martes, 20 de enero de 2015

Aprender a citar

Aprender a citar
Los medievales, que tenían un respeto exagerado por la autoridad de los escritores clásicos, decían de los modernos que, aun siendo «enanos» por comparación, al apoyarse sobre ellos se convertían en «enanos a hombros de gigantes» y, de este modo, veían más allá que sus predecesores.

Come si fa una tesis di laurea, Umberto Eco, 1977 (Cómo se hace una tesis doctoral; la traducción del italiano es mía) 

De la nada no suele salir nada. Todos recurrimos de uno u otro modo a nuestro bagaje cultural acumulado para expresarnos de forma oral o escrita. Cuando al escribir se acude  a las palabras o pensamientos de otros, bien sea para completar o respaldar los nuestros, bien para refutar los ajenos, es necesario dejar constancia de la procedencia exacta; esto es, hay que revelar las fuentes. No obstante, los datos de dominio público por todos conocidos, las frases hechas, los refranes u otras expresiones familiares o de moda, a no ser que se hayan tomado de otra fuente directa, son una excepción a la regla:  

Juventud, divino tesoro… quién tuviera tus años.

«Juventud divino tesoro, / ¡ya  te vas para no volver! / Cuando quiero llorar, no lloro… / y a veces lloro sin querer…» (Rubén Darío, Canción de otoño en primavera, 1905).

Tantas guerras… ya se sabe que el hombre es un lobo para el hombre.

«Lobo es el hombre para el  hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro» (Plauto, Asinaria, v. 495).

En el mundo académico, la revelación de las fuentes suele hacerse en forma de nota a pie de página o al final del texto; también puede componerse dentro del texto principal entre paréntesis. En escritos menos formales, cuando se parafrasean ideas ajenas, puede bastar con citar el nombre del autor para atribuírselas. En las citas del comienzo de un libro, un capítulo o un artículo, es convención habitual componerlas marginadas, a cuerpo menor y sin comillas, separando con líneas de blanco el texto literal de la cita y el autor citado (véase al inicio la cita de Umberto Eco).  

La extensión de la cita debe estar en consonancia con la importancia que tenga para el texto en el que aparece. Asimismo, se ha de decidir si, en lugar de transcribir las palabras exactas, se parafrasean. Si se decide parafrasear para lograr una escritura más fluida, no se trata de una cita directa y, por tanto, no se marca con comillas. Un motivo añadido para parafrasear en lugar de emplear la cita directa es el interés por subsanar un error que se ha advertido en las palabras de otro, lo que se conoce como «corrección silenciosa». Por el contrario, si lo que se desea es evidenciar dicho error, se transcribe la cita literal entre comillas y se añade, entre corchetes, sic (que significa así en latín):

La ministra de Sanidad, Igualdad y Política Social, Leire Pajín, en un acto con motivo del Día Internacional contra la Violencia de Género, anunció que a la mañana siguiente llevaría al Consejo de Ministros la propuesta para reformar el Código Civil a fin de prohibir la atribución de la custodia individual de los hijos al cónyuge inculpado en un proceso de violencia de género.

La ministra de Sanidad, Igualdad y Política Social, Leire Pajín, declaró: «Mañana llevaré al Consejo de Ministros la propuesta de reformar el Código Civil para prohibir expresamente la atribución de la custodia individual de los hijos e hijas al cónyugue [sic] incurso en un proceso de violencia de género» (25 de noviembre de 2010).

En los casos de mala puntuación o puntuación deficiente, también se pueden resaltar los errores del texto citado colocando entre corchetes la puntuación que corresponda o añadiendo [sic] junto al signo erróneo.

Las citas directas deben reproducir siempre las palabras literales pero, en general, se permiten ciertos cambios para lograr que encajen en la sintaxis y la tipografía del texto principal: se pueden sustituir las comillas altas (“”) por comillas angulares o latinas («»), las comillas simples por comillas dobles, etc., si así se requiere. Del mismo modo, la puntuación debe ajustarse en relación con las comillas: recuérdese que el punto y la coma se escriben después de las comillas de cierre, al igual que los dos puntos y el punto y coma; los signos de interrogación y exclamación también van detrás de las  comillas de cierre a menos que pertenezcan al texto entrecomillado:

Fue Miguel Hernández quien escribió en «El último rincón»: «¿Qué hice para que pusieran / a mi vida tanta cárcel?».

