 2) Cuando se trata
de órdenes impersonales o generalizadas, esto es, cuando no existe un
interlocutor concreto, como ocurre en las instrucciones sobre montaje de un mueble o en recetas de cocina: Girar a la
derecha. Empujar/tirar. Apretar el botón. En el resto de los
usos, las formas de infinitivo por imperativo siempre son incorrectas. Debe elegirse
la -d, marca del imperativo, en lugar
de la -r, marca del infinitivo: Salid despacio, niñas (y no salir); decidme qué queréis (y no decirme
qué queréis); mirad qué foto (y
no mirar qué foto).
Infinitivo de generalización
Se trata de una construcción
en la que aparece el infinitivo como verbo principal sin el apoyo de ningún
otro verbo y sin que forme parte de una perífrasis verbal. Suele emplearse con ‘verbos de decir’ o similares: Ante todo,
decir que agradezco la invitación. Nunca es un uso correcto: se ha de cambiar tanto en el habla como
en la escritura: Quiero decir; he de
decir; me gustaría decir. Otros ejemplos: Como conclusión, señalar que…; añadir, para terminar, que...; en la
información deportiva, destacar que... Es necesario incluir siempre un verbo conjugado: Como
conclusión, se debe señalar que…; añadamos, para terminar, que…; en la
información deportiva hay que destacar que…
En
«Los usos del infinitivo» e
«Imperativo, infinitivo y un caldillo de espárragos» se explora en mayor extensión esta forma no personal del verbo.
Toca ahora hablar del gerundio, la
forma no personal del verbo que más detractores congrega. Por desconocimiento,
hay incluso quienes aconsejan evitarlo a toda costa, cuando a menudo es la
mejor opción para expresar con precisión lo que se desea. Vine corriendo; estaba ayudando a su madre; cómo se viene la muerte tan
callando; había una cabaña cruzando el río; ¿es de Murillo la pintura Niños
comiendo melón?: todos estos enunciados son ejemplos de gerundios
necesarios y acertados. Como ya se ha señalado, las funciones del
gerundio se asemejan a las que cumple un adverbio y sus modalidades principales
son tres, con algunas subdivisiones: en oración independiente, también llamado gerundio perifrástico (El niño pasó cantando toda la mañana); en construcción absoluta (Estando yo presente, no se atreverán a
atacarte); y en oración subordinada o construcción
conjunta (Juan avanzaba levantando
los brazos).
Por su
frecuencia en nuestra lengua, de todas las perífrasis de gerundio destaca la
formada con el verbo auxiliar estar que,
en general, enuncia una situación ya comenzada pero no concluida en presente,
pasado o futuro: Está descansando. El
jueves por la mañana ya estaré viajando. Cuando avisaron, yo ya estaba durmiendo.
Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que en ciertos usos de la perífrasis estar más gerundio se evidencian calcos
del inglés, cuyo presente continuo tiene un empleo mucho más extenso que el
admitido en español: Te estoy escribiendo
para informarte de mi próxima llegada, frente a la utilización en buen
español de presente (Te escribo para
comunicarte), pues es una acción que no se puede estar haciendo, sino que
se hace. Por correo electrónico le estoy
enviando mis últimas fotos, frente al empleo en buen español del pretérito
perfecto si ya se ha hecho el envío (le
he enviado); la perífrasis verbal ir más
infinitivo si todavía no se ha hecho el envío (le voy a enviar); o un futuro simple si se desea añadir la fecha
exacta (el jueves próximo le enviaré).
Puesto que en este mismo blog ya existe una entrada titulada
«Los usos del gerundio», remito a su lectura para ahondar en esta forma no personal del verbo.
Usos
vetados del gerundio
Gerundio de posterioridad
Se presenta en oraciones cuya unión podría ser copulativa (y) para expresar una acción que es posterior
a la del verbo principal: La avioneta se
precipitó al mar, muriendo sus ocupantes (y murieron sus ocupantes). Mi hija ingresó
en la Escuela Diplomática, graduándose cuatro años después (y se graduó cuatro años después). Se
considera incorrecto porque el gerundio ha de indicar siempre coincidencia de
tiempo o tiempo inmediatamente anterior a la acción del verbo principal. Sin
embargo, sí parece ya aceptable el gerundio de posterioridad inmediata o
consecuencia directa de la acción principal: La ofensiva aérea destruyó el campamento, provocando la evacuación de
los refugiados (pero también: lo que provocó…).
Salió de la casa dando un portazo: se
considera correcto el gerundio porque salir
y dar un portazo se sienten como
acciones simultáneas.
