una hebra de seda me
envolvía,
y a cada beso tuyo,
era un día;
y el tiempo que
mediaba entre dos besos,
una noche.
Leopoldo Lugones, «Historia de
mi muerte», 1912
Te voy a dar un beso
despatarrado.
Un beso con dientes
de conejo.
Un beso con talco de
maicena.
Un beso que se mueva
en espiral.
Te voy a dar un beso
anaranjado.
Chely Lima, poema infantil «Te voy a dar un beso»
«Uvas con queso saben a beso,
saben a beso», cantaba mi madre a menudo durante mi infancia. Sin embargo, sus
hijas que la escuchábamos comprendíamos que eso no era verdad en sentido
literal; comprendíamos que era más bien una rima facilona como tantas, propia
de las coplillas populares, con cierto sentido alegórico: el beso como epítome
de lo sublime para los sentidos, en este caso, del gusto, aunque en el beso
bien dado participen los cinco: la vista, mientras acercamos los labios; y el
tacto, el gusto, el olfato y el oído, cuando los labios se posan en lo que se
desea besar.
E.T., el extraterrestre |
El beso es tan antiguo como la
humanidad pero no se restringe a ella: se besan los peces, los pájaros y ya no
digamos nuestros primos hermanos los primates. El mundo está repleto de besos
que se dan, se regalan, se estampan, se plantan o se roban. Podemos comernos a
besos y también traicionar con un beso de Judas; podemos besar el suelo que alguien
pisa, besarle la mano y besarle los pies, aunque resulte un poco anticuado. Y
si se nos dan bien las cosas, hasta podemos llegar y besar el santo. Si somos
demasiado efusivos, nos tacharán de besucones y se quejarán de nuestros
besuqueos; y si nos ponemos guasones o cursilones, repartiremos ósculos, que no
besos, a diestro y siniestro.
Del latín provienen las dos
palabras castellanas que empleamos para tales efusiones, beso y ósculo; la primera,
de basium (con su verbo basiare), y la segunda, de osculum (con su verbo osculor), que significa propiamente «boquita» y
se deriva de os, oris, «boca». Había
además en latín una tercera palabra: savium
y después suavium (con sus verbos
savior y suavior, y hasta un diminutivo, suaviolum)
muy utilizadas, por ejemplo, por Plauto en sus comedias. Fue el gramático Elio Donato quien en el
siglo IV de nuestra era, en su comentario de la comedia El eunuco de Terencio (IV, II, 10), estableció la distinción entre
los tres tipos de besos que, a su entender, existían en latín: «oscula
officiorum sunt, basia pudicorum affectuum, savia libidinum vel amorum», que se
traduce en castellano como «los oscula son
besos de cortesía; los basia, de
afecto pudoroso; y los savia, de
lujuria o amor». Y aunque esta clasificación no se sostiene cuando se lee a
Plauto, Cicerón, Catulo, Lucrecio, Virgilio, Horacio u Ovidio, por poner varios
ejemplos, gozó de gran popularidad en la Edad Media y ha llegado hasta nuestros
días, repetida por eruditos hispánicos como Isidoro de Sevilla (Differentiarium libri, diccionario de
términos con sus significados laicos y religiosos) y escritores incluso
anglosajones como James Joyce (Finnegans
Wake, novela experimental, conocida por su difícil lectura). Fue basium, la menos literaria de las tres
palabras latinas ―pero tal vez la más utilizada por el común de la gente―, la que pasó
a las lenguas romances (portugués,
beijo; catalán, bes; francés, baiser; italiano,
bacio) y abarcó todos los
significados posibles del beso. ¿Por qué suavium
se perdió cuando es tan musical?, ¿por qué no intercambiamos tiernos o
eróticos suaviolos con nuestras
parejas amorosas? A veces, los derroteros de la lengua son difíciles de transitar.
El beso de A. Rodin |
Fue el cine el que popularizó
los besos de amor y, a pesar de las críticas iniciales por atentar contra la
moral y de la censura, su auge fue imparable y saltó barreras. Desde Hollywood
aprendimos a besar una generación tras otra; aprendimos a intercambiar
larguísimos besos de cine en torsiones inimaginables. «¿Tú dejas que te metan
la lengua?», nos preguntábamos en el colegio, y a medida que íbamos creciendo
éramos más las que contestábamos que sí. No obstante, todavía quedaban quienes
se escandalizaban y aseguraban que sus padres nunca lo habían hecho…
Buz es otra palabra que en
castellano significa beso. Viene del árabe y se emplea para el beso de
reconocimiento y reverencia. Aunque yo jamás lo he escuchado, según el DRAE,
«hacer alguien el buz» significa hacer alguna demostración de obsequio,
rendimiento o lisonja.
El planeta de los simios |
―Tengo uno cada noche ―contestó
tras la risa.
—Como si hubiera de dónde
sacarlos ―dijo la prima Gertrudis, siguiendo hipnotizada el ir y venir de su
aguja.
―Hay ―contestó la tía Valeria,
cruzando las suaves manos sobre su regazo.
―¿En esta ciudad de cuatro gatos
más vistos y apropiados? ―dijo la prima Gertrudis haciendo un nudo.
—En mi pura cabeza ―afirmó la
otra, echándose hacia atrás en ese gesto tan suyo que hasta entonces la prima
descubrió como algo más que un hábito raro.
―Nada más cierras los ojos
―dijo, sin abrirlos― y haces de tu marido lo que más te apetezca: Pedro
Armendáriz o Humphrey Bogart, Manolete o el gobernador, el marido de tu mejor
amiga o el mejor amigo de tu marido, el marchante que vende calabacitas o el
millonario protector de un asilo de ancianos. A quien tú quieras para quererlo
de distinto modo. Y no te aburres nunca. El único riesgo es que al final se te
noten las nubes en la cara. Pero eso es fácil evitarlo, porque las espantas con
las manos y vuelves a besar a tu marido, que seguro te quiere como si fueras
Ninón Sevilla o Greta Garbo, María Victoria o la adolescente que florece en la
casa de junto. Besas a tu marido, te acurrucas contra su cuerpo en las noches
de peligro, y te dejas soñar…
A besos, hasta los príncipes más
tediosos vuelven a ser nuestros amados sapos saltarines de tantos alegres juegos.
La lengua destrabada
La lengua destrabada
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Beso tras beso se nos va la vida, y a veces sin besos, nos llega la muerte.
ResponderEliminarGracias Carmen por tu entrada. Es como un beso a mi entendimiento, ya que con el ronroneo de otro idioma, no es muy fácil respirar en español.
Un saludo a la francesa, con beso en ambas mejillas. Patricia.
Muchas gracias, Patricia. Me alegro de que te haya gustado. También un saludo para ti a la española, con beso en ambas mejillas (en eso, al menos, nos parecemos.
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