Albi, a las orillas del Tarn |
Desde el origen de la historia, en tiempos de crisis, de hambrunas o
de enfermedades, surgían como tablas salvadoras rumores y leyendas que daban
esperanza: más allá de las montañas hay un mundo mejor, está la arcadia soñada,
anunciaban, o puede que fuera más allá del lago, o cruzando aquel río
caudaloso, o tal vez salvando el desierto, puede que detrás del mar… De este
modo, de boca en boca y también por escrito cuando fue posible, a lo largo de
los siglos y en todas las culturas se ha ido transmitiendo, de una generación a
otra, la existencia de reinos míticos de leche y miel, de esas sociedades
ideales donde no había cabida para el hambre, para el insomnio, para el mal ni
para las penas.
La famosa Utopía es la isla de la sociedad idílica para la cultura
occidental, gobernada por la razón, que describió Tomás Moro en el siglo XVI y
cuyo mismo nombre, proveniente de las palabras griegas ou ―no― y topos ―lugar―, dejaba entrever su
carácter ilusorio: era un lugar inexistente. Una mera aspiración: lo que se
conoce vulgarmente como una quimera. ¿Qué habría sido de la humanidad sin
ellas?
Cada época ha tenido sus propias quimeras: en la Edad Media europea se
buscó con gran ardor el Santo Grial, por ejemplo, y también al Preste Juan de
las Indias. Se creía que este personaje ilustre, generoso gobernante de un
reino que nadaba en la abundancia, descendía de los Reyes Magos y era
cristiano. El afán de encontrarlo impulsó diversos viajes de descubrimiento
portugueses a África e India. Y tampoco faltaron los cronistas de Indias del
Imperio español que hablaron de él, haciéndose lenguas de las riquezas que se
amontonaban a su alrededor.
Toulouse, a las orillas del Garona |
Cocagnes: bolas tintóreas |
Azul pastel en Cordes sur Ciel |
Hôtel d'Assézat (Toulouse) |
El comercio del pastel también llegó a España, sobre todo por el puerto de Bilbao, pero con el desembarco de Colón en tierras americanas los sueños de los españoles empezaron a cruzar el Atlántico, conocido hasta entonces como el Mar Tenebroso, y hasta los escritores del Siglo de Oro se hicieron eco de las noticias sobre la existencia de nuevos países de prodigalidad sin cuento en ultramar. El mismo Cervantes recoge esta ilusión indiana en la comedia La entretenida (1690):
¿Que es
posible que no precies
los
montones de oro fino,
y por un
lacayo indino
un
perulero desprecies?
¿Que no
quieras ser llevada
en
hombros como cacique?
¿Que
huigas de verte a pique
de ser
reina coronada?
¿Que, por
las faltas de España,
que siempre suelen sobrar,
no
quieras ir a gozar
del gran
país de Cucaña?
Con el avance de los conquistadores por el continente americano,
pronto ese País de Cucaña pasaría a conocerse como el País de Jauja o Jauja a
secas, debido, al parecer, a las crónicas sobre la inmensa abundancia que había
encontrado Francisco Pizarro en un lugar del Tahuantinsuyo con ese nombre, que
servía de almacén a la región. De América y de esos almacenes o tambos desconocidos
en Europa nos llegarían en barcos los productos ultramarinos o coloniales, novedosos
en esta orilla del mundo, que también harían ricos a muchos marinos y
comerciantes, y acabarían dando nombre a unas tiendas que olían a especias y a
chocolate, a café y a bacalao.
¿Y qué pasó con la cucaña? Pervivió en el juego conocido por ese
nombre, que también se extendió por América Latina. Existe asimismo en Francia o
en Italia, por ejemplo: nuestro palo de la cucaña es el mât de cocagne o el albero
della cuccagna. Quien logra llegar hasta arriba sin resbalarse, gana un
bonito premio que, hoy como ayer, suele ser codiciada y suculenta comida. En lo
referente al estómago hemos cambiado poco.
La lengua destrabada
La lengua destrabada
Si te interesan los asuntos de lengua y escritura, te invito a leer La lengua destrabada. Manual de escritura, publicado por Marcial Pons (Madrid, 2017). Clica en este enlace para entrar en la página de la editorial, donde encontrarás la presentación del libro y este pdf, que recoge las páginas preliminares, el índice y la introducción completa.
Muy interesante. Gracias, Carmen.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado, Carmen. Esta estancia en Toulouse está siendo estupenda y hemos viajado a lugares preciosos, de los que espero escribir pronto.
EliminarUn abrazo, amiga
He disfrutado leyéndote, gracias.
ResponderEliminarUn beso, Carmen.
Me alegro, Isabel, y espero que vayas mejorando.
ResponderEliminarTambién te mando un beso.
Una delicia de artículo. Muchas gracias por ilustrarnos.
ResponderEliminarGracias a ti, Isabel, por pasarte a leerlo.
EliminarUn abrazo.
Me ha encantado. Buscaba sobre la cucaña y he leído tu blog. Muy interesante
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado, Carmen.
ResponderEliminarUn cordial saludo.