martes, 7 de enero de 2014

Escribir bien

Escribir bien
El primer paso de la ignorancia es presumir de saber, y muchos sabrían si no pensasen que saben.
Baltasar Gracián

Rem tene, verba sequentur.
                                 Catón el Viejo


Un artículo aparecido en la edición digital del periódico El País el 27 de diciembre de 2013 me ha impulsado a reflexionar sobre la buena escritura. Se titulaba «Condenados por secuestrar a un empresario para extorsionarle», y en la entradilla se especificaba: «Los asaltantes le mostraron fotos de sí mismo y de su familia, y le dijeron de que tenían el encargo de matarle por 50.000 euros» (capturado el 27 de diciembre de 2013). Apenas asombraría tal concentración de errores en tan pocas líneas si no se tratara de un periódico de prestigioso pasado aunque de presente incierto: ¿le dijeron «de que»? Ni el becario peor pagado debería cometer un dequeísmo tan flagrante. ¿Lo secuestraron para extorsionarle? ¿Tenían el encargo de matarle? No, querrían extorsionarlo y el encargo sería para matarlo, porque el empresario (lo) es el objeto directo de ambas oraciones. ¿Y le enseñaron fotos de sí mismo y de su familia? Más bien le enseñarían fotos en las que aparecían él y su familia.

Es normal escribir mal y, sin embargo, es una actividad corriente y necesaria en la vida diaria personal, educativa y profesional que deberíamos dominar. Sabemos que las ideas expresadas con claridad por escrito se entienden mejor, pero no hay nadie que nos enseñe un método práctico para lograrlo: ni en los colegios ni en las universidades. Los buenos escritores son autodidactas en su mayoría y, al hablar de ellos, se suele pensar en el mundo del arte y de la literatura. Escribir se considera, así, una actividad relacionada con el talento y la inspiración que ha de valorarse según criterios literarios y de estilo. ¿Hablaríamos de una buena escritura para referirnos a un tratado de física cuántica?

Deberíamos hacerlo, sí, pues saber escribir no se reduce a escribir como un novelista o un poeta: significa además expresar por escrito con precisión y sin faltas lo que se desea o se debe cuando se redacta una noticia en un periódico, una carta de negocios, un comentario en las redes sociales o un correo electrónico, por poner algunos ejemplos habituales. No hace falta ser un artista para escribir bien: se precisan conocimientos y práctica.

¿Y qué es escribir bien? En el colegio significaba poseer una buena caligrafía. Para ello se nos entrenaba, y tenían menos importancia las ideas que salían del lápiz, mordido con fruición ante la página en blanco mientras llegaba la inspiración, que trazar con maña el palito de la t o lograr que todas las letras fueran rectas, como en parada militar, más bien gordezuelas y chatas o picudas e inclinadas levemente hacia la derecha, según la moda del centro educativo correspondiente. El continente se cuidaba más que el contenido, quizá porque era más fácil de evaluar. No hay tradición en nuestro sistema educativo de enseñar a escribir, al contrario de lo que ocurre en el mundo anglosajón: en él hace bastante tiempo que surgieron estudios sobre su  metodología y se distingue entre expository writing, la escritura de uso cotidiano que se ha de dominar para exponer las ideas propias, y creative writing, la escritura literaria empleada en poesía o novela.

Prescindiendo de esta distinción, en líneas generales, se escribe bien si se reúnen las ideas oportunas, se jerarquizan siguiendo un criterio lógico y se exponen con claridad por escrito atendiendo a las normas ortotipográficas, morfológicas y sintácticas de la lengua. Y todo texto escrito requiere una preparación previa. No se escribe por inspiración divina: es un oficio y, como tal, posee unas reglas básicas que se deben conocer y poner en práctica en etapas sucesivas. Sintetizando al máximo, la primera regla sería la planificación; la segunda, la ordenación de las ideas; la tercera, la organización escrita del texto; y la cuarta, la corrección.

1. Planificación
Si se aguarda a que llegue la inspiración sin asociarla con un razonamiento lógico sobre lo que se desea o debe escribir, las más de las veces será una pérdida de tiempo. En lugar de mirar a las musarañas, resultará más fructífero asignar un periodo determinado al examen de asuntos tan fundamentales como a quién irá destinado el texto o cuál será su finalidad, el género que elegiremos, su extensión y la función que tendrá en él quien escribe. De esta reflexión surgirá una idea o imagen fecunda y un esquema básico que se desarrollará en la etapa siguiente.

