es mi casa.
Propiedad
de la palabra.
Blas de Otero
En esencia, todas
las novelas, buenas o malas, tratan de lo mismo: de la realidad contemplada a
través del espejo de la imaginación. Y
de la imaginación de cada escritor, que
manipula lo que percibe y lo que guarda en su memoria, depende lo que es capaz
de crear. Pero también depende de su preparación intelectual, de sus
conocimientos literarios y de su formación lingüística. Y, sobre todo, de su
propia exigencia.
Cuando
terminamos de leer una novela, la mayoría de los lectores nos hemos creado una
opinión al respecto que nos sirve para recomendarla o no a otros.
Pero ¿existen criterios objetivos, más allá del gusto, para determinar su
calidad? Algunos hay, por supuesto, y no hay más que reflexionar sobre nuestras
propias impresiones de lectura para descubrirlos.En líneas generales, una buena novela debe contar algo interesante que aumente de algún modo nuestro conocimiento, debe suscitar emociones y debe entretenernos:
1.
Contará
algo interesante si tiene un argumento original y comprensible que se
desarrolla sin lagunas ni incongruencias. Si los personajes son creíbles, no se ciñen a estereotipos y evolucionan a
medida que avanza el relato.
2.
Suscitará
emociones si está escrita en una prosa cuidada con riqueza de vocabulario y sin
errores gramaticales, sintácticos ni ortotipográficos. Si es capaz de sacar
partido a los recursos lingüísticos y las figuras retóricas para crear belleza
en un estilo propio.
3.
Entretendrá
si consigue que la narración no pierda ritmo. Si se van creando expectativas
que animen a continuar leyendo. Si existe un equilibrio entre las partes narrativas
o descriptivas y los diálogos. Si no se adivina el desenlace mucho antes de que
ocurra.
De las
muchísimas novelas buenas que cumplen con creces estos criterios y cuya lectura
siempre es agradable, sobresale un grupo más reducido que cabría denominar las excepcionales.
Son esas novelas que transcienden épocas
y países, esas novelas que dejan una huella imborrable en quien se sumerge en
sus páginas. Y son también las novelas cuya lectura es indispensable para los
escritores, porque a escribir se aprende, antes de nada, leyendo.
Por necesidad, todo
escritor ha sido y sigue siendo un gran lector. Los libros son la savia de la
que se nutre y la base de su creación. Y lo que lee, de forma consciente o
inconsciente, influye en lo que escribe. Motivo añadido para elegir lecturas
excepcionales.
De las muchas
lecturas que considero imprescindibles, escojo hoy La saga/fuga de J.B. de Gonzalo Torrente Ballester y El lugar sin límites de José Donoso.
Torrente Ballester alcanzó gran fama en España en la década de 1980 por la
versión televisiva de su trilogía más conocida, Los gozos y las sombras; por su parte, José Donoso es más reconocido
por El obsceno pájaro de la noche, novela incluida por Harold Bloom en su sesgado libro El canon occidental.
La saga/fuga de J.B. narra la
historia de una ciudad imaginaria, Castroforte del Baralla, cuya característica
más destacada es la capacidad que tiene de levitar cuando todos sus habitantes
se ensimisman por un mismo asunto. El argumento es complejo y muestra un
completo entramado de relaciones humanas, a la vez que el autor aprovecha para
expresar su punto de vista sobre la creación literaria. El personaje que da
nombre a la novela, José Bastida, es un profesor de gramática de la ciudad al
que asocian con una leyenda popular debido
a las iniciales de su nombre, lo que desata una serie de tramas secundarias.
Tres elementos destacados de esta novela
son la fantasía, la ironía y el sentido del humor, que ya aparecen compendiados
en las citas con las que abre para que nadie se lleve a error al iniciar la
lectura: «Rostros que sueñan pasmos en la niebla», Germán Bleiberg; «Una sesión
de circo se iniciaba en la constelación decimoctava», Gerardo Diego; y «Tin
morín de dos pingüés, cúcara mácara chíchara fue». Popular.
