La duda
es uno de los nombres de la inteligencia.
Jorge
Luis Borges
Un texto
nunca queda perfecto a la primera. Es algo que saben bien quienes tienen
experiencia en la escritura. Por eso, es fundamental dedicar esfuerzo y tiempo
adicionales a la revisión antes de hacer pública nuestra entrada en un blog,
nuestra reseña, nuestro cuento, nuestro trabajo de investigación o nuestra
novela. Todo escrito, prescindiendo del objetivo que persiga, necesita una
corrección minuciosa para evitar errores ortográficos y sintácticos, así como
para mejorar la redacción. Una vez que se adquiere práctica, es igual de fácil
escribir con claridad que de manera confusa. Depende del empeño personal.
Ahora
bien, para corregir con eficacia debemos tomar distancia de lo que hemos
escrito, olvidarnos de que somos los autores y contemplarlo con mirada ajena,
despiadada. Y nada mejor para lograr esta perspectiva que dejar pasar un
tiempo, más o menos prolongado según la extensión del texto.
Pero
antes de ese distanciamiento necesario, habremos utilizado la herramienta de
corrección que ofrecen los procesadores de texto. El corrector ortográfico de
Word, por ejemplo, es fundamental para aligerar el trabajo, pues aunque es
cierto que tiene fallos y no siempre es de fiar porque no ofrece la solución
acertada, existe la posibilidad de mejorarlo para amoldarlo a nuestras
necesidades. Por ejemplo, descubrí que no discriminaba entre elige y elije, ni entre huida y huída, así que añadí en Opciones
(opciones de autocorrección) el cambio automático a las dos formas correctas, elige y huida, cuando me confundiera en la escritura. Del mismo modo, se
puede agregar la corrección automática de los errores más habituales que
solamos cometer, así como las novedades en acentuación de la RAE. Es importante
que nos aseguremos de incluir todas aquellas palabras con las que tengamos
problemas particulares.
Una
correctora o editora experta revisa en la misma lectura los aspectos
ortotipográficos, morfológicos, sintácticos y estilísticos de un texto, así
como el aparato crítico formado por las notas y la bibliografía en caso de que
lo haya, realizando los cambios pertinentes. Repasemos las cuestiones
primordiales a las que presta atención dentro de cada uno de los diferentes planos.
Ortotipografía
·
Uso de mayúscula inicial para los
nombres propios, y lo son, entre otros, las marcas de coches, los nombres de
establecimientos, las calles o plazas, pero no los días de la semana, los
nombres de los meses, las estaciones del año ni los puntos cardinales. Tampoco
se escriben con mayúscula inicial las preposiciones y conjunciones que formen
parte de un nombre propio. Los títulos de libros se escriben con mayúscula
inicial la primera palabra y el resto en minúsculas; los de revistas y
periódicos, con mayúscula inicial cada uno de sus componentes, menos
preposiciones y conjunciones: La historia
escrita en el cielo (novela); La
Vanguardia; El Heraldo de Aragón (periódicos).
·
Uso de la letra cursiva para los
títulos de libros, revistas, periódicos, películas y obras de arte; los nombres
de barcos, aviones y animales; las locuciones latinas que no están
castellanizadas; las palabras escritas en otras lenguas que no están
castellanizadas; o los apodos cuando acompañan al nombre propio.
·
Uso de las comillas en títulos de artículos o
conferencias; en citas textuales y en los diálogos (comillas de seguir, cuando
hay un punto y aparte). Recuérdese que siempre que se abren comillas deben
cerrarse, menos en el caso de las comillas de seguir. Asimismo, tras las
comillas debe colocarse la puntuación que corresponda. Se ha de prestar una
atención especial a no mezclar el estilo directo y el indirecto cuando se
utilizan comillas en una cita. Si es textual, debe emplearse el estilo directo
y comillas: «Yo estuve ahí», dijo el
testigo, pero nunca: El testigo dijo
que «yo estuve allí». Al emplear el que
es estilo indirecto y sería el
testigo dijo que él estuvo allí o bien el
testigo dijo que él «estuvo allí».
