martes, 29 de noviembre de 2022

Latinismos: claves de uso


Esta denominación abarca las palabras y expresiones latinas que perviven en nuestra lengua actual y se emplean sobre todo en medios académicos, científicos y jurídicos, así como en la escritura culta o elevada. Puesto que se tomaron del latín cuando ya avanzaba como lengua independiente la castellana, en esencia los latinismos son préstamos léxicos semejantes a los que nos llegan de otras lenguas (inglés, francés, italiano…) y han de tratarse como tales. Si los latinismos son puros, mantienen su propia grafía y fonética (no llevan tilde porque en latín no existía y se escriben en letra cursiva); si se adaptan al castellano, sufren modificaciones para ajustarse a sus reglas de escritura y atildamiento.

·       Los latinismos de una sola palabra ya adaptados al castellano se rigen por las normas generales de acentuación: accésit, cuórum, déficit, imprimátur, ínterin, ítem, factótum, hábitat, plácet, réquiem, ultimátum, vademécum. Estas palabras castellanizadas se incorporan al acervo de la lengua en pie de igualdad con el resto de sus componentes y forman el plural ateniéndose a sus mismas reglas: añadiendo ‑s, -es o permaneciendo invariables, según proceda: plus, pluses; accésit, accésits; ratio, ratios; lapsus, lapsus; déficit, déficits; hábitat, hábitats; vademécum, vademécums; ítem, ítems; superávit, superávits; réquiem, réquiems; estatus, estatus; imprimátur, imprimátur. Dentro del texto, estos latinismos ya adaptados se escriben en letra redonda, y no cursiva, como el resto de palabras (adviértase que los aquí citados aparecen en cursivas por su carácter de ejemplos). 

·       Las locuciones latinas, esto es, las expresiones pluriverbales fijas en latín que comparten la mayoría de las lenguas de cultura occidental y conservan en buena medida el sentido literal latino, se consideran extranjerismos crudos y deben escribirse sin ninguna tilde y en letra cursiva: de lege ferenda; grosso modo; res publica.

·       Las Academias de la Lengua desaconsejan emplear en castellano los plurales latinos terminados en a propios de los sustantivos neutros de segunda declinación, que son normales en otras lenguas como el inglés (curricula, imperia, por ejemplo).

·       Las palabras latinas que componen el nombre científico de las categorías taxonómicas de animales y plantas (especie, género, familia, etc.) forman parte de nomenclaturas de uso internacional y se escriben igual en todas las lenguas de tradición occidental, sin tilde y en letra cursiva  (Euphorbia pulcherrima, Tarentola mauritanica, Homo sapiens).


Basta con ojear algún libro académico para comprobar que abundan los latinismos, no solo en la notación clásica para citar fuentes. Sin pretensión de ser exhaustiva, a continuación se recogen locuciones latinas de uso extendido con su significado en castellano:

A contrario sensu: En sentido contrario.
A contrariis: Por razones contrarias.
A fortiori: Por fuerza; con mayor razón.
A limine; in limine: Desde el umbral, de entrada.
A posteriori: Con posterioridad.
A potiori: Como conclusión mejor o preferible.
A priori: Con anterioridad.
A quo: Del cual.
A sensu contrario: En sentido contrario.
Ab absurdo: Por lo absurdo.
Ab imo pectore; imo pectore: De todo corazón; con entera franqueza.
Ab initio: Desde el principio.
Ab integro: Por entero.
Ab intestato: Sin testamento.
Ab intra: Desde dentro.
Ab irato: Por un movimiento de ira.
Ab origine: Desde el origen.
Ab ovo: Desde el huevo.
Ab urbe condita: Desde la fundación de la ciudad.
Absque ulla conditione: Sin ninguna condición.
Abusus non tollit usum: El abuso no quita el uso.
Accesorium ceda principali: Lo accesorio cede a lo principal.
Aclaratio terminis: Aclaración de términos.
Actio legis: Acción legal.
Ad augusta per angusta: A resultados grandes por vías estrechas.
Ad calendas graecas: Por las calendas griegas; esto es, nunca.
Ad cautelam: Para cautela.
Ad exemplum: Para ejemplo.
Ad hoc: A ese efecto.
Ad honorem: Por honor, gratuitamente.
Ad litteram: Al pie de la letra.
Ad rem: Respecto al asunto.
Ad usum: Según el uso o costumbre.
Alma mater: Madre nutricia (referido a la universidad).
Animus donandi: Ánimo de donar.
Animus lucrandi: Ánimo de lucro.
Ante diem: Antes del día.
Apud: Tomado de.
Bona fides: Buena fe.
Brevitatis causae: Por causa de brevedad.
Caveat; caveat emptor: Advertencia; cuidado por parte del comprador.
Caetera desiderantur: Lo demás se desea; esto es, falta.
Caeteris paribus: El resto permanece igual.
Cuique suum: A cada cual lo suyo.
Circa: Aproximadamente (en datación).
Conditio iuris: Condición de derecho.
Conditio sine qua non: Condición sin la cual no (indispensable).
Confer: Compárese.
Contra legem: Contrario a la ley.
Corpus delicti: Cuerpo del delito.
Damnum emergens: Daño emergente.
Datio in solutum: Dación en pago.
De auditu: De oídas.
De facto: De hecho.
De iure: De derecho.
De lege ferenda: Para una futura reforma de la ley.
De lege lata: Según la ley existente.
De novo: De nuevo.
De visu: De vista.
Dies a quo; dies ad quem: Día en el que; día hasta el que.
Eo ipso: Por eso mismo.
Erga omnes: Frente a todos.
Ergo: Por tanto.
Et alii: Y otras cosas.
Exceptio veritatis: Excepción de la verdad.
Ex iure: Según derecho.
Ex lege: Por ley.
Ex nunc; ex tunc: Desde ahora; desde siempre.
Ex post: Después del suceso.
Ex tempore: Fuera de tiempo.
Ex voluntate: Por voluntad.
Exequatur: Ejecútese.
Grosso modo: A grandes rasgos.
Idem: En el mismo lugar.
Id est: Esto es.
Idem: El mismo, lo mismo.
Ignorantia iuris; ignorantia legis: Ignorancia del derecho; ignorancia de la ley.
In absentia: En ausencia.
In articulo mortis: A punto de morir.
In dubio pro operario: En caso de duda, a favor del trabajador.
In dubio pro reo: En la duda, a favor del acusado.
In extenso: En extenso.
In extremis: En el último momento.
In illo tempore: En aquel tiempo; hace mucho.
In fine: Al final.
In fraganti: En flagrancia.
In fraude legis: En fraude de ley.
In re: En o sobre la cosa.
In situ: En el sitio.
Inter partes: Entre partes.
In vitro: En el vidrio; esto es, en el laboratorio.
In voce: De viva voz.
Ipso facto: Por el hecho, inmediatamente.
Ipso iure: De pleno derecho.
Iure proprio: Por derecho propio.
Iure sanginis: Por derecho de sangre.
Iuris et de iure: De pleno y absoluto derecho.
Lato sensu: En sentido amplio.
Lex domicilii: Ley de domicilio.
Lucrum cesans: Lucro cesante.
Mala fides: Mala fe.
Motu proprio: Por propia determinación.
Mutatis mutandis: Cambiando lo que se deba.
Nasciturus: Quien está por nacer.
Nihil obstat: Nada se opone.
Non bis in idem: No dos veces por lo mismo.
Nota bene: Nota importante.
Opere citato: En la obra citada.
Pace: Con el debido respeto a.
Pace tua: Con tu/su licencia o venia.
Pacta sunt servanda: Los pactos deben cumplirse.
Pane lucrando: Para ganar el pan.
Panem et circenses: Pan y circo.
Par conditio creditorum: Igual condición de crédito.
Pauca sed bona: Poco pero bueno.
Per fas et nefas: Por lo lícito y lo ilícito; esto es, por todos los medios.
Per se: Por sí.
Periculum in mora: Peligro de mora procesal.
Prima facie: A primera vista.
Primus inter pares: Primero entre sus iguales.
Prior tempore, potior iure: Primero en el tiempo, mejor en el derecho.
Pro domo sua: A favor de su propia casa.
Pro indiviso: En indivisión.
Pro rata: En proporción.
Pro solutio: En calidad de pago.
Quid: Lo principal de un asunto.
Quid pro quo: Una cosa a cambio de otra.
Ratio legis; ratio iuris: Razón de ley; razón de derecho.
Res iudicata: Cosa juzgada.
Res, non verba: Realidades, no palabras.
Res nullius: Cosa de nadie.
Res publica: Cosa pública.
Sic: Así.
Sine die: Sin fijar día.
Sponsor: Fiador, garante.
Statu quo: En el estado actual.
Stricto sensu: En sentido estricto.
Sub iudice: Bajo el juez.
Sub iudicium: Bajo juicio.
Sub litis: Bajo litigio.
Sui iuris: De derecho propio.
Testamenti factio: Capacidad para testar.
Testis unus, testis nullus: Testigo único, testigo nulo.
Unicuique suum: A cada cual lo suyo.
Universitas iuris: Universalidad del derecho.
Urbi et orbi: A la ciudad y al mundo.
Ut infra: Como abajo.
Ut retro: Como atrás.
Ut supra: Como arriba.
Ut singuli: Con singularidad.
Ut universi: Con universalidad.
Vacatio legis: Vacancia de ley.
Velis nolis: Quieras o no quieras.
Verbi gratia: Por ejemplo.
Vox populi: De dominio público.