El lugar sin límites es una novela
corta que narra la vida de un burdel regentado por una travesti vieja, la Manuela,
junto a su hija la Japonesita en un pueblo olvidado de Chile. Como la mayoría
de la obra de Donoso, es una novela de interiores, tanto humanos como físicos,
que muestra su predilección por los perdedores y por quienes parecen resignarse
ante su suerte adversa. El prostíbulo es una especie de infierno pueblerino, un
cosmos cerrado donde casi nada es lo que parece a primera vista y donde se mezclan con las
pasiones eróticas despiadados juegos de poder y de identidad que sirven para
revelar la dualidad de la condición humana. Sus personajes ambiguos, llenos de
matices, podrían considerarse arquetípicos, la semilla para muchos otros. La
cita con que abre el libro también da pistas sobre lo que nos vamos a
encontrar: «El infierno no tiene límites, ni queda circunscrito a un solo
lugar, porque el infierno es aquí donde estamos, y aquí donde es el infierno
tenemos que permanecer». Marlowe, Doctor
Fausto.
La
primera novela tiene un argumento de estructura compleja y casi 600 páginas; la
segunda es mucho más corta, no llega a las 200 páginas, y su argumento es de estructura
más simple. Pero en el resultado final ambas son excepcionales, porque la
complejidad argumental no es un criterio universal para determinar la calidad. Tampoco
es un criterio universal la extensión, por más que parezca estar de moda
escribir volúmenes de cientos y cientos de páginas. Dicen las malas lenguas que
es debido a lo fácil que resulta producir y corregir desde que los ordenadores
desplazaron a la pluma y la máquina de escribir.
Escritores
consagrados y editores luchan contra esta prolífica tendencia y llaman a la
mesura: murder your darlings!, recomiendan los anglosajones,
utilizando una expresión atribuida a sir Arthur Quiller-Couch, Fitzgerald, Faulkner,
Nabokov o incluso Stephen King, según los casos. Quieren decir que nada es
intocable, y mucho menos las partes de nuestros textos que consideramos mejores
por exceso de apego: murder your darlings!,
que yo traduciría libre y castizamente por ¡fuera paja!
Creo
sinceramente que es el mejor consejo que se puede dar y el más difícil de
recibir y, sobre todo, de seguir. Una vez terminada nuestra novela, después de
haberla dejado reposar y haber corregido la mayoría de las imperfecciones que
se nos habían pasado por alto, ¿cómo vamos a ser capaces de cortar esas largas
descripciones, esas páginas llenas de erudición que tanto nos ha costado
hilvanar?, ¿cómo vamos a condenar a la desaparición a esos personajes secundarios
cuyas vicisitudes nos empeñamos en relatar hasta el final?, ¿cómo vamos a
ahorrar a nuestros lectores saber que Fulanito era alto, delgado y varonil, o Menganita,
hermosa, esbelta y elegante?
Sin
embargo, es necesario: ¡fuera paja! Fuera todo lo que no te gustaría leer en
una obra ajena; todos los lugares comunes; todas las frases trilladas; todos
los adjetivos manidos; todos los estereotipos; todos los juicios de valor maniqueos
en boca del narrador omnisciente; todos los diálogos sobre trivialidades; toda
la violencia innecesaria; todo el sexo insulso. Fuera también las notas que
nada aportan y los glosarios triviales; fuera, en definitiva, todo lo superfluo
que entorpece la lectura y aburre o aleja al lector.
Escribir,
releer, reescribir, no darse por vencido, ser exigente: este es el único modo
de conseguir producir una buena novela. Sin embargo, la crítica nunca será
unánime y cada cual llegará a un público más o menos amplio. Sirva como muestra
curiosa la opinión que escribió el censor acerca de La saga/fuga de J.B. antes de su publicación:
De todos los
disparates que el lector que suscribe ha leído en este mundo, éste es el peor.
Totalmente imposible de entender, la acción pasa en un pueblo imaginario,
Castroforte del Baralla, donde hay lampreas, un Cuerpo Santo que apareció en el
agua, y una serie de locos que dicen muchos disparates. De cuando en cuando,
alguna cosa sexual, casi siempre tan disparatada como el resto, y alguna
palabrota para seguir la actual corriente literaria. Este libro no merece ni la
denegación ni la aprobación. La denegación no encontraría justificación, y la
aprobación sería demasiado honor para tanto cretinismo e insensatez. Se propone
se aplique el SILENCIO ADMINISTRATIVO. (Miscelánea.Expedientes de censura)
La lengua destrabada
Si te interesan los asuntos de lengua y escritura, te invito a leer La lengua destrabada. Manual de escritura, publicado por Marcial Pons (Madrid, 2017). Clica en este enlace para entrar en la página de la editorial, donde encontrarás la presentación del libro y este pdf, que recoge las páginas preliminares, el índice y la introducción completa.