¡Cuánta pena hay en las palabras de Miguel Hernández en «El último rincón», cuánta desesperación en su «¿qué hice para que pusieran / a mi vida tanta cárcel?»!

Si dentro de una cita se introduce un inciso corto, se marca con rayas en lugar de abrir y cerrar nuevas comillas:

«Los adultos prodigio ―asevera Robert Greene en El arte de la seducción― suelen ser antiguos niños prodigio que han logrado conservar su impulsividad infantil y sus capacidades de improvisación».

Sin embargo, cuando se trata de varias citas literales dentro de un texto parafraseado, se deben ir abriendo y cerrando las comillas cuando corresponda:

Doña Marina, su maestra, explicó a Marie que el color azul ultramar se obtenía de la piedra llamada lapislázuli y era tan costoso que se solía emplear para las «representaciones de lo divino y la realeza»; maese Dirc añadió que el origen del color amarillo indio era menos noble, pues procedía «de la evaporación de la orina de las vacas». No obstante, su precio también era elevado porque, para conseguirlo, había que «alimentarlas únicamente con hojas de mango y agua». Después había que «traer a Sevilla el pigmento desde Bengala», que es donde se producía. Ante esta explicación, doña Guiomar frunció la nariz con asco y se negó a ser pintada con «el vil amarillo de orina», exigiendo: «A mí me pintaréis el vestido de rojo carmín, como desea mi padre, pues no ha de escatimar en gastos para darme gusto. Él mismo os entregará para que fabriquéis el color los panes de grana cochinilla que compró ha un año a las naos de ultramar».

El ejemplo previo, donde se parafrasea un fragmento del capítulo 14, «Amarillo indio, azul ultramar», de mi novela La historia escrita en el cielo, sirve también de ilustración sobre otros cambios permisibles al citar: la letra inicial puede ser mayúscula o minúscula según convenga (aunque también se puede conservar la original) y es lícito prescindir del punto final o sustituirlo por una coma si así conviene. Las llamadas de nota en la cita original pueden suprimirse siempre que no afecten a su comprensión; también se pueden añadir llamadas de nota nuevas si vienen al caso. Asimismo, como ya se ha señalado, se pueden corregir sin indicarlo las pequeñas erratas evidentes, a menos que se trate de la cita de un texto antiguo o de una fuente manuscrita especial en la que sea preciso conservar sus particularidades ortográficas. En estos casos, cualquier modernización o cambio de puntuación ha de indicarse (por lo general, en nota a pie de página o en el prólogo cuando se trate de un libro completo).  

En lo referente a la ortografía, corresponde a quien cita decidir si mantiene la original o la adecua a la actual prescrita por las Academias de la Lengua. Puede escribir, por ejemplo, fue, dio, rio aunque en el original aparezcan estas palabras con tilde: fué, dió, rió; puede suprimir las tildes de los pronombres este, ese y aquel, así como del adverbio solo, o puede simplificar los grupos cultos consonánticos o vocálicos para escribir oscuro en lugar de obscuro; trascender en lugar de transcender o seudónimo en lugar de pseudónimo. Ahora bien, hay que tener en cuenta que la ortografía empleada denota la época (años o siglos) en la que se ha escrito el texto citado y muchas veces será deseable, cuando no obligatorio, conservar la original. Con mucho más motivo habrá que conservarla cuando se citen autores que empleaban una ortografía original, como Miguel de Unamuno o Juan Ramón Jiménez.

