Durante los años escolares, nos enseñaron que en la conjugación verbal, el modo imperativo servía para expresar la acción como una orden inmediata del que habla: ven, corred, juguemos. Como se ve en estos ejemplos, el imperativo solo cuenta con las dos segundas personas y la primera del plural. La primera del singular no existe y para las dos terceras personas se recurre al modo subjuntivo: que venga él; que esperen ellas.
Por su parte, el infinitivo no puede considerarse una forma verbal auténtica, sino el nombre de la acción verbal, y por ello se emplea para denominar al verbo: comer, reír, amar. Es un sustantivo abstracto, pero también una forma verbal auxiliar muy versátil que aparece en multitud de construcciones: el rugir de las olas; haber llegado antes; siempre he pensado volver; no necesita pretextos para viajar; a juzgar por sus palabras; de no ser por ella.
Imperativo e infinitivo: ¿dónde se cruzan sus caminos? En el infinitivo con valor de imperativo, que solo es correcto en los siguientes casos:
· Cuando el infinitivo va precedido por la preposición a:
A dormir, niños. He dicho que a callar. A comer todos.
· Cuando se trata de órdenes impersonales o generalizadas, es decir, cuando no hay un interlocutor concreto. Un ejemplo son las instrucciones sobre utilización o montaje de un aparato, o también las recetas de cocina:
Girar a la derecha. No tocar, peligro de muerte. Empujar/tirar. Apretar el botón.
En el resto de los casos, las formas de infinitivo por imperativo siempre son incorrectas. Debe ponerse la –d, marca del imperativo, en lugar de la –r, marca del infinitivo:
Sed buenos, niños (y no ser buenos, niños); decidme qué queréis (y no decirme qué queréis); mirad qué foto (y no mirar qué foto).
Cuando se trata de verbos pronominales (quejarse, marcharse, irse) o de verbos con pronombre, desaparece la d (salvo en el caso de idos), pero nunca se sustituye por r:
Lleváosla (y no llevárosla); amaos (y no amaros); callaos (y no callaros), dividíos (y no dividiros).
Cuando los mandatos son negativos, se emplean las formas correspondientes del subjuntivo, nunca el infinitivo ni el imperativo:
Niños, no comáis en clase (y no niños, no comer en clase). Señores, no discutan más (y no señores, no discutir más); vosotros no votéis (y no vosotros no votad); chicas, no salgáis a la calle (y no chicas, no salid a la calle).
No debe olvidarse que el imperativo del verbo ir en segunda persona del singular es ve y no ves; el del verbo oír es oye y no oyes; y que la segunda persona del plural del verbo irse es idos y no iros.
Después de tanta gramática, traigo a colación el caldillo de espárragos, una sabrosa receta manchega que antes solíamos hacer por el mes de abril, cuando no había espárragos todo el año como ahora, siguiendo el refrán: «en abril, para mí; en mayo, para mi amo, y en junio, para ninguno».
¿Y cómo escribiremos la receta? Puede ser de tres modos: infinitivo con valor de imperativo; imperativo, o construcción impersonal o pronominal:
Picar la cebolleta; pica (o pique); se pica (o píquese).
Empecemos por los ingredientes para cuatro comensales de buen comer:
1 manojo de espárragos verdes
2 puerros
1 o 2 cebolletas
1 diente de ajo
1 cucharadita de pimentón (dulce o picante, según el gusto)
1 tomate maduro
Una pizca de harina; una pizca de azúcar y sal al gusto
Aceite de oliva para el sofrito
1 litro y medio de agua
Preparación:
Pica los puerros y las cebolletas en juliana fina, y sofríelos en el aceite a fuego medio. Corta los espárragos en trozos y añádelos al sofrito. Pica el ajo muy fino, baja el fuego y añádelo. Mueve el sofrito con una cuchara y agrega la pizca de harina y el pimentón, cuidando de que no se queme. A continuación, vierte el litro y medio de agua y hazla hervir a fuego medio-alto. Añade el tomate maduro con piel. Deja cocer una media hora, hasta que los espárragos estén tiernos, y saca el tomate, al que se le habrá desprendido la piel. Desecha esta y aplasta la pulpa con un tenedor hasta obtener un puré que devolverás a la cazuela. Añade la pizca de azúcar necesaria para contrarrestar la acidez del tomate y sal al gusto. Deja que el caldillo cueza un poco más y sírvelo después de que haya reposado un rato para intensificar su sabor. De un día para otro queda también estupendo.
Si terminara esta entrada con una expresión como señalar, por último, que o añadir para terminar que, estaría cometiendo una incorrección, antes propia del lenguaje oral de locutores y políticos, pero ahora también habitual en los textos escritos, sobre todo en la prensa. Se suele emplear con verbos como anunciar, advertir, puntualizar, recordar, indicar y otros de significado parecido. El gramático Manuel Seco lo denomina «infinitivo introductor» y observa que ha de evitarse este uso anómalo e innecesario. Lo correcto sería señalemos, por último, que; hay que señalar que; debe señalarse que. Como se ve, el infinitivo debe ir subordinado a otro verbo y no como forma independiente.
Así pues, señalaré para terminar que si tomáis el caldillo de espárragos, recordaréis, si la habéis leído, la novela de Gabriel García Márquez, El amor en los tiempos del cólera. ¡Buen provecho!
La lengua destrabada
Si te interesan los asuntos de lengua y escritura, te invito a leer La lengua destrabada. Manual de escritura, publicado por Marcial Pons (Madrid, 2017). Clica en este enlace para entrar en la página de la editorial, donde encontrarás la presentación del libro y este pdf, que recoge las páginas preliminares, el índice y la introducción completa.
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Que bueno! El caldillo y el post! Gracias por el repaso que a mí que hace tanto que no estoy en España me hace buena falta!
ResponderEliminarGracias a ti por leerme, Olga.
EliminarPara mí es complicado, pues he crecido y he aprendido a hablar en medio donde el español se usa de diferente manera. Gracias, Carmen!
ResponderEliminarBlanca, en América Latina emplean mejor el imperativo porque ustedes no tienen en las personas del plural los dos sistemas, el familiar de tuteo y el de respeto, por lo cual no confunden las formas de tuteo con el infinitivo. Para entendernos, ustedes siempre emplean «amen» y no «amad», con lo cual no hay confusión con el infinitivo «amar». Es una buena ventaja.
ResponderEliminarCarmen, creo que no nos conocemos. Pasaba por aquí y, con este frío, he hecho un alto en tus fogones. Me alegro: he disfrutado con tus recetas y me han alimentado tus lecciones de gramática. Muchas gracias.
ResponderEliminarEncantada de conocerte, Alejandro. Me encanta tu original comentario y aquí te espero, si quieres volver a pasarte.
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