Como regla general, la Real Academia Española y sus Academias de la Lengua correspondientes aconsejan dar preferencia a los latinismos castellanizados cuando existan, como es el caso de currículo y podio (cuyos plurales son currículos y podios), ex profeso o in fraganti (provenientes de ex professo e in flagranti, respectivamente: ambos han dado lugar además a adverbios escritos en una sola palabra: exprofeso e infraganti). Para finalizar, no está demás recalcar que jamás se debe emplear un latinismo si no se domina su significado.  



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lunes, 31 de octubre de 2022

Cocinar con olla de cocción lenta: «pulled pork» o carnitas de cerdo

Cualquiera que haya vivido en pueblos o campos castellanos recordará como yo que en el pasado la lumbre baja dentro de las casas constituía su centro, pues en ella no solo se hacían las comidas, sino que era el único sitio que les proporcionaba calor constante. Sobre esa lumbre baja prendida con leña se asentaban las trébedes de hierro, que servían de sostén al puchero donde cocían a fuego lento guisos de verduras, patatas o legumbres, acompañados de carne. Me viene a la memoria con deleite el cocido de garbanzos, mantenido al amor de la lumbre largas horas, que siempre nos invitaba a probar Jacinto el pastor cuando, siendo niñas, pasábamos cerca de su casa. Por eso, enseguida comprendí las ventajas de las ollas de cocción lenta modernas, que son eléctricas, cuando, hace ya muchos años, me habló de ellas mi hermana Pilar al mudarme a vivir, como ella, a Estados Unidos. Desde entonces se convirtió en un elemento imprescindible en mi cocina para elaborar, sobre todo,  recetas de carnes cuyo resultado es magnífico. Me costó hacerme con una a mi regreso a España porque aquí eran prácticamente desconocidas, pero en la actualidad se pueden encontrar en cualquier tienda de electrodomésticos y con frecuencia hay buenas ofertas disponibles en internet.  

Los componentes básicos de una olla de cocción lenta son:

·       Carcasa exterior que suele ser de aluminio (pintado o sin pintar). Apenas pesa, guarda en el fondo la resistencia de calentamiento, conectada al cable con enchufe para conectar a la red eléctrica, y en la parte delantera presenta los mandos para su funcionamiento.

·       Vasija interior de cerámica gruesa (las mejores) que tiene bastante peso u otro material más ligero (pero menos eficiente).

·       Tapa para la vasija interior. Las mejores son de cristal porque permiten controlar el estado del guiso a simple vista.

Cocinar con olla de cocción lenta no es difícil si se dispone de paciencia y se comprende su funcionamiento. Es imprescindible tener en cuenta la cantidad de líquido empleado en cualquier elaboración porque apenas hay evaporación durante el cocinado, a diferencia de lo que ocurre con las ollas habituales. Por lo demás, apenas cuesta encontrar excelentes recetas de toda clase en internet. Yo utilizo mis ollas de cocción lenta ―poseo dos― sobre todo para guisar patas de pavo, redondo de ternera, costillares de cerdo con salsa barbacoa, roast beef  y chipirones en su tinta, además de algunos caldos y sopa de pescado.