2. Ordenación de las ideas
Algunos llaman a esta fase preescritura. Abarca todas las operaciones que se realizan antes de ponerse a escribir el texto: recogida de información, jerarquización de las ideas, determinación del hilo argumental y fijación del esquema. Cuando los textos son muy cortos, el esquema puede ser mental, pero en trabajos largos como ensayos, tesis, artículos de revista, cuentos o novelas es importante redactarlo y tenerlo delante a lo largo de la escritura.

El esquema o esbozo es la espina dorsal del texto. Refleja el orden secuencial de las ideas y los argumentos que pensamos emplear, aunque no es inamovible: sufrirá cambios a medida que avance la escritura cuando nuevas ideas superen o se añadan a las primeras, pero seguirá sirviendo de guía y asegurará que no queden lagunas en el argumento. Las partes básicas del esquema son la introducción, el nudo (o cuerpo del escrito) y el desenlace (o conclusión). La cantidad de subdivisiones dentro de cada una de estas partes variará según el tipo de texto: no es lo mismo componer una redacción escolar que un ensayo en el que se trabajan varios meses. El índice de un libro, que a grandes rasgos se redacta y muchas veces se presenta a la editorial antes de escribirlo materialmente, es un esbozo de lo que aparecerá desarrollado en su interior y debe reflejarlo.   

3. Organización escrita del texto
Llega el momento de escribir lo que se ha pensado. Es todavía el inicio de la tarea, pues al redactar casi siempre surgirán nuevas ideas, se concretarán algunas percepciones y se articulará mejor lo que ya se tiene en mente. El esquema es la hipótesis de trabajo que habrá que desarrollar según avance la escritura: el texto cumplirá su objetivo y resultará convincente en la medida que consiga dirigir poco a poco al lector sin que pierda interés hacia la tesis que se expone.

La unidad de pensamiento básica del texto es el párrafo, que suele constar de un grupo de oraciones relacionadas, aunque en ocasiones puede reducirse a una sola oración. La palabra que comienza párrafo se escribe con letra mayúscula inicial, y siempre se termina con punto y aparte.  Las oraciones dentro de un párrafo pueden ser cortas y coordinadas o largas y subordinadas, pero siempre debe existir dentro de ellas una progresión natural de ideas que desarrollen la tesis principal. Si se disponen las ideas en un orden claro y lógico con las transiciones necesarias, los párrafos tendrán coherencia, con lo  que  el lector podrá seguir sin esfuerzo la progresión del pensamiento.

¿Cómo se consigue ese orden claro y lógico ideal que hará coherentes nuestros párrafos? Refiriéndose a la prosa, Umberto Eco ha sostenido en diferentes obras (entre ellas, en De los espejos y otros ensayos) que la cuestión primordial es «construir el mundo» que queremos escribir y entonces «las palabras vendrán casi por sí solas».  Rem tene, verba sequentur, según la locución clásica latina atribuida a Catón el Viejo: si se domina el argumento, las palabras para expresarlo aparecerán por sí mismas. ¿Es esto cierto? Puede que para escritores experimentados que ya posean un estilo acorde con su manera de pensar y su personalidad. Sin embargo, para quienes se inician en la escritura encontrar las palabras precisas, relacionar las ideas entre sí y emplear la puntuación y los nexos adecuados para que el lector comprenda el hilo conductor del razonamiento que se desea transmitir es todo un reto que solo se conseguirá superar a fuerza de trabajo y constancia. 

Aunque la lengua española —como en mayor o menor medida el resto de las románicas, provenientes del latín— se caracteriza por su tendencia a la digresión, y la idea principal que se quiere demostrar se deja de lado con frecuencia para desarrollar antes otras ideas relacionadas, cuando se está aprendiendo a escribir conviene ir al grano: redactar oraciones más bien cortas con frecuentes puntos y seguidos. Si no se domina la subordinación y se recurre a menudo a ella, surgirán textos enrevesados y confusos.

