miércoles, 6 de febrero de 2013

¿Quiero escribir un «best seller»?

ilíada«Canta, oh musa, la cólera del pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves; cumplíase la voluntad de Zeus desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles.»

Así comienza en castellano la traducción de La Ilíada, el poema, escrito en griego, más antiguo de la literatura occidental, que se atribuye a Homero. Su fecha de composición es discutida, pero la opinión mayoritaria coincide en situarla a mediados del siglo VIII a. C. Y desde entonces no ha dejado de divulgarse.
Luego si desde hace tantísimos siglos no ha dejado de venderse en todo el mundo occidental, ¿se trata de un best seller? No. La teoría literaria la define como un clásico, una obra que ha supuesto un modelo o hito para la tradición occidental. Los clásicos por antonomasia son los textos griegos y latinos, nuestra primera fuente, y después, en un sentido más amplio, vendrían las obras capaces de enriquecer nuestro espíritu, las que se consideran dignas de imitación. Saint-Beuve añade que además deben ser fácilmente contemporáneas a todas las épocas. Un clásico es además una obra abierta a infinitas lecturas, una obra en la que siempre queda algo por descubrir y sirve de intermediaria con otras épocas históricas. Don Quijote de la Mancha, el teatro de Shakespeare o la Divina comedia de Dante serían conocidísimos ejemplos.
El término best seller, por su parte, nació en Inglaterra durante los años veinte del siglo pasado y no supone necesariamente calidad literaria ni artística, sino que se limita a  señalar que determinado libro se vende muchísimo.
¿Y por qué se vende? Eso es un arcano que tiene que ver con la mercadotecnia, con la aparición en los medios de comunicación y con el boca a boca. Tampoco está claro cuántos ejemplares se han de vender para que un libro se convierta en best seller. Muchas veces es una etiqueta que se añade con fines publicitarios, esperando que se hagan realidad las ilusiones.
Es indiscutible que la etiqueta de best seller proporciona prestigio y beneficios al autor y a la editorial, si la tiene, aunque su calidad literaria deje mucho que desear. ¿Pero cuánto dura un best seller? Depende. Si no los sustenta su calidad literaria, los que vienen del mundo anglosajón suelen prologar algo más su vida que los escritos en español, aunque hay excepciones.
¿Alguien recuerda ahora Love story de Erich Segal? Esa novela intrascendente de 1970, derivada de una película también de gran éxito, solo ha entrado en la historia como curioso fenómeno de masas y no ha resistido el paso del tiempo.  Sin embargo, un caso muy distinto son las Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, novela excelente publicada primero por entregas y un  best seller desde su primera edición completa en Francia en 1951, con traducciones posteriores a múltiples lenguas.
¿Pensaba Yourcenar al escribir que su novela iba a alcanzar tal éxito? Probablemente no. ¿Pensaba Erich Segal convertirse en best seller? Sin duda. Ese fue su objetivo desde que empezó la primera línea de su novela.    
Hace treinta y tres años, en 1980, se publicó en Italia El nombre de la rosa, novela policial e histórica ambientada en el siglo XIV que narra las pesquisas de un fraile y su ayudante para desentrañar una serie de crímenes ocurridos en una abadía solitaria, entremezclando en el texto asuntos filosóficos y teológicos de la Edad Media y muchos textos en latín sin traducir. Esta presentación no suena a best seller, pero Umberto Eco ha superado con creces los 15 millones de ejemplares vendidos y su obra se puede leer en diversas lenguas. El éxito se explicaría por los distintos niveles de lectura posibles en la novela que multiplican el público al que puede interesar. Sería lo que el propio Eco denomina una «obra abierta», un libro que al final resulta más inteligente que el propio autor.
Por su parte, Jorge Luis Borges abominaba de las listas de superventas. «En mi época no había best sellers —afirmó en una entrevista—  y no podíamos prostituirnos. No había quien comprara nuestra prostitución». No obstante, Borges aumentó de manera exponencial su fama y sus ventas cuando fue arrastrado a la órbita triunfal del denominado boom latinoamericano. Este conocido fenómeno editorial y literario surgió entre las décadas de 1960 y 1970, otorgando fama internacional a las obras de un grupo heterogéneo de jóvenes novelistas de distintos países latinoamericanos y a otros autores de mayor edad que se consideraron sus precursores.
