viernes, 30 de noviembre de 2012

La editora ideal

El trabajo de una editora
Vivo en la  Posibilidad –
Más bonita casa que la Prosa –
Con muchas más ventanas –
Superior – por las Puertas –
Emily Dickinson (la traducción es mía)

Esta entrada comienza con un intencionado sesgo de género cuyo objetivo es poner de manifiesto que al menos durante la segunda mitad del siglo XX y la primera década del siglo XXI, las mujeres predominan en muchas de las labores relacionadas con la edición de libros. ¿Y qué es una editora? El Diccionario de la RAE recoge en su tercera acepción: «m. y f. Persona que publica por medio de la imprenta u otro procedimiento una obra, ajena por lo regular, un periódico, un disco, etc., multiplicando los ejemplares»; la cuarta acepción añade: «Persona que edita o adapta un texto». Parece que ninguna de las dos definiciones se ajusta por completo a la imagen de la editora ideal, pendiente de lo que su autor escribe, que suele aparecer en películas y novelas, y más bien se refieren al dueño o director de una casa editorial o incluso imprenta, o al estudioso que publica la obra de un autor más antiguo con un análisis y notas propias añadidos.
La editora que sueñan muchas autoras noveles apenas ha existido en el mundo editorial hispanohablante y proviene —cómo no— del mundo anglosajón, donde publishing es la casa editorial y editor quien lee, corrige y prepara el libro. Editora: suena elegante, ¿verdad? Pues es un anglicismo más. Nosotros empleábamos otra terminología: cuando yo me inicié en México, fui primero correctora de galeradas con atendedor, después correctora de pruebas, a continuación correctora de estilo y, por último, técnica editorial y técnica académica. En una de las editoriales para las que trabajé, en la página de derechos de autor se añadía «edición al cuidado de» con el nombre de la técnica editorial o académica que supervisaba y al menos hacía dos correcciones de pruebas del libro en cuestión. En España la terminología era similar, así como la manera de hacer los libros. Las editoriales más grandes estaban divididas en áreas temáticas a cargo de un responsable, que contaba con un equipo de lectores y correctores, y había además directores de colecciones.
Pero todo eso es el pasado. Ahora, gracias al desarrollo informático que agiliza la edición, los departamentos editoriales se han reducido al máximo: prima la externalización de tareas, como en todas partes. Y la editora ideal, esa rara avis  a punto de desaparecer si es que alguna vez existió, elige los libros que va a publicar atendiendo a un proyecto editorial establecido que pretende lograr máximos rendimientos económicos. No nos equivoquemos: en nuestro mundo capitalista, la mayoría de las editoriales son, como el resto, empresas dedicadas a obtener beneficios y solo publican lo que no presenta riesgos (aunque a menudo se equivoquen). ¿Cómo eligen sus novedades las editoras de nuestro país? Hay diversos caminos, pero los más habituales son:
·                    La traducción de obras que ya han triunfado en el mercado anglosajón, francés, italiano o nórdico (o también en algún país más periférico, pero pasando por el tamiz anglosajón).
·                    Nuevas obras de autores ya consagrados.
·                    Obras de personajes famosos con repercusión mediática.
·                    Obras de una minoría de autores nuevos presentados por agentes literarias y respaldados por informes de lectura y mercado positivos.
·                    Obras ganadoras y finalistas de algún premio (que —oh, sorpresa― siempre consigue un autor de cierta fama o un personaje conocido de los medios).
·                    Obras de un número muy reducido de autores desconocidos e independientes que destacan por su calidad o posibilidades de mercado, propuestos por directores de colecciones y respaldados por informes de lectura positivos.
Cada día llegan a las editoriales multitud de originales, y hay que hacer una selección preliminar. Los que remiten agencias literarias reconocidas con una buena sinopsis y análisis tienen más posibilidades de pasar a las manos de un lector profesional, que dará su veredicto en un informe de lectura. Los originales de autores independientes parten con desventaja y solo si la presentación es excelente y el texto interesa se tendrán en cuenta para su valoración. El resto, con deficiencias más o menos importantes, suele  rechazarse sin ningún remordimiento.