·
Uso de la raya o guion largo (—) en los diálogos en discurso directo o en los incisos dentro de un
texto. Recuérdese que es un signo distinto al guion o símbolo menos (-) empleado
para unir dos palabras que siguen manteniendo su identidad separada: tratado
franco-alemán. Si se suprime el guion, el significado es conjunto: comunidad francoalemana.
·
Uso de los paréntesis: Recuérdese que
siempre que abren han de cerrar; que cuando sea preciso abrir nuevos paréntesis
dentro de otros se utilizan los corchetes y que la puntuación que corresponda
se coloca siempre detrás del paréntesis de cierre, menos en el caso del punto y
seguido cuando el texto entre paréntesis es independiente. Ejemplo: Los
alienígenas llegaron a España (país de la Unión Europea [poco unida] cercano a
África), pero no quedaban habitantes. (Extracto de «Crónicas inconexas»,
manuscrito que nunca se publicará).
·
Puntuación: Recuérdese que nunca se escribe coma (,) entre el
sujeto y el verbo ni entre el verbo y sus complementos si siguen un orden
lógico. ¿Demasiadas comas en el texto? En caso de duda, siempre es mejor
suprimirlas. ¿No se emplea el punto y coma? ¿Y los dos puntos? Probablemente
algunas de las comas deban sustituirse por estos signos de puntuación. ¿Es
adecuado el empleo de los puntos suspensivos? Recuérdese que siempre son tres y
que son incompatibles con el punto, sea seguido o aparte.
·
Mancha de la página: ¿Escribimos sin
puntos y aparte, y queda el texto muy cerrado o, por el contrario, abusamos de
ese signo y queda el texto muy abierto? Busquemos qué párrafos unir y cuáles
separar para facilitar la lectura y su comprensión. Por lo general, la página
de un libro suele incluir como mínimo dos o tres párrafos, pero no es una norma
rígida: hay que usar el sentido común.
·
Acentuación: Hemos pasado el corrector del procesador de
textos, pero recordemos que no siempre es fiable. No lo es, en especial, con
palabras homónimas como aún con tilde,
equivalente a todavía, y aun sin tilde, equivalente a incluso. Ni en el caso de qué y que. El primero es un pronombre interrogativo o exclamativo, pero
no siempre se puede distinguir por llevar los signos de exclamación o
interrogación: ¿Qué quieres?, pero
también dime qué quieres. ¿Qué me pongo?,
pero también no sé qué ponerme. Además,
aunque que aparezca escrito entre signos
de interrogación o admiración, no siempre es pronombre interrogativo o
admirativo: ¡Qué buen día hace!, pero
¡que llega el verano! o ¡que llegue el verano! O también: ¿Qué quieres que te diga?, pero ¿que yo diga eso? Adviértase que el
verbo que introduce la conjunción que sin
tilde suele ir en subjuntivo y que siempre hay una palabra o verbo principal
implícitos (cuidado, que llega el verano;
deseo que llegue el verano o ¿quieres
que yo diga eso?, por ejemplo).
Otras palabras que requieren vigilancia especial son
porque (causal); por qué (interrogativo o
exclamativo) y por que (final o la
unión de la preposición por con el
relativo que), así como los adverbios dónde,
donde, adónde, adonde y a donde. Recuérdese
que adónde, adonde y a donde solo se emplean con verbos de
movimiento, así como que dónde y adónde son interrogativos o
exclamativos. También precisan un cuidado particular para diferenciarlos quién, quien (y sus plurales); cómo, como; cuándo, cuando; cuánto, cuanto (y
sus respectivos masculinos, femeninos y plurales). En todos los casos llevan
tilde siempre que son interrogativos o exclamativos: no sé cómo llegó; llegó como pudo. Dime cuándo llegas; llegó cuando nos
habíamos ido. ¡Cuánto tiempo sin verte! Aguanta cuanto puedas.
Nótese que las mayúsculas se escriben con tilde
cuando les corresponde según las reglas generales y que la conjunción o no se acentúa ya cuando se escribe
entre cifras.
Si se sigue utilizando la tilde en los pronombres demostrativos
a pesar de la recomendación de las Academias de la Lengua, téngase en cuenta
que este, ese y aquel (más sus femeninos y plurales) son adjetivos y no pronombres
cuando se colocan pospuestos al nombre y no en su lugar: la niña esa (y nunca la niña ésa);
la esquina aquella (y nunca la esquina aquélla). La tilde en
estos casos es una falta de ortografía. Para evitar esta confusión y muchas
otras semejantes, lo mejor es simplificar y prescindir de la tilde en todos los
casos.
