miércoles, 14 de febrero de 2018


PRONTUARIO DE ESCRITURA
2. El nombre

Prontuario de escritura
Puente Valentré (Cahors)
Nos valemos de ‘nombres’ o ‘sustantivos’ para aludir a todo cuanto tiene existencia, sea real y física o fruto de la mente y la imaginación: puente es el nombre de un objeto concreto, mientras que igualdad lo es de uno abstracto. Los nombres concretos pueden ser además comunes y propios; y los comunes, individuales (oveja, pájaro, lobo) o colectivos (rebaño, bandada, manada). En español todos los nombres poseen género y número: el puente, las calles, lo rojo.

Nombres comunes y propios
Con el nombre común se designan personas, animales o cosas de una misma clase, mientras que con el propio se individualiza a alguien o algo dentro de su grupo genérico: puente (común) Valentré (propio). Los nombres comunes se escriben con letra minúscula inicial; los propios, con letra mayúscula inicial.

¿Común o propio? 
Algunos nombres pueden ser comunes o propios según el uso que se les dé: Iglesia es nombre propio cuando se refiere a la institución, pero común en todos los demás casos: la Iglesia debería ocuparse más de los pobres; la iglesia de mi pueblo es de estilo gótico. Estado es nombre propio cuando se trata del término administrativo específico, mientras que las restantes subdivisiones dentro de él se consideran nombres comunes: el Estado español, pero el estado de Tamaulipas. Lo mismo es aplicable a todo tipo de instituciones, entidades u organismos: la Bolsa de Londres, pero agente de bolsa. La Corona española, pero la corona del rey. Los nombres de cargos y los títulos de dignidad se consideran comunes y, por consiguiente, se escriben con minúscula inicial tanto si acompañan al nombre propio de la persona aludida como si se utilizan aislados o en sentido genérico: La reina Letizia; el presidente de Estados Unidos Barack Obama; el rector de la Universidad Complutense. Los sobrenombres, apodos y seudónimos que se añaden a algunos nombres propios se escriben siempre con mayúscula inicial. El artículo que los precede se escribe con minúscula y se contrae en al o del unido a las preposiciones a y de según las normas generales de escritura: Juana la Loca; Iván el Terrible; Catalina la Grande. Las pinturas del Greco; las fugas del Chapo; las novelas del Manco de Lepanto. Cuando un nombre propio pasa a designar un tipo de persona o una cualidad determinada, se convierte en común y debe ser tratado como tal: un lazarillo; un judas; una quijote; una magdalena.

Nombres compuestos
Se forman mediante la unión de dos o más palabras: puntapié, telaraña, sabelotodo; villa miseria, hombre bala, cocina comedor. Los tres primeros ejemplos son univerbales, esto es, sus componentes quedan integrados en una sola palabra ortográfica, mientras que los tres últimos son compuestos sintagmáticos, formados por la yuxtaposición de palabras que conservan su independencia gráfica y acentual, y pueden aparecer tanto separadas mediante un guion como sin él.

El significado de las nuevas palabras creadas por composición no resulta siempre evidente: el sustantivo aguanieve, por ejemplo, expresa un determinado modo de percibir el agua o la nieve, aguardiente es un licor y aguamiel es una bebida; malamadre es una planta y malbaratillo es una tienda donde se venden artículos de poco valor. A veces, se deja de percibir que determinada palabra es compuesta: tragaldabas se formó del mismo modo que tragaperras, pero en la actualidad ese sustantivo que define a una persona de mucho comer apenas se distingue como un compuesto de traga y aldabas (pieza de hierro o bronce que se pone en las puertas para llamar golpeando con ella).