Asimismo, en la construcción de párrafos coherentes tiene una importancia crucial la puntuación, cuya función es subdividir el contenido en grupos de significado para facilitar la comprensión. Si no se posee una concepción clara sobre la estructura de la oración, no se puede puntuar bien: el sujeto jamás se separa con coma ni punto y coma del verbo o predicado; el verbo tampoco se separa de sus complementos por ningún signo de puntuación, a no ser que haya un inciso en medio. Y la opinión extendida de que teniendo buen oído es fácil puntuar es errónea: hay pausas —permisibles— en el habla que no se corresponden con las aceptadas en el texto escrito. Por ejemplo, no se puede cortar una oración que continúa con un punto ni punto y coma: Paloma salió de la funeraria. Llorando a lágrima viva.  Lo correcto es Paloma salió de la funeraria llorando a lágrima viva. Un empleo adecuado de los distintos signos de puntuación ayudará al lector a entender los diferentes niveles sintácticos del texto.

¿Cómo se aprende a puntuar? El primer paso es reconocer la propia ignorancia y ponerle remedio. No existe la «ciencia infusa» en este caso como en ningún otro, así que si nunca se han leído ni estudiado manuales de ortografía, gramática o estilo, es muy probable que se cometan sin saberlo todo tipo de errores al utilizar los signos de puntuación o prescindir de ellos. Cualquier manual examinado con atención servirá para valorar el estado de nuestros conocimientos y para mejorar y actualizar los que ya poseemos. Porque lo que se sabe también se olvida y es necesario repasar con frecuencia para estar al día.

Una vez adquiridas o refrescadas las normas de puntuación que rigen la escritura, se recomienda leer mucho, porque también se aprende por imitación hasta que poco a poco se va creando el propio estilo. Pero no vale cualquier lectura ni cualquier escritor: solo los excelentes, los que no cometen errores garrafales. Y no será difícil desechar a los mediocres: cuando se conocen las reglas, las faltas en las que caen algunos resultan tan evidentes que molesta su lectura. De este modo, no nos volverán a dar gato por liebre y tendremos un criterio más formado para juzgar una buena o mala escritura.

En lo tocante al vocabulario, hace años escuché un consejo a uno de los mejores editores que he conocido: jamás emplees una palabra ajena a tu vocabulario cuyo significado no hayas verificado antes. De este modo se evitará escribir tonterías como partido suspendido debido a la climatología, agua de lluvia que deja manchas indelebles en los cristales, niña que adolece de salud, anciana de huesos fehacientes, charlas que se departen, palabras que concitan polémica, joven que se apoya en el dintel de la puerta, espía que habla despacio para que no le oigan, país que detenta la presidencia de la UE cuando le corresponde… Y, sin embargo, consultando los diccionarios, ya podremos elucubrar sobre lo que queramos, descambiar una falda aunque sea la primera que compramos, usar una palancana, develar un secreto o quejarnos de la reuma. Nos entremeteremos y nos entrometeremos. Si contamos con buenos diccionarios, gramáticas y libros de estilo en nuestra biblioteca imprescindible, las palabras y las cosas saldrán de los maremagnos donde a veces se pierden y ocuparán el lugar que les corresponde. 

4. Corrección
Los textos necesitan más de una revisión para quedar perfectos. Y no debe dejarse exclusivamente para el final. Si la escritura es una tarea cotidiana, lo mejor es ir releyendo y corrigiendo a medida que se va redactando. De nada sirve llenar muchas páginas si están plagadas de errores: se pierde menos tiempo cuando se avanza sobre seguro, resolviendo las dudas que van surgiendo. Pero no basta. Ha de añadirse, además, una revisión completa y cuidadosa cuando el texto se da por terminado y se tiene una visión global del conjunto.

Siempre se ha de corregir la forma y el fondo: revisar meticulosamente los aspectos ortotipográficos, morfológicos y sintácticos, así como el contenido. Debe comprobarse que no hay saltos de razonamiento, elementos sueltos ni las mismas ideas repetidas sin cesar; que se desarrolla todo lo que se ha enunciado y que se llega a conclusiones coherentes. Y todo lo que sobre, todo lo superfluo, se ha de suprimir sin piedad.

