jueves, 30 de mayo de 2013

Las conjunciones: nexos imprescindibles

conjunciones
Espejo de conjunciones
Las conjunciones son palabras invariables y por lo general átonas que relacionan entre sí otras palabras y grupos sintácticos, unas veces en plan de igualdad y otras jerarquizándolos o estableciendo dependencias. Las que se limitan a enlazarlos se denominan conjunciones coordinantes; las que marcan distintas relaciones de dependencia, conjunciones subordinantes.

Me levanté temprano. Fui en autobús al cementerio. Si usamos una conjunción coordinante copulativa, el resultado sería: Me levanté temprano y fui en autobús al cementerio.
Me levanté temprano. Pensaba ir en autobús al cementerio. Si usamos una conjunción subordinante de causa, el resultado sería: Me levanté temprano porque pensaba ir en autobús al cementerio.

A su vez, las conjunciones coordinantes se dividen en

Copulativas: y, e, ni, que

Como su nombre indica, estas conjunciones unen e igualan elementos y oraciones: No me gustan ni el fútbol ni el boxeo. Pedro es inteligente y sabe lo que quiere. ¿Sería posible escribir Pedro es inteligente y no sabe lo que quiere? Se podría, claro, pero el significado, según el contexto, pasaría a ser: Aunque Pedro es inteligente, no sabe lo que quiere o también Pedro es inteligente, pero no sabe lo que quiere. Las conjunciones genuinamente copulativas suelen enlazan elementos u oraciones todos afirmativos o todos negativos.

Y es la conjunción copulativa por excelencia. Suele preceder al último de varios elementos coordinados: Duerme, come y se pasea. Sin embargo, puede omitirse cuando a varios nombres les sucede otro que los abarca a todos: el sol, la luna, las estrellas: todo te daré. El proceso de coordinar expresiones sin conjunción se denomina asíndeton y es frecuente en la lengua literaria, pero también en la lengua coloquial: Desayunas fuerte, picoteas toda la mañana, te vas a comer con el jefe, meriendas con tus amigas, cenas con tu novio… ¿cómo no vas a engordar?
Por el contrario, el uso reiterado de la conjunción y ante cada miembro coordinado recibe el nombre de polisíndeton. Es un recurso enfático particularmente frecuente en la literatura: ¿Cómo explicarle que le daba miedo, que él también quería cultivar una milpa y subir a sacar chicle y engancharse en los cafetales y casarse en el caserío y quedarse allí para siempre?(Carmen Martínez Gimeno, El ala robada).

La expresión conjuntiva etcétera, a menudo abreviada como etc., significa y lo demás. La RAE admite ahora su duplicación: etcétera, etcétera, pero no puede ir precedida de la conjunción copulativa y, y se usa siempre tras el último componente de una serie coordinada, separada por una coma: había sillas, sillones, sofás, canapés, butacas, etcétera. También puede ser sustantivo y hasta llevar adjetivos: escritoras como Carmen Grau, Amelia Noguera, Mónica Rouanet, Pilar Alberdi, María José Moreno, Mercedes Gallego y un largo etcétera.
E es la misma conjunción y que toma esta forma cuando precede a palabras que empiezan por i o hi: Carmen e Isabel; madre e hija. Sin embargo, no ocurre el cambio cuando la i es comienzo del diptongo hie-: matas y hierbas (no matas e hierbas); cobre y hierro (no cobre e hierro); nieve y hielo (no nieve e hielo); insulta a uno y hiere al otro (no e hiere). Tampoco se cambia ante nombres extranjeros que comiencen por h aspirada: Bill y Hilary Clinton.

Asimismo, se mantiene la forma y cuando aparece al principio de un discurso: Y Isabel es todo lo contrario, callada, sumisa, casi una santa. O también: Y Isidro le respondió: «Te estás equivocando».  
También se mantiene la y cuando la conjunción comienza una interrogación: ¿Y Inés, cuándo llega?

Ni tiene una función similar a y pero en oraciones negativas. Aparece en  forma simple si va precedida por el adverbio de negación no: No me gusta el vino ni la cerveza. Se duplica si los elementos que coordina son los sujetos de la oración: Ni tú ni yo iremos mañana. Y si colocamos el verbo delante, necesitaremos una triple negación: No iremos mañana ni tú ni yo.
También se le puede dar un uso enfático muy expresivo: No eres tú lista ni nada.

