El mundo resulta hostil
para las personas zurdas. Ninguna tarea cotidiana está pensada para ellas. En
la actualidad es como si no existieran, cuando se sabe que alrededor de un 13 por 100 de la población mundial es zurda debido a su cerebro, el órgano, dividido en
dos hemisferios, que centraliza la actividad del sistema nervioso y determina
qué lado del cuerpo es el dominante. En las personas zurdas, predomina el hemisferio
derecho del cerebro y, como el control es cruzado, el lado izquierdo de su
cuerpo es el dominante, al contrario que ocurre con las personas diestras.
Por absurdo que parezca, a lo largo de la
historia las personas zurdas han sido sistemáticamente perseguidas. Se dice que
la Santa Inquisición torturó y mandó a la hoguera a muchas, acusadas se servir
a Satán. Por lo que respecta a las mujeres, las zurdas que no ocultaban su condición eran tratadas
con escarnio como brujas. La aversión hacia la zurdera, a veces rayana en fanatismo, está extendida tanto en el mundo occidental como en el oriental. Pero
no hay que remontarse a años ni lugares remotos para ilustrar este hecho sorprendente: en pleno siglo
xx, en las escuelas y familias europeas, se combatía sin cejar la zurdera con todo
tipo de castigos y sermones. Lo sabemos bien quienes tuvimos que rebelarnos
desde pequeñas para utilizar la mano con la que mejor lográbamos hacer las
cosas, soltándonos a escondidas la mano siniestra atada a la espalda para poder
dibujar, escribir, sostener la cuchara y que no se derramara la sopa…
La lengua castellana, igual
que otras, recoge el desprecio social que provoca nuestra índole minoritaria. La
voz ‘siniestro/a’ significa como adjetivo avieso/a y malintencionado/a;
infeliz, funesto/a y aciago/a, mientras que como sustantivo hace referencia a
accidentes, daños de cualquier importancia que se pueden cubrir con pólizas de
seguro, propensión a lo malo, resabio o vicio... Por el contrario, la voz ‘diestro/a’
como adjetivo significa hábil o experto/a en algún arte u oficio; sagaz,
prevenido/a y avisado/a; favorable, benigno/a y venturoso/a; y la expresión ‘juntar
diestra con diestra’ significa trabar amistad.
María Moliner, en su Diccionario de uso del español, recoge
que la expresión ‘a zurdas’ significa con la mano izquierda, pero también de
manera contraria a como se debe hacer; y que la expresión ‘no ser zurdo’
significa ‘ser listo o hábil’. ¿Y quién no conoce el sentido de ‘levantarse con
el pie izquierdo’ o ‘empezar el día con el pie izquierdo’?
Los bienaventurados se
sentarán a la diestra del padre: eso me decían de pequeña en el colegio para obligarme
a cambiar de mano. Para hacerme sentir condenada solo por escribir con la izquierda. No lo consiguieron. Pero me
hicieron llorar muchas veces. Me llamaban zocata como insulto. Esos recuerdos, esa sensación de rabia, me
sirvieron para crear un personaje especial en mi novela La historia escrita en el cielo. Es un niño zurdo y este es el
primer pasaje donde aparece:
Mientras tanto, Marie había salido a la calle y se había
quedado hablando con Colasillo, a quien había encontrado sentado, pintando
figuras sobre la tierra con un palo.
—¿Te gusta dibujar? —le preguntó por ser amable.
Sin levantar la cabeza del suelo, el niño respondió:
—Cuando no tengo más que hacer, así entretengo el tiempo.
—¿Y qué dibujas? —prosiguió su interrogatorio Marie.
—Lo que mi mano quiere. Yo la dejo y ella va haciendo
formas, pero solo la izquierda; la derecha no sabe.
—Eres zurdo, entonces —concluyó Marie.
—No, no —se apresuró a puntualizar el niño—. Ya no. Las
izas me pegan y me atan la mano mala para que trabaje con la buena. Yo obedezco
en todo, pero pintar la buena no sabe…
—¿Quiénes dices que te pegan y te atan la mano? —se
interesó Marie, que no le había entendido.