Últimamente he repetido a menudo la receta que hoy comparto cuando disfrutamos de reuniones familiares y no suele quedar ni una hebra. Sí, hablo de hebra porque ese es el resultado que se persigue después de una cocción de 8 horas en temperatura baja de una pieza de cerdo que tenga cierto contenido graso. La pieza puede ser paletilla o pata trasera, aguja o cabecero de lomo. Si se hace con carne magra, como el lomo, quedará seca y algo dura, aunque el sabor sea bueno. El pulled pork es una comida tradicional estadounidense cuyo nombre se traduciría en español como cerdo deshebrado. Carnitas de cerdo es el nombre que recibe una receta semejante mexicana, aunque suele  llevar chile verde para que pique. Existen infinidad de versiones de ambas, que yo he adaptado hasta dar con la mía propia.


Ingredientes

·       Una pieza grande (en torno a 2 kilos) de cabecero de lomo fresco.

·       Especias para el adobo: pimentón (dos cucharadas grandes al menos); orégano (un par de cucharaditas); comino (media o una cucharadita), pimienta y sal (al gusto). Se pueden añadir más hierbas,  como tomillo, y especias, como clavo, según el gusto de cada cual, así como picante (chile o guindilla).

·       Una cebolla y algunos dientes de ajo (a elección; yo suelo emplear 4 dientes).

·       El zumo de una naranja. También puede ser un limón (aporta demasiada acidez para mi gusto) o algún buen vinagre (manzana, mi preferido, o vino). Básicamente, es necesario un ácido para que la elaboración llegue a buen término. Según el gusto de cada cual, puede ser menos o más fuerte el sabor que se pretenda.

·       Aceite de oliva (un par de cucharadas para embadurnar el recipiente cerámico y facilitar de este modo su limpieza tras el uso).

    

Elaboración

·       Si la pieza tiene excesiva grasa por el exterior, la eliminaremos con un buen cuchillo. Solo nos interesa la carne veteada del interior.

·       Mezclaremos todos los ingredientes del adobo en un cuenco y a continuación embadurnaremos por completo con una capa uniforme la pieza de carne. Si lo hacemos con tiempo y guardamos la carne cubierta con papel film en el frigorífico, el sabor se incrementa, como es natural, pero no es un paso imprescindible.

·       Cortaremos la cebolla en cuartos y picaremos menudos los dientes de ajo.

·       Conectaremos a la red eléctrica la olla de cocción lenta (su consumo es insignificante). Con la ayuda de un pincel, untaremos la vasija cerámica con aceite de oliva y colocaremos en el fondo la cebolla y los ajos, añadiremos el zumo de naranja (o el agente ácido elegido) y programaremos la cocción 8 horas en temperatura baja  (o 4 horas en alta si se tiene poca paciencia). Durante las primeras horas no se debe abrir la tapa de la olla. Después podremos comprobar muy de cuando en cuando el estado de la elaboración. La cocina olerá de maravilla y la carne presentará un aspecto tierno y meloso, como si estuviera a punto de desmenuzarse. Comprobaremos que en el fondo de la vasija queda cierto líquido que nos será muy útil para finalizar la receta.

·       Terminada la cocción, sacaremos con cuidado de no quemarnos la tiernísima pieza de carne de la olla y la deshebraremos sobre una fuente grande valiéndonos de dos tenedores. Se deshará sin dificultad y aprovecharemos para desechar la escasa grasa que encontremos durante esta labor. Podemos consumir la carne tal cual o añadirle parte o todo el líquido que queda en la olla, pasándolo por la batidora si nos disgustan los trozos de cebolla, que en realidad se deshacen al mezclarlos con la carne.

·       Si deseáramos un toque especial, una vez añadida la cantidad precisa del líquido de cocción, introduciríamos la carne deshebrada en el horno para gratinarla ligeramente. 


Estas carnitas de cerdo se pueden acompañar de puré de patata, patatas panaderas, boniatos, verduras a la plancha, frijoles o cualquier ensalada. En Estados Unidos suelen servirlas en pan de hamburguesa o sándwich, acompañadas de salsa barbacoa. Las opciones son abundantes y quedan a la imaginación de quienes cocinemos.
 

Concluyo aconsejando a quienes pretendan iniciarse en la cocina con olla de cocción lenta que elijan un modelo grande, ovalado y con tapa de cristal, útil para todo tipo de recetas. Como decía mi madre, al cocinar siempre es mejor que sobre que no que falte.  Las ollas con programador suelen ser más caras y no es imprescindible. En las ferreterías venden programadores externos muy baratos que se pueden acoplar al enchufe. Lo fundamental en estas ollas es que tengan dos temperaturas, alta y baja, mantenimiento del calor y un buen recipiente cerámico interior con tapa de cristal.  ¡Buen provecho!





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martes, 2 de agosto de 2022

Retórica y escritura (II): los tropos


El término tropo proviene del griego y significa ‘vuelta’ o ‘conversión’. Se emplea para englobar una serie de figuras retóricas complejas que han sido cruciales en la evolución de la literatura a lo largo de los siglos. En la actualidad, los tropos clave son la metáfora, la sinécdoque y la metonimia, aunque se reconocen algunas figuras más que constituyen variaciones, ampliaciones o casos concretos de estas tres principales.

 Los tropos permiten conferir a una palabra cierta significación que no es la suya específica y, de este modo, se hace evolucionar semánticamente a la lengua a la par que se la enriquece, bien sea ampliando el uso de una misma palabra, bien otorgándole un nuevo significado al conectarla con otras alejadas de su sentido original o al usarla por extensión o semejanza. Siempre han de ser claros y presentarse de forma natural a la imaginación, pues de lo contrario resultan afectados e incongruentes. 