Entre los aspectos a los que se debe prestar mayor atención en la corrección se encuentran los siguientes:

•Coordinación de adjetivos y nombres en género y número, y de sujetos y verbos en persona y número.
•Repetición indebida de verbos genéricos con escaso significado (tener, ser, decir, poder).
•Predominio indebido de la voz pasiva frente a la activa.
• Uso adecuado del modo subjuntivo.
•Gerundios mal empleados.
•Régimen preposicional de los verbos.
•Excesivos pronombres no necesarios.
• Construcción de las oraciones de relativo.
•Pobreza o imprecisión de vocabulario.
•Orden adecuado de las palabras en la oración.
•Extensión de las oraciones; subordinación y coordinación.
•Nexos entre oraciones y entre párrafos.
•Criterio unificado en la escritura de números dígitos y cifras.
•Empleo de letras mayúsculas y minúsculas. 

La lista podría continuar, pero resulta más importante, llegado este punto, plantear una pregunta: ¿cómo va a corregir lo que ha escrito quien ignora su propia ignorancia? Detectar erratas, algunas faltas de ortografía o los despistes (lapsus cálami) que todos sufrimos al redactar no es demasiado difícil y hasta el corrector automático del ordenador puede facilitar la tarea si está bien configurado. Sin embargo, es imposible corregir materias que se desconocen: «Este es un grupo que le gusta los libros y la Literatura», acabo de leer en Facebook. Quien lo ha escrito no sabe que ha cometido tres errores: «Este es un grupo al que le gustan los libros y la literatura». Ha unido en su enunciado dos bestias negras, al parecer, difíciles de dominar por la cantidad de veces que se repiten los mismos fallos: el verbo gustar y una oración de relativo con complemento indirecto que exige preposición y verbo coordinado en número y persona con el sujeto, que es los libros (los libros le gustan a este grupo). Para colmo, escribe literatura con mayúscula inicial como si fuera nombre propio, mientras que considera libro nombre común.

Este motivo, la falta de conciencia de la propia ignorancia, provoca que haya tantos textos mal escritos por doquier, así como que se publiquen y logren éxito popular libros que no pasarían la menor criba de un corrector de estilo experto. No obstante, también somos legión los que nos preocupamos por formarnos día a día y sabemos distinguir el grano de la paja. Hay gente para todo.

Son muchas las ventajas de escribir bien, aparte del prestigio personal. Y es algo que está al alcance de todos poniendo algún interés y efectuando una pequeña (o no tan pequeña) inversión en tiempo y esfuerzo. La preparación es indispensable porque la escritura, como ya se ha señalado, es un oficio y, al igual que ocurre en  todos los demás, hay que ser humilde, pasar por el aro reconociendo las propias limitaciones y empezar de aprendiz. Después se puede llegar muy lejos con estudio, práctica y tesón. La suerte y la disposición personal también cuentan, por supuesto. 

Ahora bien, que ese oficio una vez adquirido se convierta en arte es cuestión muy distinta. Que nadie se lleve a engaño: para eso no sirven las lecciones. Al menos yo desconozco las que hay que aprender. En esto me sumo a las palabras de Umberto Eco, referidas en especial a la poesía, pero también aplicables a la literatura de excelencia: Verba tene, res sequentur: las palabras (la elección de sentido) es lo importante; lo demás (el argumento) viene detrás (o al lado).  Quod natura non dat, Salmantica non praestat.    


La lengua destrabada
Si te interesan los asuntos de lengua y escritura, te invito a leer La lengua destrabada. Manual de escritura, publicado por Marcial Pons (Madrid, 2017). Clica en este enlace para entrar en la página de la editorial, donde encontrarás la presentación del libro y este pdf, que recoge las páginas preliminares, el índice y la introducción completa.  

  








      

43 comentarios:

  1. Otro artículo para consulta. Gracias, Carmen, leo con interés tus consejos.

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    1. Gracias siempre a ti, Mercedes, por pasarte a leer. Ya tengo dispuesto el índice tentativo del libro en el que desarrollaré los asuntos que voy tocando en el blog. Ahora necesito tiempo para sentarme a redactar, pero todo se andará. Un abrazo.