 Dicen que hubo una agente literaria catalana con visión que supo fabricar el boom y convertir en best seller a cuanto autor decidió acoger y representar. Carmen Balcells tuvo visión, es cierto, pero contó con una materia prima insuperable: unos escritores que habían dejado de mirar a la vieja y gastada Europa para inspirarse y contaban con la preparación intelectual necesaria para armar argumentos sólidos y originales basándose en su realidad latinoamericana y creando lo que vino a llamarse «realismo mágico», el realismo maravilloso que ya entrevieron los ojos de los primeros cronistas de Indias, combinando la verdad, lo imaginario y lo inexistente de modo indisoluble en relatos aparentemente realistas que causaron admiración en Europa y el resto del mundo occidental.
Ninguno de los autores del boom latinoamericano buscaron adrede convertirse en best sellers: lo lograron con esfuerzo, originalidad y el empujón final de una buena agente literaria porque sus novelas eran excepcionales. Por eso mismo no se han olvidado y siguen vendiendo. Muchos de ellos continúan obteniendo premios, aunque sus obras ya no resulten tan novedosas: se han convertido en clásicas.
En efecto, el concepto de modelo que determina que una obra se considere clásica lleva aparejado que  todo autor arquetípico de una tendencia también acabe denominándose clásico. Del mismo modo que J. R. R. Tolkien puede considerarse un clásico de la literatura fantástica, Gabriel García Márquez puede considerarse un clásico del realismo mágico. Así pues, los camino del best seller y del clásico a veces confluyen.
No es lo habitual, sin embargo, y menos cuando un escritor pretende convertirse en best seller siguiendo los consejos de los múltiples manuales que explican cómo lograrlo con poco esfuerzo y menos mérito. De esos consejos no podrá resultar más que lo que en teoría literaria se denomina subliteratura o literatura de masas: obras literarias fallidas, caracterizadas por la ausencia de creación o descubrimiento. En el fondo, en estas novelas, prescindiendo del género al que pertenezcan, se cuenta siempre la misma historia, aparecen los mismos estereotipos, los mismos personajes planos y maniqueos, los mismos finales predecibles. No dejan nada de ambigüedad que haga creativo el mensaje ni admiten más que un nivel de lectura. Añaden además buenas dosis de violencia y sexo porque se consideran requisitos indispensables para vender. Es mala literatura masticada, lista para tragar.
Y, sin embargo, vende. Hay lectores para todo y best sellers para todos. Son innumerables las novelas oportunistas que podrían catalogarse aquí, aunque habrá disparidad de opiniones. Apunto El código Da Vinci y la trilogía Cincuenta sombras de Grey. Que cada cual añada las suyas. Pienso que ambas podrían convertirse, si existiera el término,  en «clásicos de la subliteratura».
Contestando ahora a la pregunta que da título a esta entrada, ¿quiero escribir un best seller?, diré que sí, como todos —o casi todos— los que nos dedicamos a esto. Pero no a cualquier precio. Considero el argumento tan importante como la forma en que se cuenta. Creo en el trabajo constante, en la preparación y en la superación. Creo en el placer de aprender, en las continuas lecturas y en las correcciones sucesivas. Creo en el esfuerzo. Creo en el compromiso.
¿Llegaré a escribir un best seller? Probablemente no. Pero al menos alguien ya me ha considerado una «autora clásica»: los bibliotecarios que prepararon una exposición de obras literarias que recorrió las bibliotecas públicas españolas hace cuatro o cinco años así me catalogaron y colocaron mi novela El ala robada entre las de dos grandes de la  literatura latinoamericana, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Obviamente, fue una confusión  porque, dejando de lado otras consideraciones de mayor enjundia,  soy mucho más joven que ellos y nacida en España. Pero he de confesar que me hizo mucha ilusión.