Mención especial merecen los siguientes arcaísmos ortográficos que se han de respetar: México (y sus derivados), Texas (y sus derivados), así como otros topónimos mexicanos (Oaxaca) o nombres propios y apellidos (Ximénez, Xavier). La explicación para dichos arcaísmos es que hasta el siglo XVII, muchas palabras que ahora se escriben en castellano con j empleaban en su lugar la letra x: incluso el Quijote apareció publicado por primera vez como Quixote. El sonido de la j parece que no era el actual, aunque bien es cierto que esa letra tiene una pronunciación distinta dependiendo de las regiones españolas e incluso latinoamericanas, desde el sonido vibrante a la simple aspiración. La reforma ortográfica emprendida por la Real Academia de la Lengua en el siglo XVIII determinó que la x dejara de ser una grafía para el sonido representado por la j (o la g según los casos) y solo se empleara para representar el sonido  /s/ en posición inicial de palabra como en xilófono; /ks/ en posición intervocálica como en exagerar o /gs/ en posición final de sílaba como en extremo.

Sin embargo, cuando se publicó la Ortografía de 1815, los procesos de independencia en gran parte de la hasta entonces América española estaban en plena ebullición. México decidió conservar su grafía arcaica de /x/ para el sonido que representa la /j/ como signo de identidad, y lo mismo sucedió con Texas,  que era parte de su territorio. Muchos nombres propios y apellidos también conservan la grafía arcaica por razones parecidas, y hay que respetarlo, teniendo en cuenta que su pronunciación en español siempre es como j y no como la x actual. Los diccionarios recogen las dos escrituras de los topónimos cuando ambas son posibles: mexicano y mejicano; pero en otros solo se emplea la arcaica: Oaxaca (pronunciado casi como Guajaca).  Al citar, lo aconsejable es ceñirse a la preferencia de quien escribió.  

Cuando se incorporan citas fragmentarias a un texto, debe cuidarse la redacción de las oraciones previas y posteriores para que lo citado encaje en ellas lógica y gramaticalmente:

[Texto original]
—Esas gallinas de Indias que decís en mi tierra se conocen como guajolotes y son muy reputadas por su blanca y tierna carne —replicó doña Berta—. Es plato de buen gusto, propio de celebraciones, que se prepara sobre todo en mole, que quiere decir guiso en nuestra lengua azteca, cocinando una salsa espesa con diferentes chiles, que son vuestros pimientos, pero picantes, y muchos otros ingredientes y especias a elección de la cocinera, sin olvidar el condimento imprescindible, que es el cacao molido.
—¿El cacao con el que se prepara el chocolate? —se sorprendió Teodora. (La historia escrita en el cielocap. 17, «El llanto de las sibilas»).

[Texto parafraseado con citas fragmentarias]
Doña Berta explicó a Teodora que las gallinas de Indias en la Nueva España se conocían como guajolotes, añadiendo que era un plato «de buen gusto, propio de celebraciones», que se preparaba sobre todo en mole, palabra que «en lengua azteca quiere decir guiso, cocinando una salsa espesa con diferentes chiles […] y muchos otros ingredientes y especias a elección de la cocinera, sin olvidar el condimento imprescindible, que es el cacao molido».

Como se aprecia en el ejemplo, se deben modificar los tiempos verbales o los pronombres para amoldarlos al nuevo contexto y empezar la cita textual donde convenga según la lógica sintáctica y gramatical. A veces, se ha de incluir entre corchetes alguna palabra que ha habido que añadir para ajustar el texto. Tomando la cita anterior, si en lugar de haber suprimido parte de ella ―señalando la elipsis con los tres puntos suspensivos entre corchetes […] según la convención establecida―, se hubiera optado por mantener la oración de relativo siguiente, se tendría que haber redactado así:  

Doña Berta explicó a Teodora que las gallinas de Indias en la Nueva España se conocían como guajolotes, añadiendo que era un plato «de buen gusto, propio de celebraciones», que se preparaba sobre todo en mole, palabra que «en lengua azteca quiere decir guiso, cocinando una salsa espesa con diferentes chiles, que son [nuestros] pimientos, pero picantes, y muchos otros ingredientes y especias a elección de la cocinera, sin olvidar el condimento imprescindible, que es el cacao molido».