Metáfora y alegoría

La metáfora consiste en trasportar la significación de una palabra a otra significación que solo le corresponde en virtud de una comparación que está en la imaginación. Se establece, por tanto, una equiparación de dos realidades distintas: el término real y el término imaginario. En virtud de la relación que se entabla entre ambos, surgen diversos tipos de metáfora. En la más habitual, ambos aparecen juntos: Vivir es morir de trago en trago. Pero también se puede prescindir del término real y solo escribir el imaginario: Las perlas de rocío. El valor de la metáfora radica en el significado que crea: básicamente, dice que  vivir es morir y que las gotas de rocío son perlas, a diferencia del símil, que dice que vivir es como morir y que las gotas de roció son como perlas, o que las analogías, que ofrecen un vínculo aún más vago entre los términos: Vivir se asemeja a morir de trago en trago. Las gotas de rocío parecen perlas.

 La metáfora es mucho más potente que el símil y la analogía porque el término imaginado posee mayor peso que el real al que reemplaza. Su fuerza reside en su capacidad para sustituir al término real, aportando nuevos sentidos e ideas y ampliando, a la vez que se cambia, el modo en que se piensa sobre algo. Sin embargo, en su misma fuerza radica también la limitación de la metáfora, puesto que el término imaginado no aporta solo parte de su significado, sino todo completo. Si digo soy un perro, asumo todo el significado que perro conlleva, no solo algunas de sus características. La asunción subyacente es que el término imaginado es acertado y, en caso de que exista conflicto de significados, el erróneo siempre es el término real, lo cual constituye una limitación y además es una trampa, pues tal vez la pretensión sería asumir algunos atributos, pero nunca los menos deseables. Así pues, las metáforas han de usarse con cuidado. Si escribo Irene es una zorra; Jaime, una foca, y Alicia, un puercoespín, los tres pasarán a convertirse en tales con todas las consecuencias: Ahí llegan la zorra, la foca y el puercoespín, dirán al verlos acercarse.

Las metáforas lexicalizadas son aquellas que por su uso continuado han dejado de percibirse como tales: el cuello de la botella, la falda del monte, la cresta de la ola; las alas de un ejército (que en latín se denominaban, también metafóricamente, cuernos, puesto que las metáforas no son iguales en todas las lenguas); incluso el adjetivo fabuloso tiene un origen metafórico por su derivación de fábula, aunque en la actualidad se considere una especie de superlativo de bueno. En cierto sentido, así es como evoluciona el lenguaje: alguien trata de explicar algo recurriendo a una palabra inusitada para crear una imagen, y con el paso del tiempo dicha palabra acaba en el acervo compartido del lenguaje una vez que la imagen original se pierde o evoluciona.

 Todas las metáforas libres creadas espontáneamente por un hablante, o incluso por un escritor, con afán consciente de originalidad, comparten una simbología previa común a las metáforas lexicalizadas, pues de lo contrario no se comprenderían. Para descubrir el origen metafórico de muchas palabras, es necesario estudiar la evolución de su significado.

 La alegoría se suele definir como una metáfora continuada; es decir, como una sucesión de metáforas relacionadas entre sí por analogía que, juntas, sugieren o simbolizan una idea compleja. El término proviene del griego y significa ‘hablar de manera figurada’. Ha sido un recurso literario muy empleada desde la Antigüedad en poesía y en prosa, e incluso existen obras que, en su conjunto, constituyen una alegoría, como la Divina comedia de Dante Alighieri.

 Un conocido ejemplo de alegoría son los versos elegíacos de Jorge Manrique en las Coplas por la muerte de su padre (ca. 1476), que comienza así: «Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar, / que es el morir: / allí van los señoríos, / derechos a se acabar / y consumir; / allí los ríos caudales, / allí los otros medianos / y más chicos; / y llegados, son iguales / los que viven por sus manos / y los ricos».

 Narraciones cortas con fines didácticos o moralizantes, como fábulas o parábolas, tienen con frecuencia carácter alegórico, pues de esta forma, suavizando el tono, es más fácil darse a entender y persuadir a quien lee o escucha. Asimismo, el lenguaje alegórico es habitual en el ámbito de la política, la publicidad y el periodismo. 

Metonimia y metalepsis

La primera palabra, de origen griego, significa ‘transposición’ o ‘mutación’, puesto que la figura consiste en designar una realidad con una palabra en lugar de otra, cuyo significado evoca por mantener una relación lógica de contigüidad, que puede ser de causa-efecto, de sucesión o de tiempo, de todo-parte, de materia-objeto, etc.: es de pluma fácil, por decir escribe bien; tiene buenas manos, por decir trabaja bien; carece de entrañas, por decir no tiene compasión; mujer de mucho seso, por decir mujer de mucho juicio; comió un buen plato, por decir comió una buena cantidad o un buen manjar; se fumó una pipa, por decir se fumó su contenido; juró lealtad a la bandera, por decir juró lealtad al país; ayer me bebí un burdeos, por decir me bebí un vino de Burdeos; vamos de vacaciones al mar, por decir vamos de vacaciones a una localidad junto al mar. La metonimia se acerca mucho a la metáfora, pero tiene un uso más específico, puesto que  está restringida a los sustantivos.

 La metalepsis es una especie de metonimia mediante la cual se expresa lo que se sigue para hacer entender lo que precede o al contrario. Es como si este tropo abriera la puerta para pasar de una idea a otra o, dicho de otro  modo, es un continuo juego de ideas accesorias que se llaman las unas a las otras. Son ejemplos de metalepsis expresiones como no te acuerdes de mis faltas, esto es, no las castigues; yo he vivido ya bastante, para decir ya me llega la muerte. La metalepsis es expresión gradual de la continuidad hacia lo que se deja ver y desde allí a lo que precede y lo que sigue como insinuación, pasando, sin ideas intermedias, de una significación directa a otra indirecta: Jacinto no verá muchos agostos, esto es, no vivirá muchos años; Elena tiene muchas navidades, es decir, tiene mucha edad.