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17 comentarios:

  1. Carmen, me gusta el enfoque de tu artículo. Y estoy segura de que si «El ala robada» está considerada como explicas, lo es merecidamente y será la tercera novela que lea una vez concluya la serie de negra con la que estoy ahora.

    También me resulta curioso que menciones a la novela de Eco. Creo recordar que empezó a escribir la novela porque apostó con un amigo a que sería capaz de crear un bestseller. Lo que no creo es que fuera capaz de saber hasta qué punto lo sería. Y me parece muy interesante lo de los diferentes niveles de lectura. Escribir bien en un solo nivel es difícil pero hacerlo en varios está solo al alcance de unos pocos. Yo lo intenté un poquito en "Escrita en tu nombre". Me salió así así.
    Un abrazo,
    Amelia Noguera

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    1. Eco es un semiólogo muy reconocido que escribió su novela para poner en práctica su teoría de la «opera aperta», según la cual toda novela ha de tener la capacidad de suscitar múltiples lecturas y una vez que se entrega a los lectores son estos los encargados de hallar los significados. Eligió el título porque «rosa» es un sustantivo tan cargado de significados a lo largo de la historia que ha acabado perdiéndolo. Y en cuanto a los distintos niveles de lectura, El nombre de la rosa se puede leer como una novela policial, pero sabiendo latín se descubre otro plano de lectura porque se captan las referencias, las ironías, el juego sobre la teología y la cultura medievales... También se puede considerar un tratado de semiótica porque en definitiva es, como se propuso su autor, una «máquina de crear significados» según la mirada del lector.

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  2. Esta es una entrada muy interesante, Carmen. Sinceramente cuando uno publica desea exponer la obra. Pero yo considero que muchas veces además de la calidad de la obra está el tiempo de exposición (mercadeo) y la capacidad del público de reconocer la obra. Muy interesante tu contribución. No voy a volver a perder de vista este blog que es muy interesante.

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    1. Por supuesto, Carlos, la exposición es muy importante para dar a conocer una obra. Y también el momento en que aparece. Los e-escritores lo estamos aprendiendo sobre la marcha, porque en esto somos pioneros.

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  3. Carmen, has expuesto en este artículo algo en lo que yo pienso a menudo y desde hace muchos años.

    Como lectora, no soy amante de esa subliteratura. Desconfío siempre de los best sellers, aunque en ocasiones sí me ha gustado alguno de esos que supongo que no permanecerá por mucho tiempo en el recuerdo. No me gustó «El código Da Vinci» ni el fragmento gratuito de las famosas sombras, gracias a las cuales mucha gente ha empezado a equivocarse con mi apellido (!). «El nombre de la Rosa», en cambio, me impactó; lo leí de muy joven, pero es uno de esos libros que no olvidaré jamás.

    Como escritora, nunca he aspirado a crear ese tipo de best seller rápido para entretener y solo hacer pasar un buen rato (o malo, según se mire). Opino como tú, que más vale el trabajo constante, el esfuerzo y las ganas de aprender y superarse. Sin embargo, es posible escribir buena literatura y que se convierta en uno de los libros más vendidos y leídos para pasar posteriormente a ser un clásico. Ayer terminé de leer «Los enamoramientos» de Javier Marías, un escritorazo al que espero que den el premio Nobel (¡y no lo rechace!). No sé si esta última novela suya ha sido un best seller o no pero sí sé que él está considerado uno de los mejores escritores contemporáneos del mundo y sus libros se han traducido a unas cincuenta lenguas. Por curiosidad fui a ver los comentarios que daban los lectores del libro en Amazon: ninguno de cinco estrellas y todos lo dejaban bastante mal. ¡Qué desilusión! Suerte que estoy acostumbrada a no coincidir con la mayoría...

    Leeré tu novela «El ala robada» y ya sé que me va a gustar.

    Felicidades una vez más por tu excelente blog.
    Un abrazo.

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    1. Carmen (Grau). Solo un pequeñín comentario: yo ando peleándome conmigo misma sobre cómo y qué quiero escribir. Y la pelea se basa sobre todo en que nada es absoluto. En el mundo hay millones de personas y todas tienen opinión. Ni siquiera los críticos en teoría formados se ponen de acuerdo en lo que es una obra de arte, ni literaria ni de ningún otro tipo. Sobre Javier Marías, por ejemplo, hay también dos opiniones, y me ha sorprendido mucho comprobar que hay una crítica diferente que le considera un pésimo escritor (echa un vistacillo a este blog http://www.lafieraliteraria.com)

      Por eso, cada vez tengo más clara cuál es mi postura ante la literatura: mucho más allá de la técnica está la emoción. Eso sí, la técnica hay que dominarla, por respeto al lector y también para que te permita generar el efecto que deseas. Pero lo principal no es lo que opina la mayoría, sino tus lectores.

      Un beso para mis dos Cármenes favoritas.