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  2. Me encanta leerte, es un auténtico placer, pues siempre es poco todo lo que advirtamos sobre la necesidad de escribir bien.
    De acuerdo que internet y las plataformas que permiten la edición por uno mismo han democratizado la cultura, pero he de señalar que gran número de los libros que he intentado leer los he tenido que dejar por ponerme de mal humor lo mal escritos que estaban. Me saltan alarmas internas con los leísmos, laísmos y loísmos, con la puntuación imprecisa y caprichosa, con el mal uso de los tiempos verbales o la proliferación de adjetivos inadecuados que solo consiguen lograr un estilo pomposo y arcaizante.
    Por desgracia, también observo muchos fallos en los libros editados por las editoriales clásicas, incluso las de nombre y prestigio. No sé si sus correctores no se reciclan o se ha abierto la veda a que cada escritor use el lenguaje según su antojo particular, cuando el lenguaje ha de ser un sistema de signos que trasmiten un significado y, por tanto, será lo más unitario posible.
    En fin... Todos cometemos fallos, está claro, pero se trata de tener una deliberada voluntad de estilo. Dentro de ella, está el correcto uso del lenguaje, el instrumento que ha de saber manejar todo el que quiera escribir. No bastan las buenas intenciones ni los contenidos estrella, pues todo puede venirse abajo por una mala redacción, al menos para la gente culta y preocupada por la lengua. Como muy bien señalas: hay que ser humilde y estudiar continuamente para la correcta utilización del lenguaje. Quien ama la escritura, goza con lo aprende en este aspecto; quien desdeña las normas, no es escritor auténtico.
    Un abrazo enorme, Carmen, y mis mejores deseos para ti y los tuyos en este 2014 recién nacido.

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    1. Todos cometemos fallos, Isabel, y necesitamos actualizar los conocimientos continuamente. Sí, este de la escritura es un oficio de gente humilde que disfruta aprendiendo y escribiendo. En eso estamos, con voluntad deliberada, como tú dices, de hacerlo cada día un poco mejor.
      Sin embargo, es cierto lo que señalas acerca de que incluso los libros publicados con buenas editoriales presentan fallos, a veces graves. El sector está sufriendo la crisis y se ahorran correcciones para abaratar, además de que no todos los correctores ni los editores son excelentes. Por eso da tanto gusto cuando se encuentra un libro bien escrito, sin erratas y bien editado.
      Un abrazo también para ti, Isabel, y feliz 2014.

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    1. Querida tocaya: me alegro de que te hayan gustado estas notas. Espero que en breve se conviertan el libro (si soy capaz de escribirlo). Un abrazo.

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  4. Me has tenido embobada hasta el final. Disfruté de tus consejos y aprendí, lo más importante. Ahora me lo llevo para estudiarlo a fondo. Un beso, Carmen. Gracias

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    1. Muchas gracias, María José, por pasarte a leer. Y me alegro mucho ser de ayuda. Un beso.

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  5. Hola, Carmen. Aplausos. Has conseguido un fantástico artículo que, en mi estado actual, incapaz de actualizar mi blog, me parece una auténtica proeza. Creo que la extraordinaria riqueza de tus palabras me ha dado un impulso importante para detenerme a reflexionar con mi pluma sobre un tema cuya preocupación comparto.Me quedo con unas palabras claves: "desechar a los mediocres", considero que ahí reside el reto que tenemos tantos escritores independientes para abirnos un hueco justo en la actual vorágine del sector editorial. Muchísimas gracias por ilustrarnos. Abrazos.

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    1. Espero que lo que te ocurra, Berta, se solucione pronto y te permita regresar a tu blog, si es lo que quieres.
      No somos los escritores quienes hemos de desechar a los mediocres, sino los lectores. Creo que los formados ya lo hacen; los otros leen indiscriminadamente a mediocres y excelentes porque no tienen criterio para seleccionar. Pero siempre ha sido así. Lo único diferente es que ahora hay más posibilidad, al menos en teoría, de llegar a los lectores sin necesidad de una agencia o editorial clásica.
      Gracias por pasarte a leer, Un abrazo

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    2. Hola, Carmen. Lo que me ocurre se llama Alejandro y tiene cuatro meses y medio ;-); fíjate qué preciosa razón es la que limita mi tiempo. No obstante, comienzo el nuevo año con las pilas más recargadas que nunca para seguir trabajando en mi pasión. No me expresé del todo bien, no quería decir que seamos los escritores quienes tengamos que desechar a los mediocres, sino que la única forma que conozco para abrirnos un hueco es ofrecer productos de máxima calidad para superar esa mediocridad imperante. Gracias de nuevo, abrazos.