En los concursos ocurre lo mismo: se contrata a un equipo de lectores profesionales y se les da una guía de lo que deben buscar en los originales. Lo que no se ajusta se desecha. Por lo general, se lee el primer capítulo; si no está mal, otro del centro  y el final. Solo un número de originales muy reducido acaba siendo leído por los miembros del jurado que otorgarán el premio.
El informe de lectura que se entrega a una editora no es una crítica literaria, sino un texto razonado en el que se le ofrece la información necesaria para que valore si merece la pena publicar el texto al que se refiere. En líneas generales, recoge el título de la obra, el nombre del autor y el número de páginas; realiza una sinopsis del argumento, pormenorizando tramas, personajes y circunstancias que haya que tener en cuenta; analiza cómo se han creado los personajes y la fuerza de cada uno en el argumento;  destaca los temas principales y los secundarios; juzga la prosa, exponiendo el tipo de lenguaje, las técnicas empleadas, los posibles fallos, etc.; especifica el público al que va dirigida, el nicho de mercado y, por último, realiza una valoración razonada de los aspectos positivos y los negativos para recomendar o no su publicación. Como cabía esperar, la mayoría de los informes, por un motivo o por otro, son negativos.
Sin embargo, cuando son positivos, la editora lee el original y lo comenta con la autora. Por lo general, sugiere algún cambio menor que se suele consensuar. Es entonces cuando llega a la correctora de estilo, que pule la sintaxis, corrige errores ortográficos, evita repeticiones, cacofonías y, en general, recomienda variaciones que la autora tiene que evaluar. La corrección de estilo es una labor ingrata y cada vez peor pagada que muy pocos aprecian. En esta entrada antigua pero muy vigente del blog Miserias literarias se explica la profesión y hay algunos comentarios reveladores. Yo añadiré que sé por experiencia que hasta los mejores escritores necesitan que otros ojos expertos vean lo que ellos no han visto y aporten soluciones a pequeños (o no tan pequeños) errores. Para ser justos, debo señalar también  que, entre los autores consagrados, los hay que agradecen sinceramente las aportaciones de las correctoras: nunca olvidaré la sencillez de Mario Benedetti y la cordialidad con la que nos trató a mi compañera de corrección y a mí, muchos años atrás, cuando aguardábamos nerviosas una reprimenda al saber que nos había mandado llamar después de recibir las pruebas de imprenta que nosotras habíamos marcado meticulosamente. (Si no la habéis leído, aprovecho para recomendar su magnífica novela La tregua.)
Así pues, cabría concluir que una editora y el equipo que la rodea y auxilia realizan en esencia una labor de filtro y mejora para que lleguen al mercado solo los libros que merece la pena leer. ¿Es esto cierto? ¡No, claro que no!  En primer lugar, nadie es infalible y, en segundo lugar, a veces priman consideraciones que nada tienen que ver con la calidad literaria. ¿Por qué, si no, se convirtió en betseller una novela tan mediocre y vulgar desde todos los aspectos analizables como La catedral del mar?
El sector editorial, acosado por la piratería, está sufriendo doblemente la crisis que nos azota y ha reducido su producción. Lo he padecido en carne propia. El tiempo libre del que dispuse el año pasado me permitió escribir la novela La historia escrita en el cielo  y terminar un proyecto que ya tenía avanzado, Nada del otro jueves, ambas autoeditadas en Amazon. Esta plataforma digital, al igual que las demás existentes, ofrece una oportunidad a quienes son rechazados por las editoriales o ni siquiera han intentado la vía de publicar en papel. Por su parte, las editoriales tradicionales se sienten amenazadas, y grupos tan importantes como el francés Hachette no dudan en defender su negocio de intermediación en un documento que se filtró a los medios. Pero son muchos los que se alegran de la desaparición de intermediarios en su trato con el lector final y vaticinan la muerte por inanición de las editoriales y, con ellas, de las editoras, sean ideales o no.
