Qué bonitas las amapolas que crecen en lo alto del muro de la fotografía. Sin embargo, si se baja la vista un poco, la percepción varía: aparecen grietas e incluso piezas de ladrillo que ya han caído o acabarán desmoronándose... Esta imagen es una ilustración perfecta para el contenido que desarrolla este texto. Las falacias son vistosas, llamativas pero, una vez descubiertas, siempre desprestigian a quien las utiliza.
Proveniente del latín fallacia, nuestra voz castellana ‘falacia’ significa, según el diccionario académico, engaño, fraude o mentira con la que se pretende perjudicar a alguien. En una argumentación, una falacia es una asunción que parece lógica y verdadera, pero que en realidad es falsa y esconde incoherencias engañosas o mentiras. Al escribir un texto, se puede caer en falacias no intencionadas debido a descuido o ignorancia, pero también a menudo se recurre a ellas de manera deliberada con el fin de persuadir o manipular. Una lectura atenta es capaz de descubrir cualquier falacia, que siempre constituye una debilidad de discurso. Existe una extensa tipología que se ha ido recogiendo desde tiempos de Aristóteles. Las falacias más habituales que empobrecen la escritura son las siguientes:
·
La conocida con la locución latina non
sequitur para señalar aquella afirmación que no se sigue lógicamente de lo
que se acaba de expresar; esto es, toda conclusión que no se desprende de las
premisas: Ernesto es un buen escritor,
así que se hará rico con sus novelas (¿cuántos buenos escritores se hacen
ricos?).
·
Las generalizaciones precipitadas, esto es, basadas en escasos datos o
en datos excepcionales o sesgados: Los
jóvenes son trabajadores irresponsables (muchos jóvenes son muy
responsables).
·
El argumento ad populum o
falacia de apelación a la multitud, por medio de la cual se afirma como válido
algo que hacen o dicen muchos solo por ese motivo: Todos copian en los exámenes, luego yo también (la mayoría no
siempre tiene razón).
·
El razonamiento circular, que consiste en volver a afirmar lo que se
acaba de decir; esto es, la premisa contiene la conclusión que el razonamiento
pretende comprobar: Elena es muy perezosa
porque no le gusta trabajar (ser perezosa y no gustarle trabajar significa en
esencia lo mismo).
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Las maniobras de distracción o pistas falsas, con las que se pretende
desviar la atención del tema principal hacia otro carente de relevancia para lo
tratado: ¿Por qué preocuparnos por unos
miles de refugiados cuando deberíamos hacer algo acerca del calentamiento
global? (la crisis de los refugiados no tiene nada que ver con el
calentamiento global).
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Post hoc, ergo propter hoc, locución latina con la que se
describe el error de asumir que puesto que un hecho sigue a otro, el primero es
la causa del segundo: La nueva alcaldesa
asumió el cargo hace dos meses y la delincuencia ha aumentado un 25 por 100 (es
poco probable que la llegada al poder de la alcaldesa haya provocado ese
aumento de la delincuencia).
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La falsa dicotomía, que establece la existencia de dos únicas
alternativas cuando en realidad hay más opciones: Solo cabe prohibir las drogas o destruir la humanidad (existen
otras posibilidades, desde luego).
·
La falsa analogía, en la que se cae al asumir que puesto que dos cosas
son semejantes en algunos aspectos, han de serlo en todos: Como estos libros son igual de
gruesos y tratan del mismo tema, da igual leer uno que otro (la extensión y
el tema de los libros no predice si uno es bueno, si lo son los dos o no lo es
ninguno).
·
El equívoco o falacia debida a la ambigüedad, consistente en hacer una
afirmación basada falsamente en el empleo de un vocablo que tiene dos
acepciones diferentes: Se debería
autorizar el suicidio, puesto que la muerte es el fin de la vida (¿se
entiende fin como ‘término’ o como
‘objetivo’?).
La pregunta capciosa, por último, también puede considerarse un tipo
de falacia. El adjetivo ‘capcioso/a’ proviene del latín captiōsus y significa, aplicado a una palabra, una doctrina, una
proposición, etc., falaz, falsa; y aplicado a una pregunta, argumentación o
sugerencia, que se formula para arrancar a quien se destina una respuesta comprometedora.
La pregunta capciosa presupone en su formulación una respuesta a algo que no se
ha preguntado: ¿En qué paraíso fiscal
esconde el dinero robado? (se sobrentiende que se ha robado dinero). ¿Ha dejado ya de plagiar textos? (se
sobrentiende que ha habido plagios).
Vuelvo a la imagen inicial de este texto. Así como las mismas raíces de esas plantas de vistosas flores que dominan las alturas y atraen la primera atención pueden ser las causantes de que el muro se derrumbe, así también un texto en el que echan sus raíces las falacias acaba siempre desmoronado.
Texto extraído en parte de mi
manual de escritura La lengua destrabada, Madrid, Marcial
Pons, 2017.
La lengua destrabada
Qué placer es leerla, Carmen. Siempre sigo atenta su blog y no me había atrevido antes a comentarle. Siempre aprendo algo de usted. Un saludo cordial desde México.
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario. Me encanta saber que le interesa lo que escribo.
EliminarUn cordial saludo desde la sierra de Madrid, donde sigo confinada por la pandemia, esperando tiempos mejores.