lunes, 28 de marzo de 2022

Poemas del almario adentro



Esta ciudad de los buenos recuerdos
ya no es la mía.
Derrumbaron la casa en que crecí,
la gente de sus calles me es ajena
y no hay saludos
ni tomemos una copa.
Paseo solitaria por jardines,
cruzo puentes nuevos
sobre el río antiguo.
Nada me ata ya a estas murallas,
ahora monumento,
antes ruinas para el juego.
Volver de vieja en busca de la infancia
provoca solo estupor
y dolores tan fuertes
como el parto
para no obtener ni siquiera
un ratón.

***


De buena gana entrego
la piel que habito,
los ojos con que veo
y estos labios
que supieron besar tanto.
Bien me sirvieron, lo confieso,
pero el vaso se ha colmado.
Harta estoy de haber vivido eso
y aquello, temiendo que acabara
en una sinrazón, en una hipocresía,
como la que ahora impera.
De buena gana entrego todo,
porque la vida ya no es vida
cuando silban las balas asesinas
y valen más que las buenas palabras.

***



Vuela hacia la luz,
no tengas miedo,
escuchó al nacer
una mariposa de la noche,
y murió con las alas calcinadas.
Pues que, aguzando la vista,
permite apreciar como fiel guía
los perfiles de las cosas todas,
es preferible siempre la penumbra
a la luz cegadora.

***
 
  
Mi infancia es una casa al sol,
bordeada de chopos
al vaivén del viento.
Es mi madre tarareando
mientras cumple sus quehaceres
y mi padre, sombrero en mano,
llegando a comer del campo.
Son meriendas y deberes
a la vuelta del colegio
en la mesa compartida
y una hermana nueva
cada pocos años.
Mi infancia son las risas y los llantos
de una familia grande
y la certeza de no estar Nunca
sola.

***

Tengo por cierto que sabré marcharme
llegado el momento.
Me iré, sí,
cuando el bendito sol deje de alumbrarme.
Sí, tengo por cierta mi marcha
cuando esta vela agote su pabilo,
cuando escampe la lluvia que convoca flores,
cuando el viento acabe la canción que silba.
Oh, sí, me iré, tengo por cierto que lo haré
when Elvis has left the building.

***


Confío en morirme de mi muerte.
Será como un desmayo permanente
tras una noche plácida.
No habrá despertar al trino de los pájaros
ni llanto por dar al polvo lo que de polvo era.
De mis despojos, aprovechad cuanto sirva;
lo demás lanzadlo al fuego
y luego al viento.
Quiero una muerte corta
tras una vida larga.

***


Letras, amigas tan antiguas,
acudid otra vez en mi defensa,
entregadme armas afinadas,
palabras, pensamientos,
que venzan y convenzan
a tantos descreídos.
Letras, en vosotras confío
durante los días aciagos,
cuando la esperanza
ya no es verde
y la risa es triturada
entre los dientes.

                                                                             ***


Veo hojas tiernas
emigrando cual grullas,
dos amapolas rojas
de merienda en la charca,
una fila de hormigas
que celebran boda.
El estío avanza, y yo
sigo quieta,
más negra que blanca,
como la vaca manchada
que rumia
al paso, paso, paso,
del tren.
 
                                                                              ***

Algunas musas nobles,
en las noches de insomnio,
me acariñan con dedos de espuma,
liberando retorcidas palabras
y suspiros rotos.
Las onomatopeyas suelen resistirse,
pero al fin bailan al son que les tocan
y, así, aliviada de peso,
no más pronombres personales,
no más posesivos,
reposo las horas oscuras,
los pies sometidos, frenando un impulso
que me arrastra hacia el abismo
para llenar la nada.


© Carmen Martínez Gimeno, 2022


Mis dos manuales de escritura: Breviario de escritura académica La lengua destrabada


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