Cuando una institución, empresa o autor académico solicita una corrección profesional de su texto antes de enviarlo a una editorial, la persona encargada de realizarlo debe dedicar el tiempo oportuno a su lectura para después ser capaz de redactar un informe previo en el que se establezcan debilidades y fortalezas, se especifique el tipo de corrección necesaria, se determine el plazo de realización y se estipule la retribución pertinente en virtud de la complejidad de lo que se sugiere llevar a cabo.
Las más de las veces, habrá que acometer una edición sustancial del texto: esto es, una corrección comprehensiva
que abarque tanto la organización como el contenido. Supone rescritura para
eliminar defectos, repeticiones y ambigüedades, reorganización y ajustes, así
como la revisión del aparato crítico si lo hubiera. Pero jamás se inicia una edición
sustancial sin el consentimiento explícito de quien ha escrito el texto o
dirige la publicación. Para obtenerlo, es conveniente enviar una muestra del
resultado final que cabrá esperar, comparando dos o tres párrafos originales
con los mismos ya corregidos. La mayoría de los clientes aceptarán la edición
sustancial si es profesional: es decir, si está fundada y no se limita a
retoques estéticos prescindibles.
Una vez aceptada la propuesta, antes de comenzar la edición sustancial
de un texto ―sobre todo si es largo o está compuesto por artículos o ponencias
de diversos autores―, se debe establecer una hoja de estilo, en la cual se especifican los criterios
ortotipográficos que se van a seguir. El tiempo que se tarda en esbozarla y
redactarla se recupera en el trascurso del trabajo, pues bastará con echar un
vistazo para recordar el estilo de letra que corresponde a los títulos, los
subtítulos y las diversas jerarquías de epígrafes; qué palabras se escribirán
con mayúscula inicial y cuáles no; qué tratamiento se dará a las citas, las
notas bibliográficas y la bibliografía; cómo se compondrán tablas, cuadros y
gráficas; cuál será la pauta para sangrías y justificación, etc. En la hoja de
estilo también se recogen los criterios tipográficos que se aplicarán para la
composición del índice o tabla de contenidos y, en general, todos aquellos
aspectos de la corrección que exijan uniformidad.
El objetivo de la edición sustancial, por lo que respecta a la forma
de un escrito, es aumentar su legibilidad. Para conseguirlo, se realizan
acciones como las siguientes:
- Optimización de párrafos, dividiendo los largos en exceso y reagrupando los demasiado breves.
- Control del desarrollo lógico, añadiendo o suprimiendo marcadores textuales entre párrafos según sea necesario.
- Corrección de abreviaturas. Dentro de un texto cuidado, la única aceptable (aparte de las propias de las notas bibliográficas y bibliografías) es etc., si bien se ha de evitar su uso constante.
En escritos
donde abundan las notas bibliográficas a pie de página, se suele recomendar su
inclusión en el texto general mediante el sistema de citado por autor-año: de
este modo, se libera espacio y se mejora la legibilidad al evitar
interrupciones y distracciones. Pero está acción ha de consensuarse de antemano
con los responsables del texto. Veamos un ejemplo de nota bibliográfica a pie
de página en un original por corregir:
10 Cfr.
Critchley, Simon y otro (Compiladores), Laclau.
Aproximaciones críticas a su obra, Buenos Aires, FCE, 2008, © 1994, passim.
Incluida en el texto general, la referencia sería: (Critchley,
2008). En la bibliografía aparecería la
referencia completa (corrigiendo los datos aportados):
Critchley, Simon
(2008). Laclau: Aproximaciones críticas a
su obra, Buenos Aires: FCE.
La puntuación dentro de una entrada bibliográfica es asunto
discutido. En la actualidad, se va imponiendo el criterio de separación por
puntos y dos puntos, pero no es el clásico empleado en el ámbito editorial
hispanohablante, que siempre había preferido la separación de elementos
mediante coma, más acorde con las normas generales de puntuación en español.
Una vez establecido un criterio, se debe respetar de principio a fin dentro de una
misma bibliografía.