 Una variedad productiva de la metalepsis la constituyen los casos en los cuales un autor es representado o se representa como agente de aquello que solo relata o describe, como en la oración Cervantes hace morir a don Quijote, que se comprende sin dificultad con el sentido de que Cervantes narra la muerte de don Quijote. Lo más interesante de esta variedad de metalepsis es su evolución para convertirse en metalepsis narrativa o ficcional, uno de los recursos narrativos más utilizados en la literatura moderna. Retomemos la frase Cervantes hace morir a don Quijote, cuya lectura literal es imposible: Cervantes el escritor/autor y don Quijote su personaje no están en el mismo plano ontológico y, por tanto, el asesinato/muerte ha de ser figurado. Sin embargo, tomado al pie de la letra, el enunciado también podría expresar que Cervantes se ha introducido en el plano ontológico de su obra para asesinar a don Quijote y, de este modo, estaríamos ante un relato de ficción de carácter fantástico. Así pues, al asumir el enunciado como un acontecimiento que ha sucedido en realidad (la muerte de don Quijote a manos de Cervantes), la figura retórica se desvanece para dar paso a la ficción: del tropo en el sentido establecido por la retórica clásica se ha pasado a la fructífera metalepsis de la narrativa moderna.

 Existe metalepsis narrativa cuando se juega al escribir con la doble temporalidad de historia y narración, cuando un personaje cambia de plano al salir de un cuadro, de un recuerdo, de un libro, etc., o cuando un mismo actor es héroe y comediante en un texto dramático. Estos juegos manifiestan siempre la importancia otorgada al límite que se pretende franquear a toda costa, recurriendo al ingenio y dejando atrás cualquier verosimilitud: esa frontera movediza pero consagrada entre dos mundos, aquel en el que se cuenta y aquel que se cuenta. 

Sinécdoque y antonomasia

La sinécdoque se suele considerar un caso particular de la metonimia. Consiste en designar una cosa mediante el nombre de otra con la que existe una relación de inclusión y, por tanto, puede utilizarse el nombre del todo por la parte o la parte por el todo, la materia por el objeto, la especie por el género y viceversa, el singular por el plural o lo abstracto por lo concreto: así, decimos acero por espada, brazo por trabajador, velas por barcos, las olas por el mar.

 Sin embargo, no siempre es posible tomar un nombre por otro: el sentido que se quiere dar a entender ha de presentarse con claridad y estar en cierto modo autorizado por el uso o una imagen lo bastante evocadora. Si de una armada compuesta por treinta navíos, se dijese que llegan a puerto treinta popas, resultaría una sinécdoque extraña. Cada parte no se toma por el todo, ni cada género por la especie, ni cada especie por el género. El uso y la aceptación son los que otorgan este privilegio a una palabra y no a otra.

 La antonomasia es una sinécdoque en la que se emplea el nombre apelativo por el propio o el propio por el apelativo: así, decimos la Ciudad Eterna por Roma, la Ciudad Condal por Barcelona, la Ciudad Luz por París, el País del Sol Naciente por Japón, una Juana de Arco por una heroína, un judas por un traidor, un donjuán por un conquistador, una venus por una mujer bella, un nerón por un hombre cruel, una Mata Hari por una conquistadora, un demóstenes por un buen orador o un Hitler por un dictador sanguinario. Según el Diccionario de la lengua española académico, la locución adverbial por antonomasia significa que a determinada persona o cosa le conviene el nombre apelativo con que se la designa porque es, entre todas las de su clase, la más importante, conocida o característica: Torquemada es el inquisidor por antonomasia. Aristóteles es el filósofo por antonomasia. La anticonceptiva es la píldora por antonomasia.

 A modo de conclusión, cabría afirmar que en todos sus usos, los tropos suponen un procedimiento de sustitución de una palabra por otra, pero no por sinónimos, sino por palabras con un significado diferente. 

© Texto compendiado de mi manual de escritura La lengua destrabada (Madrid: Marcial Pons, 2017), donde se puede obtener una explicación más extensa al respecto. 


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La lengua destrabada






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lunes, 6 de junio de 2022

Retórica y escritura (I)

Desde la Antigüedad, la retórica se ha definido como el arte de persuadir mediante la palabra. El mismo Aristóteles la concibe como un arte, entendido este como técnica u oficio y no como condición estética, y aunque la considera la contraparte de la dialéctica, la tradición la ha asociado a la poética más que a la lógica:

La retórica es una antistrofa de la dialéctica, ya que ambas tratan de aquellas cuestiones que permiten tener conocimientos en cierto modo comunes a todos y que no pertenecen a ninguna ciencia determinada. Por ello, todos participan de alguna forma de ambas, puesto que, hasta un cierto límite, todos se esfuerzan en descubrir y sostener un argumento e, igualmente, en defenderse y acusar. Ahora bien, la mayoría de los hombres hace esto, sea al azar, sea por una costumbre nacida de su modo de ser. Y como de ambas maneras es posible, resulta evidente que también en estas materias cabe señalar un camino. Por tal razón, la causa por la que logran su objetivo tanto los que obran por costumbre como los que lo hacen espontáneamente puede teorizarse; y todos convendrán entonces que tal tarea es propia de un arte (Aristóteles, 1983: I. 1354.a ss.).

 Como disciplina, la retórica es el conocimiento de cómo el ser humano construye su mundo mediante la palabra. Su objeto es el estudio de los mecanismos necesarios para fabricar un discurso capaz de convencer a un auditorio. Y puesto que es una disciplina del discurso, está relacionada con las demás que comparten su objeto.

Durante muchos siglos, la retórica constituyó una parte medular del sistema educativo de Occidente y se convirtió en preceptiva: si se podían describir los procedimientos utilizados por los autores clásicos que habían creado grandes discursos o excelentes obras literarias, bastaría con inventariar dichos procedimientos y emplearlos de nuevo para obtener textos de la misma calidad. Así surgieron las listas de preceptos considerados de obligado cumplimiento para expresarse bien.

Las preceptivas se desarrollaron hasta el siglo xix, aunque en  su largo camino contribuyeron al desprestigio creciente de la retórica, puesto que la imitación mecánica se demostró estéril, y su enseñanza pareció cada vez más inútil. Sin embargo, hasta entrado el siglo xx la mayor parte del estilo literario estuvo en buena medida delineado por la retórica académica, con una única excepción notable: el estilo literario de las escritoras, puesto que ellas no habían recibido enseñanza reglada en las instituciones educativas tradicionales que instruían en retórica, poética  y el resto de materias en latín. Sin duda, estas escritoras también recibieron la influencia de las obras masculinas que habían leído y que formaban parte de la tradición académica basada en el latín, pero ellas solían expresarse en un lenguaje distinto, mucho menos oratorio, lo cual, unido a intereses diversos, parece que contribuyó al nacimiento de la novela (Ong, 1987: 75-76).