Yo espero que se acabe llegando a una convivencia más o menos pacífica y recomiendo la lectura del artículo «¡Mueran los heditores!» del escritor Luisgé Martín. Llevo meses (pocos todavía) analizando los libros digitales autoeditados en Amazon.es y mi conclusión empieza a ser clara: muy pocas obras se salvan de errores (muchos de ellos, graves) y pueden considerarse publicaciones profesionales. He comprendido por qué algunas escritoras que están logrando éxito de lectores añoran a esa editora ideal que da título a esta entrada. Y creo que tienen razón: esa editora/correctora de estilo les ayudaría a ver lo que ellas (ni sus allegados) han visto y a mejorar su escritura. Más adelante, cuando lo desentrañe, intentaré desvelar por qué obras tan malas ocupan puestos destacados en las listas de más vendidos. ¿Nos estamos haciendo trampas en el solitario? A la larga, ¿no será un comportamiento perjudicial?
Dejo como final de esta entrada algunos consejos para quien los quiera aceptar. Si yo fuera tu correctora de estilo, empezaría por pedirte que definieras quién deseas que sea tu público lector. Después te preguntaría si conoces las reglas ortotipográficas fundamentales y te aconsejaría cómo ponerte al día. Te recomendaría algunas lecturas de novelas imprescindibles y te pediría que las leyeras con papel y lápiz. Por último, analizaríamos juntas tu forma de escribir, señalando fortalezas y debilidades, así como modos de mejorar. Como colofón, te revelaría que la mancha de la página también es importante: nunca muy cerrada; nunca muy abierta.

La lengua destrabada
Si te interesan los asuntos de lengua y escritura, te invito a leer La lengua destrabada. Manual de escritura, publicado por Marcial Pons (Madrid, 2017). Clica en este enlace para entrar en la página de la editorial, donde encontrarás la presentación del libro y este pdf, que recoge las páginas preliminares, el índice y la introducción completa.  

  



lunes, 26 de noviembre de 2012

Todo lo que debes saber sobre la acentuación de las palabras (y quizá has olvidado)


tilde
Las reglas de acentuación que establece la RAE para todos los hispanohablantes son, por supuesto, arbitrarias, pero también necesarias y de obligado cumplimiento para entendernos en la jungla del lenguaje. Por poner un ejemplo, son como las normas de tráfico, también  arbitrarias, necesarias y de obligado cumplimiento: sin embargo, nos saltamos ambas con alegría, a veces por desconocimiento y otras porque nos da la gana.
La ignorancia es siempre mala compañera y peor consejera, así que ―dejando las  normas de tráfico a alguien más experto en el asunto que yo― propongo este rápido repaso sobre el uso de la tilde (acento gráfico) para que cuando nos la saltemos o nos sobre sea por propia decisión y con conocimiento de causa.
En español tenemos palabras polisilábicas (de más de una sílaba) y monosilábicas (de una sola sílaba).
1. Las palabras polisilábicas pueden ser
·         Agudas, aquellas en las que la sílaba tónica es la última. Llevan tilde (acento gráfico) solo las terminadas en vocal y las consonantes  n y s, salvo cuando a la s le precede otra consonante:
calcetín, menú, anís, solar, Orleans, zigzags, tictacs, robots
Tampoco llevan tilde las palabras agudas terminadas en y, pues esta letra se considera consonante a efectos de acentuación:
guirigay, virrey, convoy, estoy, jersey
·         Llanas, aquellas palabras en las que la sílaba tónica es la penúltima. Llevan tilde todas las que no terminan en vocal ni en consonante n o s, salvo cuando a la s le precede otra consonante:
árbol, examen, sintaxis, libido, bíceps, volumen, caracteres, hábil, cómics
También se escribe tilde cuando terminan en y, pues esta letra, como hemos dicho, se considera consonante a efectos de acentuación:
póney, yóquey
·         Esdrújulas y sobreesdrújulas, aquellas palabras en las que la sílaba tónica es la antepenúltima o la anterior a esta, respectivamente. Todas, sin excepción, llevan tilde:
régimen, llévamelo, equívoco, paréntesis, mecánica, cómetelo
2. Las palabras monosilábicas no llevan nunca tilde como regla general
Sin embargo, hay una excepción: es obligado el uso de la tilde diacrítica (o diferenciadora) en los casos de dos monosílabos cuya escritura es igual pero distintos su significado y función. Son los siguientes:
·       Él (pronombre personal) y el (artículo)
Él vino a verme  / el vino estaba en la mesa
(el pronombre sustituye a un sustantivo; el artículo lo introduce)
·         Más (adverbio de cantidad) y mas (conjunción adversativa equivalente a pero)
No como más porque engordo / No como, mas engordo
·         (pronombre personal) y mi (adjetivo posesivo)
A mí no me gusta lo que dice mi hermana
Pensaron mal de mí, papá / Pensaron mal de mi papá
La nota musical mi se escribe sin tilde.