Cuando se introduce una cita en medio de una oración y cumple dentro de ella una función sintáctica, debe comenzar con letra minúscula, prescindiendo de que en el original lo hiciera con mayúscula por iniciar párrafo:  

¿Fue Descartes quien dijo aquello de «pienso, luego existo»?  

Sostengo, como Nietzsche, que «los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos».

Sin embargo, cuando la cita va detrás de dos puntos y, por tanto, tiene menor relación con el resto de la oración, se mantiene la mayúscula inicial del original o incluso se cambia a mayúscula aunque el original no la lleve (pero también se puede conservar la minúscula):  

Sostengo lo que dijo Nietzsche: «Los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos».

Cuando al terminar la cita se emplea un verbo de dicción, debe ir precedido de coma (,): 

«Entre un clavel y una rosa, su majestad es coja», cuentan que dijo Francisco de Quevedo a la reina.   

Cuando dentro de una cita aparece otro texto citado, se emplean las comillas altas; si se necesitaran otras más dentro de estas, las simples (en España; en América Latina se empieza por las altas, a continuación las simples y en último término las angulares):

En Historia de la sexualidad, M. Potts y R. Short relatan cómo Cornelia, la sacerdotisa de las vestales, «fue acusada falsamente de incesto por el emperador Domiciano. Según Plinio, “Cornelia imploró a Vesta y a todos los demás dioses, exclamando una y otra vez: ‘¿Cómo puede César pensar que me he manchado? Mientras he realizado los ritos sagrados, él ha efectuado conquistas y ha triunfado’. Cuando era conducida a la celda subterránea, su túnica se enganchó en alguna obstrucción. Trató de soltarla y el verdugo le ofreció la mano, pero ella le volvió el rostro”».

Cuando las citas son muy largas, se suelen componer en párrafo aparte. Salvo en casos especiales de edición, la longitud es el criterio fundamental que se tiene en cuenta para optar por una u otra composición. En el caso de la poesía, cuando se citan uno o dos versos, que se separan por una barra inclinada (/), se suelen intercalar en el texto: «Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos, / que son dos hormigueros solitarios» (Miguel Hernández, «Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos», en Imagen de tu huella, 1934).

Sin embargo, cuando la cita abarca una estrofa completa o más, se compone (según preferencia editorial) cargado a la izquierda, sangrado o centrado con el verso más largo y a cuerpo menor, dejando una línea de blanco al comienzo y al final. Las estrofas se separan entre sí con una línea de blanco:

Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos,
que son dos hormigueros solitarios,
y son mis manos sin las tuyas varios
intratables espinos a manojos.

Los autores clásicos de poesía solían comenzar cada verso con letra mayúscula, pero es costumbre abandonada por los más modernos. Al citar, debemos respetar el criterio seguido por el poeta o señalar que se ha preferido otro distinto.  

En los textos en prosa, es convención habitual componer las citas en párrafo aparte, sangradas y separadas en su principio y fin por una línea de blanco, cuando se prolongan más de cuatro líneas. Otras veces se componen a cuerpo menor y a la misma caja, según preferencias editoriales. Las citas en párrafo aparte no se marcan con comillas, pues su uso es redundante. En  la palabra final suele situarse una llamada de nota en voladita, a no ser que se haya expresado en el texto principal la fuente. El siguiente ejemplo está extraído de mi novela digital Nada del otro jueves (Amazon, 2013):

—Esto es para ti, Maite —susurra mamá, que ha vuelto a tu cuarto y te tiende una hoja de papel—. Es el último poema que me escribió tu padre, cuando ya estaba muy enfermo.
Te incorporas intrigada y a la luz de la lámpara que aún no has apagado, ves la letra irregular pero clara de papá:

Tus labios los deseo para el beso
Y no para las penas que te ofrezco
Y no rechazas, mujer mía.