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    2. Amelia, te doy toda la razón. Siempre he dicho que en literatura hay gustos para todo. Yo tengo un pequeño negocio de venta de libros y desde hace años recibo las opiniones más dispares sobre el mismo escritor o el mismo libro. A mí no me gusta Dan Brown, James Patterson o John Grisham, sin embargo, los recomiendo a clientes que sé que sí que disfrutarán de su lectura y volverán a mí, contentos por la recomendación y con ganas de comprarme más. Tampoco me gustó «La sombra del viento» de Carlos Ruíz Zafón, pero no sabes la de ejemplares que he vendido (la traducción en inglés es muy buena) solo con decir que en España fue un best seller y que la acción transcurre en mi ciudad (es que aquí soy muy exótica). A Javier Marías, en cambio, creo que no lo he recomendado nunca. Siempre digo que a mí me encanta, pero sé que es el tipo de escritor del que te enamoras o al que odias. A mí me gusta porque me hace pensar mucho, más que por su técnica, aunque eso también, pero con pequeñas dosis (a veces se le va un poco la olla). En definitiva, como escritoras, creo que lo más importante es que seamos fieles a nosotras mismas, que no nos prostituyamos, como decía Borges, que escribamos lo que realmente nos sale del alma o nos apetece porque nos hace sentir bien. Aun así, podemos escribir literatura de calidad y que guste a mucha gente; tú ya lo has conseguido.

      Oye, me ha gustado eso de tus dos Cármenes favoritas.
      Un beso.

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    3. Carmen, Amelia, a mi Marías me parece un destacadísimo escritor, y creo que es una opinión mayoritaria incluso internacionalmente. Siempre habrá detractores, como es lógico, pero he leído la entrada que cita Amelia y no comparto en absoluto su planteamiento. Ya quisiera quien la escribe dominar la lengua como Marías y tener una erudición y un pensamiento tan complejo como el suyo. Creo que por eso Marías no gusta a muchos: es un escritor cerebral de emociones contenidas. Todas las almas ya ha pasado a la historia de la literatura: «No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con al punta de la pistora». ¿No es genial un escritor capaz de comenzar así su novela? También me gustó La sombra del viento de Ruiz Zafón. Es un planteamiento literario muy distinto, pero comprendo que se convirtiera en best seller. Y en el modo de escribir me recuerda a Eduardo Mendoza. En cuanto a lo de la emoción, Amelia, yo creo que es un arma de doble filo. Como en la vida, perfiero la razón a la emoción. Pero las emociones tienen un público muy amplio, por supuesto.

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    4. Yo no critico a Marías, Carmen, solo observo que nunca hay una crítica unánime y el caso de Marías es el que me ha parecido más esclarecedor. Premios y buenas críticas por un lado y otras opiniones como estas que mencionaba por otro. Por eso defiendo que cada cual busque el camino por el que quiera llevar su literatura. Yo soy racional por naturaleza pero, cuando miro un cuadro, no me basta con que un crítico me diga que es una obra magistral, al verlo tengo que sentir. Si no, para mí no será arte. Y en la literatura, opino lo mismo. Por eso creo que algunos bestsellers que son menospreciados como subliteratura aún siéndolo (quizá) llegan a los lectores. Porque muchos de ellos no entienden de técnica o de narrativa pero sí saben lo que les emociona o les hace pensar o evadirse. Cada uno busca en el arte algo diferente. Y un bestseller es aquella obra que sabe llegar a muchas almas. Otra cosa es que termine en el canon literario. Eso es otra cuestión que no depende del lector sino de la influencia que su obra llegue a tener en su sociedad como para llegar a afectar a otros escritores futuros.

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    5. El comienzo que cito de Javier Marías es el de Corazón tan blanco, la novela suya que más me gusta, y no el de Todas las almas, que quizá es la más famosa. De acuerdo, Amelia, en que hay una gran variedad de lectores y escritores, y que cada cual debe buscar su camino. Tambien creo que ningún género ha de considerarse inferior a otros y que el paso del tiempo modifica la valoración de las cosas. Dickens, por ejemplo, era considerado un escritor de folletín en su época; supongo que nadie afirmaría lo mismo hoy. Y me gusta la definición de bestseller como la obra que sabe llegar a muchas almas... aunque yo no creo que tal entelequia exista.