Fijemos nuestra atención, por último, en los
monosílabos que se escriben con tilde para diferenciarlos de sus homónimos, por
ejemplo, más y mas; él y el; mí y mi; tú y tu; té
y te; sé y se; sí
y si.
·
Escritura de cifras y números: Aunque en la
mayoría de los casos se prefieren los números a las letras, hay excepciones que
deben tenerse en cuenta. Por ejemplo, se escriben con letras los números
cardinales que indican espacio de tiempo, edad y duración o los números
cardinales dígitos: ochenta años; dos
horas; nueve relojes.
Ha de prestarse una vigilancia especial al uso
erróneo de los numerales partitivos como ordinales: decimoquinto día de huelga y no quinceavo
día de huelga. Sin embargo, hay casos en que el número ordinal y el partitivo
coinciden: cuarto, quinto, sexto,
séptimo, octavo, noveno y décimo. Pero undécimo
y onceava parte, etc.
·
Jerarquización y sistematización de las
divisiones dentro del texto mediante la utilización de la tipografía (letras
versales, versalitas, cursivas, etc.) y la numeración. El criterio empleado ha
de ser uniforme a lo largo de todo el texto.
Cuanto más simple sea la estructura, más sencilla
resultará de comprender. Y casi siempre lo que parece más sencillo es resultado
de un minucioso trabajo de reflexión.
·
Notas y bibliografía: El empleo de
notas, ya sean a pie de página o al final del texto, ha de estar fundamentado.
Es irritante para el lector interrumpir la lectura y ser dirigido a una
información que bien podría haber sido incorporada en el texto o que resulta
intrascendente. Ahora bien, cuando se citan palabras textuales de otra persona,
hay que entrecomillar e indicar la procedencia exacta. En las notas, se escribe
el nombre y los apellidos del autor, el título de la obra, el lugar de edición,
la editorial, el año de edición y las páginas donde aparece la cita.
Existen varios modos de elaborar una bibliografía.
El más extendido en el ámbito hispanohablante es la enumeración alfabetizada
por apellidos y nombre del autor, título de la obra, lugar de edición,
editorial y año. Cuando un autor tiene varias obras, se pueden ordenar por el
año de edición o alfabéticamente por el título:
Martínez Gimeno, Carmen (ed.), Historia general de la emigración española a Iberoamérica, 2 vols.,
Madrid, Historia 16, 1992.
—, El ala
robada, Zaragoza, Edelvives, 2000.
—, Viruta, Zaragoza, Edelvives, 2004, 2ª reimp., 2011.
—, «Corazón de manzana», en Cuentos con corazón, Madrid, Ediciones B, 2005.
Morfología y sintaxis
·
Concordancia de número entre sujeto y verbo; de género, entre el
sujeto, su artículo y sus adjetivos. Debe prestarse atención particular al uso
de los artículos contractos (del; al)
y a los artículos el y un ante palabras femeninas que comienzan
por a o ha tónica: el alma, un alma,
ningún alma, pero esta alma, toda
alma.
Los nombres propios de ciudades se consideran de
género masculino cuando terminan en –o como Bilbao o Toledo; femeninos cuando
terminan en –a como Salamanca o
Soria. Los de las restantes terminaciones se consideran masculinos: Teruel, Cáceres. Los artículos y adjetivos que
los acompañen concordarán según dichos géneros: el Toledo judío; el Madrid antiguo; la lejana Soria.
·
Régimen de los verbos: fiarse de, pero confiar en; advertir que cuando es notar u ordenar, pero advertir de que cuando es avisar; debe cuando es obligación, pero debe de cuando es posibilidad, etc. Se
debe evitar el queísmo y el dequeísmo, así como verificar si se trata de verbos
transitivos o intransitivos para corregir los posibles loísmos, laísmos y
leísmos.
Se limitará también el uso de los verbos muy
polisémicos como hacer, haber, tener,
ser, cambiándolo por otros de significado más preciso.