Por lo que respecta a los compuestos sintagmáticos, se forman sobre todo mediante la yuxtaposición de dos sustantivos (fútbol sala, comida chatarra o basura, niña prodigio) que dan lugar a un nuevo nombre común. La yuxtaposición de un nombre y un adjetivo produce compuestos sintagmáticos que, en general, se emplean para designar tipos de personas: cabeza rapada, casco azul, pies planos. Varios compuestos sintagmáticos de sustantivo más adjetivo admiten dos escrituras: como una sola palabra gráfica (arcoíris, padrenuestro, puercoespín) o con los componentes separados (arco iris, padre nuestro, puerco espín). Cuando los compuestos sintagmáticos están formados por dos adjetivos, se escriben siempre con guion de separación entre sus elementos si el primero aparece con su terminación completa: peruano-ecuatoriano, teórico-práctico, técnico-administrativo. Se escriben asimismo con guion de separación algunos compuestos sintagmáticos formados por dos nombres: físico-químico, musa-escritora, madre-maestra.

Los diccionarios de la lengua no recogen todas las formaciones posibles de compuestos univerbales ni sintagmáticos. Entre los esquemas que más palabras compuestas univerbales producen en español, están las bases verbales guarda-, limpia-, porta-, quita- y salva-, con las que se designan personas, productos o utensilios. Entre los elementos más frecuentes en las construcciones de compuestos sintagmáticos, aparecen sustantivos como clave (decisión clave); cumbre (obra cumbre); estrella (escritora estrella); límite (situación límite); modelo (empresa modelo, niña modelo) o pirata (edición pirata).

Género
El uso de la lengua española atribuye género (femenino o masculino) y el artículo correspondiente (el/un; la/una) a todos los sustantivos: es una categoría gramatical de clasificación que no siempre se asocia con la referencia extralingüística al sexo natural. Aunque no existe ningún nombre neutro, aparece este género en la sustantivación de los adjetivos y en determinados pronombres: lo sublime; eso; lo auténtico.

El nombre masculino y el femenino son a veces palabras distintas: padre, madre; carnero, oveja; yerno, nuera. Muchos nombres forman el masculino con la terminación en -o, y el femenino, en -a: hijo, hija; gato, gata; abogado, abogada. Cuando un nombre masculino termina en consonante, es frecuente que el femenino añada a dicha consonante una -a: señor, señora; ladrón, ladrona. Hay además un número reducido de nombres que utilizan para el femenino terminaciones consideradas cultas como -esa, -isa, -ina o -iz: abad, abadesa; papa, papisa; jabalí, jabalina; actor, actriz. Y, entre los nombres de personas, abundan los que presentan idéntica forma para ambos géneros y solo se distinguen por el artículo: el cantante, la cantante; el delincuente, la delincuente; el testigo, la testigo; el criminal, la criminal; el reo, la reo; el consorte, la consorte; el cónyuge, la cónyuge; el mártir, la mártir...

Los nombres propios de los ríos, montes, golfos, mares, volcanes y demás accidentes geográficos comparten el género gramatical con las palabras que los definen, aunque no aparezcan explícitas: las Galápagos; el Amazonas; el Sáhara (o Sahara); el Aconcagua. Sin embargo, hay algunos ríos españoles acabados en -a que constituyen una excepción y son femeninos: la Huerva y la Esgueva son los más conocidos, pero en el uso tradicional hay algunos más: la Hornija, la Cinca o la Noguera Pallaresa. Todos ellos admiten también en la actualidad la forma con artículo masculino el.

Por lo que respecta al nombre propio de las ciudades, aunque existe cierta vacilación, en el habla culta, en general, las terminadas en -o se consideran masculinas (el gran Bilbao), y las terminadas en -a, femeninas (la Soria machadiana). El resto de las terminaciones se consideran masculinas (el Madrid de los Austrias; el Buenos Aires de siempre). Cuando los nombres de las ciudades van acompañados de formas como todo, medio, un, propio o mismo, se suele emplear concordancia masculina aunque terminen en -a: Todo Puebla; en el mismo Barcelona; en el propio Lima. Por su parte, los países que terminan en -a átona concuerdan por lo general en femenino: la gran Colombia; la antigua España, mientras que los terminados en -a tónica, en otra vocal o en consonante suelen concordar en masculino: el Irak prehistórico; el Brasil amazónico; el Panamá industrial.