Gerundio especificativo
No es
admisible su uso referido al sujeto ni al complemento directo, puesto que al
particularizar a uno o a otro, el gerundio pierde su cualidad verbal y se
convierte en adjetivo. No son correctos, por tanto, enunciados como los siguientes:
Llego un cargamento de cocos escondiendo
droga (gerundio especificativo del sujeto); El Parlamento aprobó la ley regulando los préstamos hipotecarios (gerundio
especificativo del complemento directo). En ambos supuestos se debe utilizar
una oración de relativo: Llegó un
cargamento de cocos que escondía droga. El Parlamento aprobó la ley que regula los
préstamos hipotecarios.
Además, el
gerundio ha de expresar una acción, transformación o cambio en trascurso
perceptible y no una cualidad, estado o acción tan lenta que el cambio que
produzca se asemeje, por imperceptible, a una cualidad. Por ello, no es
apropiado escribir: Mira ese almendro
floreciendo (que florece). Se busca
arquitecta sabiendo inglés (que sepa inglés). Se solicita traductora teniendo cinco años de experiencia (con cinco
años de experiencia; que tenga cinco años de experiencia). Estudios anteriores
han detectado que en una de cada diez mamografías los resultados se han
interpretado como positivos, siendo que la mujer no necesariamente tiene cáncer
de mama (cuando la mujer no necesariamente tiene cáncer de mama).
Gerundio con valor partitivo
En la lengua española, no es propio del gerundio modificar una
parte separándola del todo, por lo cual este uso del gerundio nunca es
aceptable: Hay oportunidades en muchos
sectores, siendo uno de ellos los servicios (lo correcto sería uno de los cuales son los servicios). Han aumentado los casos de gripe en la
población española, siendo los más afectados los ancianos (lo correcto
sería y los más afectados son los
ancianos). La orientación es distinta
para cada estribo, siendo de siete grados para el derecho y de 17 para el
izquierdo (lo correcto sería recurrir a los dos puntos y suprimir el
gerundio: de siete grados para el derecho
y de 17 para el izquierdo). Este uso partitivo del gerundio en español a
menudo es resultado de una mala traducción del inglés.
El participio, la tercera de las formas no
personales del verbo —equiparable a un adjetivo—, se diferencia de las otras
dos en que posee género y número: abierto/abiertos;
abierta/abiertas. La terminación -do caracteriza
a los participios regulares, pero abundan los verbos que presentan un
participio irregular con diferente terminación (por ejemplo, deponer, depuesto; escribir, escrito;
exponer, expuesto; volver, vuelto). La larga lista de verbos con doble participio,
uno regular y otro irregular, ha quedado reducida a tres: freír (freído y frito); imprimir (imprimido e impreso); proveer (proveído y provisto). Todos los restantes participios irregulares de los demás verbos se
consideran ahora adjetivos, bien porque la forma regular ya no se emplea (como
en el caso de rompido), o bien porque la forma irregular se
utiliza siempre como adjetivo (como en el caso de confuso). Por tanto, para
formar cualquier tiempo compuesto o la voz pasiva, se ha de utilizar el único
participio que ahora existe: tomando el verbo propender, por ejemplo, escribiríamos siempre hemos propendido (participio) a la melancolía o somos propensos
(adjetivo) a la melancolía. Con el verbo confesar construiríamos lo ha confesado (participio) todo y es
un corrupto confeso (adjetivo).
Se ofrece un análisis más detallado sobre el
participio en «Los usos del participio».
El español
actual cuenta con tres modos verbales: indicativo,
subjuntivo e imperativo, que sirven para poner de manifiesto la actitud de quien
se expresa hacia lo expresado: Laura
responderá mañana (futuro de indicativo).
No creo que Laura responda mañana (presente de subjuntivo). Laura,
responde mañana (imperativo). En
las tres oraciones, el verbo responder tiene
el mismo significado, pero enunciado desde perspectivas diferentes. Laura es el sujeto en las dos primeras
oraciones y vocativo en la última (por tanto, aparece separado del verbo por una
coma). En líneas generales, el indicativo expresa la realidad tal como la
concibe quien lo emplea, tanto si atañe al presente, al pasado o al futuro. El subjuntivo
se adentra en lo subjetivo para enunciar lo irreal, lo hipotético, una
conjetura en cualquier tiempo que se desee. El imperativo, por último, formula una
advertencia, una amenaza o un mandato, si bien en ocasiones se suaviza hasta
convertirse en ruego o súplica: ¡Ten misericordia
de mí! El sujeto del imperativo ha de ser siempre la persona a quien se
dirige: la segunda gramatical, por lo cual no presenta más que dos personas
(segunda del singular y del plural) en lugar de las seis que tienen todos los tiempos
verbales. Por su naturaleza, el imperativo tampoco permite otro momento de
acción que no sea el presente, aunque se puede proyectar hacia el futuro
mediante los complementos que lo acompañen: Contéstame
ahora. Contéstame en una semana. Algunos gramáticos consideran una forma
imperativa del pasado la constituida por el infinitivo del verbo auxiliar haber más el verbo elegido: Haber llegado antes. Haberlo dicho.