·
Uso del gerundio, evitando sobre todo el
gerundio de posterioridad y el gerundio con valor de adjetivo especificativo.
·
Uso impersonal de los verbos haber y hacer: siempre en tercera persona del singular: hubo muchos incendios; hace 40 grados a la sombra.
·
Uso de la voz pasiva. En español no es
tan habitual como en otras lenguas, y su empleo abusivo suele ser una mala
traducción del inglés. Casi siempre resulta mejor cambiar la pasiva por la
pasiva refleja con se o la forma
impersonal: fue acordado hacer huelga, mejor,
acordaron hacer huelga o se acordó hacer huelga.
·
Uso de estar siendo más
participio. Es un calco del inglés que ha llegado para
quedarse. Se debe emplear cuando sea la mejor opción: Me di cuenta de que estaba siendo observada o me di cuenta de que me estaban observando. La huelga está siendo
decidida en la reunión o la huelga se
está decidiendo en la reunión.
·
Oraciones de relativo: Nunca se debe
omitir la preposición que corresponda delante del que en los complementos circunstanciales, de régimen, indirecto o
directo de persona. Asimismo, se deben corregir los casos de quesuismo.
·
Uso de sino y si no. La primera es
una conjunción adversativa que contrapone un concepto a otro: no está muerta, sino dormida. También es
conjunción adversativa en oraciones negativas donde sino tiene el significado de más
que: No hace sino llorar. Escrito por separado, si no introduce una oración condicional: si no sales, no verás el sol.
La regla nemotécnica para evitar confusiones es que
siempre se escribe si no separado
cuando es posible intercalar una palabra entremedias: si (tú) no sales, no verás el sol.
El sustantivo sino
(destino) también se escribe junto: Don
Álvaro o la fuerza del sino.
·
Uso redundante de los pronombres:
A veces, por analogía con las construcciones en las
que es preciso repetir el mismo pronombre para evitar la ambigüedad (se lo conté a él, a ella, a ellos, a
ustedes, etc.), se ha extendido el empleo de le, les a oraciones en las
que no es necesario: escribo para
comunicarles a los amigos que llego mañana. Aún peor es su uso en
singular con un complemento plural: No le
tenía miedo a los terremotos.
·
Abuso de los posesivos: En español se
emplean menos los posesivos que en francés, inglés o alemán. Frases como he olvidado mi bolso en mi casa o sacó su billetera de su bolsillo nos
suenan redundantes. El buen castellano prefiere he olvidado el bolso en casa o sacó
la billetera del bolsillo. O incluso el uso del dativo de los pronombres
personales y reflexivos: me he olvidado
el bolso en casa o se sacó la
billetera del bolsillo. Un traductor inexperto escribiría sus ojos se llenaron de lágrimas en
lugar de los ojos se le llenaron de lágrimas.
Y lo que es mucho peor, repetiría el ambiguo su español en oraciones como puso
sus manos sobre su rostro (¿las
manos de quién; la cara de quién?) en lugar de puso las manos sobre el rostro de él (o ella) o se puso las manos sobre el rostro.
·
Adverbios. No debe pasarse por alto el uso de adverbios de
lugar con adjetivos posesivos pospuestos, error cada vez más extendido: delante de mí y nunca delante mío; encima de él y nunca
encima suyo. Recuérdese la
regla nemotécnica: solo se puede escribir un posesivo detrás si también se
admite delante: a mi lado y al lado mío (porque lado es sustantivo y no adverbio), pero no en su encima ni encima
suyo.
Debe remediarse el uso reiterado de adverbios en –mente; cuando sea necesario escribir
dos seguidos, solo se emplea la terminación –mente
en el último: suave y silenciosamente.
Es sencillo cambiar los adverbios en –mente
por los adjetivos o los sustantivos con preposición correspondientes: suavemente, con suavidad; Pedro respondió
educadamente, Pedro respondió educado; repetidamente, repetidas veces;
silenciosamente, en silencio.
·
Adjetivos. Los superfluos o de uso manido deben suprimirse: estupendo, maravilloso, precioso, bonito,
fabuloso, etc. También se corregirán los epítetos tópicos como fiel reflejo, verdadera pena, claro
exponente, blanca nieve, negro carbón, mansos corderos, auténtica pena, a
no ser que posean un uso expresivo exigido por el texto. En caso de duda, mejor
sin adjetivos. Una adjetivación excesiva denota escaso dominio de la lengua y
suele ser propia de escritores noveles.