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    3. Pues entonces, enhorabuena, Berta. Ahora lo importante es él y después habrá tiempo para todo lo demás.
      No es fácil abrirse hueco en esta profesión ni en otras, pero desde luego la calidad ayuda. O eso al menos espero y deseo. Un abrazo.

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  6. Gracias. Espero que se conviertan en libro, porque muchos te lo agradeceremos.

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    1. Ya tengo un índice tentativo, pero estoy todavía en fase muy inicial de elaboración del libro. Me llevará su tiempo escribirlo, Olga, pero lo haré. Gracias por pasarte a leer. Un abrazo

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  7. Estupendo artículo, muy útil y muy didáctico. La verdad es que uno encuentra errores garrafales en la prensa escrita. No sé si en los colegios e institutos habrá uno asignatura de redacción, no lo parece vistos los resultados de las nuevas generaciones en este sentido, probablemente la solución este ahí como bien dices, en enseñar a escribir bien en el colegio y en el instituto. En mi opinión para escribir bien es fundamental leer, leer mucho, y también como comentas consultar manuales de ortografía y redacción. Yo aprendo algo cada día, leyendo, escribiendo y consultando espacios como el tuyo. Un cordial saludo.

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    1. Pienso que leer mucho solo sirve si se tienen conocimientos gramaticales y sintácticos previos; es decir, cuando ya se ha formado un criterio y es posible ampliar lo que se comprende por imitación. Además, no todo lo que se lee aprovecha: es necesaria una guía para escoger las lecturas porque no todo lo que está escrito es bueno, como es fácil de comprobar.
      En los colegios e institutos hay de todo: buenos y malos profesores de lengua y literatura. El error está en considerar que solo ellos deben enseñar a leer y escribir cuando la competencia lingüística debería ser tarea de todos los docentes. A todos nos compete dominar la lengua, nuestro instrumento esencial de comunicación.
      Gracias por pasarte a leer. Un saludo, Álvaro

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  8. Unos excelentes consejos que me voy a preocupar y procurar seguir. Muchas gracias Carmen!

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    1. Me alegro de ser útil, Frank. Muchas gracias a ti por pasar a leer. Un abrazo.

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  9. Magnífico artículo, me quedo por tu casa, a ver si con tu ayuda y tus consejos somos capaces, poco a poco, de escribir algo mejor.
    Abrazos
    Invitada quedas a mi espacio y espero que tus comentarios me ayuden.

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    1. Gracias por la invitación, Montesinadas, me daré una vuelta por ahí. Un saludo.

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  10. Me llevo una gran lección, me parece un artículo que debería ser de lectura obligada para cualquier escritor. Yo misma he hablado de esto varias veces en mi blog, pero de ninguna manera con tu excelencia, ya me gustaría.
    Felicidades, ha sido un placer.

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    1. Muchas gracias, Mercedes. Ya ves que somos muchos los que cavilamos sobre este oficio de escribir... Solo espero que nuestras ocurrencias sirvan para algo. Un abrazo.

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  11. Excelente artículo, Carmen. Es una muy buena síntesis de los puntos y pasos que debemos tener en cuenta cuando nos enfrentamos a la tarea de escribir. Lamentablemente, es una actividad que no se cuida, incluso en medios y por personas a quienes se les supone una correcta redacción. Voy a decir una obviedad: el primer paso para escribir bien es hablar bien. Y cada vez se habla peor.
    Enhorabuena.

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    1. Gracias, Francisco. Coincido contigo en que cada vez se habla peor, pero también compruebo un interés creciente por aprender a expresarse con corrección. Este modesto blog tiene cada vez más lectores de todos los rincones del mundo. Cuando veo que hay personas leyendo en Tanzania, Países Bajos, Ucrania o Turquía, por citar solo unos ejemplos, me pregunto quiénes son y por qué lo hacen. Pienso que llegan hasta aquí porque algunas entradas aparecen ya en los primeros lugares de búsqueda sobre su tema en Google. Y el bucle sigue retroalimentándose...
      Por eso sostengo que hay muchas personas interesadas en aprender, al menos tengo esa esperanza. Un saludo, Francisco

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  12. Me ha gustado mucho, en especial el ejemplo de anciana de huesos fehacientes. Jajalaja, me he puesto roja como un tomate. Ya he aprendido la lección, ahora la pondré en práctica. ¡Gracias!

