El pasado mes de agosto, nuestras vacaciones
familiares en Cantabria incluyeron un inolvidable día de rafting o balsismo, esto es, de descenso en balsa neumática por las
aguas ora rápidas, ora calmas del alto Ebro.
Como se trata de un río con suelta de agua
controlada por presa durante el verano, su caudal está asegurado desde junio
hasta finales de septiembre. Hay remansos de agua cristalina para nadar,
seguidos de rápidos de gran desnivel en los que es necesario seguir a rajatabla
las indicaciones del timonel de la balsa para conseguir romper las olas y
cabalgar sobre ellas.
La empresa Cantabria Activa nos proporcionó el
equipo completo necesario para la actividad deportiva: casco, traje de
neopreno, escarpines, chaleco salvavidas y pala. Uno de sus monitores, antes de
echar la balsa al agua, nos ofreció una explicación práctica sobre lo que nos
podíamos encontrar durante el trayecto en el río y cómo debíamos reaccionar
ante cada eventualidad. Tanto nos amedrentaron sus palabras que más de una
estuvimos tentadas a renunciar a la travesía…
Pero no lo hicimos, viendo que en otras embarcaciones
iban incluso niños. Después de un ligero guirigay hasta decidir en qué lugar se
colocaba cada cual según su habilidad y condición física, comenzamos a palear
siguiendo las instrucciones de nuestro timonel Borja, sentados en el borde de
la balsa neumática, con un pie sujeto en un enganche del fondo y la otra pierna
cruzada. Los tramos tranquilos nos permitieron apreciar la belleza del entono; los
tramos de rápidos nos obligaron a demostrar nuestra fuerza y coordinación. Fue
muy divertido e instructivo.
Durante el
trayecto hubo varias paradas: unas para bañarse en aguas mansas; otras para arrojarse
a la corriente espumosa del río y nadar con brío hasta alcanzar la orilla. Y nadie
permaneció seco. Las olas rompían una y otra vez contra la balsa y nos atestaban
de agua. Y los ejercicios de equilibrio de pie sobre los bordes de la balsa propuestos
por el timonel Borja iban encaminados a que el menor descuido provocara la
caída en tropel de su tripulación. Pero no había ningún peligro. Los chalecos
salvavidas cumplen su función y se sale a flote enseguida. Luego, pescados gracias
a esos mismos chalecos, se regresa sin dificultad a bordo.
La aventura duró toda la mañana: desde las diez,
hora de reunión en las instalaciones de la empresa en Arroyo, hasta las dos de
la tarde, momento en el que volvimos al mismo punto para cambiarnos y devolver
el material. Fueron unas horas muy cortas. Repetiremos la experiencia sin lugar
a dudas en cuanto nos sea posible.
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