Según Lukács, se
considera novela histórica toda aquella que tenga por objetivo presentar una
visión verosímil de un tiempo pasado, preferiblemente lejano, creando una
cosmovisión realista de su sistema de valores, costumbres y creencias. Por
tanto, exige de quien escribe una gran documentación para no caer en anacronismos ni
utilizar un lenguaje poco acorde con la época. Sin embargo, a veces las
fronteras con la novela de aventuras se borran cuando se utiliza la
ambientación histórica como un pretexto para la acción y, otras veces, se deriva
en la historia novelada cuando los hechos históricos predominan sobre la
ficción y apenas hay creación de personajes.
La historia escrita en el cielo, ambientada a
comienzos del siglo XVII, en pleno Siglo de Oro español, no es en absoluto una
historia novelada, pero tal vez se acerque a la novela de aventuras puesto que
sus personajes principales son todos de ficción y no pretende narrar ningún
hecho histórico determinado, aunque muchos le sirvan de telón de fondo. Su
planteamiento roza la microhistoria, pues se ocupa de personajes,
circunstancias y fenómenos sociales que suelen pasar inadvertidos a la gran
historia: son los hechos cotidianos aparentemente intrascendentes
que motivan a los personajes y los obligan a actuar de determinada manera. En
palabras de una de las protagonistas, la Beata de los Huevos, es «la historia
menuda», la de los olvidados.
La novela comienza con
el galope de un caballo, cuya llegada interrumpe la idílica escena doméstica de
dos mujeres que bordan al sol. Por las noticias que reciben del Nuevo Mundo,
nos enteramos de la precaria situación en que se encuentran tras el abandono de
Maxim de Gourney, que ha dejado la plácida monotonía de su casa entre viñedos
en el Franco Condado para hacer la Carrera de Indias desde Sevilla. Su ausencia
como amo y esposo desencadena la serie de desgracias que provocarán la huida de
su hija Marie, apenas adolescente, impulsada por las palabras de su madre
en el lecho de muerte y un sueño con el árbol de los deseos:
Marie contempló bajo un cielo cuajado de
estrellas un hermoso peral repleto de frutos. Comprendió al instante que una de
las peras era su afición por la pintura; otra un poco más alta, su destreza
como jinete; otra más a la derecha, su habilidad para bordar; la de la
izquierda, los muchos libros que le quedaban por leer; y la más alta de todas,
su deseo de libertad. Quería extender la mano para coger esa pera,
pero antes de que la alcanzara se arrugaba y caía al suelo podrida. Lo mismo
iba ocurriendo con las restantes frutas sin que pudiera remediarlo. Este hecho
inevitable le provocó tal angustia que se despertó, pero el sueño con el árbol
de los deseos del cuento infantil tantas veces escuchado a su madre había sido
tan vívido que le costó darse cuenta de la realidad, y bajo su influjo se
levantó de la cama, recogió deprisa sus pertenencias y se dirigió con paso
sigiloso hacia el establo.
Sin embargo, viajar de
noche y sola es peligroso, como pronto descubrirá cuando acabe perdida por los
campos y vayan tras sus pasos. La campesina de la que se hace amiga engaña a
sus perseguidores cuando le preguntan si la ha visto, mientras ella se esconde
tras unos matorrales de juncos:
—Si es la que yo digo, debió de perder el caballo —repuso Chantal con
presteza—. La encontraron flotando en el arroyo corriente abajo. Creo que ya la
enterraron porque nadie la reclamó.
—¿Estáis segura de lo que afirmáis? —repuso el mismo jinete con tono
preocupado.
—Oh, sí. Muchos la
vieron. Movía a lástima contemplarla, pues aunque estaba hinchada y tenía el
cabello cubierto de algas, no se dejaba de apreciar que su rostro lívido había
sido hermoso en vida. Algunos dijeron que llevaba ahogada tiempo, que tal vez
cayó al Ródano y acabó arrastrada por la corriente hasta un remanso de este
arroyo, que es su afluente.
Más adelante, mientras
Marie recorre la Via Podiensis de los peregrinos para llegar a la corte
castellana, una anciana cabalista con la que se encuentra en las ruinas de un
castillo donde pasa la noche la alaba por la decisión que ha tomado, pero
también le hace una advertencia:
—Habéis hecho bien en huir de vuestra
casa, pues es probable que se hubiera convertido en vuestra cárcel o tumba y
habríais vivido en ella como un murciélago o un búho, aunque no creo que
vuestro padre os vaya a servir de ayuda. Por sus hechos se comprende que no
renunciará a su sueño de descubrir nuevos mundos.