• Que es conjunción copulativa cuando cumple la misma función que y: Son galgos, que no podencos (y no podencos). También tiene valor copulativo en expresiones como erre que erre; llora que llora.
A veces, en textos literarios, la conjunción que tiene sobre todo un valor intensificador: Pero cuando sus vecinos se dieron cuenta de que iba a alcanzar el cielo, empezaron a hacerle encargos para sus difuntos, y cada uno le daba que si un quesillo para mi mamá que se fue con las ganas de probarlo, que si un sarape para mi papá para que no pase frío en esas estrellas que parecen de hielo, que si unos dulces para mi hijita, pues tanto le gustaban… Y así, como él todo lo aceptaba y a nadie le negó el favor, cuando se tiró, el peso de los encargos no le dejó subir y se estrelló contra el suelo de la plaza. (Carmen Martínez Gimeno, El ala robada).     

Disyuntivas: o, u
Indican elección, opción  o exclusión: O aceptas la propuesta o me voy de inmediato.

También puede tener valor explicativo: Dijo que se las piraba o, lo que es lo mismo, que se marchaba.
Toma la forma u ante una palabra que comience por el sonido o: ¿Es de oro u hojalata? Tendrá siete u ocho años. También cuando precede a una cifra cuya lectura comience por o: 7 u 8 millones; 10 u 11 jugadores.

Cada vez es más frecuente el empleo de y/o, calcado del inglés and/or, para expresar de manera resumida la posibilidad de elegir entre la suma o la alternativa de dos opciones: Se necesita modista de habla inglesa que sepa español y/o francés. ¿Realmente es necesaria esta redacción? No. Se necesita modista de habla inglesa que sepa español o francés expresaría lo mismo. Y si se quieren las dos lenguas, no hay más que decirlo: Se necesita modista de habla inglesa que sepa español y francés. Más claro, el agua. Otro ejemplo, sacado de un periódico: Un niño es maltratado cuando es objeto de violencia física, psíquica y/o sexual. Si se hubiera escrito violencia física, psíquica o sexual, ¿no habrían quedado igualmente claras las violencias que sufre un niño maltratado?
En el mundo anglosajón la fórmula and/or comenzó a florecer allá por los años treinta del siglo pasado y todavía encuentra rechazo en muchos gramáticos, que aconsejan restringir su uso al imprescindible. Nuestras Academias de la Lengua, en su Diccionario Panhispánico de dudas, también desaconsejan la fórmula y/o salvo en contextos muy técnicos en los que resulte imprescindible para evitar ambigüedades, advirtiendo que si la palabra siguiente comienza por o, debe escribirse y/u.         

Adversativas: pero, sino, mas, aunque
Señalan contraposición o contraste.

• Pero/sino: Con pero se pueden alternar oraciones afirmativas y negativas o reiterarse: Fui al cine, pero no me gustó la película. No fui pero no cobré. Por su parte,  sino requiere una negación en el primer término expuesto: No fui yo sino mi hermano.
• Mas: Su uso está cada vez más restringido a la escritura, sobre todo literaria. Equivale a pero y siempre es átona. Es muy útil para evitar, si se quiere, la cacofonía que se produce cuando al lado de pero se colocan las preposiciones para o por: Se lo advertí mil veces, pero para Irene mis palabras no cuentan (mas para Irene…). Era una cuesta empinada, pero por ahí llegaríamos antes (mas por ahí...).     

• Aunque tiene valor coordinante adversativo cuando es sustituible por pero: Eres buen jugador aunque miedoso. Este uso se está extendiendo en detrimento de pero, para disgusto de muchos gramáticos.
Distributivas: ora, bien, ya…

Indican alternancia y han de repetirse ante cada uno de los elementos, que suelen ser  dos pero también más: Nos tenía desconcertados su comportamiento, ora llorando desconsoladamente,  ora riendo como una loca, ora tirándose de los pelos. El uso de ora es fundamentalmente literario. Bien tocando el piano, bien cantando, es un gran artista. Ya vengas en avión, ya en tren, no llegarás a tiempo.

