Downtown San Diego desde Coronado |
Sabed que a la diestra mano de las Indias ovo una isla
llamada California, mucho llegada a la parte del Paraíso Terrenal, la cual fue
poblada de mujeres negras, sin que algún varón entre ellas oviese, que casi
como las amazonas era su estilo de vivir.
Garcí Rodríguez de Montalvo, Las sergas de Esplandián, 1510
Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno [...]. Volver, con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien. Sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada, que febril la mirada, errante en las sombras, te busca y te nombra.
Carlos Gardel y Alfredo Le Pera, tango Volver
Gaslamp Quarter: corazón de San Diego |
Todavía no se habían encendido las luces del avión para
servirnos el desayuno final —o la cena, pues después de tantas horas de vuelo
cruzando el Atlántico desde Madrid cuesta precisar de qué comida se trata—,
cuando levanté la persianilla del ojo de buey y avisté allá abajo la lejana tierra
firme americana. Me brincó el corazón —o acaso el estómago, tampoco lo sabría
precisar— y no me vino a la memoria la cita de Las sergas de Esplandián que abre esta entrada, sino la letra del
tango de Gardel con que continúa, al adivinar a lo lejos el parpadeo de las
luces que iban a marcar mi retorno. Volvía a un lugar de la California «mucho llegada a la parte del Paraíso Terrenal» que en el pasado había
abandonado con lágrimas y donde
mis hijos crecieron bilingües sin esfuerzo. Sé que veinte años es muchísimo
tiempo y temía destruir mis viejos recuerdos que, como dice el tango, son «la
fortuna de mi corazón». Pero ahí estábamos, a punto de aterrizar de nuevo en
San Diego, tarareando al avisado Gardel: «el viajero que huye tarde o temprano
detiene su andar».
Anochecer en La Jolla Shores |
San
Diego es la ciudad más meridional de California, situada justo en la frontera
con la península de la Baja California mexicana, y la octava ciudad de Estados Unidos
por su número de habitantes, muchos de ellos hispanos pero también orientales
en cantidad creciente. Por su ubicación al sur de Estados Unidos, al norte de
América Latina y entre Asia y Europa, actúa como punto estratégico donde confluyen
culturas y se intercambian experiencias vitales. Su clima templado, sus muchos
kilómetros de playa y su estilo de vida amable y desenfadado la convierten en
un lugar privilegiado para vivir. Sin embargo, su lejanía relativa y las muchas
horas de vuelo con escala incluso desde Estados Unidos la han protegido del
turismo de masas y continúa siendo una ciudad agradable y tranquila donde la
gente se da los buenos días y se desea lo mejor. Si cruzas la mirada con
alguien, te sonríe, y es fácil entablar una conversación trivial. Hay quien
dice que es pura cortesía hipócrita, pero a mí me encanta que me traten bien y
corresponder del mismo modo.
Hotel del Coronado |
La
ciudad tiene un pequeño downtown, con
sus rascacielos de metal y cristal que se reflejan en las aguas azuladas de la
bahía, compartiendo espacio con los restaurados edificios victorianos de pocos
pisos, donde ahora se ha mudado la gente joven que desea hacer vida europea,
caminando por las calles y frecuentando los innumerables bares, restaurantes y
lugares de diversión del Gaslamp Quarter o Little Italy. En el centro también
se puede pasear junto al mar por Seaport y cruzar a Coronado en vapor o por el
puente sobre la bahía para visitar el enorme y espectacular hotel victoriano en
madera, construido junto a los blancos arenales de la amplia playa abierta al bravío
océano Pacífico.
Balboa Park |
Balboa
Park, también en la almendra central, es el parque cultural urbano más grande
de Estados Unidos. Alberga 15 museos, varios centros de artes escénicas, frondosos
jardines y el Zoológico de San Diego. Recordaba de él sus enormes
árboles y sus arbustos floridos, y volvió a maravillarme el Paseo del Prado que
lo cruza con sus edificios de estilo renacentista español. Escuchar allí el
domingo después del lunch un
concierto del Spreckels Organ, el órgano de tubos al aire libre más grande del
mundo, es una grata experiencia que recomiendo y repetiré cuanto pueda.
