Al comienzo, escribir suele ser algo tan divertido como un juego. Apenas cuesta delimitar los contornos de las palabras conocidas y aprender a separarlas: casa, mesa, lápiz, sol, cohete. Escribir cantidades con letras exige más esfuerzo: veintiséis mil novecientos treinta y seis euros con cincuenta y dos céntimos. Y qué decir de las preposiciones y los artículos: la maleta de la abuela, pero la maleta del abuelo. Más adelante, cuando el juego se ha prolongado lo suficiente a lo largo del tiempo, comenzamos a percibir las sutilezas del asunto y surgen dudas. ¿Escribiremos, por ejemplo, la mano con la que te sujeto o la mano con que te sujeto? ¿Por qué escribimos la ciudad de Guadalajara, pero el río Ebro; Miranda de Ebro o Alcalá de Henares, pero Medina del Campo o Santa Clara del Cobre? Cuanto más ahondamos en la escritura, más lejos queda el juego inocente de los primeros años: ¿En este bar se pueden comer paellas o se puede comer paellas? ¿El proyecto está siendo analizado por onceava vez o el proyecto se está analizando por undécima vez? ¿Amado por todos o amado de todos? ¿Ven que te peino o ven que te peine? ¿Cuanto más mentiras dices o cuantas más mentiras dices? ¿Debo entregarlo cuando más en dos días o debo entregarlo cuanto más en dos días? ¿Escribiremos Si te gustaría llegar a escritora, lee o si quieres llegar a escritora, lee? Las reglas nos constriñen. Pero también dan alas. Han ido surgiendo a lo largo de los siglos de habla y escritura. Separan el polvo de la paja. Contribuyen al buen entendimiento. ¿Siempre? No. ¿Nunca? Tampoco.
La palabra es la flecha que se dirige a su blanco. Unas palabras llaman a otras. Incitan su presencia. Provocan estructuras. Hay un orden, que no es único. Escribiremos Miedo me da que separarnos pretendan o me da miedo que pretendan separarnos; Duerme mi gato más de lo habitual últimamente o últimamente mi gato duerme más de lo habitual. Los hipérbatos contribuyen a que, por su posición, unas palabras reciban mayor luz que otras con fines estilísticos. Pero ciertos ordenamientos son disruptivos y provocan ambigüedades: Primera muestra del Ayuntamiento de seres venenosos y no Primera muestra de seres venenosos del Ayuntamiento. O, dependiendo de lo que se pretenda expresar, Juan dice continuamente que no fuma o Juan dice que no fuma continuamente. Sentido y estilo determinan el orden más armónico para el desfile de las palabras según los objetivos pretendidos. Y casi siempre hay más de un modo de expresión: Si lo hubiera sabido, te habría llamado o te habría llamado de haberlo sabido.
¿Por qué
algunas palabras se escriben con tilde y otras no? ¿Por qué escribimos
Restaurante Robledo y no «Restaurante Robledo»?; ¿un Mercedes automático y no un
Mercedes automático? Existen reglas
de acentuación, de puntuación y de uso de los distintos estilos de letra que
han ido evolucionando a lo largo de los siglos y que en la actualidad se
recogen en la ortotipografía. Esta disciplina permite, por ejemplo, que solo
por cómo está escrito, sepamos que La
historia escrita en el cielo es el título de una novela, mientras que «El
llanto de las sibilas» es el título de uno de sus capítulos.
La escritura, como el movimiento, se demuestra escribiendo. Y,
mientras se escribe, se va haciendo camino. Las musas no llegan por arte de
magia a dirigirnos la mano si no nos encuentran escribiendo. Es preciso perseverar.
Dedicar tiempo a pensar, a planificar, a establecer un esbozo: como ya advirtió
Flaubert, los textos no se conciben como los hijos, en un único acto creador, sino como las pirámides, elevando grandes
bloques, unos sobre otros, según un diseño meditado, a fuerza de riñones,
tiempo y sudor, corrigiendo una y otra vez.
Al escribir, moldeamos experiencias, elegimos una voz narradora y
dotamos de ritmo a la temporalidad, generando orden donde había caos y una
interpretación para lo ininteligible; a veces, incluso, trasmutando lo que parecía
insignificante en trascendental. Somos la araña que teje su tela desde dentro
de su ser, con su propio cuerpo: escribimos con lo que somos. Hacemos y nos
hacemos cuando recurrimos a nuestra preciosa armada de letras. Debemos
mantenerla a punto, actualizada, para entender cuando leemos y que nos
entiendan cuando escribimos.
Así, armada de letras, deseo para el año 2018, todavía por llegar, armonía,
paz y alegría.
Felices fiestas