·         (pronombre personal) y tu (adjetivo posesivo)
Tu hijo sabe más que tú
Tú, Elena, trae tu cartera
·         (nombre común) y te (pronombre personal)
Quiero un té con galletitas / Te quiero, galletita mía
·         (imperativo de ser y presente de indicativo de saber) y se (pronombre personal)
Sé más limpio, Jorge / Jorge se limpió la boca
No sé nada de eso / Aquí no se nada porque es peligroso
·         (pronombre reflexivo y adverbio de afirmación) y si (conjunción condicional e introductoria de oraciones interrogativas indirectas)
Eso sí lo sé / Si lo sé, no vengo
¡Si será idiota! / Sí, será idiota, pero tiene un buen coche
Lo alejó de sí con un manotazo
Volvió en sí
No sé si vendrá tarde
Me preguntaron si iba a casarme
La nota musical si no se escribe con tilde
·         Qué (pronombre, adjetivo o adverbio interrogativo o exclamativo) y que (pronombre relativo y conjunción coordinante o subordinante)
Ignoro qué pasará después / Ignoro lo que pasará después
¡Qué baile tan divertido! ¡Que baile Cecilia!
No tengo qué estudiar / No tengo nada que estudiar
¿Qué pasó ayer? /Nadie me contó lo que pasó ayer
Se rebelaron los médicos, que no nos enfermos
¡Que te calles, he dicho que te calles!
3. Diptongos, triptongos e hiatos
·         Se considera diptongo a efectos de la acentuación gráfica la secuencia de vocal abierta (a, e, o) seguida o precedida de vocal átona cerrada (i, u):
peine, raudo, pleura, piojo, puerta, cuota, viaje, amáis, huevo, huésped, suave
·         O la secuencia de dos vocales cerradas distintas:
 huida, ciudad, jesuítico, veintiún, diurno, viuda, ruido
·         Para la colocación de la tilde, todos los diptongos siguen las reglas generales según formen palabras agudas, llanas o esdrújulas:
vio (no lleva tilde por ser monosílaba); bonsái (lleva tilde por ser aguda terminada en vocal; huésped (lleva tilde por ser llana terminada en consonante distinta de n o s); superfluo, cuentan, viernes (las tres sin tilde por ser llanas terminadas en vocal, n  y s, respectivamente).
·         En los diptongos formados por una vocal abierta tónica y una átona cerrada, o viceversa, la tilde se coloca siempre sobre la vocal abierta:
adiós, después, soñéis, inició, náutico, murciélago, Cáucaso
·         En los diptongos formados por dos vocales cerradas, la tilde se coloca siempre sobre la segunda vocal:
acuífero, casuística, demiúrgico, interviú
·         Constituye un triptongo cualquier grupo de tres vocales formado por una vocal abierta (a, e, o) situada entre dos vocales cerradas (i, u), siempre que ninguna de las vocales cerradas sea tónica:
buey, averiguáis, Paraguay, confiáis, guau, limpiáis, acuciéis
Las palabras con triptongos siguen las reglas generales de acentuación para la colocación de la tilde:
continuéis y despreciáis (llevan tilde por ser agudas terminada en s); Uruguay (no lleva tilde por ser aguda terminada en consonante distinta de n o s).