Las conjunciones subordinantes incluyen además locuciones conjuntivas, es decir, grupos formados por dos o más palabras. Pueden ser

Completivas: que, si
Conectan una oración principal con otra que cumple las funciones de un sustantivo (sujeto, complemento directo…): Le pregunté si me querría siempre (complemento directo). Me gustaría que se casaran (sujeto).

Causales: porque, pues, que, como, puesto que, dado que, ya que…
Las conjunciones que, como y pues solo son causales cuando equivalen a porque: Explícamelo, que quiero escucharte. Como quiero aprender, estudio. Estudio pues quiero aprender.

Finales: para que, a fin de que, con objeto de que, a que, que, por que, porque
Expresan en una oración subordinada la finalidad de la principal: Canta, hija, que vean lo bien que lo haces. Cantó por que vieran sus aptitudes. O también: Cantó porque vieran sus aptitudes. Introducen siempre oraciones formadas por un infinitivo o un verbo en modo subjuntivo.

Comparativas: como, más que, menos que,  tanto como…
Expresan una correlación o comparación: Me embaucó  como le vino en gana. Miente más que habla.

Concesivas: aunque, aun cuando, por más que, a pesar de que, si bien, aun
La oración subordinada expresa una dificultad para la realización de la principal: Aunque llegué tarde, me esperaron para comer. Por más que me lo intento, no logro ser puntual. Aun siendo ingeniero no encuentra tabajo.

Consecutivas: que, luego, conque, así que, de manera que, por consiguiente, así pues…
El efecto de la oración principal se concreta en la subordinada unida por la conjunción: Es tan inocente que se lo cree todo. Pienso, luego existo. Mañana tienes que madrugar, conque acuéstate ya.

La conjunción conque (consecutiva o ilativa), que siempre se escribe en una sola palabra, no debe confundirse con el pronombre relativo que precedido de la preposición con: Estos son los profesores con que cuento (con los que cuento). Tampoco ha de confundirse con la preposición con, seguida de la conjunción que, con que comienzan las oraciones subordinadas sustantivas: Con que decidamos un único objetivo bastará (en este caso siempre se puede sustituir la secuencia por la preposición con y el verbo en infinitivo: con decidir…). Ni tampoco, por último, con la preposición con seguida por el pronombre interrogativo o exclamativo tónico qué: ¡Mira con qué viene ahora! No sabía con qué palabras expresarle sus sentimientos.

Ilativas: así pues, así que, pues, conque, ahora bien, es decir…
Expresan una ilación, explicación o consecuencia de lo ya enunciado: Te lo advertí a tiempo, conque ahora no te enfades. Ya lo has conseguido, ¿verdad?, pues alegra esa cara. Madrid es una ciudad de terrazas al aire libre, ahora bien, hay mucho ruido por las noches.

Adviértase que así pues se escribe siempre sin coma entremedias. En el caso de así que, no se acepta así es que ni, por supuesto, la vulgar  así es de que.
Condicionales: si, siempre que, como, cuando, a condición de que, con tal (de) que, a no ser que, a menos que,  de no, mientras, en caso de que, en el supuesto de que…

Lo enunciado en la oración principal necesita que se cumpla lo enunciado en la subordinada para hacerse realidad: Te ayudaré si me pagas. Como no te esfuerces, no lograrás aprender inglés. A no ser que llueva, iremos a la playa. Mantendremos los planes mientras no nieve. Con tal que no me dejes, hago lo que sea.
Adviértase que algunas de estas locuciones causales incluyen la preposición de y otras no: a condición de que, en caso de que, en el supuesto de que, pero a no ser que, a menos que. Por su parte, con tal admite construcción con de y sin ella: con tal que me quieras; con tal de que me quieras.

Temporales: así que, cuando, tan pronto como, desde, para cuando, luego de que, mientras, antes de que, hasta que, una vez que, en cuanto…
Establecen una relación de tiempo entre las oraciones: Para cuando deje de llover ya me habré muerto. Luego de que hubieron comido, recogieron los manteles. Se enteró de lo sucedido mientras esperaba a Juan. Así que llegaron, empezaron las peleas.   

Locativas: donde, adonde
Establecen una relación de lugar entre las oraciones: Iré donde me digas.

Modales: como  
La oración subordinada indica la manera en que sucede lo expresado en la principal: Se hará como tú digas.