Los epicenos
Se conocen de este modo los nombres que tienen una forma única, sea de género masculino o femenino, para designar seres animados que pueden corresponder a uno u otro sexo: persona o víctima, de género femenino, y personaje o vástago, de género masculino, por ejemplo. La concordancia debe establecerse atendiendo al género gramatical del sustantivo epiceno y no del referente: Este personaje, una mujer anciana, era murciano. La víctima, un niño de corta edad, fue atendida por el médico. Algunos nombres referidos a animales también presentan un único género gramatical que se aplica por igual al macho y la hembra de la especie: el mosquito, el sapo y el cangrejo  son masculinos, por ejemplo, mientras que la rata, la ballena y la cigarra son femeninos. Se suele añadir la especificación macho o hembra cuando se desea explicitar el sexo.

Los ambiguos
Cuando el diccionario clasifica un nombre como ambiguo,  quiere decir que acepta artículos y adjetivos masculinos y femeninos sin que cambie su significado. Así, se puede escribir la mar/el mar; el armazón/la armazón; el agravante/la agravante; el(los)antípoda(s)/la(las) antípoda(s); el calor/la calor; la canal/el canal; el cochambre/la cochambre; el apóstrofe/la apóstrofe; el esperma/la esperma; el interrogante/la interrogante; el linde/la linde; el margen/la margen; el reúma/la reuma; el tilde/la tilde; el tizne/la tizne. Sin embargo, suele preferirse uno de los géneros: es más frecuente, por ejemplo, la tilde que el tilde; el apóstrofe que la apóstrofe; la cochambre que el cochambre; el esperma que la esperma, mientras que el reúma es la forma culta más frecuente en España frente a la reuma preferida en América. En la actualidad es más habitual las antípodas en femenino plural, aunque también suele concertar con el género y número del sustantivo al que se refiera: Lucas parecía el antípoda de Esteban. Nuestros antípodas no eran los australianos. Es usual emplear la palabra margen en femenino para hacer referencia a las orillas de un caudal de agua (en las márgenes crecían flores), y en masculino, en las restantes acepciones (el margen de la página). La palabra canal suele utilizarse en femenino  para cavidades y concavidades (la canal de las tejas; la canal del escote), mientras que se prefiere en masculino para las restantes acepciones (el canal de la Mancha; el canal de noticias). En el caso de agravante, al ser un adjetivo sustantivado, suele adoptar el género del sustantivo que se elide: el (factor) agravante; la (circunstancia) agravante.

Azúcar y arte presentan la particularidad de que la ambigüedad en cuanto a género suele afectar al adjetivo acompañante: el azúcar blanquilla; el azúcar moreno o mucho/mucha azúcar; el arte dórico, pero el arte amatoria. En plural, azúcares se emplea mayoritariamente como masculino (debe evitar los azúcares), mientras que artes se prefiere en femenino (las bellas artes; las artes de pesca).

El género de los nombres puede cambiar a lo largo del tiempo: puente, por ejemplo (pons, pontis, masculino en latín), se convirtió en palabra femenina en el castellano medieval (de ahí el apellido La Puente o el pueblo Puentes Viejas) y de nuevo en masculina en el castellano moderno; valle era femenina en latín (valles, vallis) y así pasó al castellano (Valbuena, Valsalada, Valfría), pero ha acabado como masculina en la actualidad; maratón, como carrera pedestre, ha pasado del género masculino inicial al ambiguo, pues ahora, por sobrentenderse carrera o competición, predomina su uso en femenino, ya aceptado por las Academias de la Lengua: una media maratón.

