Tomé por luciérnagas tus ojos,
por brisa marina tus suspiros,
por montañas tus pechos.
Y brotó de la arena del desierto
este amoroso poema,
escrito con agua de espejismo.
***
Brota de mis dedos agua, 
de mi boca mana miel, 
el tiempo gotea tiempo 
y giro sobre tierra plana 
cuando en tus ojos viajo, 
reteniendo hoy ahora
sin pensar en el mañana.
***
Si mis palabras fueron neciaso sus oídos sordos,
no hubo autoridad togada
para probarlo.
Violeta es violeta
y naranja naranja,
aunque rosa esté
abierta
a conjeturas
cuando la vida avanza.
***
 Perdí mi inocencia  cuando 
la muñeca de cartón
perdió su vida
al deshacerse en la bañera.
Salí del agua turbia a un tiempo 
amanecido antes de tiempo
y comencé a llorar y a rebelarme 
frente a certezas asumidas sin litigio 
 
que mansas se dejaban llevar 
en voraz remolino al sumidero. 
 
Me convertí en la zurda porfiada 
desde entonces
que ni sabe de derechas ni le importa.
Y mi empeño en general como siniestra
fueron causa perdidas 
casi siempre. 
Pero no es una queja. 
Hubo instantes de alegría pura 
e instantes de entrega consentida, 
y una tarde, mientras derrotas repasaba 
y componía despedidas, 
evocando la muñeca inmolada, 
vino a mí el olor adolescente 
de aquel  con quien tanto quería.  
***
La casa de ecos habitadaporque ya no estás.
¿Qué se hizo del libro de la noche,
del trajín oloroso del almuerzo
y del chirrido de la puerta a tu llegada?
Amor con dolor se paga
cuando sobreviene la distancia
irremediable
que en eternidad separa.
***
Voy a tu encuentro con mis zapatos 
nuevos, 
achicando el espacio a zancadas 
gigantescas. 
Me deshago las trenzas 
de la noche 
e inauguro pintalabios 
pues, 
como cuando niña, 
voy de estreno. 
Y el corazón 
que entiende 
de razones 
brinca, 
como los peces en el río, 
y golpea animoso
dentro del pecho. 
Desde su estrecho muro, te presiente, 
aunque equívoco,  
al alcance 
de mis menudos dedos. 
***
Hoy mejor que mañana
para la esperanza.
Me digo que no es tarde
para esta epifanía
y la vista enderezo
mirando al horizonte.
Torcida la tenía de fijarme
en tus deseos.
No seré más Penélope
teje y desteje
sentada ante el telar.
Crecen mis alas por momentos
y volaré sin abrasarme como Ícaro
puesto que, una vez salvada
de la voracidad
de quienes me aman,
la luz soy
Yo.
***
Penélope, no consientas que
nadie 
compruebe tu tejido. 
Abandona el telar, 
cíñete a la cintura 
el nuevo peplo 
y echa a correr. 
Tal vez llegues a algún lugar  
o tal vez salgas de todos. 
Lo mismo da siempre que atrás queden 
los que llamas otros y pretenden 
rodearte. 
No consientas, en fin, dividirte  
a ti misma, 
pues que siempre serás 
la perdedora. 
***
Me cubriré con un manto de palabras
cuando ya no me quieras,
tejido en cualquier telar arrinconado.
Puesto que no preguntas,
dejaré por escrito la respuesta:
que entiendo tu nostalgia
por las vidas que viviste
mientras yo aguardaba,
que aunque hayas vuelto,
ignoras el porqué
y temes esta calma compartida
y que, más que la muerte,
te angustia envejecer.
Resbala el tiempo
y nada significa
este futuro sin futuro,
mas aquí estoy,
dispuesta a mitigar el miedo
pegando espalda contra espalda.
© Carmen Martínez Gimeno, 2024
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