Exctraordinario y clarificativo post. Enhorabuena; aunque no coincidimos en nuestras lecturas sí oteamos el mismo horizonte novelístico.
ResponderEliminarRafael
Supongo que en alguna lectura sí coincidiremos, Rafael. Hay tantas novelas buenas que leer que nos faltará vida para abarcarlas todas. Y cada cual hace lo que puede. Un saludo.
EliminarMujer, claro que coincidiremos en alguna... ¡Faltaría más!
EliminarY, sí, no hay vida suficiente para leer tantas novelas y vivir la propia.
Saludos noctívagos.
R.
Excelente artículo, Carmen, sin duda. Y, por propia experiencia, puedo asegurar que tienes muchísima razón al menos en una cosa: ¡cómo cuesta quitar la paja! Para eso, lo mejor es dejar que pase el tiempo suficiente para que se te olvide lo que amas a ese personaje al que, sin remedio, tienes que rebajar de categoría para devolverle a su lugar, que quizás nunca debió abandonar. Es difícil, es amargo pero cuando lo logras, ¡todo encaja!
ResponderEliminarUn abrazo.
Es difícil alcanzar la distancia necesaria con lo que escribimos para poder corregir con cierta objetividad. Por eso tener otros ojos expertos siempre viene bien. Es lo que más echo de menos como escritora independiente. Un abrazo.
EliminarMuchas gracias Carmen por tus consejos.
ResponderEliminarGracias a ti, Manuela, por dedicar tu tiempo a leerme.
EliminarMuy bueno el artículo :-)
ResponderEliminarGracias, Gissel.
EliminarEstoy de acuerdo, Carmen; hay que quitar la paja. Para mí un buen escritor es el que es capaz de transmitir la mayor cantidad de cosas con el mínimo de palabras. Pero también me he encontrado con novelas que hubiera preferido que fueran más largas porque me parece que el autor no ahonda lo suficiente en los temas que toca. En el último año he leído alguna de apenas ochenta o noventa páginas que más que una novela me ha parecido un boceto de novela, y he pensado que habría sido más buena si hubiera contenido al menos doscientas páginas. A veces, si te pasas matando a tus queridos, te quedas con una obra pelada.
ResponderEliminarGracias por otro excelente artículo. Un abrazo.
De acuerdo con tu plateamiento, tocaya. Tan malo es el exceso como el defecto. Pero desde luego lo que hay que podar de todo escrito es lo que suene a trillado.
ResponderEliminarUn abrazo también para ti.
Muy bueno tu artículo.
ResponderEliminarY de paso, planteo una cuestión: Cuando alguien lee tu novela y te dice... "me ha encantado, pero me quedé con ganas de seguir leyendo", ¿significa que el desenlace podía haberse alargado más? ¿Puede llegar a resultar "pobre" e incluso desilusionar al lector en el ultimo instante?
En mi caso, siempre temo ese momento del final, a ser excesivamente breve. Te sugiero este tema para otro de tus buenísimos artículos.
Un abrazo!
Yo creo que ese «me quedé con ganas de seguir leyendo» es señal de que la novela ha interesado, pero no siempre significa que debería ser más larga. Aunque a veces es cierto que algunas novelas tienen finales precipitados, como si el escritor estuviera deseando quitarse de enmedio. Es algo que hay que valorar en la revisión final antes de publicar, una vez que se ha dejado pasar un tiempo prudencial para poner distancia.
EliminarPero sigo pensando que, en general, que te digan que se quedaron con ganas de leer más es un piropo y no un fallo de la novela.
Sylvia yo como lectora te puedo decir que cuando alguien te dice "me quedo con ganas de seguir leyendo" o "me ha sabido a poco", es sobre todo un piropo. Porque cuando algo te sabe a poco es porque te está gustando mucho. Un saludo Sylvia.
EliminarMuy bueno el artículo y totalmente de acuerdo contigo Carmen.
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