·         Se consideran hiatos las combinaciones de dos vocales que pertenecen a sílabas diferentes. Pueden ser dos vocales abiertas: caos (llana terminada en s), león (aguda acabada en n), caoba (llana acabada en vocal), paella (llana acabada en vocal). Como se aprecia, siguen en cuanto a la colocación de la tilde las reglas generales de acentuación.
·         Cuando la combinación es de vocal abierta más vocal cerrada o viceversa, existen dos posibilidades: si el elemento tónico es la vocal abierta, la tilde se coloca siguiendo las reglas generales. Así, cruel (aguda terminada en consonante distinta de n o s), hiato (llana terminada en vocal), guiamos (llana terminada en s). Si el elemento tónico es la vocal cerrada, se marca siempre el hiato con el empleo de la tilde: baúl, transeúnte, acentúo, ahí, vahído (la h, como no representa ningún sonido, no cuenta para la acentuación), país, heroína, armonía, grúa. No se siguen las reglas generales, repetimos: todo hiato cuyo elemento tónico sea la vocal cerrada debe marcarse siempre con tilde.
También forman hiato dos vocales iguales pertenecientes a distintas sílabas: poseer (aguda terminada en consonante distinta de n y s), proveer (aguda terminada en consonante distinta de n y s), chiita (llana terminada en vocal). Siguen para la acentuación las reglas generales.
4. Pronombres, adjetivos y adverbios interrogativos o exclamativos (¿qué?, ¿quién, quiénes? ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿cuánto-a, -os, -as?, ¿dónde?)
·         Siempre son tónicos y llevan tilde para diferenciarlos de otros de igual escritura que son átonos:
¿Qué comes?, dime qué comes,  no sé qué comes, pero sé lo que comes
¿Quién vino?, dime quiénes vinieron, no sé quién vino, pero quienes vinieron lo vieron
¿Cómo lo sabes?, no sé cómo lo sabes, pero así es como lo sabes
¿Cuándo vendrá?, no sé cuándo vendrá, dime cuándo vendrá, pero lo sabremos cuando venga
¿Cuánto cuesta?, no sé cuántas son, dime cuántos vendrán, pero vinieron cuantos quisieron
¿Dónde están las llaves?, dime dónde están las llaves, no sé dónde están las llaves, pero las llaves están donde las puse
5. Las formas aun y aún
·         Aun es monosilábica y átona. No lleva tilde nunca. Equivale a aunque, incluso  o siquiera:
Aun cuando se disculpe, no lo perdonaré
No llegó a tiempo nadie, ni aun los anfitriones
·         Aún es bisílaba y tónica. Lleva tilde para marcar el hiato y porque es palabra aguda terminada en n. Suele ser adverbio de tiempo equivalente a todavía:
Aún no han llegado
No sé aún si trabajaré mañana
6. Palabras compuestas
·         El primer componente, tónico cuando es palabra independiente, se hace átono, por lo que solo cuenta para la colocación de la tilde el segundo componente:
décimo y séptimo pero decimoséptimo
vigésimo y primero pero vigesimoprimero
tío y vivo pero tiovivo
sábelo y todo pero sabelotodo
así y mismo pero asimismo
·         Cuando la palabra está compuesta por una forma verbal más un pronombre enclítico (pronombre personal unido al verbo precedente), se siguen las normas de acentuación generales:
 mírame, déselo, dilo, estate, suponlo, léela, oídme, salíos, deles
·         En las palabras compuestas que llevan guion, cada uno de sus componentes se rige por las reglas generales:
teórico-práctico, ascético-místico, germano-soviético, histórico-artístico
·         Los adverbios terminados en -mente llevan tilde si el primer componente (con frecuencia un adjetivo femenino terminado en -a) la lleva por sí solo:
fácilmente, comúnmente, estrictamente, heroicamente, solamente, hipócritamente, audazmente
7. Palabras y expresiones latinas
·         Las utilizadas comúnmente en español se someten a las reglas generales de acentuación: tedeum (aguda terminada en consonante que no es n ni s), a priori (llana terminada en vocal), cuórum (llana terminada en consonante distinta de n y s), per cápita (monosilábica y esdrújula, respectivamente).