En
«Sobre el modo subjuntivo en español» e
«Imperativo, infinitivo y un caldillo de espárragos» se ofrece un análisis detallado de sus respectivos usos.
Voces
La voz es el accidente gramatical
que determina si el sujeto del verbo ejecuta la acción (sujeto agente) o la
recibe (sujeto paciente). La voz activa
es la manera natural de hablar y escribir en español, recurriendo a cualquier
tiempo verbal: La editorial publicará sus
libros. Inés había recogido la citación. Todos mis enemigos me han criticado. Sin
embargo, cuando por algún motivo se precisa que la atención recaiga sobre el
complemento directo y no sobre el sujeto, esas mismas oraciones se pueden
construir en voz pasiva: Sus libros serán
publicados por la editorial. La citación había sido recogida por Inés. He sido
criticado por todos mis enemigos. La pasiva es el instrumento empleado para
enunciar que en un sujeto se realiza algo, que a ese sujeto le sucede algo o
que soporta algo, y en ninguno de los casos es necesario nombrar al causante. A
veces, el desconocimiento del agente por parte de quien se expresa, o su
voluntad de omitirlo, es lo que provocan el uso de la pasiva: Sus libros serán publicados. La citación había sido recogida. He sido criticado.
Pero no todos los verbos pueden utilizarse en pasiva: solo los transitivos.
No hay manera de pasar a voz pasiva, por ejemplo, ayer se
había levantado tarde.
La simple pasiva (segunda de pasiva) es más habitual en
español que la extendida (primera de
pasiva) con mención del agente,
aunque lo cierto es que, en líneas generales, nuestra lengua muestra una
marcada preferencia por las construcciones en activa. Por eso nos suenan
extraños y forzados textos traducidos del inglés o el francés en los que se han
conservado las voces pasivas originales y aparecen oraciones como fue combatida la idea; me fue dicho que
acudiera, en lugar de se combatió la
idea o me dijeron que acudiera:
las frases están bien construidas desde la perspectiva gramatical, pero no
desde el punto de vista estilístico.
En la
actualidad, la forma pasiva ha ido cediendo el paso a la activa impersonal (nos dijeron que viniste ayer) y la
pasiva refleja con se (se escuchaba la
conversación). Su nombre de ‘refleja’
indica que la acción del verbo recae sobre el sujeto. En los enunciados el huerto se anegó por la crecida o los zapatos se mojaron por la lluvia, los
sujetos huerto y zapatos no producen la acción, sino que
la sufren. Estas oraciones equivalen a el
huerto fue anegado por la crecida y los
zapatos fueron mojados por la lluvia. A medida que avanza la pasiva
refleja, el pronombre se de tercera
persona deja de ser reflexivo para convertirse en mero signo de pasiva.
Las oraciones en pasiva refleja
también pueden ser primeras o segundas, según expliciten o no al agente: Se entreveía su rostro detrás del velo (segunda
de pasiva); se aprobó su nombramiento por
todos los diputados (primera de pasiva).
¿Pasiva refleja o impersonal?
El hecho de que para construir
oraciones de pasiva refleja solo sea posible emplear la tercera persona y de que
en su forma más usual el sujeto vaya detrás del predicado propicia que a veces
se perciban como impersonales, y el sujeto, como complemento. Así, frente a la
oración tradicional en pasiva refleja se hacen
paellas por encargo, se lee y escucha cada vez más se hace paellas por encargo. La primera es la que recomiendan las
gramáticas y la que predomina en la lengua literaria. El mismo criterio es aplicable cuando la pasiva refleja se enuncia mediante una perífrasis verbal (poder, querer, deber + infinitivo): se pueden hacer paellas por encargo; se quieren hacer paellas por encargo; se deben hacer paellas por encargo. La confusión no existe
en singular, donde ambas formas (impersonal y pasiva refleja) coinciden.