El Diccionario de la lengua española académico, además de definir la retórica como «arte de bien decir, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover» y como «teoría de la composición literaria y de la expresión hablada», añade dos acepciones negativas: «despectivo, uso impropio o intempestivo de este arte» y «coloquial, sofisterías o razones que no son del caso»: ambas recogen el sentido que en la actualidad se le ha atribuido como de discurso manipulador o hueco. Pero también la retórica mantiene ahora una estrecha relación con la estilística, propiciada por sus puntos de coincidencia. Cabría considerar que en muchos aspectos la estilística actual es la continuación de la retórica clásica, la cual ya prácticamente no existe como disciplina autónoma desde finales del siglo xix.

La recuperación actual del sistema retórico en sus aspectos estilístico-expresivo y persuasivo-argumentativo y la concepción del discurso no solo como texto, sino también como hecho retórico ha conducido a una retórica general literaria capaz de proporcionar una teoría completa del discurso literario e ilustrar cada uno de sus niveles (semántico, sintáctico, pragmático) desde todas las perspectivas (creativa, inmanente o receptiva).

Las partes en que tradicionalmente se divide la retórica, denominadas con la terminología latina, que a su vez es traducción de la griega, son cinco: la inventio (invención) trata sobre qué decir. Es la parte que enseña a hallar argumentos verdaderos o verosímiles que hagan plausible una idea; en definitiva, enseña a encontrar la temática conveniente. La dispositio (disposición) trata del orden expositivo y de la articulación de los argumentos y el resto de elementos para que resulten eficaces. Se puede distinguir un orden natural (ordo naturalis) cuando prima la sucesión de los elementos en virtud del curso de los argumentos, la secuencia cronológica de los hechos o la conexión de las ideas; y un orden artificial (ordo artificialis), cuando se trastrueca el orden natural en aras de mejorar la persuasión o por exigencias estéticas. La elocutio (elocución) enseña a dar forma a las ideas en expresiones apropiadas; a adornar el lenguaje para atraer al público que escucha o lee mediante una serie de recursos, entre los que destacan las figuras retóricas. La memoria (memoria) instruye sobre cómo recordar los distintos elementos del discurso en un orden específico. Y, por último, la actio o pronuntiatio (acción o pronunciación) enseña el modo de poner en práctica el discurso. Las dos últimas partes pertenecen al discurso oral y no al escrito.

Por figuras retóricas ―llamadas en la actualidad también literarias― se entienden aquellos artificios mediante los cuales se varía el uso normal del lenguaje para conseguir un efecto estilístico. Bien empleadas, sorprenden por su originalidad y mejoran la comunicación por su poder de sugerencia y persuasión. Pero una figura es más que un revestimiento u ornato: es también un instrumento indispensable de conocimiento, pues mediante ellas se construye un modo de representación del mundo que no puede ser reducido, sino solo traducido o interpretado a otro modo de expresión: Juan es un tigre frente a Juan es valiente y arriesgado. Por este motivo, las figuras no solo pasaron al lenguaje literario, sino también al periodístico, al publicitario y al político.

A lo largo de la historia de la retórica se realizaron muchas clasificaciones de las figuras. La división clásica distinguía entre figuras de dicción y figuras de pensamiento, según afectaran a la forma o al significado de las palabras, pero debido a los problemas que creaba, se pretendió mejorarla con sucesivos inventarios que respondían a los diferentes planos lingüísticos (fonético, morfosintáctico o semántico). Como consecuencia, la lista de figuras retóricas, con sus divisiones y subdivisiones en virtud de diversas consideraciones a menudo difíciles de recordar, es prolija y en buena medida inútil para la escritura: se trata en general de un catálogo para el estudio del texto construido a posteriori que, dentro de la elocutio, pretende abarcar todas las posibilidades de expresión, atendiendo a sus cualidades, que son la corrección (puritas), la claridad (perspicuitas) y la belleza (ornatus). Dentro de este último marco de la belleza es donde se concebían las figuras como un adorno añadido al discurso normal o habitual del lenguaje, que se obtenía mediante tres formas: transgresiones de la norma (claridad y corrección) que, puestas al servicio del valor expresivo, se convierten en licencias; repeticiones, cuando se utilizan para aumentar la intensidad; y recurso deliberado a mecanismos por lo demás ordinarios de la lengua con el propósito de conseguir mayor expresividad o intensidad (Garrido, 2004: 225-226).

La mayoría de los buenos escritores emplean excelentes figuras retóricas sin pararse a pensarlo ni poner etiquetas, y son otros eruditos quienes las desentrañan y comentan al analizar sus textos. Algunas figuras retóricas son habituales en el lenguaje cotidiano aunque no nos demos cuenta. Si decimos, por ejemplo, tengo un hambre que me muero, estamos utilizando una hipérbole (una exageración desproporcionada); si comentamos que nuestro portero pasó a mejor vida, recurrimos a un eufemismo (perífrasis para ocultar con una expresión amable una palabra o realidad desagradable, en ese caso, la muerte); si afirmamos comer para vivir y no vivir para comer, empleamos un quiasmo (figura de organización sintáctica que consiste en una repetición con inversión de las palabras), semejante al estribillo gongorino, basado en un refrán popular, «cuando pitos, flautas, / cuando flautas, pitos» («Da bienes fortuna», 1581); y esforzándonos un poco más, podremos llegar al retruécano, que es un quiasmo más complejo (esto es, una figura de repetición en la que las palabras cruzan además sus funciones sintácticas), como me río en el baño y me baño en el río o ni dices lo que sientes ni sientes lo que dices.