Género masculino en referencia a ambos sexos
En español, el masculino es el género no marcado y, por tanto, tiene un doble uso: específico, para aludir a los individuos de sexo masculino, y genérico, aplicado tanto a un sexo como al otro y a ambos juntos. En el pasado quedaba claro que con el género masculino era posible incluir a todos los miembros de la especie citada sin distinción de sexos y,  así, al escribir que el hombre es un ser racional, se entendía que también lo es la mujer; en cambio, si se escribía la mujer es un ser racional, no se entendía que incluyera al hombre, puesto que el femenino solo presenta un sentido restrictivo. Atendiendo al uso genérico del masculino, si escribiéramos en mi calle hay muchos gatos, entenderíamos que también hay gatas; si habláramos de alumnos como un colectivo mixto, entenderíamos que incluye a las alumnas; si nos refiriéramos al colectivo de abogados, entenderíamos que también hay abogadas,  y al aludir a nuestros padres, nos referiríamos a nuestro padre y nuestra madre. Pero esta situación de predominio lingüístico del género gramatical masculino se confunde con el dominio del varón en la sociedad: el género masculino se asimila a la realidad social ―aunque sea de manera errónea― y se concibe el género femenino como secundario, pues se percibe que se construye partiendo del masculino. 

Por consiguiente, a fin de evitar la ambigüedad y el sesgo de género en el lenguaje que provoca discriminación y ocultación de la mujer, en la actualidad se aconseja recurrir, siempre que sea posible, a palabras integradoras y colectivas: humanidad, gente, persona en lugar de hombre; alumnado en lugar de alumnos; abogacía en lugar de abogados; adolescencia en lugar de adolescentes; juventud en lugar de jóvenes; infancia, niñez en lugar de niños; ciudadanía en lugar de ciudadanos; profesorado en lugar de profesores; vecindario en lugar de vecinos; electorado en lugar de electores, y así sucesivamente. Con frecuencia, también se puede sustituir el masculino genérico por perífrasis inclusivas: el ser humano, el género humano en lugar del hombre; las personas de edad en lugar de los ancianos; la población española en lugar de los españoles; el personal docente en lugar de los profesores; la comunidad educativa en lugar de los profesores y alumnos…

Desde un estricto punto de vista gramatical, solo es necesario especificar ambos sexos en aquellos casos en que su oposición resulte un factor relevante: La proporción de alumnos y alumnas se ha ido igualando. Los niños y las niñas aprenden a andar a la vez. Debe evitarse en la escritura cuidada la @ que ha empezado a utilizarse para englobar ambos sexos sin tener que recurrir a las repeticiones (l@s niñ@s) y también el uso de los dos artículos con un solo nombre (las y los ciudadanos) porque en ambos casos se contravienen las normas gramaticales.

Es necesario recordar, por último, que se debe utilizar la forma femenina de los nombres de profesiones o cargos cuando son desempeñados por mujeres: Las abogadas (y no las abogados) son mayoría. Abundan las arquitectas (y no las arquitectos). Algunas juezas son famosas (nótese que en singular conviven la juez y la jueza). En los últimos años, el Diccionario de la lengua española académico ha venido incluyendo muchos términos femeninos ―como arqueóloga, odontóloga, ingeniera, decana, farmacéutica, catedrática, ministra, diputada, fotógrafa― para actividades antes exclusivas de los hombres. A veces, la resistencia a utilizar el femenino se debe al matiz peyorativo que tiene la palabra (gobernanta, generala, bachillera, socia), pero el uso habitual acaba desterrando ese sesgo de género y nos iguala.

Nuestra lengua cuenta con abundantes recursos para evitar el abuso del masculino genérico. El objetivo ha de ser visibilizar a la mujer en el discurso sin atentar contra la gramática.

