jueves, 26 de noviembre de 2020

Poemas fragmentarios

Ojos de gata en estampida,
el día se deshebra en dedos funerarios,
vencido por la noche decembrina.
No hay árboles ni campo ni horizonte ni sírveme una sopa
cuando el tiempo agoniza, y estás sola.

***

Heredamos de la tía solterona
una caja oxidada de hojalata.
Significantes varios había dentro
―botones de colores, bobinas de bordar,
un acerico, minúsculas fotos dentadas,
un carné de peatón
a nombre del abuelo,
tres sellos africanos,
el gancho de una liga,
un pendiente desparejado,
cuentas de collar,
un borrador milano―, pero
ningún significado.
Esos 
se los tragó
la tumba.

***

La otra que hay en ti
ha despertado.
Lo notas en las risas arrancadas
en medio de las lágrimas,
por los pasos de baile
al subir la cuesta,
porque sueñas al sol
y vives en la luna.

***

Dejándome llevar por los caprichos de la moda,
repudié la concha de caracol que era mi abrigo…
y me convertí en babosa.

***

Sueño que sueño que sueño y,
cuando despierto,
no sé lo que soñaba que soñaba.

***

Atrévete a armarte
de tijeras:
descose pespuntes,
desenjareta pecheras.
¡Haz espacio!
La otra es inmensa y
no ha de vivir apretada.

***

Aletean tigres de papel
cuando te ofendes,
salmodiando agravios machiembrados
que quiebran el cristal
de la armonía.
No quiero limón por desayuno
ni un sorbito de hiel como merienda,
por más que anhele la almohada compartida.
Una vez iniciado, el rayo no cesa
hasta que hiere, lo dice la experiencia
y lo rechazo
yo.

***

Un trino cercano
desde un olmo sin peras.
El mirlo no es blanco,
pero consuela.

***

nací,
viví,
morí
una vez y otra,
y otra más,
hasta ese jueves por la noche
en que dije basta y
me senté a la luna
a dibujar sobre barro
palabras
minúsculas
como
estas

***

Estará en algún encima,
decía mi madre
cuando preguntábamos por
un peine, las tijeras o
una baraja de naipes.
Así, crecimos
en el convencimiento
de que encima
era el lugar secreto
donde
las cosas
se esconden.

***

Si tu voz me llama, voy,
tropezando con bandadas de pájaros,
voy,
esquivando bicicletas de ruedas oblongas,
voy,
perseguida por gatos que maúllan francés,
voy,
azotada por papeles cifrados al vaivén del viento.
Voy…
y no te alcanzo
y me deslumbran los ecos
y me enredo en las algas.
Voy…
aunque me hunda.

***

Para estar encantada
no es preciso ser
casa.
Basta con dejarte
encerrar.

***

Te quieren,
o eso dicen,
por lo que no eres,
y acatas
madriguera de ratón
imaginando
nido de águila.

***

La llaga sangra
entre tus piernas,
y humillas la cabeza,
el horizonte ceñido
al dobladillo
de tu falda.

***

Mi mano izquierda sabe lo que hace mi derecha,
y yo sé que con las dos
abarco el orbe
cuando siembro palabras. 

***

No se ofenderá el mar porque lo mires.
Él va a su ritmo y vuelve.
Evoca en su bramido
las posibilidades
del miedo.

***

Esta noche los mochuelos
no van a sus olivos.
Están en mi cabeza,
tratando de emular
pajaritos alegres
que la llenaban.

***

Diré que soy feliz
a veces,
que no me pican las avispas
y la yerba está verde,
que llueve a borbotones
y sale un arco iris,
que oigo brotar flores
y el gato se pasea,
que la mesa está llena de libros
y un mirlo me canta.
Por eso soy feliz
a veces.

***

Repite el tierno ruiseñor las notas musicales,
igual que cuando niña recitabas el hilo de las sílabas.
Un mismo arte son su canto
y tu lectura.

***

© Carmen Martínez Gimeno, 2020

 

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