·
Nexos entre oraciones y periodos. Los nexos
conjuntivos han de ser variados y responder a las necesidades del texto, bien
de unión (asimismo, también, además, así
como), de contraste (sin embargo, no
obstante, por el contrario, a pesar de, en cambio, mas, sino), de
explicación o conclusión (así pues, en suma,
por consiguiente, por cuanto, habida cuenta, sea como fuere), o temporales
(luego, entonces, pasado un tiempo, apenas
hubo, tan pronto como, una vez que).
·
Corrección de redundancias y pleonasmos como mendrugo de pan, erario
público, volver a reiterar, releer de nuevo, seguir detrás, párpados de los
ojos, hijo primogénito, periodo de tiempo, subir arriba, entrar adentro, bajar
abajo, etc., a no ser que adquieran un significado expresivo dentro del
texto.
·
Corrección de anacolutos y coordinación indebida de elementos que presentan regímenes diferentes: el sujeto es cuando la palabra realiza la acción del verbo; el
sujeto es la palabra que realiza la acción del verbo. Elisa se preocupó y
atendió a sus sobrinos muchos años; Elisa se preocupó por sus sobrinos y
los atendió durante muchos años.
El orden sí importa
Las oraciones en español siguen un orden lógico de
sujeto, verbo y complementos, o sujeto y predicado, pero existe bastante
libertad de construcción, siempre dentro de ciertos límites y jerarquías. La
alteración del orden lógico recibe el nombre de hipérbaton, y es un recurso
estilístico eficaz para resaltar lo que más interesa: A mí nadie me manda. Con la
Iglesia hemos topado. De eso no quiero saber nada.
A veces, el orden elegido para los elementos de una
oración causa ambigüedad: Vi a tu hermano
esperando el autobús. Si soy yo quien esperaba el autobús, se evita el
equívoco escribiendo: esperando el
autobús, vi a tu hermano. Existen además ejemplos hilarantes de ambigüedad
causada por el (des)orden de las palabras en la construcción de una oración: Tenemos calcetines para niños de lana (calcetines de lana para niños); se alquilan habitaciones para estudiantes
con balcón (habitaciones con balcón
para estudiantes).
El tamaño también importa
La lengua española nos permite dar muchos más
rodeos para expresarnos que otras. Digamos que cuando escribimos avanzamos
paseando en lugar de correr a la meta. Esta propensión a las divagaciones en español
se plasma en su aceptación de oraciones larguísimas con subordinadas que se van
sucediendo sin más impedimento que un conocimiento preciso de los tiempos y
modos verbales, en especial, del subjuntivo. Así pues, los periodos suelen ser
por regla general mucho más largos que en inglés, por ejemplo. Los traductores
lo sabemos bien.
Pero no se debe abusar de este gusto por la
subordinación en detrimento de la coordinación o los periodos cortos, porque
conduce al desastre las más de las veces.
Un escritor que domina la lengua se puede permitir
escribir oraciones muy largas y apenas emplear los puntos y aparte sin que su
obra pierda calidad, todo lo contrario. Sin embargo, la mayoría de quienes
escriben deben sintetizar sus ideas para expresarlas con nitidez en oraciones
coordinadas, emplear con medida las subordinadas y separar cada periodo con la
correspondiente puntuación, sea punto y coma, punto y seguido o punto y aparte.
Asimismo, es preferible evitar los circunloquios (dar comienzo por comenzar;
poner de manifiesto por manifestar;
estar en condiciones de por poder;
tener en cuenta por considerar) e
ir al grano. Solo los grandes escritores pueden permitirse ser barrocos sin
caer en el ridículo.
Introducción, nudo y desenlace
Todo lo que escribimos cumple un fin y ha de poseer
una estructura que en esencia siempre es la misma, aunque se varíe el orden de
los factores y se empiece por el final o por el medio para ir avanzando o
retrocediendo. Hemos de asegurarnos de que no existen lagunas en la evolución
del argumento y que no se rompe la continuidad en los tiempos verbales
elegidos.