Entre las figuras de dicción que relacionan sonido y sentido con fines expresivos, destaca la aliteración (repetición sistemática de un mismo fonema o sonido, sobre todo consonántico, en un enunciado), como en el verso de Rubén Darío «con el ala aleve del leve abanico» («Era un aire suave», 1896) o en la blanca vela vuela blanda, veloz. Asimismo, es un recurso frecuente en las rimas infantiles y los trabalenguas, como cuenta cuántos cuentos cuentas o tres tristes tigres comen trigo en un trigal. En el caso de la figura conocida como calambur, el significado cambia según se agrupen las sílabas del enunciado: ató dos palos frente a a todos, palos. Por su parte, el zeugma es una interesante figura retórica que se construye por omisión: consiste en utilizar una sola vez una palabra común para varios elementos análogos de la oración (un verbo para varios sujetos, un adjetivo para varios sustantivos, etc.). Dentro del zeugma se distingue el simple, cuando el elemento sobrentendido es idéntico al que sí se ha enunciado: La vi marcharse pero no (la vi) volver; y el complejo, cuando al final de una serie de elementos del mismo nivel sintáctico se introduce uno perteneciente a otro diferente, que aporta sensación de sorpresa y ruptura: Y en mitad de la alegría que estallaba y mil vivan, que vivan los novios,  aparecieron ellas, vestidas de andrajos y desaliento. Junto a la puerta, la madre gritó su prisa, con las llaves ya en la mano y ganas de cerrar.

Con el recurso al oxímoron se enfrentan dos palabras o expresiones de significado literalmente contradictorio, como música callada, soledad sonora, hielo ardiente, muerto viviente o secreto a voces. La sinestesia, para finalizar, define la mezcla y confusión de las cualidades percibidas por los distintos sentidos corporales: colores sonoros, ojos habladores, oídos que nos miran, olor agrio a leche cortada, silbido blando de la tarde consumida.

Los tropos, esas figuras retóricas complejas que han alcanzado una importancia extraordinaria en la escritura literaria, merecen un trato detenido y aparte, que en breve se les dedicará.


 Referencias bibliográficas

Aristóteles (1983). Retórica. Edición del texto con aparato crítico, traducción, prólogo y notas de Antonio Tovar, Madrid: Centro de Estudios Constitucionales.

Garrido, M. A.; A. Garrido, y A. García Galiano (2004. Nueva introducción a la teoría de la literatura, Madrid: Síntesis.

Ong, Walter J. (1987). Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra, trad. de Angélica Scherp, México: Fondo de Cultura Económica.

© Texto compendiado de mi manual de escritura La lengua destrabada (Madrid: Marcial Pons, 2017), donde se puede obtener una explicación más extensa al respecto. 



Mis dos manuales de escritura: Breviario de escritura académica 
La lengua destrabada





lunes, 28 de marzo de 2022

Poemas del almario adentro



Esta ciudad de los buenos recuerdos
ya no es la mía.
Derrumbaron la casa en que crecí,
la gente de sus calles me es ajena
y no hay saludos
ni tomemos una copa.
Paseo solitaria por jardines,
cruzo puentes nuevos
sobre el río antiguo.
Nada me ata ya a estas murallas,
ahora monumento,
antes ruinas para el juego.
Volver de vieja en busca de la infancia
provoca solo estupor
y dolores tan fuertes
como el parto
para no obtener ni siquiera
un ratón.

***


De buena gana entrego
la piel que habito,
los ojos con que veo
y estos labios
que supieron besar tanto.
Bien me sirvieron, lo confieso,
pero el vaso se ha colmado.
Harta estoy de haber vivido eso
y aquello, temiendo que acabara
en una sinrazón, en una hipocresía,
como la que ahora impera.
De buena gana entrego todo,
porque la vida ya no es vida
cuando silban las balas asesinas
y valen más que las buenas palabras.

***



Vuela hacia la luz,
no tengas miedo,
escuchó al nacer
una mariposa de la noche,
y murió con las alas calcinadas.
Pues que, aguzando la vista,
permite apreciar como fiel guía
los perfiles de las cosas todas,
es preferible siempre la penumbra
a la luz cegadora.

***
 
  
Mi infancia es una casa al sol,
bordeada de chopos
al vaivén del viento.
Es mi madre tarareando
mientras cumple sus quehaceres
y mi padre, sombrero en mano,
llegando a comer del campo.
Son meriendas y deberes
a la vuelta del colegio
en la mesa compartida
y una hermana nueva
cada pocos años.
Mi infancia son las risas y los llantos
de una familia grande
y la certeza de no estar Nunca
sola.

***

Tengo por cierto que sabré marcharme
llegado el momento.
Me iré, sí,
cuando el bendito sol deje de alumbrarme.
Sí, tengo por cierta mi marcha
cuando esta vela agote su pabilo,
cuando escampe la lluvia que convoca flores,
cuando el viento acabe la canción que silba.
Oh, sí, me iré, tengo por cierto que lo haré
when Elvis has left the building.

***


Confío en morirme de mi muerte.
Será como un desmayo permanente
tras una noche plácida.
No habrá despertar al trino de los pájaros
ni llanto por dar al polvo lo que de polvo era.
De mis despojos, aprovechad cuanto sirva;
lo demás lanzadlo al fuego
y luego al viento.
Quiero una muerte corta
tras una vida larga.

***


Letras, amigas tan antiguas,
acudid otra vez en mi defensa,
entregadme armas afinadas,
palabras, pensamientos,
que venzan y convenzan
a tantos descreídos.
Letras, en vosotras confío
durante los días aciagos,
cuando la esperanza
ya no es verde
y la risa es triturada
entre los dientes.

                                                                             ***


Veo hojas tiernas
emigrando cual grullas,
dos amapolas rojas
de merienda en la charca,
una fila de hormigas
que celebran boda.
El estío avanza, y yo
sigo quieta,
más negra que blanca,
como la vaca manchada
que rumia
al paso, paso, paso,
del tren.
 
                                                                              ***

Algunas musas nobles,
en las noches de insomnio,
me acariñan con dedos de espuma,
liberando retorcidas palabras
y suspiros rotos.
Las onomatopeyas suelen resistirse,
pero al fin bailan al son que les tocan
y, así, aliviada de peso,
no más pronombres personales,
no más posesivos,
reposo las horas oscuras,
los pies sometidos, frenando un impulso
que me arrastra hacia el abismo
para llenar la nada.


© Carmen Martínez Gimeno, 2022


Mis dos manuales de escritura: Breviario de escritura académica La lengua destrabada


lunes, 14 de marzo de 2022

Palabras compuestas

       

En nuestra lengua, mediante el proceso morfológico llamado composición, dos o más palabras pueden unirse para crear una tercera, que se denomina compuesta o compuesto (empleado este término como sustantivo): limpiaparabrisas; parteaguas; puntapié, sabelotodo; rompehielos; cocina comedor, hombre bala, villa miseria. Pueden ser compuestos propios o univerbales, caracterizados por presentar sus componentes integrados en una sola palabra ortográfica, o compuestos sintagmáticos, formados por yuxtaposición de palabras que mantienen independencia gráfica y acentual, apareciendo unas veces separadas con guion intermedio y otras sin él.