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    6. Creo que estamos las tres de acuerdo. Ya entendí que no estabas criticando a Marías, Amelia, y también sabía que otros sí menosprecian su literatura. Otro libro que a mí me parece una obra maestra es Middlessex, de Jeffrey Eugenides, y en cambio, varias personas me han dicho que no pudieron pasar de las cincuenta páginas. Hay gustos para todo. Si te doy la razón en todo lo que dices, y a ti también, Carmen. Por cierto, Shakespeare también escribía sus obras de teatro puramente para entretener y ganarse el sustento.

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  4. Interesante forma de ver la forma de publicar. La forma de escribir estaría a mi juicio dada por la paciencia y el disfrute que está alejada del futuro. y es aqui donde uno se pregunta ¿que urgencias te llevan a escribir? Ser best? o dar salida a ese material que se mueve alli dentro. Tal vez es una pregunta inutil, como inutil es perseguir el exito. un saludo cordial
    juan re

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    1. ¿Qué urgencias nos llevan a escribir? Buena pregunta, Juan. Supongo que al principio es una tendencia natural que muchos tenemos pero no todos cultivamos. Escribir es una forma de desnudarse ante la mirada del otro y hay que superar ese primer miedo, lo que no siempre se consigue. Lo demás viene rodado...

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  5. Los bestsellers no se escriben pensando en que van a ser tales. El autor se limita a explicar una historia que lleva dentro y disfruta relatando, y luego, por los azares del destino o la mercadotécnia, puede acabar convertido en un libro que lean cientos de miles o millones de personas.
    El escritor de bestsellers no se sienta delante del ordenador y se dice "voy a escribir un libro idiota para lectores sin criterio". Escribe lo que a él le gustaría leer en una novela, que no tiene por qué ser una exploración de los conflictos irresolubles por parte de personajes ahogados en un pasado de secretos inconfesables.
    La literatura no es un feudo exclusivo lectores enamorados de la prosa de Dostoievski o Gabo, hay sitio para todos, al igual que en todas las artes, y si millones de personas con cara y ojos y un cerebro dentro del cráneo disfrutan leyendo El código Da Vinci o cualquier otro bestseller, ello no descalifica ni a la obra, ni al autor, ni al lector.
    Ni subliteratura, ni sublectores.
    La literatura es el arte que utiliza como instrumento la palabra, nada más. En ella caben desde el realismo mágico, a los libros infantiles. Cabe todo, y el impulso de pretender poner vallas y marcar líneas que diferencien a los "buenos libros" de los "malos libros", sobre todo cuando estos resultan ser los más leídos, me parece que corresponde a una emoción que poco tiene que ver con la literatura.
    Un cordial saludo.
    Fernando

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    1. Fernando, el planteamiento «voy a escribir un libro idiota para lectores sin criterio» es una caricatura exagerada, pero por supuesto que hay escritores, agentes y editoriales que buscan producir best sellers por encima de cualquier otra consideración. Aunque no siempre lo consiguen.
      De acuerdo en que la literatura debe ser el arte que utiliza como instrumento la palabra y que todos los géneros merecen el mismo respeto.
      En cuanto a Dan Brown, creo recordar que fue Paul Auster quien dijo que debía sentirse contento de tener tantos lectores. De Auster son también las siguientes palabras que suscribo por completo: «Hablar de cantidad no sirve de nada cuando nos referimos a los libros; porque no hay más que un lector, solo un lector en todas y cada una de las veces. Lo que explica el particular influjo de la novela y por qué, en mi opinión, nunca desaparecerá como forma literaria. La novela es una colaboración a partes iguales entre el escritor y el lector, y constituye el único lugar del mundo donde dos extraños pueden encontrarse en condiciones de absoluta intimidad».
      Un saludo para ti también.

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  6. Hola! Mientras trabajó en el mundo mortal y cotidiano, como cualquier otra persona, sigo buscando información sobre como publicar un libro, más allá de éxito o no, publicar un libro es el sueño que persigo, mi vida ya esta prácticamente resuelta, tengo trabajo, una linda mujer y dos bellos hijos. Publicar el libro es algo que me gustaría hacer, sin presiones, simplemente me gustaría compartir con el mundo la historia que me acompaño de niño y que maduró junto a mi. Aunque en este mundo, se ve complicado, si no tenes buenos. Descubrí hace poco tu blog, Muy bueno! Saludos!

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    1. Si es tu sueño, no dejes de escribir tu libro. Eso es lo más difícil. Una vez concluido, hay muchos modos de publicarlo, sobre todo si te decides por las plataformas digitales. ¡Suerte en tu empeño!

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