Este postre típico de la Semana Santa actual en muchos
lugares de España tiene un origen muy antiguo, asociado con la necesidad de sacar
partido al pan que se había quedado duro. El Diccionario de la lengua
española académico lo define como «rebanada de pan empapada en vino o leche
y rebozada con huevo, frita y endulzada», si bien en nuestros días las torrijas
de leche son las más habituales. La palabra ‘torrija’ proviene del verbo ‘torrar’
al que se añade el sufijo diminutivo -ija, que posee cierto valor
despectivo, al igual que sucede con palabras como baratija, proveniente de
barato, clavija, proveniente de clavo o vasija, proveniente de vaso. La torrija
es cosa de poco, aprovechamiento del pan inservible que se enriquece con otros
ingredientes para endulzarlo y darle mayor consistencia.
A finales del siglo XV Juan del Encina ya la versaba
en un villancico a la Virgen María incluido en su Cancionero (1496): «En
cantares nuevos / gozen sus orejas, / miel y muchos huevos / para hazer torrejas»,
manifestando a continuación la utilidad especial que se le daba a este postre por
aquel entonces para la recuperación de las mujeres recién paridas: «aunque sin
dolor / parió al redentor». Como se aprecia en el verso, 'torreja' es palabra antigua que competía con 'torrija'. La última es la predominante en España en la actualidad, mientras que en algunos lugares de Latinoamérica se sigue prefiriendo 'torreja'.
Preparar unas buenas torrijas de leche al estilo tradicional castellano no tiene dificultad. Lo fundamental
es contar con los ingredientes básicos:
·
Un buen pan de miga densa al que se ha dejado
secar al menos un par de días.
·
Leche hervida con una rama de canela, la
mondadura de una naranja y un limón, y azúcar para endulzarla a gusto de la cocinera.
·
Un par de huevos frescos bien batidos.
·
Un buen aceite (girasol u oliva, según el
gusto) para freírlas.
·
Canela molida y azúcar; sirope o miel para
adornarlas una vez finalizadas.
El
proceso de preparación de diez torrijas, empleando una barra de pan especial (fabiola,
bombón o incluso candeal) del que venden en panaderías o supermercados es el siguiente:
1)
Hervir en una cacerola tres cuartos
de litro de leche (entera o semidesnatada, según preferencia) con una generosa rama
de canela, las mondaduras de naranja y limón (evitando la parte blanca que
amarga) y azúcar al gusto. Se puede añadir anís, vainilla o algún licor si se
desea.
2)
Cortar, mientras la leche hierve, las
rodajas de pan con un grosor no menor de dos centímetros para que absorban bien
la leche. Colocarlas ordenadas en un recipiente amplio.
3)
Verter la leche hervida todavía caliente
sobre las rebanadas, desechando las mondaduras y la rama de canela. Pasado un
rato, dar la vuelta a todas las rebanadas con un utensilio apropiado para que
se empapen por igual por ambas caras.
4)
Poner a calentar abundante aceite a
fuego medio-alto en una sartén de buen tamaño para que quepan a la vez varias
unidades. Las torrijas no deben tardar demasiado en freírse para que no se resequen,
pero tampoco se deben arrebatar. Tienen que quedar doradas.
5)
Batir mientras tanto los dos huevos
con alegría, primero con un tenedor y luego con varillas, para que recubran
bien las rebanadas sin dejar huecos.
6)
Sacar una a una las rebanadas para rebozarlas
en el huevo. Comprobar que el aceite está caliente y añadirlas con cuidado a la
sartén. Una vez doradas por un lado, es necesario darles la vuelta. Si se
ensucia el aceite durante la fritura debido a las rebabas de huevo, habrá que
colarlo o cambiarlo.
7)
Colocar las torrijas ya fritas sobre un
recipiente recubierto con papel absorbente para evitar el exceso de aceite.
8)
Terminado el proceso de fritura, ordenar
las torrijas en su fuente definitiva y adornarlas con canela molida mezclada
con azúcar, sirope, miel, mosto o cualquier complemento dulce del agrado de la
cocinera.
Las torrijas se comen templadas o del tiempo, aunque
de un día para otro también aguantan si son jugosas por dentro. La clave para
conseguir esa textura jugosa es que embeban abundante leche, para lo cual ha de
estar caliente o, como poco, tibia, a pesar de que haya tantas recetas en
internet que aconsejen emplear leche fría.
Esta es la receta con las que las cocinaba mi madre en
cantidades impresionantes, pues éramos muchos de familia para comerlas. Las
hacía todos los jueves santos, y sus hijas y nietas hemos conservado la tradición.
No es necesario seguir procesos elaboradísimos ni perder horas y horas para
obtener resultados excelentes. El secreto de las buenas torrijas, repito, está
en el pan de miga densa, cortado con cierto grosor; su infusión en leche
caliente para que empape bien y una fritura en aceite a buena temperatura para
que no se resequen.
¡Buen provecho!
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Cristalino, Carmen, muchas gracias. Tu receta es exactamente igual que la que yo heredé de mi madre segoviana. Solo un añadido que considero de interés: para que no se cree demasiada espuma en el aceite mientras se fríen las torrijas, yo echo 2 clavos largos en el aceite.
ResponderEliminarMuchas gracias, Jaime. Tomo nota de los clavos.
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