Como se ha podido observar, una misma conjunción o locución conjuntiva subordinante puede expresar distintas relaciones de subordinación que a veces no son fáciles de deslindar. Asimismo, en muchos casos los gramáticos no se ponen de acuerdo sobre si formas como sin embargo, cuando, mientras y otras más tienen carácter conjuntivo o adverbial, y algunos las denominan adverbios conjuntivos. Sea como fuere, a quienes escribimos esas disquisiciones eruditas nos importan menos que comprender la función que cada palabra cumple en la oración, aprender los usos que les podemos dar y conseguir sacar el mayor partido a las posibilidades que se nos ofrecen. De eso, precisamente, trata la sintaxis.     


La lengua destrabada
Si te interesan los asuntos de lengua y escritura, te invito a leer La lengua destrabada. Manual de escritura, publicado por Marcial Pons (Madrid, 2017). Clica en este enlace para entrar en la página de la editorial, donde encontrarás la presentación del libro y este pdf, que recoge las páginas preliminares, el índice y la introducción completa.  

  



  






   

miércoles, 22 de mayo de 2013

Sobre la novela histórica: «La historia escrita en el cielo»

La historia escrita en el cielo
Según Lukács, se considera novela histórica toda aquella que tenga por objetivo presentar una visión verosímil de un tiempo pasado, preferiblemente lejano, creando una cosmovisión realista de su sistema de valores, costumbres y creencias. Por tanto, exige de quien escribe una gran documentación para no caer en anacronismos ni utilizar un lenguaje poco acorde con la época. Sin embargo, a veces las fronteras con la novela de aventuras se borran cuando se utiliza la ambientación histórica como un pretexto para la acción y, otras veces, se deriva en la historia novelada cuando los hechos históricos predominan sobre la ficción y apenas hay creación de personajes.

 La historia escrita en el cielo, ambientada a comienzos del siglo XVII, en pleno Siglo de Oro español, no es en absoluto una historia novelada, pero tal vez se acerque a la novela de aventuras puesto que sus personajes principales son todos de ficción y no pretende narrar ningún hecho histórico determinado, aunque muchos le sirvan de telón de fondo. Su planteamiento roza la microhistoria, pues se ocupa de personajes, circunstancias y fenómenos sociales que suelen pasar inadvertidos a la gran historia: son  los hechos cotidianos aparentemente intrascendentes que motivan a los personajes y los obligan a actuar de determinada manera. En palabras de una de las protagonistas, la Beata de los Huevos, es «la historia menuda», la de los olvidados. 

La novela comienza con el galope de un caballo, cuya llegada interrumpe la idílica escena doméstica de dos mujeres que bordan al sol. Por las noticias que reciben del Nuevo Mundo, nos enteramos de la precaria situación en que se encuentran tras el abandono de Maxim de Gourney, que ha dejado la plácida monotonía de su casa entre viñedos en el Franco Condado para hacer la Carrera de Indias desde Sevilla. Su ausencia como amo y esposo desencadena la serie de desgracias que provocarán la huida de su hija Marie, apenas adolescente, impulsada por las palabras de su madre en el lecho de muerte y un sueño con el  árbol de los deseos:

Marie contempló bajo un cielo cuajado de estrellas un hermoso peral repleto de frutos. Comprendió al instante que una de las peras era su afición por la pintura; otra un poco más alta, su destreza como jinete; otra más a la derecha, su habilidad para bordar; la de la izquierda, los muchos libros que le quedaban por leer; y la más alta de todas, su deseo de libertad. Quería  extender la mano para coger esa pera, pero antes de que la alcanzara se arrugaba y caía al suelo podrida. Lo mismo iba ocurriendo con las restantes frutas sin que pudiera remediarlo. Este hecho inevitable le provocó tal angustia que se despertó, pero el sueño con el árbol de los deseos del cuento infantil tantas veces escuchado a su madre había sido tan vívido que le costó darse cuenta de la realidad, y bajo su influjo se levantó de la cama, recogió deprisa sus pertenencias y se dirigió con paso sigiloso hacia el establo.   