Poco sabe Marie entonces que la anciana regresará a su
vida mucho más adelante para darle esperanzas y abrir nuevos horizontes. Pero
eso es el futuro. De momento, Marie pasa meses en los caminos y vive diversas
aventuras hasta que al fin consigue llegar a Madrid, donde obtiene alguna noticia
de su padre, y muy a su pesar su suerte queda unida a la de la Beata de los
Huevos, que está a punto de ser quemada en la hoguera en un auto de fe. Juntas
se ven obligadas a huir de nuevo por tierras manchegas, cruzando las gargantas
de Sierra Morena tras una cadena de galeotes y su guarda. Allí les sale al
paso, lanza en ristre,
un individuo entrado en años, desgarbado,
seco de carnes y de rostro enjuto, vestido con una armadura abollada y tocado
con un casco singular, caballero en un rocín tan flaco que apenas parecía
aguantar su peso. Llegaba acompañado de un labriego de rostro mofletudo y barba
cerrada que cabalgaba en un burro no mucho mejor que la montura de su amo.
Marie y la beata se hallaban lejos de la cadena de galeotes y no pudieron
escuchar lo que dicho individuo le preguntó a los guardas, pero vieron que a
continuación se dirigía hacia uno de los presos, luego pasaba al siguiente, y
así sucesivamente hasta llegar al cuarto, hombre de rostro venerable y barba
larga que se echó a llorar.
Esta aventura con los galeotes termina mal para el
caballero don Quijote, pero ayuda a Marie y a la beata a alcanzar Sevilla antes
de lo previsto. Y entonces la historia da un vuelco considerable. Marie ya
no es la jovencita desesperada que salió de su casa, y la Beata de
los Huevos se cambia el nombre por Teodora para iniciar una nueva vida. Marie
le advierte:
—Así como estrenáis nombre,
debéis cambiar de atuendo y mejorar el arreglo de vuestra persona —continuó
aconsejándole Marie—. Dejaréis que os crezca el cabello y lo peinaréis con
alguna gracia, separando las greñas del rostro; estrecharéis vuestras cejas y
os libraréis del bocillo, que no enoja en una monja pero desdice en una dama...
—¿Seré dama? —se maravilló la beata
interrumpiéndola.
—Seréis lo que os propongáis ser ―repuso
Marie―. En vuestra mano está, siempre que vuestra presencia no desmerezca
vuestros propósitos.
Para su desgracia, descubren de inmediato que todo eso
es más fácil de decir que de hacer, pues en la Sevilla floreciente por su
comercio con las Indias acechan más peligros que en los caminos recorridos
hasta entonces. En la casa de la Mancebía donde las llevan engañadas, conocen a
un niño que será importante en sus vidas. Marie sale a la calle para ocuparse
de su caballo y entabla conversación con él, que pinta en la tierra con un
palo:
—¿Te gusta dibujar? —le preguntó por ser
amable.
Sin levantar la cabeza del suelo, el niño
respondió:
—Cuando no tengo más que hacer, así
entretengo el tiempo.
—¿Y qué dibujas? —prosiguió su
interrogatorio Marie.
—Lo
que mi mano quiere. Yo la dejo y ella va haciendo formas, pero solo la
izquierda; la derecha no sabe.
—Eres zurdo, entonces —concluyó Marie.
—No, no —se apresuró a puntualizar el
niño—. Ya no. Las izas me pegan y me atan la mano mala para que trabaje con la
buena. Yo obedezco en todo, pero pintar la buena no sabe…
—¿Quiénes dices que te pegan y te atan la
mano? —se interesó Marie, que no le había entendido.
—Me pegan las izas y también las rabizas,
el amo, las criadas, todos me pegan, pero no me quejo porque es por mi bien,
para que la Santa Inquisición no me encuentre y me castigue por hereje en el
potro de las torturas.
Si el mundo es hostil para quienes somos zurdos en la
actualidad, mucho más lo era en el pasado. ¿Pero quiénes son esas izas y
rabizas? Marie y Teodora no tardarán en descubrirlo y casi les
costará la vida. ¿Y qué ocurre después? Ambas se toparán con el amor y la
muerte. Pero eso lo irás descubriendo poco a poco cuando leas la novela, si he
logrado que te intereses en ella.
La historia escrita en el
cielo se puede leer en versión
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La lengua destrabada
Si te interesan los asuntos de lengua y escritura, te invito a leer La lengua destrabada. Manual de escritura, publicado por Marcial Pons (Madrid, 2017). Clica en este enlace para entrar en la página de la editorial, donde encontrarás la presentación del libro y este pdf, que recoge las páginas preliminares, el índice y la introducción completa.
Hola! Intuyo que tu labor docente prosigue en este blog en el que compartes mucho de lo que has aprendido en las aulas,en el seno familiar y en la vida real, tras este apasionante y difícil oficio de scribir historias.Ningún egoismo asoma en tu actuar y ojalá otros escritores de fuerza pudieran compartir con los que andamos golpeando teclas para crear esos mundo. Como autor independiente tengo en amazon algunos trabajos, que ojalá pudieras verlos algún día de estos. Por cierto, que uno de ellos BARAKA, pasará este año a integrar el catálogo de Literanda. una editorial digital de tu país, al que remití el borrador y consideraron de interés,según me lo hicieron saber en días recientes. Saludos. Y que siagn los éxitos. Att. Eddy León Barreto.
ResponderEliminarGracias por pasarte a leer, Eddy. Te deseo mucho éxito en tus actividades literarias. Un saludo.
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