  Ahí detienes la lectura, porque la emoción te ahoga y sientes que estás invadiendo una  intimidad que no te corresponde. Algo que solo perteneció a tus padres.
—Son tuyos, mamá —declaras, alargando la mano para devolverle la hoja, y esta vez sí que añades con voz clara―: Gracias, muchas gracias, mamá.

Como cabe apreciar, si dentro de una cita existe otro texto citado, se repite la sangría y la composición que corresponda. Las cartas completas se citan en texto separado (muchas veces, empleando letra cursiva) y marginado; los fragmentos cortos, dentro del texto principal y, por lo general, entrecomillados y en letra redonda.


Una cita en composición separada no empieza siempre con letra mayúscula. Al igual que en el caso de las citas insertas en un texto, se emplea minúscula o mayúscula según lo requiera la sintaxis:

Fue Ortega y Gasset quien popularizó la palabra «esnob» en castellano al explicar en  La rebelión de las masas que el hombre que triunfa ahora

es sólo un caparazón de hombre constituido por meros idola fori; carece de un «dentro», de una intimidad suya, inexorable e inalienable, de un yo que no se pueda revocar. De aquí que esté siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa. Tiene sólo apetitos, cree que tiene sólo derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga —sine nobilitate—, snob.

Sin embargo, también se podría citar así:

Fue Ortega y Gasset quien popularizó la palabra «esnob» en castellano al explicar en La rebelión de las masas:

El hombre que triunfa […] es sólo un caparazón de hombre constituido por meros idola fori; carece de un «dentro», de una intimidad suya, inexorable e inalienable, de un yo que no se pueda revocar. De aquí que esté siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa. Tiene sólo apetitos, cree que tiene sólo derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga —sine nobilitate—, snob.

Como ya se ha señalado, los puntos suspensivos entre corchetes indican que se ha suprimido texto dentro de la cita. No son necesarios al principio ni al final de una cita, puesto que se da por supuesto que dicha cita no es más que una selección que ha realizado el escritor sobre la obra de otro. Solo en casos especiales habrá que marcar con corchetes al principio la falta de alguna palabra o letra para que se entienda el contenido. 

Cuando, por alguna circunstancia especial, una cita larga de varios párrafos no se compone separada del texto principal, se han de utilizar las «comillas de seguir» (la comilla angular de cierre: ») cada vez que comience párrafo, lo mismo que sucede cuando en un diálogo el parlamento de un personaje abarca más de un párrafo (son casos raros, pues los escritores saben utilizar otros recursos más comprensibles y estéticos).

He aquí un ejemplo de «comillas de seguir» en cita de más de un párrafo que no se ha sangrado ni compuesto en texto aparte, extraído de mi novela Nada del otro jueves: «Debe de estar acurrucada en el sofá, porque acabas de escuchar como un hipo. Aguzas el oído y percibes un susurro débil, como de gemidos contenidos. ¿Estará llorando?, te preguntas, y de inmediato te contestas que sí, está llorando, cómo no iba a llorar al ver lo que está viendo, y las lágrimas que llevan tanto tiempo escociéndote en los ojos porque no las permites salir empiezan a fluir veloces, y esta vez no haces nada por detenerlas.
»—Mamá —dices al irrumpir en el salón y corres a abrazarte a ella—. Mamá...
»El CD se ha acabado, y la pantalla del televisor está llena de copos de nieve, a pesar de que ya es primavera en la calle. Mamá te acaricia la melena de medusa mientras sigue llorando, igual que tú.
»—Mamá —repites en medio de la llantina―. No estás sola. Sé tu secreto».

Si al comienzo de un capítulo o una sección se emplea como decoración una letra capitular y las primeras palabras forman parte de una cita inserta en el texto, es frecuente omitir las comillas de apertura (de igual modo, suelen omitirse los signos de apertura de admiración e interrogación), a pesar de que la RAE recomienda que se mantengan:

C

aséme en esta tierra con una mujer muy a mi voluntad. Y aunque allá os parezerá  cosa reçia el aberme casado con hindia, acá no se pierde honra ninguna, porque es una nación la de los hindios tenida en mucho», dice en su carta de 10 de febrero de 1571Andrés García desde México a su sobrino Pedro Guiñón, que estaba en Colmenar Viejo.