¿Y el título?
A veces empezamos a escribir
con él en mente y otras surge durante el proceso de creación. Es muy
importante, por supuesto, pero nadie sabe con certeza cuál es el mejor. Y hay
modas: muy cortos, muy largos… pero siempre sugerentes. Sí, claro, ¿pero eso
qué significa? En realidad, que casi nunca está asegurado el acierto (aunque
muy a menudo sí el error).
Termino señalando que esta entrada no es exhaustiva
porque en este mismo blog se pueden consultar entradas específicas donde se
amplía la mayoría de los puntos tratados. Y aprovecho también para reiterar que
no hay nada como leer a los grandes para aprender a escribir, y que solo los
ignorantes no dudan de lo que saben. Pienso, luego dudo.
La lengua destrabada
Si te interesan los asuntos de lengua y escritura, te invito a leer La lengua destrabada. Manual de escritura, publicado por Marcial Pons (Madrid, 2017). Clica en este enlace para entrar en la página de la editorial, donde encontrarás la presentación del libro y este pdf, que recoge las páginas preliminares, el índice y la introducción completa.
La lengua destrabada
Si te interesan los asuntos de lengua y escritura, te invito a leer La lengua destrabada. Manual de escritura, publicado por Marcial Pons (Madrid, 2017). Clica en este enlace para entrar en la página de la editorial, donde encontrarás la presentación del libro y este pdf, que recoge las páginas preliminares, el índice y la introducción completa.
¡Muy útil, lo tendré a mano la próxima vez que escriba!
ResponderEliminarMe alegro de que te resulte útil, Emilia. Un saludo.
EliminarMuy interesante, lo tendré a mano para enseñárselo a algún que otro escritor. No hay nada más molesto y que más tire para atrás a la hora de leer un libro que el que esté lleno de faltas de ortografía, erratas y signos de puntuación mal colocados, es este momento estoy leyendo un libro con estos problemas y me está costando horrores. Llevo anotadas ya dos hojas de errores en 63 páginas que llevo leídas, total que al final lo dejaré por imposible. ¿Que le digo al autor??
ResponderEliminarPues yo le diría la verdad, Yoly. No se puede pretender ser escritor cuando se desconocen las reglas más básicas de la ortografía y la gramática. Creo que es obligación de todo aquel que escribe para los demás prepararse y hacerlo con corrección. Un saludo.
EliminarEstoy totalmente de acuerdo contigo Carmen, se lo diré, yo no soy un portento en ortografía, ni mucho menos, pero domino las reglas básicas gracias a mi padre (que me las machacaba de pequeña) y a mis profesores, ni siquiera se escribir, y siempre lo he dicho: "Lo de escribir se lo dejo a los profesionales, a mi solo se me da bien leer" pero me duele mucho leer una novela llena de errores cuando se supone que un escritor tiene que dominar el lenguaje y sus reglas. Aunque la temática sea interesante y la trama esté muy bien llevada, me tira mucho para atrás y me estoy pensando si seguir con la lectura o dejarlo, me da pena porque me está gustando, pero me duele la vista y el alma.
EliminarDecidido, lo dejo, la gota que colma el vaso: "un equipo que no he visto en mi vida ni del cual no sé absolutamente nada". No puedo más.
EliminarNo pierdas tu tiempo con malos escritores cuando hay tantos buenos por leer. Quien no se preocupa por entregar una obra acabada y perfecta no merece la atención del lector. Así de claro.
EliminarSiempre es muy útil refrescar conocimientos de lengua. Si se ama, es todo un universo y jamás debemos dejar de estudiar para conseguir mejores textos.
ResponderEliminarMe encantó, Carmen.
Un abrazo.
Qué bien tenerte de vuelta en las redes, Isabel. Me alegro de que te haya gustado. Seguiré intentando mejorar. Y la semana que viene... una sorpresa que espero que te guste aún más. Un abrazo.
EliminarMuuuuyyyyy interesante !!! una buena guía, especialmente para los alérgicos a las faltas, como yo.
ResponderEliminarSomos muchos los que nos esforzamos en escribir bien, Susanna. Lo que ocurre es que a veces las faltas de ortografía son tan impresionantes que acaparan toda nuestra atención. Un saludo.