·         Las utilizadas en el nombre científico de animales y plantas (especie, género, familia, etc.) se escriben siempre sin tilde por ser una nomenclatura de uso internacional: Homo habilis, Rana sphenocephala, Quercus ilex.
8. Palabras y expresiones extranjeras adaptadas
·         Las que ya están incorporadas al español con escritura y pronunciación adaptadas siguen las reglas generales de acentuación:
béisbol, fútbol, bidé, interviú, córner, penalti, estándar, esnob, hábitat
·         Las transcripciones de palabras procedentes de lenguas que utilizan alfabetos no latinos, incluidos los nombres propios, se consideran adaptaciones y, por tanto, deben seguir las reglas generales de acentuación:
Tolstói, Taiwán, Jeops, Jefrén, Mao Zedong
9. Acentuación de letras mayúsculas
·         Sean iniciales o integradas en una palabra escrita entera en mayúsculas, deben llevar tilde si les corresponde según las reglas generales de acentuación:
Ángel; PROHIBIDO PISAR EL CÉSPED
·         No llevan tilde las mayúsculas que forman parte de una sigla:
CIA, OCDE, FAO, ISO
10. Novedades introducidas en la edición de 2010 de la Ortografía de la RAE  
·         Se suprime la tilde a un grupo limitado de palabras que tradicionalmente se habían escrito con ella porque buena parte de los hispanohablantes las pronunciaban como bisilábicas (además de ser agudas terminadas en n, s o vocal). Ahora pasan a considerarse monosilábicas a efectos de acentuación gráfica y, por tanto, se suprime la tilde diacrítica. Se trata de formas verbales como crie, crio (pronunciadas [krié], [krió]), criais, crieis, del verbo criar; fie, fio (pronunciadas [fié], [fió]), fiais, fieis, del verbo fiar; flui, fluis (del verbo fluir); frio (pronunciación [frió]), friais, del verbo freír; frui, fruis (del verbo fruir); guie, guio (pronunciación [gié], [gió]), guiais, guieis, del verbo guiar; hui, huis (del verbo huir); lie, lio (pronunciación [lié], [lió]), liais, lieis, del verbo liar; pie, pio (pronunciación [pié], [pió]), piais, pieis, del verbo piar; rio (pronunciación [rió]), riais, del verbo reír; y sustantivos como guion, ion, muon, pion, prion, ruan y truhan, así como ciertos nombres propios, como Ruan y Sion.
·         Supresión de la tilde diacrítica en el adverbio solo (equivalente a solamente). Ahora adjetivo y adverbio se escriben sin tilde.
Comí solo en casa (adjetivo)
Comí solo lentejas (adverbio)
·         Supresión de la tilde diacrítica en los pronombres demostrativos este, esta, ese, esa,  y aquel, aquella. Su uso solo estaba recomendado para evitar anfibologías (confusiones), pero se había generalizado por costumbre. De este modo, al no emplearlo nunca, desaparecerán errores como el uso de tilde cuando el demostrativo es adjetivo y no pronombre:
Estos últimos que han llegado (adjetivo que acompaña a un nombre)
El niño ese es más pequeño (adjetivo pospuesto al nombre que acompaña)
A modo de recordatorio
·         No se escribirán nunca con tilde los verbos monosilábicos: fue, fui, vio, dio, di, vi, rio
·         No se escribirá nunca con tilde el pronombre personal ti
·         No se escribirán nunca con tilde las palabras guion y truhan
·         No se escribirán nunca con tilde las palabras terminadas en -uito, -uido (ni sus femeninos y plurales), -uista (ni sus plurales), -uible (ni sus femeninos y plurales): circuito, jesuita, construido, altruista, atribuible, constituible

La lengua destrabada
Si te interesan los asuntos de lengua y escritura, te invito a leer La lengua destrabada. Manual de escritura, publicado por Marcial Pons (Madrid, 2017). Clica en este enlace para entrar en la página de la editorial, donde encontrarás la presentación del libro y este pdf, que recoge las páginas preliminares, el índice y la introducción completa.