Los compuestos univerbales o propios se producen uniendo un sustantivo con otro: bocacalle, hojalata, motocarro; un sustantivo con un adjetivo o viceversa: bajamar, boquiabierto, mediodía; un sustantivo con un verbo o viceversa: rompecabezas, salvamanteles, vasodilatar; un verbo con otro verbo: duermevela, tejemaneje, hazmerreír; y un adjetivo con otro adjetivo: altoparlante, audiovisual, sordomudo. El compuesto resultante es un nombre común, salvo cuando se unen dos adjetivos, en cuyo caso se produce un adjetivo nuevo (audiovisual) o una palabra que puede ser tanto adjetivo como sustantivo (persona sordomuda; los sordomudos); cuando se unen un nombre y un adjetivo, en cuyo caso se puede producir un nuevo nombre o un nuevo adjetivo (medialuna, camposanto, cuellilargo), y cuando se unen un nombre y un verbo en este orden, en cuyo caso se produce un nuevo verbo (maniatar, vasoconstreñir).

Dentro de los compuestos univerbales, se denominan acronímicos aquellos que se forman acortando el final del primer elemento (cantautor, Eurasia, Mercosur), pero también a veces el segundo (electrolinera, ofimática, teleñeco). Como se aprecia en los ejemplos, algunos se integran en la lengua como nombres propios y se escriben con mayúscula inicial y otros como nombres comunes, por lo que se escriben completos en letra minúscula.

Otros muchos compuestos univerbales se obtienen añadiendo una vocal de enlace (-i-) entre los elementos constituyentes,  bien sean nombre y adjetivo, dos adjetivos, dos verbos, dos nombres o nombre y verbo: agridulce, patitieso, perniquebrar, quitaipón, vaivén. Al igual que los restantes compuestos, las palabras resultantes se integran en la lengua como nombres comunes, adjetivos o verbos según corresponda. 

No siempre resulta evidente el significado de las nuevas palabras creadas por composición: el sustantivo aguanieve, por ejemplo, expresa un determinado modo de percibir el agua o la nieve, mientras que aguardiente es un licor, aguamarina es una gema y aguamiel es una bebida; malamadre es una planta, malasombra es una persona molesta o inoportuna y malbaratillo es una tienda donde se venden artículos de poco valor. Otras veces el nuevo significado opaca el anterior y cuesta percibir que se trata de una palabra compuesta: tragaldabas presenta la misma composición que tragaperras, pero casi nadie percibe en la actualidad que ese sustantivo que define a una persona de mucho comer es un compuesto de traga y aldabas (pieza de hierro o bronce que se pone en las puertas para llamar golpeando con ella).

Debe tenerse presente que los diccionarios de la lengua no recogen todas las formaciones posibles de compuestos univerbales puesto que su número es amplísimo. Entre los esquemas que más palabras compuestas producen en español, están las bases verbales guarda-, limpia-, porta-, quita- y salva-, con las que se designan personas, productos o utensilios. En estos casos, las voces nuevas creadas suelen ser de significado reconocible.

Por lo que se refiere a los compuestos sintagmáticos, se forman sobre todo mediante la yuxtaposición de dos sustantivos (buque escuela, comida chatarra o basura, fútbol sala, hombre lobo, problema clave) y dan lugar a un nuevo nombre común. La yuxtaposición de un nombre y un adjetivo produce compuestos sintagmáticos que, en general, se emplean para designar tipos de personas: cabeza rapada, casco azul, manos largas, pies planos, rostro pálido. Varios compuestos sintagmáticos de sustantivo más adjetivo admiten dos escrituras: como una sola palabra gráfica (arcoíris, guardiamarina, guardiacivil, padrenuestro, puercoespín) o con los componentes separados (arco iris, guardia marina, guardia civil, padre nuestro, puerco espín). Cuando los compuestos sintagmáticos están formados por dos adjetivos, se escriben siempre con guion de separación entre sus elementos si el primero aparece con su terminación completa: peruano-ecuatoriano, teórico-práctico, sintáctico-semántico, técnico-administrativo. Asimismo, se escriben con guion de separación algunos compuestos sintagmáticos formados por dos nombres: físico-químico, musa-escritora, madre-maestra.

Tampoco recogen los diccionarios de la lengua todas las posibles construcciones de compuestos sintagmáticos. Son elementos frecuentes en estos nuevos compuestos palabras como clave (asunto clave, decisión clave); cumbre (momento cumbre, obra cumbre); estrella (escritora estrella, producto estrella); fantasma (oferta fantasma, pueblo fantasma); límite (fecha límite, situación límite); modelo (empresa modelo, niña modelo); piloto (proyecto piloto, experiencia piloto); pirata (edición pirata, disco pirata); puente (crédito puente, gobierno puente); relámpago (guerra relámpago, viaje relámpago).

El plural de los compuestos no presenta dificultades, salvo en el caso de los compuestos sintagmáticos. Compárense los plurales siguientes: cascos azules; hombres-lobos;  peruano-ecuatorianas; discos pirata; guerras relámpago. Es fácil extraer la regla: cuando el compuesto está formado por dos sustantivos que se escriben por separado, solo adopta la forma plural el primero: horas punta; palabras clave. Cuando los elementos se separan mediante guion, si se trata de adjetivos, solo se escribe en plural el segundo: teórico-practicas; si se trata de nombres, aceptan plural ambos: hombres-lobos. Por último, existe cierta vacilación respecto al plural del segundo nombre cuando puede funcionar como atributo del primero: cascos azules; empresas líderes (empresas líder); estados miembros (estados miembro).   

 

© Este texto proviene de mi manual de escritura La lengua destrabada (Madrid, Marcial Pons, 2017, 581 pp.), cuya lectura recomiendo para ampliar esta explicación y otras relacionadas.   


Mis dos manuales de escritura: Breviario de escritura académica La lengua destrabada



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