EliminarGracias Carmen !!!! No soy escritora, pero publico algunos editoriales en un periodico de mi ciudad (En Argentina ). Me servirá de muchoa ayuda este texto. Gracias, otra vez. Te seguiré.
ResponderEliminarDe nada, Laura. Me encanta Argentina. Espero volver pronto. Un saludo.
EliminarGracias, Carmen. Yo me vuelvo un poco loca con las mayúsculas. Hace poco me he enterado de que al Gobierno lo tenemos que poner en mayúscula. Me estoy acostumbrando, ¡pero me cuesta mucho! En el caso de los puntos cardinales, no lo tengo nada claro. Tú dices que no se ponen en mayúscula, pero mira lo que dice la RAE (punto 4.13): http://www.rae.es/dpd/srv/search?id=BapzSnotjD6n0vZiTp
ResponderEliminarLa tendencia es utilizar al mínimo las mayúsculas, Carmen. Por más que se empeñe la RAE, cada vez se escribe menos Gobierno y Estado con mayúscula inicial porque no se consideran nombres propios. En cambio, Iglesia como institución sigue escribiéndose con mayúscula inicial. En el caso de los puntos cardinales, la regla general es escribirlos con mayúscula cuando forman parte de un nombre propio o se consideran una entidad geográfica: Europa del Norte, pero el norte de Europa. Si quieres mi consejo, en caso de duda, siempre sin mayúscula. Igual que con las comas: en caso de duda, mejor sin ellas.
ResponderEliminarUna cosa más: lo importante es establecer un criterio y seguirlo en todo el texto. Si decides escribir una palabra de determinada manera, siempre ha de aparecer igual. Aunque si cambias de opinión, en el siguiente texto que escribas puedes establecer otro, por supuesto.
Gracias de nuevo, Carmen. Es que ya sabes lo que pasa: yo siempre ponía gobierno en minúscula, y ahora ¡me lo encuentro en todas partes en mayúscula! Pero no me gusta nada, y sí me gusta más la tendendia a las minúsculas.
ResponderEliminar¡Qué buenos son tus artículos!
ResponderEliminarMuchas gracias, Iván. No hago más que tratar de transmitir lo que otros antes me enseñaron.
EliminarMe ha gustado mucho, ¡enhorabuena!.
ResponderEliminarMe encantaría poder leer uno acerca del "delante mío" y "detrás tuya", cada vez que lo escucho me dan ganas de ponerme tapones y esto sucede con bastante frecuencia.
Mil gracias, Carmen.
El mal uso de adverbios con posesivos ya está recogido en esta entrada, así como en "Errores frecuentes en la escritura". Gracias a ti por pasarte a leer.
EliminarGracias Carmen!
ResponderEliminarSoy una "mayorcita" que aprende día a día.
Tu artículo lo valoro mucho ya que me animé con un blog donde comento mis lecturas. Allí aplicaré lo aprendido.
También formo parte de un Club de Lectura y con ellos compartiré tus enseñanzas.
Gracias otra vez, es un placer leer tu blog.
Desde Argentina (ahora paseando por tu tierra), un beso, Cecilia
Yo tampoco soy ya una niña, Cecilia. Me alegro mucho de que te resulte útil mi blog. Un saludo también para ti desde Nueva York, donde ahora vivo por unos meses.
EliminarExcelente entrada, Carmen. Seguiré de cerca tu blog.
ResponderEliminarOtro saludo desde Argentina :)
Muchas gracias, Virgulilla. Te diré que pensé en ese mismo nombre para mi blog, pero no estaba libre. Un saludo también para ti.
EliminarMuy completo
ResponderEliminarGracias, J. Williams.
EliminarGracias, Carmen!
ResponderEliminarRealmente productiva tu entrada. Soy profesora de Lengua y Literatura por lo que intento mejorar día a día, no sólo por mí sino por aquellas personitas que a diario me oyen esperando aprender.
Me encanta poder adquirir nuevos conocimientos como también refrescar otros.
Muchísimas gracias!!
Me alegro de ser útil. Gracias a ti por pasarte a leer.
EliminarGracias, Carmen!