Pasando al contenido del texto, la edición sustancial supondrá
una rescritura tan amplia como sea preciso. Su objetivo es lograr que el texto
resulte comprensible a la primera lectura, sin defectos morfológicos,
sintácticos ni ortotipográficos. Veamos el siguiente ejemplo de un texto ya
corregido, pero en el que queda un problema:
En el imaginario posmoderno en que habitamos, comenzamos
a estar más inclinados a mirar a ese «otro» y a integrarlo en la narrativa de
nuestro pasado y presente no como una genealogía de proceso civilizatorio a
la Elias, sino como un componente que nos facilita formular preguntas
incómodas, irresolubles.
¿Cómo corregir algo que no se entiende en un texto, por lo
demás, fluido? El mejor modo es dejarse de lucubraciones y ponerse en contacto
con quien lo escribió, puesto que la responsabilidad del contenido es suya. De
este modo, el texto mejorará como sigue:
En el imaginario posmoderno en que
habitamos, comenzamos a estar más inclinados a mirar a ese «otro» y a
integrarlo en la narrativa de nuestro pasado y presente no como una genealogía
del «proceso civilizatorio» que describió Norbert Elias hace ya casi un siglo,
sino como un componente que nos facilita formular preguntas incómodas,
irresolubles.
Parece oportuno
incluir aquí una advertencia sobre los errores de bulto que salpican hasta los
textos más eruditos. Se citan dos
ejemplos extraídos de correcciones recientes:
Victoria reinaba sobre el más basto número
de razas, poblaciones y lenguas que el mundo hubiera conocido.
Un rápido vistazo en perspectiva y escala
mundial nos rebela dificultades para encontrar un Estado-nación.
El uso
generalizado de los correctores ortográficos y gramaticales incluidos en los
procesadores de texto ha provocado que se baje la guardia ante faltas de
ortografía que antes no se cometían. Debe tenerse presente que dichos
correctores automáticos no son fiables al cien por ciento porque no discriminan.
La minuciosa rescritura que supone la edición sustancial quedará oscurecida si
se cuelan errores garrafales de este tipo.
Para finalizar,
he aquí el siguiente párrafo:
Cualquier aproximación al oficio de la
enseñanza de la época Medieval, exige considerar las etiquetas y los estigmas
con los que carga esta época de la Historia. Resulta pues increíble que a más
de 60 años que la historiografía europea estableciera las luces y la
trascendencia de este período, aún hoy sea tema y preocupación de la docencia
aclarar las imágenes sombrías con la que carga el imaginario colectivo. Lo que
en la década de los 90’s, Jacques Heers llamó “la invención de la Edad media”
(Heers, 1995), es el resultado de una historiografía ideológicamente interesada
en construir un modelo de oposición cultural.
Compárese con
el mismo párrafo corregido para comprobar la sistematización del uso de
mayúsculas, la escritura de años y décadas, y la puntuación:
Cualquier
aproximación al oficio de enseñar la época medieval exige considerar las
etiquetas y los estigmas con los que carga. Resulta, pues, increíble que a más
de sesenta años de que la historiografía europea estableciera las luces y la
trascendencia de este período, aún hoy sea tema y preocupación de la docencia
aclarar sus imágenes sombrías en el imaginario colectivo. Lo que en la década
de 1990 Jacques Heers (1995) llamó «la invención de la Edad Media» es el
resultado de una historiografía ideológicamente interesada en construir un
modelo de oposición cultural.
La edición sustancial es una labor concienzuda
que exige preparación y experiencia. Es imprescindible entender un texto antes
de iniciar su corrección. Y siempre se ha de respetar a quien lo ha escrito.
La lengua destrabada
Si te interesan los asuntos de lengua y escritura, te invito a leer La lengua destrabada. Manual de escritura, publicado por Marcial Pons (Madrid, 2017). Clica en este enlace para entrar en la página de la editorial, donde encontrarás la presentación del libro y este pdf, que recoge las páginas preliminares, el índice y la introducción completa.