Número
Existen dos números en español: singular y plural. En líneas generales, el plural se puede formar de tres modos: 1) Añadiendo una -s al singular cuando la palabra termina en vocal no acentuada o -e acentuada, así como en un grupo consonántico: cama, camas; canapé, canapés; récord, récords. Son excepción compost, karst, test, trust y kibutz, que permanecen invariables en plural. Los anglicismos lord y milord tienen como plural lores y milores.También forman el plural añadiendo una -s las palabras, procedentes de otras lenguas o de origen onomatopéyico, que terminen en consonantes poco habituales en español, como -b, -c, -g, -p, -t: crac, cracs; zigzag, zigzags; complot, complots; esnob, esnobs; mamut, mamuts. Constituye una excepción club, que admite dos plurales: clubs y clubes. 2) Añadiendo la sílaba -es cuando el singular termina en consonante o vocal tónica: abad, abades; jabalí, jabalíes; no, noes; yo, yoes; sí, síes. Los plurales de las vocales también se forman de este modo: aes; es; íes; oes, úes. Los plurales de las notas musicales son: dos; res; mis; fas; soles; sis, aunque también se pueden emplear como invariables. Excepciones importantes a esta segunda regla de formación del plural son papá, papás; mamá, mamás; sofá, sofás; esquí, esquís (aunque también se acepta ya esquíes); dominó, dominós; bajá, bajás; buró, burós; rococó, rococós; hipérbaton, hipérbatos. Debe señalarse además que, cuando la última letra de una palabra es la y, existe cierta vacilación para formar el plural: de ay se forma ayes y de convoy, convoyes, pero de jersey se forma, jerséis; de espray, espráis; de yóquey, yoqueis (nótese que no se escribe tilde en este caso); y de guirigay, guirigayes o guirigáis. Asimismo, hay tres sustantivos, régimen, espécimen y carácter, que cambian de silaba tónica al pasar del singular al plural: regímenes, especímenes, caracteres, por lo cual la tilde se coloca en distinto lugar en las dos primeras y no aparece en la tercera. 3) Sin ninguna modificación, cuando la palabra es grave o esdrújula terminada en s: la crisis, las crisis; la dosis, las dosis; el lunes, los lunes; la caries, las caries.  Tampoco las palabras terminadas en x varían en el plural: los tórax; los clímax, los ántrax, los sílex, los látex. Una excepción es fax, voz tomada del inglés cuyo plural aceptado es faxes.

Pluralia tantum; singularia tantum
Unos cuantos nombres carecen de significado y forma en singular: añicos, enseres, víveres, albricias, exequias, arras, finanzas, ambages, anales, nupcias. De igual modo, otros cuantos nombres, denominados singularia tantum, no admiten el plural: cenit, cariz, caos, sed, salud, grey, norte, sur, este, oeste, tez, nadir, grima, fénix.


Plural de los nombres propios
Los nombres de pila se rigen por las normas generales de formación del plural: las Mercedes, las Cármenes, los Efrenes. Los apellidos se mantienen invariables cuando designan a los miembros de una misma familia: Visitaremos a los Gutiérrez. Asimismo, aunque existe cierta vacilación, se mantienen invariables cuando se usan para referirse a un grupo de individuos que los comparten: Hay dos Fuente en mi clase. En este pueblo abundan los Alonso. Si se añadiera la s marca del plural, no se distinguiría si se trata del apellido Fuente o Fuentes en el primer ejemplo ni del nombre de pila Alonso o el apellido Alonso en el segundo. Cuando no hay posibilidad de confusión, se admite la s del plural: los Garcías (o García) abundan en España. ¿A cuántos Lujanes (o, más habitual, Luján) conoces? Por su parte, los apellidos que terminan en z y los compuestos se mantienen siempre invariables: los Martínez, los López, los Gómez de la Serna, los Ramón y Cajal. También permanece invariable todo apellido si aparece junto al apelativo hermanos: los hermanos Pinzón (pero los Pinzones); los hermanos Machado (pero los Machados).

Cuando los nombres de pila o apellidos son extranjeros y no están castellanizados, se suelen mantener invariables en plural: En este barrio hay muchos Joshua y Kevin. Los Obama y los Trump. A este respecto, ha de tenerse en cuenta que hasta el siglo xix era habitual castellanizar los nombres propios extranjeros: Miguel Ángel, Tomás Moro, Alberto Durero. Aunque se pueden escribir en su forma original (Michelangelo Buonarroti, Thomas More, Albrecht Dürer), es preferible emplear el nombre castellanizado y formar el plural según las normas generales. Cuando un nombre propio designa la obra artística o intelectual de quien lo lleva, se escribe en mayúscula y forma el plural según las reglas generales: Tiene dos Picassos y tres Miguel Ángel. Son varios los Vernes que hay en mi biblioteca, pero solo un Brontë. Aunque con cierta vacilación, los nombres de dinastías o linajes suelen permanecer invariables en plural: los Habsburgo, los Tudor, los Colón; pero los Borbones, los Austrias, los Capetos, los Escipiones. En el caso de marcas comerciales, si el nombre termina en vocal, suele añadirse la s del plural, mientras que si termina en consonante tiende a permanecer invariable: Tres Mercedes y dos Opel. Lo mismo es aplicable a los nombres de empresas: Hay dos Ikeas cerca de mi casa y varios Zaras. Van a inaugurar nuevos Carrefour en la ciudad.