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    1. Querida Mónica: Me alegro de que te haya gustado. Ya sabes que ando reflexionando y organizando material para el manual de escritura que pretendo componer. Esta entrada no es más que algunos pequeños apuntes. Y lo de "huesos fehacientes" tiene su gracia, aunque yo no acabe de entender qué significa.
      Un abrazo y gracias por pasarte a leer.

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  13. Interesante reflexión, Carmen. Muchas gracias por compartirla.

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  14. Desde mi reconocida ignorancia sobre muchos de los temas que compartes, aunque con el ánimo y la dedicación necesarios para ir mejorándolos, he de expresarte mi más sincera gratitud por tu generosidad.

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    1. Muchas gracias a ti, Ibso, por pasarte a leer. Todos desconocemos más de lo que deberíamos y hemos de seguir esforzándonos por mejorar. Un gusto verte por aquí.

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  15. ¡Muy buen artículo y excelente tu blog! Agendado para futuras consultas. Un Saludo.

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    1. Gracias, Escrilia, pues por aquí nos encontraremos, si quieres.

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  16. Un artículo magnífico. Gracias por compartirlo. Lo he vuelto a leer y mejora (si eso fuese posible) con el tiempo. Versos y besos

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    1. Gracias, Nalmar. Por cierto, he seguido el debate suscitado en LinkedIn... pero me doy por vencida. La ignorancia es muy osada y a veces es mejor retirarse a tiempo de guerras insensatas que jamás se ganarán. Un saludo.

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  17. Escribir correcto no siempre es escribir bien: a veces, lo correcto apesta.
    Esto lo suscribirían Van Gogh (sí, escribía pintando), Shakespeare, Cervantes y hasta mister Faulkner y miss Woolf.
    En lo que a mi respecta, hago del lenguaje un banco de pruebas experimental: se trata de hallar posibilidades expresivas. Lo demás...

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    1. Depende de qué entiendas por «correcto» y a qué tipo de escritura te refieras. Y ¿«apesta»? Ese adjetivo en la frase suena a anglicismo nada experimental y poco expresivo. He tenido que tratar con él en muchísimas traducciones...
      En cuanto a lo que opinarían el pintor y los escritores que incluyes, habría que escucharlo de su boca o de su pluma. Yo sé de Cervantes, por ejemplo, que tenía un alto grado de responsabilidad como escritor y conciencia lingüística. En su prólogo de la Galatea incluso habla de que los libros «estén bien escritos». ¿Pensaría que lo correcto «apesta»?
      En literatura, los buenos escritores trascienden lo «correcto» para crear, pero partiendo de una base, conociendo la lengua. De lo contrario, puede que suene la flauta por casualidad...

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  18. Enhorabuena, Carmen. Estoy encantado de haber encontrado este blog. Me está siendo de gran ayuda.

    Muchas gracias. Un saludo.

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    1. Me alegro mucho de que te sirva de ayuda este blog, Javier. Por aquí nos veremos cuando te apetezca volver. Un saludo.

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  19. Carmen:
    En este día, de la amistad, quiero expresarte mi agradecimiento por tus enseñanzas, que las leo, de cuando en cuando. Pero eso sí: las leo. Y la mejor forma de agradecerte, que se me ha ocurrido en este momento, es enviándote la rima XXXVIII de tu paisano Gustavo Adolfo Becquer. Rima que para mí es de una belleza impresionante:

    ¡Los suspiros son aire y van al aire!
    ¡Las lágrimas son agua y van al mar!
    Dime, mujer: cuando el amor se olvida,
    ¿sabes tú a dónde va?

    Saludos, Carlos

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    1. Muchas gracias por el poema, Carlos. Me pilló ese día en plena mudanza de país y no lo he visto hasta ahora. Por fin estoy asentada en tierras californianas: tengo casa, cama e internet, las tres cosas fundamentales para la vida. Hoy es mi primer día de trabajo en la universidad que me acoge.
      Un saludo.

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  20. Acabo de descubrir tu blog y tus artículos me parecen excelentes. Seguiré consultándolos. Muchas gracias por tu generosidad.

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    1. Me alegro de que te guste este blog, Melitona, y espero que las entradas te sigan resultando interesantes.
      Un saludo.

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