Sin embargo, viajar de noche y sola es peligroso, como pronto descubrirá cuando acabe perdida por los campos y vayan tras sus pasos. La campesina de la que se hace amiga engaña a sus perseguidores cuando le preguntan si la ha visto, mientras ella se esconde tras unos matorrales de juncos:

—Si es la que yo digo, debió de perder el caballo —repuso Chantal con presteza—. La encontraron flotando en el arroyo corriente abajo. Creo que ya la enterraron porque nadie la reclamó.
—¿Estáis segura de lo que afirmáis? —repuso el mismo jinete con tono preocupado.
—Oh, sí. Muchos la vieron. Movía a lástima contemplarla, pues aunque estaba hinchada y tenía el cabello cubierto de algas, no se dejaba de apreciar que su rostro lívido había sido hermoso en vida. Algunos dijeron que llevaba ahogada tiempo, que tal vez cayó al Ródano y acabó arrastrada por la corriente hasta un remanso de este arroyo, que es su afluente.

Más adelante, mientras Marie recorre la Via Podiensis de los peregrinos para llegar a la corte castellana, una anciana cabalista con la que se encuentra en las ruinas de un castillo donde pasa la noche la alaba por la decisión que ha tomado, pero también le hace una advertencia:

—Habéis hecho bien en huir de vuestra casa, pues es probable que se hubiera convertido en vuestra cárcel o tumba y habríais vivido en ella como un murciélago o un búho, aunque no creo que vuestro padre os vaya a servir de ayuda. Por sus hechos se comprende que no renunciará a su sueño de descubrir nuevos mundos.

Poco sabe Marie entonces que la anciana regresará a su vida mucho más adelante para darle esperanzas y abrir nuevos horizontes. Pero eso es el futuro. De momento, Marie pasa meses en los caminos y vive diversas aventuras hasta que al fin consigue llegar a Madrid, donde obtiene alguna noticia de su padre, y muy a su pesar su suerte queda unida a la de la Beata de los Huevos, que está a punto de ser quemada en la hoguera en un auto de fe. Juntas se ven obligadas a huir de nuevo por tierras manchegas, cruzando las gargantas de Sierra Morena tras una cadena de galeotes y su guarda. Allí les sale al paso, lanza en ristre,

un individuo entrado en años, desgarbado, seco de carnes y de rostro enjuto, vestido con una armadura abollada y tocado con un casco singular, caballero en un rocín tan flaco que apenas parecía aguantar su peso. Llegaba acompañado de un labriego de rostro mofletudo y barba cerrada que cabalgaba en un burro no mucho mejor que la montura de su amo. Marie y la beata se hallaban lejos de la cadena de galeotes y no pudieron escuchar lo que dicho individuo le preguntó a los guardas, pero vieron que a continuación se dirigía hacia uno de los presos, luego pasaba al siguiente, y así sucesivamente hasta llegar al cuarto, hombre de rostro venerable y barba larga que se echó a llorar.

Esta aventura con los galeotes termina mal para el caballero don Quijote, pero ayuda a Marie y a la beata a alcanzar Sevilla antes de lo previsto. Y entonces la historia da un vuelco considerable. Marie ya no es la jovencita desesperada que salió de su casa, y  la Beata de los Huevos se cambia el nombre por Teodora para iniciar una nueva vida. Marie le advierte:

  —Así como estrenáis nombre, debéis cambiar de atuendo y mejorar el arreglo de vuestra persona —continuó aconsejándole Marie—. Dejaréis que os crezca el cabello y lo peinaréis con alguna gracia, separando las greñas del rostro; estrecharéis vuestras cejas y os libraréis del bocillo, que no enoja en una monja pero desdice en una dama...
—¿Seré dama? —se maravilló la beata interrumpiéndola.
—Seréis lo que os propongáis ser ―repuso Marie―. En vuestra mano está, siempre que vuestra presencia no desmerezca vuestros propósitos.

Para su desgracia, descubren de inmediato que todo eso es más fácil de decir que de hacer, pues en la Sevilla floreciente por su comercio con las Indias acechan más peligros que en los caminos recorridos hasta entonces. En la casa de la Mancebía donde las llevan engañadas, conocen a un niño que será importante en sus vidas. Marie sale a la calle para ocuparse de su caballo y entabla conversación con él, que pinta en la tierra con un palo:

—¿Te gusta dibujar? —le preguntó por ser amable.
Sin levantar la cabeza del suelo, el niño respondió:
—Cuando no tengo más que hacer, así entretengo el tiempo.
—¿Y qué dibujas? —prosiguió su interrogatorio Marie.
 —Lo que mi mano quiere. Yo la dejo y ella va haciendo formas, pero solo la izquierda; la derecha no sabe.
—Eres zurdo, entonces —concluyó Marie.
—No, no —se apresuró a puntualizar el niño—. Ya no. Las izas me pegan y me atan la mano mala para que trabaje con la buena. Yo obedezco en todo, pero pintar la buena no sabe…
—¿Quiénes dices que te pegan y te atan la mano? —se interesó Marie, que no le había entendido.
—Me pegan las izas y también las rabizas, el amo, las criadas, todos me pegan, pero no me quejo porque es por mi bien, para que la Santa Inquisición no me encuentre y me castigue por hereje en el potro de las torturas.

Si el mundo es hostil para quienes somos zurdos en la actualidad, mucho más lo era en el pasado. ¿Pero quiénes son esas izas y rabizas? Marie y Teodora no tardarán en descubrirlo y casi les costará la vida. ¿Y qué ocurre después? Ambas se toparán con el amor y la muerte. Pero eso lo irás descubriendo poco a poco cuando leas la novela, si he logrado que te intereses en ella.
    
La historia escrita en el cielo se puede leer en versión ebook o impresa. Se vende en Amazon. Si quieres saber más, clica sobre el enlace  del título o sobre la imagen que ilustra este artículo.



La lengua destrabada
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viernes, 10 de mayo de 2013

El baile de los puntos y las comas

signos de puntuación
Scripta manent, verba volant

Las palabras se las lleva el viento, mientras que lo escrito permanece: es el sentido que hoy se suele atribuir a esta frase clásica latina. Sin embargo, Alberto Manguel, en su libro Una historia de la lectura, le da la vuelta  y afirma que en la Antigüedad significaba justo lo contrario: se acuñó como alabanza de la palabra pronunciada en voz alta, que tiene alas para volar, frente a la palabra que permanece silenciosa sobre la página, inmóvil, muerta.

Cuando las palabras vuelan, es más fácil entenderse. En conversación o en lectura en voz alta, siempre cabe preguntar al que habla qué es lo que  ha querido decir  y pedirle que se explique mejor. Pero cuando un lector se enfrenta a un texto escrito no tiene a quién dirigir su queja: es él quien ha de descifrar lo que guardan esas palabras muertas. Él se encargará de darles vida y alas con su lectura; de convertir esas mudas letras scripta  en verba, palabras habladas, alimento del espíritu.

La puntuación, esos pequeños signos que se intercalan en la escritura, son como guijarros que ha ido arrojando el escritor en lugares clave para facilitar que se siga el curso de su pensamiento. El baile de los puntos y las comas  nos habla mucho del temperamento de quien escribe y, por supuesto, de su cultura. Puede ser un baile agarrado, de pasitos cortos, con muchos signos de puntuación o un baile suelto sin apenas puntuación, solo la imprescindible. ¿Cuál es el mejor? Va en gustos, aunque la tendencia actual es minimalista, sobre todo con las comas.

Sin embargo, hay comas que no se pueden suprimir porque al hacerlo varía el sentido de lo que se quiere expresar: Los conductores borrachos no respetaban el límite de velocidad no es lo mismo que los conductores, borrachos, no respetaban el límite de velocidad. La colocación de la coma también hace que cambie el significado de la siguiente oración: 1) Pedro entra enseguida; 2) Pedro, entra enseguida. En la frase segunda la coma convierte a Pedro en vocativo, un caso del latín cuya función es llamar o dirigirse a alguien. Recuérdese que los vocativos siempre se separan con comas del resto de la oración. Asimismo, la colocación de una simple coma ante el adverbio como puede alterar el significado de lo que se escribe: No lo hice como me dijiste es completamente diferente a no lo hice, como me dijiste; y añadiendo un punto, cabe una tercera escritura y lectura: No. Lo hice como me dijiste. Una coma detrás del adverbio de negación no incluso podría llegar a convertirse en cuestión de vida o muerte, pues es muy diferente escribir: No, tenga piedad que no tenga piedad. La oración no acostumbra a  llegar tarde  expresará cosas diversas según los signos de puntuación que empleemos para escribirla:  1) No acostumbra a llegar tarde; 2) No, acostumbra a llegar tarde; y 3) No. Acostumbra a llegar tarde. Por su parte, delante de pero o aunque, la coma suele resultar superflua cuando la oración principal es corta y la subordinada contiene elementos sobreentendidos de la primera: Quise esperarte pero se me hizo tarde. Cecilia, no le contestes aunque te llame muchas veces. Por el contrario, si la oración principal es más larga y la subordinada no contiene sus mismos elementos, la coma facilitará la lectura: Pedro quería bajar cuanto antes al pueblo, pero la nieve caída durante la noche había vuelto intransitable el camino.