Si al citar se añaden cursivas para hacer hincapié en determinadas palabras, ha de señalarse entre corchetes dentro de la cita o en el lugar donde se especifique la fuente, ya sea entre paréntesis al cerrar las comillas o en nota a pie de página o final (cursivas añadidas o bien las cursivas son mías). Del mismo modo, todo añadido o aclaración dentro de una cita se compondrá entre corchetes para que no existan confusiones.

Cuando se cita en una lengua extranjera, el estilo tipográfico ha de ser el mismo que el del resto del texto: las citas se escriben en letra redonda y se insertan entre comillas o se componen por separado y sin comillas atendiendo a su longitud. Asimismo, se mantiene la puntuación original, salvo en el caso de las comillas, cuyo uso se ha de unificar con el criterio general empleado en el resto del texto. Si se citan palabras o frases aisladas en otra lengua, pueden entrecomillarse o componerse en letra cursiva. Si el original utiliza comillas para los diálogos (recuérdese que en inglés, por ejemplo, es el modo de marcarlos) y se compone una cita separada del texto principal, se mantienen dichas comillas:

«Is this a temporary marriage you have in mind?» I asked.
He looked at me, surprised.
«This isn’t a passing physical attraction I feel toward you. I want you for good».
«Ali, please—» (Marina Nemat, Prisoner of Tehran, 2007).

¿Se debe añadir la traducción de los pasajes citados en una lengua extranjera? Queda a criterio del escritor o la editorial. Si se decide ofrecer la traducción, debe situarse entre paréntesis detrás de la cita en la lengua original. No es necesario mantener en este caso las comillas de apertura y cierre (aunque puede hacerse), pero sí toda comilla que surja dentro de la cita. Asimismo, la traducción puede aparecer en una nota a pie de página o final. Cuando los escritores realizan sus propias traducciones, deben indicarlo (la traducción es mía o texto similar). De lo contrario, se recurrirá a traducciones publicadas y se indicará la fuente con todos sus datos de edición. Cuando se cite un pasaje de una obra escrita y publicada en español, nunca se ha de traducir partiendo del texto ya traducido a una segunda lengua. Por ejemplo, jamás traduciremos del francés al español una cita de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, sino que buscaremos el texto original citado para reproducirlo. Cuando se cite un texto extranjero de una segunda lengua, como sería el caso de un pasaje de La montaña mágica de Thomas Mann en un texto en inglés, se buscará en la traducción de la novela al español pero no se retraducirá desde el inglés al castellano. Si no es posible dar con la traducción original al español, siempre es preferible recurrir a la paráfrasis que retraducir.

Ahora quedaría hablar de las notas, el lugar habitual en el que se exponen las fuentes de las citas, sobre todo en el ámbito académico. Sin embargo, como es tema largo de explicar, lo dejaremos para otro momento, en el que también nos ocuparemos de la bibliografía.

Nota bene: Las citas separadas que aparecen en este texto no están compuestas a cuerpo menor debido a las limitaciones tipográficas del blog que, de momento, soy incapaz de superar. Para intentar que resalten más a primera vista, he creado mi propio estilo tipográfico, que no habrá pasado inadvertido al lector cuidadoso: las citas llevan justificación completa, los párrafos no se separan con línea de blanco y van sangrados, salvo el primero; en el resto del texto, no se sangran los párrafos, se separan con una línea de blanco y no están justificados a la derecha.

Tampoco he logrado que la letra capitular quede rodeada por el texto. Lo seguiré  intentando.


La lengua destrabada
Si te interesan los asuntos de lengua y escritura, te invito a leer La lengua destrabada. Manual de escritura, publicado por Marcial Pons (Madrid, 2017). Clica en este enlace para entrar en la página de la editorial, donde encontrarás la presentación del libro y este pdf, que recoge las páginas preliminares, el índice y la introducción completa.  

  





No hay comentarios:

Publicar un comentario