ResponderEliminarRealmente productiva tu entrada. Soy profesora de Lengua y Literatura por lo que intento mejorar día a día, no sólo por mí sino por aquellas personitas que a diario me oyen esperando aprender.
Me encanta poder adquirir nuevos conocimientos como también refrescar otros.
Muchísimas gracias!!
Me alegro de que te sea útil lo que escribo, Soledad.
EliminarY como apuntas que eres profesora de lengua y literatura, espero que no me tomes a mal que te recuerde que en español (a diferencia del inglés o francés, por ejemplo) es obligatorio el uso del signo de admiración al inicio y final de una oración admirativa.
Un saludo y gracias a ti por pasarte a leerme.
Muy útil para todos los que deseamos ecribir correctamente. Lo tendré a mano. Gracias.
ResponderEliminarGracias a ti por pasarte a leerme, Juan. Pronto seguiré con más entradas sobre redacción. Un saludo.
Eliminar¡Hola! Me estoy iniciando en el mundo blog y en la escritura. Te lo dejo por si quieres pasarte y decirme qué te parece. ¡Un saludo! http://cordondeamor.blogspot.com.es/
ResponderEliminarMe he pasado por tu blog, como me pedías, M. Carmen. Por mi experiencia y la de otros muchos blogueros, te diré que si quieres conseguir que te lean más allá de tus amigos y conocidos, has de escribir sobre temas que domines y aporten algún conocimiento específico que interese a una comunidad más amplia. Por ponerte un ejemplo, esta entrada sobre corrección de textos tuvo más de 1.000 visitas el primer día de su publicación y enseguida se convirtió en la más leída de mi blog. Cuando publico reseñas o textos literarios, sin embargo, no obtengo tanta repercusión.
ResponderEliminarPor último, te aconsejo que tengas cuidado con las faltas de ortografía y la puntuación. Repasa con atención tus textos para evitarlas. Como estudiante de filología, no te las puedes permitir. Un saludo y mucha suerte: tienes toda la vida por delante para seguir aprendiendo.
Ciertamente los correctores de los programas tipo word u chrome aciertan bastante, aunque en ocasiones es una buena idea personalizarlos.
ResponderEliminarSaludos
Siempre hay que personalizar los correctores porque se equivocan con frecuencia y ofrecen soluciones equivocadas. No obstante, son una buena ayuda cuando se tiene criterio para resolver sus propuestas de cambio. Un saludo.
Eliminar¡Menuda entrada más completa! Gracias por el esfuerzo que, sin duda, nos servirá a muchísimos para mejorar en el uso del lenguaje.
ResponderEliminarGracias a ti, David, por pasarte a leer. Me alegro de que te resulte útil esta entrada. Ese es su objetivo. Un saludo.
EliminarEs una delicia leerle, aunque confieso que esto me hace sentir un tanto deprimido y vulnerable, quizá porque intuyo mis fallos y veo la meta, escribir bien, como la cumbre del Everest. No cabe duda: escribir es cosa seria (pero también divertida). ¡Mis felicitaciones por defender la causa de la buena escritura!
ResponderEliminarSe hace camino al andar, como dijo Machado. Escribir bien está al alcance de la mano: solo es preciso empeñarse en lograrlo. Y, como dices, es divertido, aunque a veces también se sude tinta cuando las ideas no se dejan expresar como una quisiera. Gracias por pasarte a leer. Un saludo.
EliminarExcelente artículo.Breve, claro, con los conceptos básicos. Me gustó muchísimo y -creo-será de gran utilidad a quienes buscan pautas sencillas de corrección, pero precisas.
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado, Adriana. En distintas entradas de este blog he ampliado parte de los aspectos resumidos y poco a poco pretendo cubrirlos todos..
EliminarUn saludo.y gracias por pasarte a leer.
Buenos días,
ResponderEliminarHay una buena lista de recursos aquí http://www.justpublish.es/#!recursos/c1wtl
Un saludo,
Ben
Gracias, Ben.
EliminarFelicidades Carmen; un blog muy cuidado, concreto y preciso. Lo iré leyendo poco a poco.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias, Carlos. Me alegro de que te resulte interesante. Espero poder reanudar pronto la escritura de artículos.
EliminarUn saludo y gracias por pasarte a leer.