El punto y coma es la mejor pareja de baile de la coma, aunque muchas veces le cede el puesto al punto y seguido: Era necesario convencer a su padre para que aceptara; encontrar la financiación necesaria; resolver el asunto de los sobornos sin que nadie se enterara, y así todos saldrían ganando. Si apenas los utilizamos, perdemos un útil  recurso. Además, su empleo es obligado en las oraciones donde la coma sustituye a un verbo sobreentendido: La primera parte de la obra era interesante; la segunda, anodina; el final, francamente aburrido.

En el baile de la puntuación, el punto y coma puede ser sustituido de manera ocasional  por los dos puntos: Yo, por el contario, vivo muy cerca: esta es mi calle. O también: Yo, por el contrario, vivo muy cerca; esta es mi calle. Pero, por regla  general, cuando se trata de enumerar una serie de elementos incluidos en la primera oración; cuando la primera oración tiene su consecuencia en la segunda, o cuando se cita lo dicho por otra persona, han de emplearse siempre los dos puntos: No le condenarán por lo que ha escrito: la verdad no puede ser delito. Visiblemente molesto, declaró: «Yo he venido a hablar de mi libro».

El signo de puntuación más fácil de comprender y utilizar es el punto y seguido. Sin embargo, por motivos difíciles de precisar, es el que peor se utiliza, y en su caso los errores suelen ser de omisión. En la mayoría de los textos aparece una coma tras otra sin que quede claro dónde termina una idea y comienza la siguiente. Veamos un ejemplo:
Te voy a contar el motivo de mi tristeza, Jorge rompió mi ordenador ayer, cuando se lo pedí, me contestó que no podía devolvérmelo, porque me había enfadado, me retiró la palabra, de improviso, no supe qué decir, desde que nos conocimos, muchos años atrás, nunca habíamos discutido así, por un ordenador no iba a terminar nuestra amistad.
El texto tendrá un significado diferente si añadimos otros signos de puntuación:
Te voy a contar el motivo de mi tristeza: Jorge rompió mi ordenador. Ayer, cuando se lo pedí, me contestó que no podía devolvérmelo. Porque me había enfadado, me retiró la palabra. De improviso, no supe qué decir; desde que nos conocimos, muchos años atrás, nunca habíamos discutido así: por un ordenador no iba a terminar nuestra amistad.
Otra lectura posible:
Te voy a contar el motivo de mi tristeza. Jorge rompió mi ordenador ayer cuando se lo pedí. Me contestó que no podía devolvérmelo porque me había enfadado; me retiró la palabra de improviso. No supe qué decir. Desde que nos conocimos, muchos años atrás, nunca habíamos discutido así. Por un ordenador no iba a terminar nuestra amistad.
Y si seguimos con el baile de los puntos y las comas, sin cambiar ni una palabra, las lecturas proseguirán variando…
De los puntos suspensivos que acabo de utilizar, recomiendan las gramáticas y los libros de estilo que se empleen con medida, pues su abuso es propio de escritores poco preparados que pretenden trasladar al lector el trabajo de completar la frase o el pensamiento dejado a medias. Sin embargo, a veces son la mejor opción y la más expresiva. Balzac decía que eran puntos ofrecidos a la imaginación del lector a modo de tablas de salvación para franquear los abismos de la mente. Y en el baile de los puntos y las comas, pueden ser seguidos por todos los signos de puntuación menos el punto. Además, son solo tres, como los Reyes Magos.
Concluyo con una verdad de Perogrullo tan cierta como que en lo lleno no hay vacío: este baile de los puntos y las comas se aprende, igual que el resto de los bailes, practicando. Así pues, leamos y bailemos: dos diversiones que, como decía Voltaire,  nunca harán daño al mundo (ni a nosotros mismos).

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