—Me pegan las izas y también las rabizas, el amo, las
criadas, todos me pegan, pero no me quejo porque es por mi bien, para que la
Santa Inquisición no me encuentre y me castigue por hereje en el potro de las
torturas.
Marie pensó que izas y rabizas serían palabras infantiles
que utilizaba el niño para referirse a parientes suyos y desistió de su
interrogatorio. Alabó el caballo cuyos trazos empezaban a distinguirse entre el
polvo y se dispuso a recoger las alforjas para regresar a la casa. Mientras se
hallaba ocupada en estos menesteres, llegaron cuatro mujeres, unas más jóvenes
que otras pero todas ataviadas con ostentación y profusión de colores. La de
mayor edad sacó una llave de la faltriquera y otra dio un puntapié al niño en
la espalda:
—Acabarás quemado en la hoguera por tozudo —le reprendió
enojada—. Emplea la diestra, mocoso del diablo.
Otra de las mujeres le dio un pescozón, y las cuatro se
rieron a su costa antes de entrar en la casa. Marie se había vuelto y
permaneció en silencio observando a Colasillo, quien dijo, sobándose los
golpes:
—Estas son las izas y las rabizas que tanto me quieren.
Entonces Marie pensó que esas palabras serían un insulto
con el que se defendía Colasillo del mal trato que recibía.
—¿Dónde está tu madre? —se interesó.
—Yo no tengo madre ni padre, ni un perrillo que mueva el
rabo y me ladre —respondió el niño, mirando al suelo—. Vivo con las izas y las
rabizas; yo las sirvo y ellas me cuidan.
—¿Y por qué vives con ellas? —insistió Marie.
—Porque mi madre era iza y aquí nací —repuso el niño,
alzando la cara.
Quienes ceden a las presiones y dejan de emplear su
preciosa mano izquierda dominante se convierten en personas zurdas
contrariadas, y su maña y rendimiento se suelen resentir. Por suerte, parece
que ahora, al menos en el mundo occidental, las criaturas zurdas van pudiendo
valerse de esa mano prohibida y más ágil, aunque les cueste cortar con tijeras
pensadas para las diestras, manejar el ratón del ordenador, escribir en las
sillas con la tablilla colocada a la derecha, aprender a tocar instrumentos musicales… Nos obligan a ser más
hábiles, a buscarnos la vida. Si conseguimos manejar ambas manos con soltura
parecida ―nunca igual―, nos convertimos en ambidextos/as o ambidiestros/as,
vocablos procedentes del latín que significan ‘dos derechas’: perdemos la mano
siniestra y pasamos a disfrutar de dos diestras. Qué suerte la nuestra. Puede que,
de este modo, logremos convertirnos en la mano derecha de alguien, esto es,
merecer su confianza.
‘Zurdera’ y ‘zurdería’ son las voces con las que se significa la cualidad de zurdo. ‘Zurdamente’ es el adverbio; ‘zurdoso’, el adjetivo que designa lo que tira a zurdo. Y dejo para el final una expresión positiva: ‘tener mano izquierda’, que significa poseer habilidad o astucia para resolver situaciones difíciles. Pero no nos hagamos ilusiones. No hace referencia a las personas zurdas, sino a las diestras que son capaces de utilizar también su otra mano cuando es preciso.
‘Zurdera’ y ‘zurdería’ son las voces con las que se significa la cualidad de zurdo. ‘Zurdamente’ es el adverbio; ‘zurdoso’, el adjetivo que designa lo que tira a zurdo. Y dejo para el final una expresión positiva: ‘tener mano izquierda’, que significa poseer habilidad o astucia para resolver situaciones difíciles. Pero no nos hagamos ilusiones. No hace referencia a las personas zurdas, sino a las diestras que son capaces de utilizar también su otra mano cuando es preciso.
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Lo bueno de ser zurda en esta época es que sólo tengo que pelearme con las tijeras y, en la facultad (años atrás), con la escasez de bancos con la mesita a la izquierda :-D
ResponderEliminarVamos progresando, Gissel, aunque lentamente.
EliminarUn saludo.