Latinismos
Como norma general, los latinismos forman su plural ateniéndose a las mismas reglas que rigen para el resto de las palabras: en -s, en -es o manteniéndose invariables, según sus características: plus, pluses; accésit, accésits; ratio, ratios; lapsus, lapsus; déficit, déficits; ítem, ítems; superávit, superávits; estatus, estatus. Los únicos latinismos que se apartan de esta tendencia mayoritaria son los terminados en -r procedentes de formas verbales, como imprimátur o exequatur (este último escrito sin tilde atendiendo a lo establecido por la última Ortografía académica de 2010), cuyo plural continúa siendo invariable. La RAE aconseja que, en general, se dé preferencia a los latinismos hispanizados y, por tanto, también a sus plurales. Así, se empleará currículo y currículos en lugar de currículum y currículums  o curricula; podio y podios en lugar de pódium y pódiums o podia.

Las locuciones latinas permanecen invariables en plural: los alter ego; los casus belli; los statu quo; los curriculum vitae; las alma mater (nótese, en este caso, que lleva artículo femenino, pues la traducción de este latinismo, referido a la universidades ‘madre nutricia’: alma es el adjetivo, y mater, el sustantivo al que acompaña. Tampoco es aceptable el alma mater en singular, sino la alma mater).

Plural de los nombres compuestos
Permanecen invariables cuando el segundo elemento es ya plural: el ciempiés, los ciempiés; el lanzallamas, los lanzallamas; el abrecartas, los abrecartas. Sin embargo, se rigen por las normas generales cuando en la composición de la palabra aparece un verbo y un adjetivo o un nombre en singular: el sabelotodo, los sabelotodos; el parasol, los parasoles; el correveidile, los correveidiles; el altoparlante, los altoparlantes; el bajorrelieve, los bajorrelieves. Cuando el nombre compuesto está formado por dos sustantivos que se escriben por separado, solo adopta la forma plural el primero: horas punta; palabras clave; hombres rana; faldas pantalón; niñas prodigio. Existe cierta vacilación respecto al plural del segundo sustantivo cuando puede funcionar como atributo del primero en oraciones copulativas: de estado miembro, estados miembro o estados miembros, puesto que se puede decir: estos estados son miembros activos; de empresa líder, empresas líder o empresas líderes, puesto que se puede decir estas empresas son líderes en su sector.

¿Singular o plural?
Algunos sustantivos que designan objetos formados por partes simétricas suelen utilizarse en plural para referirse a uno solo de tales objetos: los pantalones, las tenazas, las tijeras, las narices. Sin embargo, también cabe su uso en singular: el pantalón, la tenaza, la tijera, la nariz. La lengua española ofrece además la posibilidad de recurrir al singular de una palabra para otorgarle un sentido plural: La naranja se da bien en Valencia. La carne de Ávila es muy tierna. Me molesta el ruido.

Los nombres colectivos, que de por sí ya expresan una pluralidad de objetos o seres pertenecientes a una misma clase, también pueden utilizarse en plural: la fruta, las frutas; la leña, las leñas; la gente, las gentes.

La lengua destrabada
Si te interesan los asuntos de lengua y escritura, te invito a leer La lengua destrabada. Manual de escritura, publicado por Marcial Pons (Madrid, 2017). Clica en este enlace para entrar en la página de la editorial, donde encontrarás la presentación del libro y este pdf, que recoge las páginas preliminares, el índice y la introducción completa.