Geisel Library, UCSD |
Nosotros no vivimos en el centro, sino en La Jolla, cerca de
UCSD, la universidad donde trabajamos a diario. Esta zona y los restantes núcleos
de la ciudad alejados del centro quedan separados unos de otros por cañones y
barrancas, cuyo ecosistema está protegido y prohibida la edificación. Una red
de carreteras y autopistas, muy transitadas en horas punta, los cruzan y entrelazan.
Ahora existe un sistema público de transporte en creciente desarrollo que
comunica las distintas zonas con varias líneas de autobuses y tres de metro
ligero. Utilizándolos, incluso se puede llegar hasta la frontera mexicana de
Tijuana, donde se ha construido un enorme complejo comercial de outlet. Sin embargo, debido a las largas
distancias y el tiempo que se pierde en efectuar conexiones, el coche
particular continúa siendo el medio preferido de desplazamiento, como ocurre en
la mayoría de las ciudades estadounidenses.
Paseando por Seaport |
En los casi dos meses que llevamos ya en San Diego, hemos
revisitado los lugares que ya conocíamos, subido a Point Loma para intentar
divisar a las ballenas, de paso ahora hacia
Baja California, paseado desde Mission Bay hasta Pacific Beach contemplando a
los surfistas cabalgar sobre las crestas de las olas, visitado a los pelícanos
y las focas que pueblan La Jolla Cove, avistado delfines cerca de la orilla en
Del Mar y disfrutado de las preciosas vistas y la espléndida vegetación que saltan
al paso por doquier. En nuestra misma calle están ahora floridos los enormes
árboles del coral, así como muchas cactáceas que pueblan aceras y praderas.
También están floridos los altos setos de hibiscos que cierran las
urbanizaciones por las que paso caminando cuando voy al supermercado. No hay
problemas con la comida, pues abundan los alimentos de todas partes del mundo.
Yo me quedo con la comida mexicana y los dátiles californianos: solo con eso
podría vivir.
Downtown San Diego desde Balboa Park |
Tenemos todavía muchos meses por delante de estas segundas
partes, que sí están siendo buenas, tal vez como excepción que rompa la regla.
Muchos de nuestros amigos siguen viviendo en San Diego —porque la mayoría de
los que aquí llegan no se quieren marchar— y otros vendrán aprovechando nuestra
estancia. Descubriremos nuevos lugares, visitaremos el desierto de Anza-Borrego
y el pueblo minero de Julian en las montañas, recorreremos los diversos pueblos
costeros y haremos el Camino Real de las misiones; incluso en verano volveremos
a visitar el Grand Canyon, uno de los lugares inolvidables de la tierra. Todos
los días se nos ocurren nuevos planes.
Misión de San Diego de Alcalá |
Vete a las Indias, hijo mío. No son mentiras las hazañas de los Amadises y los Galaores que eternamente habíamos tenido por invenciones. Ni son patrañas las proezas griegas y romanas que glosan los trovadores. Ni son fantasías los mundos fabulosos que miramos cuando soñamos. En las Indias los ríos y los lagos semejan encarcelados mares de agua dulce de cuyas profundidades ascienden en la noche hidras de muchas cabezas que resoplan llamaradas por sus muchas narices (Miguel Otero Silva, Casas Muertas: Lope de Aguirre, príncipe de la libertad, 1985).En San Diego, California, así fue y así es mientras esto escribo. Doy fe.
La lengua destrabada
Si te interesan los asuntos de lengua y escritura, te invito a leer La lengua destrabada. Manual de escritura, publicado por Marcial Pons (Madrid, 2017). Clica en este enlace para entrar en la página de la editorial, donde encontrarás la presentación del libro y este pdf, que recoge las páginas preliminares, el índice y la introducción completa.