Verbos irregulares y defectivos
Los
primeros son los que al conjugarse se apartan en la raíz o la desinencia de la
norma que corresponde a su grupo (terminados en -ar, -er o -ir). En general,
no ofrece dificultad para los hispanohablantes la conjugación de verbos
irregulares tan habituales como haber (he;
ha; hubo; habrá; hubiera; habido), estar
(estoy; estuve), hacer (hago; hizo, hará; hecho), dar (dé;
dio; diera), caer (caigo; caes;
cayera; caído), decir (digo; dijo; diremos; dicho), traer (traigo; trajo; trayera; traído), tener (tengo; tuve; tendré), ser (soy; fui; fuera; sido) o ir (voy; fui; fuera o fuese; yendo). Se aprecia tendencia al
error, sin embargo, en el uso de otros verbos irregulares también comunes: el
pretérito indefinido de andar es anduve (y no andé); anduvimos (y no andamos), al igual que el pretérito imperfecto de subjuntivo es anduviera o anduviese (y no andara o andase). Muy vulgar es el uso de cabió, cabieron como pretérito
indefinido del verbo caber en lugar
de las formas cupo, cupieron, así
como del imperfecto de subjuntivo cabiera
o cabiese en lugar de cupiera o cupiese. El verbo prever no
debe confundirse con proveer y sigue
siempre la misma conjugación que ver:
previendo (y no preveyendo); previera (y no preveyera); preveré (y no
preveeré), etc. El pretérito indefinido del verbo satisfacer es satisfizo (y no satisfació);
el futuro imperfecto, satisfaré (y no
satisfaceré); el condicional, satisfaría (y no satisfacería), y el pretérito imperfecto de subjuntivo, satisficiera o satisficiese (y no satisfaciera
o satisfaciese). En el caso del
verbo yacer, son igual de correctas las formas yazco y yazgo para la primera persona del presente de
indicativo. En la norma culta, los verbos adecuar,
evacuar y licuar siguen para su
acentuación la conjugación de averiguar
y, por tanto, no se escriben con tilde en las formas de presente: adecuo, adecuas, adecuan, adecue; evacuo,
evacuas, evacua, evacuan, evacue; licuo, licuas, licua, licuan, licue. Sin
embargo, el Diccionario panhispánico de
dudas ya acepta también las formas acentuadas
por estar muy extendidas: adecúo,
adecúas, adecúan, adecúe; evacúo, evacúas, evacúa, evacúe; licúo, licúas,
licúa, licúan, licúe.
Los verbos derivados de otros
irregulares se rigen por su misma conjugación y se atienen a las normas
ortográficas. Por tanto, antever, prever
y entrever se escriben con tilde en
la primera y tercera persona del singular del pretérito imperfecto de
indicativo: preví, anteví, entreví;
antevió, previó, entrevió (recuérdese que vio no se escribe con tilde por ser monosilábico). Los verbos convenir y contravenir se
conjugan como venir; aliquebrar se conjuga como quebrar; atraer, como traer;
decaer, como caer; rehuir, como huir; deponer, como poner; antedecir, contradecir y desdecir,
como decir; deshacer y rehacer, como hacer; entreoír, como oír. En el caso de los verbos gloriarse y vanagloriarse, el primero emplea más la forma glorío que glorio, mientras
que el segundo utiliza solo vanaglorio.
Las formas repuse, repuso, repusieron son irregulares y pertenecen a dos
verbos distintos pero de significado semejante: responder y reponer (en la tercera acepción del DRAE,
‘responder’, ‘replicar’). Son las formas cultas del primero y conviven con las
regulares más frecuentes respondí,
respondió, respondieron, mientras que son las únicas de reponer en todas sus acepciones.
Para terminar, se denominan ‘defectivos’
los verbos de los que solo se emplean algunas formas de la conjugación debido a
su significado especial o a su dificultad de pronunciación. Algunos designan
una noción que solo puede predicarse a sujetos explícitos de cosa y, por tanto,
son terciopersonales: atañer, concernir, acontecer o acaecer. El verbo soler pocas veces aparece fuera de perífrasis con infinitivo en
presente (suelo) o pretérito
imperfecto y perfecto (solían; he
solido).
En algunos de estos verbos se
cambia de conjugación para lograr la regularidad. Así, en lugar de garantir (utilizado todavía en el español
americano: garanto), se prefiere garantizar; en lugar de balbucir
(balbucí, balbuciera), se recurre a balbucear. Aunque matar es un verbo regular, tiene una particularidad que lo habilita para aparecer en este apartado: a veces, en
lugar de usar su propio participio (matado),
se recurre al del verbo morir (muerto), sobre todo en la voz pasiva o
cuando el participio actúa como predicado nominal: En los últimos combates fueron muertos (o resultaron muertos) varios
soldados de los nuestros.
La lengua destrabada
Si te interesan los asuntos de lengua y escritura, te invito a leer La lengua destrabada. Manual de escritura, publicado por Marcial Pons (Madrid, 2017). Clica en este enlace para entrar en la página de la editorial, donde encontrarás la presentación del libro y este pdf, que recoge las páginas preliminares, el índice y la introducción completa.